Los que no se dieron por vencidos

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Los que no se dieron por vencidos
por el élder F. Enzio Busche
del Primer Quórum de los Setenta

F. Enzio BuscheMe siento profundamente emocionado por el espíritu que reina en este lugar, por la presencia del Profeta del Señor y las demás Autoridades Generales, y por vuestra presencia.  Ruego que pueda encontrar palabras adecuadas para expresar mis sentimientos.

He tenido muchas bendiciones espirituales en mi vida; tuve buenos padres y una buena educación.  También he tenido bendiciones materiales como una buena casa, lo suficiente para comer, una buena cama donde descansar, y muchas otras cosas.  En los negocios, he tenido la oportunidad de conocer mucha gente y de ver el mundo.  Pero la mayor bendición que he recibido, ha sido la que me trajeron humildes misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Por todo lo que tengo, deseo expresar mi gratitud a aquellos jóvenes que fueron a nuestra casa, no sólo por haber ido, sino por haber sentido por nosotros suficiente amor como para no darse por vencidos.

Yo fui un caso muy difícil.  Por mi educación, mi familia, y el ambiente del cual provenía, me sentía superior y hasta cierto punto, compadecía a los misioneros. «¡Qué pena!», pensaba. «Un muchacho tan agradable con un mensaje tan sin sentido».  Pero ellos no se daban por vencidos, sino que volvían una y otra vez.  Hasta que finalmente, sentí que emanaba de ellos una autoridad superior y más fuerte que todo el conocimiento que yo poseía: la autoridad del amor verdadero de Cristo.

Deseo agradecer a aquel grupo de misioneros que no se dejaron desalentar por mi actitud; y al presidente de la misión, que se interesó en mí lo suficiente como para no prohibirles que continuaran visitándome.  Era el élder Theodore M. Burton, y jamás olvidaré lo que hizo por mí.

Estoy absolutamente convencido d que ésta es la bendición más importante que he recibido.  Mi vida cambió total mente; comencé a comprender que n tiene ninguna importancia lo que pueda saber una persona en esta vida a meno que tenga el conocimiento del Evangelio de Jesucristo, restaurado por su Profeta, José Smith, y verificado por el Profeta viviente, Spencer W. Kimball.

Sin este mensaje, no tendría una familia como la que tengo, no sentiría el amo que siento por mi esposa, ni estaría tal orgulloso como estoy de mis hijos.  Uno de ellos, el mayor, es ahora uno de los jóvenes que sirven como misioneros.  Y otro se está preparando para salir en una misión el año que viene.

Con respecto a mi llamamiento: está más allá de mi comprensión humana, necesitaré las oraciones de todos vosotros Pero, cuando bajé a las aguas bautismales y más tarde, cuando fui al templo, le prometí al Señor que podría contar conmigo. Y la misma promesa deseo hacerle al presidente Kimball.  No tengo otro deseo que, el de ser un siervo del Señor.  Lo dijo en Su nombre.  Amén.

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