La nota más alta

Conferencia General Octubre 1977logo pdf
La nota más alta
por el élder Marvin J. Ashton
del Consejo de los Doce

Marvin J. Ashton1Una de las experiencias más comunes de la vida es la de ser calificado o clasificado. Los jovencitos aprenden rápidamente a discernir si sus acciones son aceptables ante sus padres o no. Las recompensas o los castigos pueden ser rápidamente administrados en el hogar, y dicha forma de clasificar por parte de los padres tiene mucho que ver con la formación de los ideales en la vida.

Aquellos que comienzan con sus estudios, se embarcan en un gran esfuerzo por lograr la clase de calificaciones que les hará ser aceptados entre aquellos con quienes vivan y trabajen. Los que participan en actividades militares se ven rápidamente sometidos a un sinnúmero de inspecciones y calificaciones.

Cuando aceptamos un empleo, nos damos cuenta rápidamente de que somos clasificados según las responsabilidades que se nos asignen y el salario que se nos pague. El trabajo de mayor calidad es recompensado con un salario más alto, y mayores oportunidades de progreso.

Aquellos que manufacturan materias primas, mercaderías, o alimentos, son calificados por una variedad de organizaciones de consumo; los productos más altamente clasificados cuestan más.

En los gobiernos, vemos cómo en cada elección se califican los distintos líderes políticos.

Cuando nos referimos a los medios de información, las diferencias en el tiraje de periódicos y revistas proporcionan una buena idea de la aceptación que tienen entre el público. La televisión es particularmente vulnerable frente a la clasificación y la censura de organizaciones profesionales. Por lo general fracasan aquellos programas calificados como pobres.

Y así sucede con casi todo lo que hacemos en la vida. Tenemos la tendencia de calificar a otros y ellos hacen lo mismo con nosotros. Si nuestra perspectiva es apropiada, utilizamos estas calificaciones, como un medio motivador para alcanzar niveles más altos de logros y autodisciplina. La totalidad del concepto de calificar nos. permite trazarnos metas más altas y nos provee la oportunidad de lograrlas.

Más allá de este deseo innato de alcanzar logros, existe aún un área en donde el deseo de alcanzar una calificación alta o buena parece ser ignorado. Me refiero al creciente número de películas, libros, revistas, producciones teatrales y programas de televisión, en donde los esfuerzas por glorificar la inmoralidad o la violencia han llegado a ser predominantes. Aquello que se censura como no apto, ha tomado el lugar del deseo de ser calificado como «apto para todo público».

Entiendo que la libre expresión es una parte vital del principio eterno del libre albedrío y debe ser preservada y protegida; pero también sé cómo hay ciertas fuerzas que utilizan la libertad de expresión para degradar o devastar, y esto constituye perversión y esclavitud. Precisamente porque reconozco que siempre habrá oposición en todas las cosas, tengo mis sospechas de que habrá de pasar mucho tiempo antes de que veamos a la obscenidad en sus varias formas, completamente desterrada de nuestro medio, aunque tengo fe de que puede ser absolutamente eliminada de la vida de individuos con buenas cualidades. Creo firmemente que la mayoría de las personas que razonan pueden ser inspiradas para inclinarse hacia aquello que es apto para toda mente, escogiendo literatura, arte, y hábitos que sean dignos y de buen propósito.

Mientras cada uno de nosotros utiliza el libre albedrío para escoger el material que entra a nuestra vida, debemos reconocer que la batalla entre lo apto y lo no apto es parte de la guerra que comenzó en los cielos y que todavía se está peleando en esta época. El enemigo busca cualquier estrategia o táctica posible, y todo terreno que conquista se transforma en la antesala del siguiente encuentro. El número de victorias que le permitimos alcanzar puede afectar seriamente el resultado final de la guerra.

¿Cómo lucha este adversario? ¿Cuáles son sus tácticas? Aquellos que luchan contra la pornografía y la obscenidad nos han ayudado a reconocer algunos de los planes de batalla. Nos dicen que un individuo que participa en actividades obscenas, rápidamente adquiere puntos de vista distorsionados en cuanto a la conducta personal y se vuelve incapaz de relacionarse con otros en una forma normal y saludable. Como la mayoría de los otros hábitos, comienza a apoderarse de él una serie de efectos secundarios; una aceptación más amplia de la violencia o la pornografía nubla sus sentidos, y en el futuro siente mayor necesidad de ir más allá; al poco tiempo, se encuentra insensible e incapaz de reaccionar de una manera delicada y responsable, especialmente con aquellos de su propio hogar y familia. Aun la gente buena puede infectarse con estos materiales y puede desembocar en consecuencias terribles y destructivas.

