Conferencia General Octubre 1978
¿Perderemos la cosecha?
Elder Marvin J. Ashton
del Consejo de los Doce
«Aquellos que sirven con absoluta dedicación dondequiera que sean llamados a servir, no se marchitaran, ni languidecerán, ni se pasmarán, ni se perderán, porque sus raíces son profundas y están plantadas sólidamente en los fértiles terrenos del reino.»
En muchas partes del mundo es ahora el tiempo de cosecha; se lleva a cabo la recolección del grano para uso y provecho de la humanidad. Además de ser el momento indicado para que todos demos gracias, el tiempo de la cosecha debe ser uno de contemplación, revisión y planeamiento personal. En la agricultura así como en la vida misma, ¿que hace que la cosecha sea provechosa? ¿qué podemos hacer para asegurar una mejor producción’? Por otra parte, ¿que causará la perdida de la cosecha?
En el capitulo 13 de Mateo, mediante la parábola del sembrador, el Señor señala los factores que pueden contribuir a la perdida de la cosecha. Sus palabras dan respuesta a la pregunta »¿Perderemos la cosecha?» Sus advertencias y observaciones son validas. Hoy tenemos a nuestro lado los mismos pedregales descritos en la parábola y a menos que tengamos cuidado, nuestra cosecha personal puede perderse
‘He aquí, el sembrador salió a sembrar.
Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron.
Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y broto pronto, porque no tenía profundidad de tierra:
pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se seco.
Mas el que fue sembrado en buena tierra, este es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.» (Mat. 13:36, 23.)
La promesa de la cosecha existe para aquellos que reciben la semilla en tierra fértil y echan raíces fuertes.
Quisiera compartir con vosotros cuatro condiciones que prevalecen en la actualidad, y que pueden llevarnos a perder la cosecha.
- Mala voluntad para aceptar las cualidades humanas.
Cuando Jesús enseñó con profunda sabiduría, juicio y habilidad, algunos de aquellos que estaban a su lado se sorprendieron ante sus increíbles habilidades y milagros y dijeron:
«¿De dónde tiene este esta sabiduría y estos milagros?
¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María. . . ?
¿No están todas sus hermanas con nosotros?» (Mat. 13:54-56)
Estaban enormemente impresionados, aun asombrados por sus palabras y sus milagros, mas les era difícil aceptar a aquel de quien provenían. ¿No era acaso el hijo de un carpintero, y todos sus hermanos les eran conocidos?
En la actualidad hay personas que siembran semillas en los pedregales porque ellos, del mismo modo, dudan de la autoridad de aquellos que aconsejan y dirigen. Existe la tendencia de parte de algunos, a ignorar, criticar, o rebelarse porque no pueden aceptar a ningún hombre que sea portador de un mensaje. Algunos no aceptaran a Jesucristo como Salvador porque están aguardando un Príncipe de Paz, que no sea tan humano como Jesús de Nazaret. Preguntas como: »¿No es este el hijo del carpintero?» «¿No es este el que nació en un establo’?» ¿Puede de Nazaret salir algo de bueno’?» (Juan 1:4ó), son evidencia de la debilidad del hombre, que no esta dispuesto a aceptar las cualidades humanas de aquellos que son llamados y escogidos para dar dirección y consejo.
Tampoco debemos dejarnos engañar por los que dudan, y utilizan las mismas tácticas plantando espinas para destruir la cosecha. ¿Cómo podemos evitar perder la cosecha? No permitiendo que nuestras raíces se marchiten con los vientos y las tormentas de preguntas como: «¿No es este el que se crió en Arizona’?'» «¿No es este el que viene de Canadá?'» «¿No es este el que nació en México’?» «¿Pedir consejo a nuestro obispo? ¿No es el un vecino como los otros?»
En Mateo leemos:
»Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa.
Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos.» (Mat. 13:57-58.)
El concepto de que »no hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa», constituye una verdadera tragedia para los galileos. Poco tiempo después, Jesús partió a Nazaret y abandonó el ministerio en Galilea para concentrar la mayoría de sus esfuerzos en la parte sur del país, más cerca de Jerusalén; pensad en los milagros, las manifestaciones y las purificaciones de cuerpo y alma de que hubieran podido disfrutar esas personas, si su fe hubiera sido suficiente como para aceptar las grandes obras de la fe de Jesús. Más Él les abandonó, para no regresar jamás.
