C. G. Abril 1976
La bendición de un templo
Por el élder Adney Y. Komatsu
Ayudante del Consejo de los Doce
Mis queridos hermanos y amigos: es glorioso estar aquí con vosotros en esta gran conferencia y sentir el Espíritu del Señor manifestarse a través de las muchas palabras inspiradas que los hermanos han pronunciado; mi testimonio ha sido fortalecido y mi corazón se ha conmovido con sus palabras. Con humildad doy mi testimonio de que yo sé que esta es la Iglesia del Señor, y que es dirigida por un Profeta viviente de Dios en la persona del presidente Kimball.
Repetidamente él nos ha amonestado acerca de la necesidad de tener más misioneros para llevar el mensaje del evangelio a todas las naciones; nos ha recordado que cada joven digno debe cumplir una misión y gracias a ello, hoy estamos experimentando un aumento en los bautismos de conversos, a medida que más jóvenes y señoritas responden al llamado para servir como misioneros del Señor. La Iglesia está creciendo a pasos agigantados en muchas partes del mundo, gracias a la guía y dirección que recibimos del Profeta viviente.
El presidente Kimball también ha anunciado por medio de inspiración y revelación, la necesidad de construir más templos, y así el año pasado tres áreas en el mundo fueron designadas para recibir esta gran bendición, una nueva casa del Señor: Sao Paulo, Tokio y Seattle, en los Estados Unidos.
Al ser restaurado el evangelio de Jesucristo en estos últimos días, también fueron restauradas a través del profeta José Smith la construcción de templos, y las ordenanzas del templo. Poco después de la organización de la Iglesia el 6 de abril de 1830, el Señor mandó a los santos que construyeran un templo; y de 1833 a 1836 contando con menos de dos mil miembros en la Iglesia, el profeta José y los santos comenzaron a construir el Templo de Kirtland.
Los santos en esos días no tenían muchos bienes materiales, pero con gran sacrificio personal dieron todo lo que tenían para edificar la casa del Señor. Sus sacrificios fueron muchos, pero comparados a las grandes bendiciones que recibieron fueron sólo pequeños tributos al Señor. El 3 de abril de 1836, en ocasión de una reunión dominical y después de solemne y reverente oración, el profeta José Smith y Oliverio Cowdery recibieron una gran manifestación. Una visión apareció ante sus ojos con la manifestación personal del Señor Jesucristo, expresando su aceptación del templo. También fueron visitados por tres grandes profetas poseedores de las llaves y autoridad de sus llamamientos, cada uno de ellos entregándolas en manos de José y Oliverio y otorgándoles así la autoridad para actuar de la manera requerida.
Estoy seguro de que hoy, en las áreas donde se están construyendo templos, los santos están haciendo sacrificios y viviendo por fe para cumplir con sus obligaciones y deberes. En Japón y en otras partes del Oriente los miembros se han comprometido en la construcción del Templo, así también como en la edificación de centros de estaca y capillas. Es reconfortante ver la dedicación y lealtad de los miembros. Seguramente el Señor Dios bendecirá y honrará a aquellos que cumplen con sus obligaciones y sacrifican su tiempo, talentos y medios, ayudando a edificar el reino de Dios en esta tierra. Por medio de las revelaciones de los últimos días, el Señor ha prometido a aquellos que han sido fieles:
«Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad hasta el fin.
Grande será su galardón y eterna será su gloria.» (D. y C. 76:5-6.)
Uno de los tres grandes profetas que se le aparecieron al profeta José Smith y Oliverio Cowdery en el Templo de Kirtland fue el profeta Elías, el que fue elevado a los cielos sin haber probado la muerte. Al entregar las llaves de esta dispensación en sus manos, él dijo:
«He aquí, ha llegado el tiempo preciso anunciado por boca de Malaquías -quien testificó que él (Elías) sería enviado antes que viniera el día grande y terrible del Señor .
Para convertir los corazones de los padres a los hijos, y los hijos a los padres, para que no fuera herido el mundo entero con una maldición.» (D. y C. 110:14-15.)
Permitidme compartir con vosotros una experiencia que tuvo una joven pareja de miembros de la Iglesia en Japón. Deseaban casarse y como es la costumbre en su país, pidieron permiso a los padres, quienes no eran miembros, para que se efectuara el matrimonio. Los padres del joven rehusaron dar el permiso; preocupados y desanimados, los enamorados oraron fervientemente para encontrar maneras con las cuales pudieran llenar su vida de actividades significativas en la iglesia, confiando en que recibirían el permiso más tarde. En esos días, los miembros estaban planeando un viaje al Templo de Hawaii, y se recalcó mucho la importancia de la investigación genealógica. La pareja se unió a los otros en la búsqueda de sus antepasados e hicieron planes para que se efectuara la obra del templo por ellos. La chica buscó diligentemente en registros de cementerios y oficinas gubernamentales, y pudo encontrar setenta y siete nombres. El tío del joven que era una persona ilustre y de mucha influencia en su familia, se enteró de esto y quedó muy impresionado con el trabajo que ella había efectuado; se dio cuenta de la intensa dedicación con que honraba a sus antepasados y sugirió a la familia que tal joven sería una buena esposa para su sobrino. En esa forma la joven pareja obtuvo permiso para casarse y contrajeron matrimonio, unión que más adelante sellaron en el templo.
Es tradición japonesa que las familias se reúnan en días festivos especiales en enero y agosto. Cuando la joven pareja se unió al resto de la familia en estas ocasiones especiales, mostraron sus libros de recuerdos, los que despertaron gran interés en esta obra y en las razones por las cuales lo hacían. Era difícil para esta familia tradicional el comprender los motivos por los cuales una Iglesia cristiana enseñaba tal «adoración de los antepasados», porque esto es parte básica de las enseñanzas y la tradición budista.
Actualmente hay muchos jóvenes trabajando en su genealogía y enseñando en esa forma, el evangelio de Jesucristo a sus padres y parientes. Por medio de la búsqueda genealógica, y de la obra en el templo por sus progenitores, y especialmente en el futuro cercano, con un templo accesible en Tokio, el evangelio será aceptado por muchos más en el Oriente.
Yo os declaro mi testimonio de que el evangelio de Jesucristo es el camino a la salvación para los vivos y los muertos, y que Dios oye y contesta nuestras oraciones. Y lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.
