Una de dichas personas fue un joven, víctima de este tipo de conflicto, aun cuando era un buen esposo y miembro respetado en su comunidad. Un compañero de trabajo llevó a la oficina material pornográfico y lo pasó entre sus compañeros. Al principio resultó tan sólo una broma, y aquellos que lo miraban se mofaban de tales cosas del mundo. Este joven, sin embargo, sólo por curiosidad pensó que debía estudiar el material cuidadosamente, en caso de que tuviera que ayudar a otros a combatir tales males mundanos. Al verse expuesto más frecuentemente a esos materiales, fue vencido por un espíritu del adversario que en principio no reconoció. Con el paso del tiempo comenzó a disfrutar más y más con los materiales pornográficos que traía su compañero, y ambos comenzaron a dedicar más tiempo a tratar estos temas. Aún convencido de que solamente estaba informándose en cuanto a las cosas del mundo para poder ser una influencia más fuerte para el bien de sus amigos, este joven se vio atrapado en su propia ignorancia en cuanto a las armas del enemigo. Su compañero lo convenció de que debía experimentar con las acciones mostradas en dichos materiales; contando con muy pocas defensas espirituales accedió, y le sugirió la idea a su esposa; ella se sorprendió y quedó impresionada antes tales proposiciones; y como el continuó insistiendo, finalmente se rehusó a seguir junto a él. Ante esta condición distorsionada, él buscó compensación en otro lugar, y finalmente perdió a su esposa, a su familia, y su autorrespeto.

Las Escrituras nos ayudan a entender la estrategia y tácticas del enemigo. En el Libro de Mormón leemos que Nefi tuvo la visión del conflicto de nuestra época y nos dice claramente:

«Porque he aquí, en aquel día él enfurecerá los corazones de los hijos de los hombres, y los agitará a la ira contra lo que es bueno.

Y a otros pacificará y los adormecerá con seguridad carnal . . .

y he aquí, a otros los lisonjea y les cuenta que no hay infierno; y les dice: Yo no soy el diablo, porque no hay; y así les susurra al oído, hasta que los prende con sus terribles cadenas de las que no hay rescate.» (2 Nefi 28:20-22.)

El gran profeta Mormón, viendo a su propio pueblo en la perdición, escribió a su hijo Moroni un conmovedor pasaje diciéndole que a causa de la maldad, su pueblo había «perdido los sentimientos» (Moroni 9:20). ¡Cuán trágico es llegar a un punto en que el Espíritu debe apartarse y nos volvemos incapaces de discernir entre el bien y el mal!

Si continuamos perdiendo terreno en la batalla contra Satanás, las pesadas cadenas con las que nos hace prisioneros serán tan horribles como lo describen las Escrituras. Cuán terrible debe ser este estado para que el diccionario utilice la clase de adjetivos que utiliza para describir la palabra obsceno. Obsceno significa «impúdico, torpe, ofensivo al pudor»; y podemos agregar: algo que infecta, desvía envenena, debilita y echa a perder. Cuando pienso en estas palabras y luego recuerdo que el profeta José Smith nos amonestó a que nos esforzáramos por todo lo que fuera virtuoso, amoroso, de buena reputación y digno de alabanza (13° Artículo de Fe), me espanto ante la ceguera de tantas personas.

En los tiempos antiguos, el firme sonar de una trompeta llamaba a la batalla. El llamado a la batalla que yo hago resonar es un llamado para encontrar todo aquello que sea digno o «apto», pues en esto no hay tiempo para la inclinación carnal. Es un llamado para que nos esforcemos por alcanzar una calificación que siempre podamos recordar con dicha.

Primeramente desafío a los padres a que se preocupen acerca de lo que sus hijos leen o ven. Los buenos hábitos de lectura comienzan al costado de la cama de los pequeños. No estéis nunca demasiado ocupados para leerles por las noches historias dignas; escoged de entre las obras clásicas de la literatura para niños, historias edificantes que puedan inspirar nobles ideales en los pequeños. Nunca olvidaré el impacto de una simple historia infantil que se refería a una pequeña locomotora que pensó que podía hacer algo, y logró su cometido. Cuán a menudo me he repetido a mí mismo: «Creo que puedo, creo que puedo, creo que puedo», y de pronto me he dado cuenta que en mi interior crecía la fuerza personal que me impulsaba a hacer algo bueno. Considerad la diferencia entre los niños bien atendidos por padres que se sientan al borde de la cama para contarles historias de buenos libros, y luego se arrodillan para ofrecer una oración, y comparadlos con aquellos que se van a dormir tras haber visto un programa de televisión lleno de violencia.

