Conferencia General Abril 1978
Decisión
élder Eldred G. Smith
Patriarca de la Iglesia
Quisiera resumir mi mensaje en una sola palabra; esa palabra es: Decisión. Yo diría que la decisión consiste en usar el derecho, dado por Dios, del libre albedrío.
Hay quienes quieren imponer sus decisiones a otros.
Hay quienes no quieren tomar sus propias decisiones.
Algunas personas tienen la habilidad de tomar decisiones rápidas y acertadas. Del mismo modo que con todas las habilidades, la de poder tomar decisiones requiere la práctica, ya que cuanto más lo hagamos, más fácil nos resultará.
Esto me recuerda el caso de un joven de la ciudad que fue a trabajar a una granja. Un día se encontraba clasificando papas, cuando le preguntaron si le gustaba el trabajo; contestó que sí, pero que el tener que tomar tantas decisiones lo estaba matando.
Uno de los propósitos más importantes de esta vida mortal es el de aprender a tomar decisiones. El buen líder en la Iglesia, en el hogar o en los negocios, es el que sabe tomar buenas decisiones. Imaginad las decisiones que deben tomar un obispo o un presidente de estaca.
El Señor ha dicho:
… ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.» (Perla de Gran Precio 1:39.)
Cuando Lorenzo Snow oyó la explicación del plan del evangelio, lo resumió en este aforismo: «Como el hombre es, Dios una vez fue: como Dios es el hombre puede llegar a ser».
Si el hombre va a llegar a ser como Dios es tendrá que aprender a tomar decisiones de gran importancia por iniciativa propia.
Muchos creen que Dios nos resolverá cualquier problema mediante la oración o una bendición del Sacerdocio. Hay jóvenes que quieren que el Señor les indique qué materias han de estudiar, a qué escuela deben asistir, qué profesión han de seguir y qué oferta de empleo deben aceptar. Es cierto que podemos recibir mucha ayuda por medio de la oración o de una bendición, pero la decisión final tiene que ser nuestra.
Yo me inclino a creer que al Señor no le interesa mucho lo que estudiemos o la profesión que sigamos, con tal de que nos ganemos la vida de una manera honrada. Lo que sí le interesa es nuestra inmortalidad y nuestra vida eterna, o sea, nuestra exaltación.
Todos tenemos talentos innatos. Estudiando la genealogía; podemos averiguar los talentos que hemos heredado, teniendo presente lo que nos gusta hacer y para lo cual tenemos facilidad, y luego especializarnos en algo de ese campo. El Señor bendecirá nuestros esfuerzos en los estudios y en el trabajo diario.
El Señor le dio a Oliverio Cowdery la llave de la revelación:
«…he aquí, te digo que tienes que estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, causaré que arda tu pecho dentro de ti; por lo tanto, sentirás que está bien.
Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que vendrá sobre ti un estupor de pensamiento que te hará olvidar la cosa errónea…» (D. y C. 9:8-9.)
Esta debe ser nuestra guía en todas nuestras decisiones mayores. En cada momento de cada día tomamos decisiones; en esto consiste el don del libre albedrío: el derecho a tomar decisiones.
Pensando en el crecimiento de la Iglesia hoy en día vemos la sabiduría de la revelación dada en 1831, en el condado de Jackson, estado de Missouri:
«Porque, he aquí, no conviene que yo mande en todas las cosas; porque aquel que es compelido en todo, es un siervo flojo y no sabio; por lo tanto, no recibe ningún galardón.
De cierto os digo, los hombres deberían estar anhelosamente consagrados a una causa justa, haciendo muchas cosas de su propia voluntad, y efectuando mucha justicia;
Porque el poder está en ellos, por lo que vienen a ser sus propios agentes. Y si los hombres hacen lo bueno de ninguna manera perderán su recompensa.» (D. y C. 58:26-28.)
Así es que decimos hoy como lo dijo Moisés cuando descendió del monte Sinaí: «…¿Quién está por Jehová?…» (Éxodo 32:26). Y como clamó también Josué: «Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad… escogeos hoy a quien sirváis…» (Josué 24: 14-15).
Haced uso del don de Dios del libre albedrío para elegir la honradez en lugar del fraude, para servir a vuestro prójimo y para edificar el reino de Dios.
Preparaos desde niños para ir a la misión. Muchos jóvenes que deberían ir a una misión, no la hacen porque no tomaron la decisión con suficiente tiempo para prepararse, y luego otras actividades les parecen de más importancia.
Decidios a enseñar el Evangelio durante toda vuestra vida, y no por sólo dos años. La misión de dos años normalmente no hace más que capacitarnos para enseñar el Evangelio. Después deberíamos pasar los años que nos queden de vida enseñándolo.
Enseñad por vuestras propias acciones; llevad una vida buena y limpia; decidios en contra de la inmoralidad y de la pornografía. Decidios a llevar una vida limpia de modo que seáis dignos de casaros por la eternidad en un
Templo del Señor.
Escoged vivir de acuerdo con la ley del matrimonio celestial. El mandamiento de la ceremonia matrimonial es multiplicarse y henchir la tierra. ¿A qué estaría refiriéndose el Señor al hablar del convenio de matrimonio? ¿a la relación entre marido y mujer? Uno de los requisitos a los que Dios se refiere en el convenio del matrimonio en Doctrinas y Convenios es: «… y si observan mi convenio y no matan, vertiendo sangre inocente…» (D. y C. 132:19).
¿Sería posible que estuviera refiriéndose al aborto? ¡Pensadlo! ¿Puede haber vida más inocente que la del niño aún no nacido? ¿Y por qué se refiere el Señor al asesinato al hablar del matrimonio?
Escoged estudiar las Escrituras; aprended lo que es el plan del Evangelio. y participad en él.
Decidios a guardar los mandamientos del Señor. Sed parte de Su reino, preparándoos para Su venida.
Buscad la guía del Señor al tomar vuestras decisiones, pero no dejéis usar el derecho del libre albedrío que Dios os ha dado. Entonces, también sabréis, como yo lo sé, que ésta es Su Iglesia. Lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.
