¿Es que nos conformaremos a perder la cosecha por no aceptar dirección, revelación o consejo de alguien que vive en la vereda de enfrente, en el barrio o en la estaca? ¿Rechazaremos a los líderes de la Iglesia porque son humanos, y porque tienen en su familia personas que también son humanas?
Mientras seguimos luchando con una actitud como la de los que se preguntaban si no era acaso aquel el hijo del carpintero, podemos estar perdiendo de vista la verdad, el camino correcto y la cosecha final. Jesús no fue aceptado como el Unigénito de Dios, pues muchos prefirieron reconocerlo tan sólo como el hijo de María.
El valor y la importancia de un presidente José Filingo Smith, Brigham Young, o José Smith no se puede medir por su estatura física, por su apariencia personal, ni siquiera por su imagen pública. El que las verdades eternas hayan sido enseñadas por alguien que viviera cerca del mar de Galilea o en el Estado de Nueva York, su talla, origen, aspecto o popularidad como maestros, no pueden distraernos del valor de las verdades que ellos enseñaron.
Estaremos a salvo si »creemos todo lo que Dios ha revelado, todo lo que actualmente revela, y creemos que aun revelara muchos grandes e importantes asuntos pertenecientes al reino de Dios» (Noveno Articulo de Fe). Quisiera agregar que estas revelaciones llegar.’ln a nosotros a través de profetas con cualidades humanas.
- Mala voluntad para aceptar cambios.
Si estamos incapacitados para aceptar cambios, en el lenguaje de la parábola del sembrador, somos de aquellos que no echan raíces.
» . . . pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de hi palabras luego tropieza.» (Mat. 13:21).
Si nuestras raíces son profundas, aceptaremos la revelación continua, los cambios y la dirección; desarrollaremos la habilidad de aceptar relevos, llamamientos y nuevos desafíos con sumo entusiasmo; estaremos demasiado ocupados como para ofendernos; seremos demasiado grandes como para que se nos hiera; serviremos dondequiera que seamos llamados con ansiosa dedicación; aceptaremos a las personas por lo que son y por lo que pueden llegar a ser. El cambio no sólo hará que nuestras raíces penetren más en lo profundo, sino que les harán crecer hasta alcanzar un terreno mucho más fértil.
Hace algunos años una joven madre a quien yo conozco compartió esta experiencia de su vida: Había tomado participación en actividades de los jóvenes en el barrio durante varios años y en ese momento era presidenta de las Mujeres Jóvenes. Un día la llamó el presidente de la estaca y le pidió que se reuniera con él en la oficina de la presidencia al domingo siguiente por la tarde. Con cierta preocupación en la voz y casi al borde de las lágrimas, se dirigió a su esposo y le dijo: «Temo que me quieran para un llamamiento en la estaca. Yo no quiero un llamamiento en la estaca, prefiero trabajar en el barrio; amo a nuestros jóvenes, quiero mucho a mis consejeras, disfruto de mi llamamiento, y no quiero que me cambien». A esto su esposo le respondió: »Ve y averigua lo que desean. Yo te apoyare en cualquier llamamiento».
Su temor era bien fundado, ya que fue llamada como presidenta de las Mujeres Jóvenes de la estaca. En otra oportunidad, el presidente de estaca le dijo que jamás había visto a una persona aparentemente tan desdichada como ella al salir de su oficina, luego de haber aceptado el llamamiento con cierto recelo.
Durante más de seis años, sirvió como presidenta de las Mujeres Jóvenes de la estaca con las mismas hermanas como consejeras. «Fueron de los mejores años de servicio que he tenido en la Iglesia», manifestó. «Mis horizontes se expandieron, me relacione con las maravillosas líderes y excelentes jóvenes de nuestra estaca. Compartí experiencias extraordinarias con otras líderes de la ciudad y más adelante tuve la oportunidad de servir como miembro de la Mesa General. Me espanta pensar e n todo lo que hubiera perdido si no hubiera aceptado aquel cambio en mi asignación.»
Nuestro Padre Celestial sabe lo que necesitamos. Los cambios pueden resultar difíciles y pueden atemorizarnos, pero un cambio en la dirección correcta se transforma en un proceso de desarrollo. Si cada nueva asignación, cada nueva experiencia dentro del evangelio, se lleva a cabo con el máximo de nuestro potencial y habilidad, puede darnos renovada fortaleza.
