En busca de riquezas Eternas

C. G. Abril 1976logo pdf
En busca de riquezas Eternas
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballAmados hermanos y hermanas: Después de cuatro días de reuniones; nos acercamos al fin de esta Conferencia General. Este ha sido un tiempo de gozo, porque hemos visto a un gran número de nuestros hermanos de muchos países del mundo y es una gran alegría verlos de nuevo y darnos cuenta del progreso y desarrollo que han logrado.

Esperamos que la conferencia haya motivado a todos en general hacia la espiritualidad, y os recordamos lo que el Señor dijo: «Porque, ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?» (Mateo 16:26).

Durante el comienzo de su ministerio, el Maestro preguntó: «¿Qué buscas?» Se estaba refiriendo al incentivo que impulsa a algunos a la búsqueda de riquezas, honores mundanales, alabanzas, prosperidad y honor, y a otros a la de las riquezas eternas del alma. ¿Qué le aprovechará? De esta manera el Señor ha hecho un vibrante contraste entre los honores del mundo y los que puede recibir el alma, citando vívidamente la diferencia entre las cosas del mundo y las que se relacionan con los deseos y logros celestiales.

Reiteramos una y otra vez la exhortación del Cristo, cuando amonestó a sus oidores a buscar «primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:33).

Este, entonces, es el asunto de primer orden, es lo que lleva a gran cantidad de personas de todas partes del mundo a prepararse para esta elección: las posesiones materiales o las espirituales.

Los sermones de esta conferencia han recalcado el hecho al cual los prominentes estadistas y educadores y el público en general hacen referencia, cuando hablan de la aparente pobreza espiritual de la época actual y la decadencia en las normas morales y éticas. Desearíamos que esto no fuera cierto, porque nos oponemos completamente al derrumbamiento de nuestras elevadas normas, de la vida familiar y de la comunidad.

Hace algunos años, un avión británico de retropropulsión cruzó repetidas veces el Océano Atlántico en unas pocas horas; poco después, salió una caricatura en el diario New York Times, en la cual aparecía el avión viajando a una velocidad fantástica, y llevando un rótulo que decía: «El progreso científico del hombre». En la tierra se encontraba una enorme tortuga que avanzaba lenta y pensativamente, con un rótulo en el que se decía: «El progreso moral del hombre».

En escritor agregó esto:

«Esta caricatura simboliza en forma vívida lo que podría ser la tragedia de la era moderna, y lo que indudablemente es una de las razones que más nos obligan a prestar mayor atención a los valores morales y espirituales en nuestros hogares y escuelas.»

Es por esta razón que recalcamos la noche de hogar para cada familia de la Iglesia, cada semana, a fin de que podamos guiar, inspirar, capacitar y dirigir los pensamientos hacia el progreso espiritual y la inspiración religiosa.

Alguien dijo: «¿Cuán lejos hemos llegado en la larga jornada del hombre desde la obscuridad hacia la luz? ¿Estamos por llegar a la luz, al día de la libertad, de paz para toda la humanidad? ¿o está por caer sobre nosotros la sombra de otra noche?»

Nosotros, los miembros de la Iglesia, proclamamos nuestra libertad y la renovación de nuestra fe, y la seguridad de que tenemos control en nuestra propia familia y podemos criar a nuestros hijos para que amen la verdad y sean felices en la inmortal dignidad del hombre, gobernados por las leyes eternas y morales de Dios.

En los diversos países, estamos logrando entre nuestros miembros un gran número de hombres profesionales y diestros; no obstante, tenemos también excelentes líderes y miembros que minan carbón, encienden hornos, nivelan arrecifes, manejan tornos, cosechan algodón, cultivan huertos, y plantan maíz, sanan enfermos, todo ello en forma orgullosa y lucrativa.

Los enemigos de la fe no conocen a ningún Dios, excepto la fuerza, ninguna devoción, excepto el uso de la fuerza. Instruyen a los hombres en la traición; se aprovechan del hambre de otros; torturan aquello que los desafíe, especialmente la verdad. De manera que seguimos hacia adelante, por toda la tierra, con una visión clara y un discernimiento seguro, y dedicamos de nuevo nuestros hogares y familias a elevados valores morales y espirituales.

Por lo tanto, siendo que el hogar es la base de la nación, seguimos hacia adelante para asegurarnos de que a nuestros hijos se les enseñe, instruya y controle, ya que son la posesión más preciosa que tenemos, y les enseñamos a andar rectamente y a ser ciudadanos dignos del reino de Dios.

Reconocemos el hecho de que la enseñanza de la religión y la moralidad ciertamente es trabajo y responsabilidad de los padres.

Os invitamos ahora a que volváis a la Conferencia General de octubre, en donde recalcaremos los temas básicos que se han enseñado tan bien y claramente en esta conferencia. Mientras tanto, continuamos poniendo en orden y manteniendo en esa condición nuestro hogar y nuestra familia, esparciendo el evangelio entre las naciones del mundo.

Si llegarais a descubrir que los comejenes os están minando los cimientos de vuestra casa, inmediatamente ordenaríais que se revisara el edificio y acabaríais con la destrucción exterminando los insectos. Mucho más importantes son los elementos destructivos que penetran vuestro hogar y llegan a vuestra familia.

