Regresa, Hermano

C. G. Octubre 1976logo pdf
Regresa, hermano. . . .
por élder Gordon B. Hinckley
del Consejo de los Doce

gordon-b-hinckley-mormonAlbergo la esperanza de que, aunque sea por curiosidad, estén escuchando esta tarde algunos de aquellos que habiendo estado muy cerca de la Iglesia, por una u otra razón se han alejado de ella. Es a éstos a quienes quisiera dirigir mis palabras, con la oración ferviente de que pueda hacerlo por el poder del Espíritu Santo.

Estoy seguro de que hay miles de personas en el mundo que en su soledad y anhelo por recibir la verdad, están esperando que alguien les ayude a encontrarla. Pero hay otros que aunque nominalmente pertenecen a la Iglesia, se han alejado; que sienten las ansias por regresar, pero no saben cómo hacerlo y son demasiado tímidos para intentarlo. Al pensar en ellos, recuerdo una de las historias más bellas que conozco: la parábola del hijo pródigo. (Lucas 15:11-24.)

A vosotros, mis hermanos que habéis tomado vuestra dote espiritual y os habéis ido, y que quizás ahora sintáis un gran vacío en vuestra vida, os digo: el camino está abierto para vuestro regreso. Notad que en el versículo 17 dice: «Y volviendo en sí . . .» ¿Habéis también vosotros reflexionado en vuestra condición y ansiado el retorno?

Al joven de la parábola le bastaba con ser un sirviente de su padre, pero éste, divisándolo en la distancia, salió a recibirlo, lo besó, lo hizo vestir y calzar con prendas finas, le dio un anillo y ordenó que se hiciera una fiesta. Así deberá ser con vosotros; si sólo dais el primer paso para el regreso, encontraréis brazos abiertos para recibiros y cariñosos amigos que os darán la bienvenida.

Creo que sé porqué algunos de vosotros os habéis alejado. Quizás fuerais ofendidos por algún desconsiderado, cuyas acciones tomasteis como representativas de la Iglesia; quizás os mudarais jóvenes a un lugar donde os encontrarais solos y donde crecierais con escaso conocimiento de la Iglesia; tal vez fuerais atraídos por compañeros o hábitos incompatibles con las normas de la Iglesia; o quizás, en vuestro conocimiento mundanal os sintierais superiores a vuestros hermanos y por eso os apartarais de ellos. No es mi propósito buscar motivos, y espero que tampoco vosotros lo hagáis; es mejor dejar atrás el pasado. El profeta Isaías dijo:

«Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien . . .

Venid luego . . . y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.

Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra . . .» (Is. 1: 16-19.)

Esta es la razón de ser del evangelio: hacer a los malos, buenos, y a los buenos, mejores, como siempre decía el presidente McKay. Hay un proceso. de cambio en la Iglesia mediante el cual aun aquellos que han pecado gravemente pueden encontrar el camino de regreso… No permitáis que el orgullo os detenga. La vía del evangelio es sencilla; quizás haya requisitos que os parezcan elementales e innecesarios, mas no los despreciéis. Humillaos y andad en la obediencia. Os prometo que los resultados serán maravillosos y sumamente compensadores.

Os preguntaréis dónde podéis comenzar, cómo os pondréis nuevamente en contacto con la Iglesia. A través de todo el mundo, en cada unidad establecida de la Iglesia, hay dos hombres que tienen cierta responsabilidad por cada uno de vosotros; si no los conocéis, llamad al obispo del barrio o al presidente de la rama en cuya zona vivís, o escribid una carta a la Iglesia. Entonces acudirán en vuestra ayuda personas que no han de avergonzaros, sino que con caridad, amor y respeto os guiarán, os tomarán de la mano y caminarán con vosotros.

Intentadlo. Tenéis todo para ganar y nada para perder. Regresad, mis amigos. En la Iglesia encontraréis una paz de la que no habéis disfrutado por largo tiempo; encontraréis amigos, buena lectura, instrucción y participación que desarrollarán vuestra mente y nutrirán vuestro espíritu. Los silenciosos anhelos de vuestro corazón quedarán satisfechos; el vacío que habéis sentido durante tanto tiempo, será reemplazado con la plenitud de gozo.

Yo tengo un amigo como vosotros. Hace más de cuarenta años, estuvimos juntos en el campo misional, pero en los años siguientes él se apartó de la Iglesia. Un domingo, hace algún tiempo, me encontraba en California para una conferencia de estaca; la noticia de mi visita había aparecido en un periódico local. Al entrar en el centro de estaca con el presidente de la misma, comenzó a sonar el teléfono de su oficina; la llamada era para mí y la persona que llamaba dijo su nombre y manifestó que quería verme. Era mi viejo amigo. Me disculpé por no participar en la reunión que comenzaría a los pocos minutos y le pedí al presidente de la estaca que la efectuaran sin mí. Yo tenía algo más importante que hacer.

Mi amigo se acercó a mí tímidamente y con cierto recelo. Había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que nos viéramos, pero nos abrazamos como hermanos tras una larga separación. Pronto comenzamos a recordar viejos tiempos, y él me habló con lágrimas en los ojos de sus años en la Iglesia, de su alejamiento y del enorme y largo vacío subsiguiente. Después, hablamos de su retorno; él sabía que sería lento y difícil, pero me prometió que lo intentaría.

No hace mucho recibí una carta suya en la que, entre otras cosas, me dice: «He regresado y, ¡qué bien me siento por haber retornado a la heredad!».

Amigos míos, los que al igual que él deseáis regresar, pero vaciláis en dar ese primer paso: haced la prueba; venid, permitidnos encontraros, tomaros de la mano y ayudaros. Yo os prometo que el regreso será bueno.

Os doy mi testimonio de que esta Iglesia es la obra del Señor, el reino de Dios en la tierra. Lleva el nombre del Unigénito del Padre. Aquí encontraréis felicidad, fortaleza y una paz que no habéis conocido por mucho tiempo, la paz que sobrepasa toda comprensión humana. Que Dios os bendiga para que regreséis, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario