Conferencia General Octubre 1978
Así alumbre vuestra luz
Elder Joseph B. Wirthlin
del Primer Quórum de los Setenta
«. . .al poseer esta luz, mediante nuestra vida y acciones podemos irradiarla entre nuestros semejantes, influyendo así en ellos para que glorifiquen a nuestro Padre Celestial.»
Hay recuerdos que son inolvidables y permanecen siempre vivos en nuestro corazón. Uno de esos recuerdos para mi es la conferencia de misión de Dresden, en Alemania Oriental, a la cual asistimos el año pasado. No había ido allí ningún presidente de la Iglesia desde 1936, o sea, un periodo de más de cuarenta años. Pero, finalmente las oraciones de los santos fueron contestadas, y se anunció que el presidente Kimball estaría presente en la conferencia de la misión.
Más de 1.200 personas, entre santos e investigadores, se congregaron de lugares lejanos y cercanos para oír al Profeta; muchos tuvieron que viajar cientos de kilómetros. Al acercarse la hora de la conferencia, parecía que no había lugar ni siquiera para una persona más. A fin de no perder esta grandiosa oportunidad, un hermano colocó una pesada escalera frente a una ventana para poder ver y oír al presidente Kimball y ser parte de la congregación. Cuando lo mire, él sonrió, y yo comprendí perfectamente el mensaje de esa sonrisa. Estaba emocionado por poder estar presente, aun cuando tuvo que permanecer en aquella inestable posición en el último peldaño de una escalera de cinco metros, durante las dos horas que duró la sesión.
Cuando el presidente Kimball habló, casi todos los integrantes de aquella atestada audiencia tenían los ojos llenos de lágrimas. El Profeta bendijo y estimuló a la congregación con sus palabras. Este sentimiento lo experimentaron todos, desde el hermano que estaba trepado en la escalera, hasta una hermana que se encontraba en un sillón de ruedas. Esta hermana había estado enferma de una cadera desde su juventud, y el dolor y el sufrimiento habían aumentado a medida que pasaban los años; finalmente, sólo pudo caminar con la ayuda de dos muletas. Para facilitar su traslado de un lado a otro, y tratando de aliviar el terrible y agudo dolor que sentía cuando caminaba, algunos de los santos contribuyeron con dinero y le compraron una silla de ruedas. Pero el alivio no duró mucho; aun sentada en el sillón de ruedas, pronto empezó a sufrir otra vez dolores intolerables. Poco después su sufrimiento se intensificó aún más debido a una inflamación de los nervios de la cara. Pero un día se había enterado de la alentadora noticia: el Profeta del Señor iría a Dresden. Desde ese momento la dominó el profundo deseo de asistir a la conferencia y tocar al Profeta. Tenía la fe y la absoluta convicción de que el Profeta no tendría necesidad de ponerle las manos sobre la cabeza para darle una bendición de salud; estaba segura de que con ella sucedería lo mismo que con cierta mujer de la cual hablan las Escrituras, que había sufrido una dolencia durante doce años, y empeoraba cada vez mas.
» . . .cuando oyó hablar de Jesús, vino . . . y tocó su manto.
Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva.»
Esto fue lo que hizo y Jesús le dijo:
»Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz.. .» (Mar. 5:25-34.)
Esta hermana de Alemania le pidió a su nieto que la llevara a la conferencia una hora antes de empezar y la dejara en la silla de ruedas en el pasillo, cerca del lugar por donde pasaría el Profeta cuando llegara. Esta frase de una carta que escribió nos dice con tiernas palabras el resto de lo sucedido:
«Cuando nuestro Profeta se acercó a mi, estrecho mi mano con calidez y me miró con espíritu de amor, al igual que los que estaban con el. Desde ese momento, no sentí más dolor, ni lo he vuelto a sentir mas. ¡Este es el testimonio mas grande de mi vida!»
Después de la oración final, y mientras caminábamos entre la multitud para salir de allí, la congregación cantó el hermoso himno: »Para siempre Dios este con vos». Fue una experiencia inolvidable y un fuerte testimonio de la fe de los miembros y del poder de Dios.
Hermanos, espero fervientemente que, al igual que el hombre que estaba en lo alto de la escalera, seamos capaces de sacrificar nuestro bienestar en beneficio del evangelio, y ruego también que cada uno de nosotros pueda desarrollar una fe tan grande como la de la hermana de la silla de ruedas. Testifico que la mejor manera que existe de lograr esto es servir al Señor y asegurarnos de que honramos nuestro Sacerdocio.
Honramos nuestro Sacerdocio haciendo que las grandes enseñanzas que Jesús proclamó durante su glorioso ministerio sobre la tierra y que aun proclama por medio de la revelación moderna, formen parte intrínseca de nuestros pensamientos y acciones. Honramos nuestro Sacerdocio por medio de la oración, de pensamientos puros, de un lenguaje limpio, de una buena apariencia, del servicio a otros, y por medio del esfuerzo que hagamos por obtener una poderosa convicción personal que nos ayude a sobrellevar las tentaciones del día. Además de ser buenos ejemplos en nuestra vida diaria, asegurémonos de fortalecer a nuestra familia y a nuestro hogar, y al mismo tiempo, hacer todo lo que podamos para llegar inteligentemente hasta los jóvenes de la Iglesia, entusiasmarlos y llevar bendiciones a su vida.