Luego exhorto a los abuelos para que lleven a la práctica programas de lectura entre sus nietos. Cuando tengáis la oportunidad de estar con ellos, leedles libros que puedan ayudarlos a desarrollar un buen carácter y noble ideales. Si están lejos, enviadles libros nuevos o viejos, con una invitación personal a que los lean y a que os cuenten que fue lo que más les gustó de ellos.

Seguidamente exhorto a los jóvenes a cooperar con los padres preocupándose de aquello que leen y ven. Preocupaos acerca de lo que lleváis a vuestra mente. Nunca comeríais algo que estuviera echado a perder o contaminado, siempre que pudierais evitarlos, ¿no es así?. Escoged cuidadosamente y con buen gusto vuestra lectura y los programas que veis.

También exhorto a las familias a ver películas que sean edificantes. Los padres deben estar al tanto de las películas que ven sus hijos, y los hijos solamente deben ver películas que sus padres aprueben. Si el ver películas es una parte importante de la vida familiar, y en los teatros públicos no se dispone de aquéllas que sean buenas, los padres sabios harán lo posible por sustituirlas con otro tipo de entretenimiento.

Quisiera al mismo tiempo exhortar a todo Santo de los Últimos Días a que se familiarice y comprenda las Escrituras; estos libros sagrados son la piedra angular de nuestra defensa contra un adversario despiadado. Cada persona debe poseer y utilizar sus ejemplares personales de los libros canónicos; llevadlos a las reuniones y a las clases; leedlos en momentos en que no estéis ocupados; desarrollad un cuidadoso plan de acción y meditación; llevadlos también cuando salgáis de viaje. Un amigo mío me contó de las recientes vacaciones que tomó en el verano con su familia. Tenían que viajar una larga distancia y los niños con edades que oscilaban desde preescolar hasta adolescentes, comenzaron a impacientarse. Con mucha sabiduría, los padres habían llevado consigo sus libros canónicos y cuando se presentaron estos momentos de inquietud, los miembros de la familia comenzaron a leer los libros canónicos y después cada uno hablaba acerca de lo que había leído. Los adolescentes, que fueron los que más leyeron, dejaron de molestar a los más pequeños, y los más pequeños parecían estar más interesados en lo que los mayores decían. Así esta familia pudo leer mientras viajaba, gran parte del Nuevo Testamento.

La batalla para ser calificados aptos, es una batalla que podemos ganar. Hacemos tantas cosas en la vida que nos dan como resultado el éxito, que parece increíble ver con qué facilidad permitimos que el adversario nos debilite mediante aquellos materiales impuros que leemos o vemos.

Es mi ruego que nos esforcemos por ser calificados como aptos. en todo lo que hagamos en la vida. Deseamos buenas calificaciones en la escuela; queremos comer la mejor comida posible. Confío en que también nos esforcemos por alimentar nuestra mente con cosas que sean puras, edificantes, y dignas de alabanza.

Nuestro amoroso Creador ha plantado en nosotros el deseo de progresar y aunque honra nuestro libre albedrío, nos impulsa a hacer lo bueno. El será quien hará una evaluación de nuestra libreta de calificaciones eternas. El adversario trata de nublar y debilitar nuestros sentidos para que no pensemos en el momento final de nuestro juicio. Nos encontramos batallando con poderes malvados astutos y solapados que, si no tenemos cuidado, pueden apartarnos del camino e identificarnos con cosas carnales. Pero si nos colocamos a la defensiva y buscamos aquellas cosas que sean dignas, podremos levantar ante nosotros un escudo protector infranqueable.

Por eso ahora, en medio de esta batalla, hagamos sonar nuestras trompetas por todo aquello que reciba una calificación superior: acciones puras, logros dignos y por la aprobación de Aquel cuya voz puede decirnos:

«Bien, buen siervo y fiel . . . entra en el gozo de tu Señor.» (Mateo 25:25.)

Por esto ruego en el digno nombre de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor. Amén.

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