Concordamos con Juan Enrique Pestalozzi, gran educador suizo: «Nuestros goces en el hogar son los más deleitables que se encuentran en la tierra, y el gozo de los padres en sus hijos es el más santo que puede experimentar la humanidad. Hace que nuestros corazones sean puros y buenos, y nos eleva hacia nuestro Padre Celestial.»

Todos nosotros comprendemos bien que este sagrado gozo se encuentra perfectamente dentro del alcance de cada pareja, su matrimonio se ha efectuado apropiadamente, han llevado a cabo sus responsabilidades familiares, y han hecho prevalecer los sublimes ideales de la vida familiar.

La calumnia, la difamación, el lenguaje vulgar y la crítica, son todos destructivos «comejenes» que arruinan el hogar, al igual que las peleas.

La mayoría de los padres concordarán con estas palabras de un conocido autor: «Cada período de la vida humana es bello: la edad irresponsable de la niñez, los años emocionantes de la adolescencia y el noviazgo, la era productiva, combatiente y agobiante de la paternidad; pero le época más hermosa de la vida viene cuando el padre y la madre se convierten en amigos de sus hijos y empiezan a gozar a sus nietos.

La juventud esta confinada con restricciones, límites, horarios; la adolescencia está llena de misterios, anhelos y derrotas; la temprana paternidad se ocupa de luchar y solucionar problemas; la extrema vejez se ve obscurecida por misterios eternos. Pero, si la vida se ha vivido en su plenitud, la edad intermedia y la vejez normal están repletas no sólo con las emociones del éxito, sino con las que trae aparejadas el compañerismo con hijos y nietos.

Todo individuo normal debe completar el ciclo entero de la vida, con todos sus goces y satisfacciones en orden natural: niñez, adolescencia, juventud, paternidad, edad intermedia y edad de ser abuelo. Cada época encierra una satisfacción que se puede conocer sólo mediante la experiencia. Uno debe nacer una y otra vez a fin de conocer el curso completo de la felicidad humana. Cuando nace el primer bebé, también nacen la madre, el padre y los abuelos. Unicamente mediante el ciclo natural de la vida se pueden alcanzar los grandes y progresivos goces de la humanidad.

Cualquier sistema social que le impida al individuo seguir su ciclo normal, casándose joven, criando una familia antes de los cincuenta años y alcanzando los gozos profundos y peculiares de la madurez y la edad de ser abuelos, frustra el orden divino del universo y pone los cimientos para toda clase de problemas sociales.

Cuando un hombre y una mujer jóvenes del tipo biológico apropiado se casan y están preparados para ganarse la vida y mantener y criar a una familia, han comenzado su ciclo normal de existencia. Son más propensos en dar a la sociedad muchos menos problemas de crímenes, inmoralidad, divorcio o pobreza, que sus compañeros solteros. Tendrán hijos y los criarán mientras son jóvenes y fuertes, los gozarán cuando sean adultos y autosuficientes, dependerán de ellos en su debilidad y en la vejez, se beneficiarán con el mejor seguro que haya sido inventado por el hombre o Dios, un seguro que paga sus anualidades en bienes materiales cuando son necesarios, pero que principalmente paga con los ricos goces del amor y el compañerismo . . . Los goces más bellos de la experiencia humana se lograrán en la madurez y continuarán a través del compañerismo, el amor y el honor de los hijos y nietos.»

Por lo tanto, es nuestra esperanza que todos los miembros de la Iglesia se aseguren de que su vida esté en orden, a fin de que puedan gozar de estos ciclos.

Y ahora, al acercarnos al fin de esta gran conferencia, quisiéramos recordaros una vez más, que debemos poner nuestro hombro a la lid y asegurarnos de que todos los líderes cumplen con el evangelio de Cristo y lo enseñan a su gente, a fin de que sea propagado por todo el mundo. Seguiremos avanzando, mis queridos hermanos, para vivir una vida de dignidad; pagaremos nuestros diezmos y ofrendas; asistiremos al templo y buscaremos la información genealógica para nuestros muertos; efectuaremos nuestras noches de hogar con absoluta regularidad y eficiencia; enseñaremos a nuestros hijos en rectitud; enviaremos a nuestros hijos a cumplir misiones; desempeñaremos nuestra responsabilidad de enseñar el evangelio a nuestro prójimo y hacerles oír una voz de advertencia.

El Señor nos dijo en el comienzo de esta dispensación:

«Escuchad, oh pueblo de mi iglesia, dice la voz de aquel que mora en las alturas, cuyos ojos ven a todos los hombres; sí, de cierto os digo: Escuchad, vosotros, pueblos lejanos; y vosotros, los que estáis sobre las islas del mar, escuchad juntamente.

Porque, de cierto, la voz del Señor se dirige a todo hombre y no hay quien escape; y no hay ojo que no verá, ni oído que no oirá, ni corazón que no será penetrado.

Y los rebeldes serán afligidos con mucho pesar; porque se pregonarán sus iniquidades desde los techos de las casas, y serán revelados sus hechos secretos.

Y la voz de amonestación irá a todo pueblo por las bocas de mis discípulos, a quienes he escogido en estos últimos días…

Preparaos, preparaos para lo que viene, porque el Señor está cerca;

«Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Y está encendida la ira del Señor, y su espada se embriaga en el cielo, y caerá sobre los habitantes de la tierra.’

Y será revelado el brazo del Señor; y viene el día en que aquellos que no oyeren la voz del Señor, ni la voz de sus siervos, ni hicieren caso de las palabras de los profetas y apóstoles, serán desarraigados de entre el pueblo . . . [Y quisiera agregar que durante los días de la conferencia hemos escuchado muchos testimonios de los profetas y los apóstoles y los siervos del Señor.]

No buscan al Señor para establecer su justicia sino que todo hombre anda por su propio camino, y conforme a la imagen de su propio Dios, cuya imagen es a semejanza del mundo, y cuya substancia es la de un ídolo, que se envejece y que perecerá en Babilonia, aun la grande Babilonia que caerá . . .

Lo débil del mundo vendrá y derribará a lo fuerte, para que el hombre no se aconseje con su prójimo, ni ponga su confianza en el brazo de la carne.

Sino que todo hombre hable en el nombre de Dios el Señor.» (D. y C. 1: 14, 12-14, 16, 19-20.)

Quisiera concluir con un pensamiento acerca de Job, cuya esposa fue a él con una sugerencia tentadora.

«Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.

Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? . . .

Que todo el tiempo que mi alma esté en mí, y haya hálito de Dios en mis narices,

Mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua pronunciará engaño.

Nunca tal acontezca que yo os justifique; hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad.

Mi justicia tengo asida, y no la cederé; no me reprochará mi corazón en todos mis días. . .

Porque, ¿cuál es la esperanza del impío, por mucho que hubiere robado, cuando Dios le quitare la vida?» (Job 2:9-10; 27:3-6, 8.)

Y también mientras he escuchado los muchos sermones durante esta conferencia, varias veces se han citado pasajes del capítulo dieciséis de Mateo. Quisiera citar de él una vez más, ya que la repetición nos fortalecerá.

Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.

El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» (Mateo 16: 13-16.)

Hoy se encuentran en este recinto, aproximadamente cincuenta testigos especiales. Hay miles de hombres, hasta donde llega el eco de mi voz, que al unísono darían la misma respuesta a la pregunta: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente».

Entonces el Señor podría decir a cada uno de los miles de nosotros: «Bienaventurado eres. . . porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.

Y también te digo, que tú eres Pedro, Santiago o Juan, o quien sea, y sobre esta roca, la de la revelación -no la roca de Pedro, porque la Iglesia no podía basarse sobre la vida de cualquier hombre, sino sobre la roca de revelación- te he revelado que Jesús es el Cristo.

«Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.» (Mateo 16:17-19.)

Y éste es mi testimonio a vosotros, mis hermanos y hermanas, al concluir esta maravillosa conferencia donde hemos recibido tanto gozo al estar juntos. Mi. testimonio es que todo lo que se puede atar en la tierra se puede atar en los cielos, mediante la autoridad y el poder que se ha dado a los siervos del Señor. A los Doce Apóstoles les fue dado en aquellos primeros días y se les ha dado nuevamente en la actualidad. Todo lo que se ate en la tierra será atado en los cielos. Las llaves del reino están en la tierra; sabemos que el Señor desea que las utilicemos para abrir las puertas que nos ayuden a seguir progresando y que llevemos adelante la obra de nuestro. Salvador por medio de esfuerzo denodado. Y os dejo este testimonio, ruego que las bendiciones del Señor os acompañen en el regreso a vuestros hogares, que podáis ser protegidos y que el mensaje de esta conferencia encuentre el camino hacia las profundidades de vuestro corazón y que perdure allí para siempre, en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

1 Response to En busca de riquezas Eternas

  1. Avatar de /RCVí€T0R3I/ /RCVí€T0R3I/ dice:

    Todos deben tener riqueza celestial para sobrevivir en este Mondo, la riquezacelestial te dá vida temporal, cada ves que vas a recibir un bien pídele a Dios tu riqueza celestial, entonces Cristhus se encarga de sacar una tajada de esos bienes que vas a recibir, se sobrevive a increhíbles accidentes , y si no es el caso, dá salud de juventud, decirle al salvador: *señor, no olvides que soy tu caseríto. La vida eterna tambien se ptede conseguir en este Mondo, consiste en enfrentarse a fenomenos naturáles, resistir hasta las ultimas consecuencias, en outras palabras, salir vivo del experimento, la vida eterna se manifiesta como aDios, muéres y resucita, ahora si uno no muere, sigues normal viviendo por los siglos ou milénios, el cuerpo cambia, el corazón es un foco apagado, éste se prende, como no nos conocémos en el Mondo entero, puedes aparecer en cualquier parte como lugaréño., la sabiduría ahumenta y descubre métodos para no emvejecer.

    Me gusta

Replica a /RCVí€T0R3I/ Cancelar la respuesta