Podemos hacer mucho para fortalecer el hogar y la familia, y entre las cosas mas importantes esta el estimular a nuestra esposa e hijas a que reciban los beneficios de la Sociedad de Socorro; lamento tener que decir que hay muchas hermanas que no reciben estas bendiciones. Vuestra familia será bendecida si por medio de vuestro esfuerzo, aumenta la dedicación de las mujeres de vuestra casa a la Sociedad de Socorro.
Hace poco, un policía dio énfasis a este hecho diciendo que en mas de veinte años jamás había visto que un jovencito cuya madre fuera activa en la Sociedad de Socorro, hubiera tenido problemas con la policía.
Esforzándonos juntos como esposos, padres, e hijos, podremos poner en práctica el significado de las conmovedoras palabras de Jesús, cuando dijo:
»Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que esta en los cielos.» (Mat. 5:14-17.)
Si vivimos los principios del evangelio, seremos el cumplimiento de la declaración del Salvador, «Vosotros sois la luz del mundo». Y al poseer esta luz, mediante nuestra vida y acciones podemos irradiarla entre nuestros semejantes, influyendo así en ellos para que glorifiquen a nuestro Padre Celestial.
Jesús desea que cada uno de nosotros llegue a conocerle, por el poder transformador que tiene dicho conocimiento y debido a la indescriptible dicha que puede traer a nuestra vida. Pero la influencia del evangelio debe extenderse mas allá de cada individuo, debe ser como una luz que dispersa las tinieblas de la vida de los que nos rodean. Ninguno de nosotros puede salvarse solo y por si mismo, así como ninguna lámpara se enciende para su propio beneficio.
Actualmente hay demasiados de los llamados «líderes cristianos», que discrepan en el punto mas fundamental de la doctrina cristiana, una creencia acerca de la cual ningún miembro fiel de la Iglesia tiene la mas mínima duda. Este desacuerdo esta claramente definido en un reciente artículo de la revista Time, titulado «Nuevo debate sobre la divinidad de Jesús». Muchos eruditos modernos expresan la idea de que ‘Jesús no se autoproclamó ‘Hijo de Dios’, ni tampoco lo reconocieron como tal los primeros cristianos». En Inglaterra, siete teólogos publicaron un libro refutando la idea de que Jesús fuera un Dios; esto ha ocurrido también en los Estados Unidos, donde un conocido ministro religioso manifestó su convicción de que «Jesús jamás se declaró Dios, ni dijo que fuera el Hijo de Dios». En resumen, el artículo de Times dice que »en vista de las nuevas tendencias cristianas, actualmente Cristo no es tan divino como en el pasado» (Feb. 27 de 1978).
Este erróneo y comprometedor punto de vista, es como un llamado de clarín para el Sacerdocio y las hermanas, pilares de la Iglesia cuyo ejemplo »es semejante a la levadura», para que hagan un esfuerzo mayor y puedan seguir adelante y cumplir con su cometido. La doctrina del Evangelio restaurado y la creencia de los miembros de la Iglesia sobre la divinidad de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, están elocuentemente establecidas por el élder James E. Talmage, en las siguientes palabras:
«Los testimonios solemnes de millones que han muerto, así como de millones que viven, unidamente lo proclaman divino, el Hijo del Dios viviente, el Redentor y Salvador de la raza humana, el Juez Eterno de las almas de los hombres, el Escogido y Ungido del Padre, en una palabra, el Cristo.» (Jesús en Cristo, pág. 1.)
¡Nuestra Iglesia no compromete ni comprometerá de ninguna manera su posición al respecto! Jamás, en ningún momento o lugar, vacilara, ni mostrara ningún titubeo en testificar de la divinidad de Jesucristo. Considerando el estado actual del mundo, cada poseedor del Sacerdocio debe aprovechar cada oportunidad que tenga de testificar acerca del Salvador, de enseñar y poner como ejemplo las verdades del evangelio, haciendo que su luz brille de tal modo ante amigos y desconocidos por igual, que ayude a perpetuar la verdad sobre nuestro Salvador Jesucristo.
Antes de terminar, os dejo el profundo y solemne testimonio de mi absoluta convicción acerca del Salvador y estas palabras de un simple poema escrito por el élder Bruce R. McConkie:
Creo en Cristo, mi Dios, mi Señor.
En el evangelio mis pies El planto;
Lo adorare con toda mi fuerza y mi poder,
El mi fuente de luz siempre ha de ser.
Pase lo que pase, en Cristo creeré
Y junto a El en aquel gran día estaré,
Cuando a la tierra venga, esta vez a reinar,
Entre los humildes que le han de adorar.
Os testifico que el presidente Kimball es en verdad un gran Profeta del Señor. Sus divinamente inspiradas palabras y ejemplo, transmiten la seguridad de un inquebrantable testimonio. El deja sobre nosotros ricas bendiciones y un ilimitado amor y estimulo. Es mi deseo que sigamos el camino que nos marca como líder, lo cual ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