La resistencia al cambio, a las nuevas asignaciones, a las nuevas oportunidades, son pedregales que pueden entorpecer el crecimiento de nuestras raíces en el evangelio, las que de este modo no llegaran a ser profundas ni fuertes.
Alguien dijo sabiamente:
»Si lo permitimos, la vida produce experiencias interminables que demandan un cambio. Si sois motivados y estáis dispuestos a luchar, podréis cambiar y desarrollaros durante todo vuestro trayecto por la vida. Este es el desafío, el dolor y la dicha del ser humano.»
A menudo no somos lo suficientemente inteligentes y aun somos crueles en nuestra mala voluntad para aceptar el cambio en otros. Recientemente supe de un hombre que crió a su familia y se desenvolvió como profesional en un pueblo pequeño; tenía problemas, pero era un buen hombre, de un gran corazón, y amaba al Señor y al evangelio. No es fácil para algunos vecindarios olvidar errores, aun cuando sean pequeños, y aparentemente a él nunca se le permitió «crecer», florecer, desarrollarse y cambiar para que pudiera alcanzar el máximo de su capacidad. Había sido misionero fuera de los Estados Unidos y hecho una gran contribución a la obra. El presidente de su misión le dijo que él había acortado más el abismo cultural entre los dos países, que ningún otro. Aun así, cuando termino su misión, regresó al pequeño pueblo y. sin malicia ni malas intenciones, más enconados por el recuerdo del pasado, sus vecinos no le permitieron seguir siendo el nuevo hombre en que él se había transformado, sino que siguieron viéndole en forma tan negativa como lo habían visto antes. A causa de esto, los últimos años de su vida transcurrieron con un grado menor de felicidad, con casi ninguna participación y de seguro con mucho menos, productividad dentro de la Iglesia, en comparación con la manera en que había desempeñado su cargo en ese periodo de tiempo donde las personas de una nueva tierra le habían permitido cambiar y ser lo que verdaderamente quería ser y lo que realmente era en lo profundo de su corazón.
Permitidme que comparta con vosotros otro ejemplo. Un amigo mío fue compañero de escuela de un muchacho que carecía casi absolutamente de una vida de hogar, para quien el evangelio no tenía nada del significado que más tarde llegó a tener. Bebía un poco y salía de jaranas; pero después de salir de su pueblo natal, llegó a ser un miembro fiel y muy activo en la Iglesia. El sueño de su vida era regresar al pueblo e instalar un negocio, lo que procuró hacer. Desafortunadamente, tal como el caso de la otra persona, la gente de la comunidad insistió en tratarle como lo que él había sido, y no como la persona en la que se había transformado. Finalmente se mudó de ese lugar y disfruta actualmente de un gran éxito en los negocios, así como dentro de la Iglesia. Recientemente expresó a un amigo mío lo tremendamente decepcionado que se sentía con sus antiguas amistades y con la gente de su pueblo, por no haberle permitido «volver al hogar».
- Mala voluntad para seguir las instrucciones
Estos son los que pueden hacer perder la cosecha por falta de obediencia. »…viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden», son las palabras que la parábola del sembrador usa para describir a aquellos que penetran en este vulnerable territorio (Mat. 13:13). »Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron. » (Mat. 13:7.) Nosotros también caeremos entre los espinos y seremos privados de nuestras bendiciones, si no somos obedientes.
Hace algunos días me sentí sumamente impresionado cuando escuche decir a un Elder que se había reactivado: «Estoy de regreso en la Iglesia y activo actualmente, porque el presidente del quórum de élderes vino a verme cuando yo no quería que me vieran, y me amo aun cuando no quería ser amado». He aquí un presidente de quórum de élderes que obedientemente pone en practica su responsabilidad.
A menudo, cuando se nos pide que seamos obedientes, ignoramos el porque, sólo sabemos que el Señor así lo ha mandado. En 1Nefi 9:5 leemos:
» Por tanto, el Señor me ha mandado hacer estas planchas para un sabio intento suyo, el cual me es desconocido.» Nefi cumplió con las instrucciones, aun cuando no comprendía totalmente el sabio propósito, y su obediencia trajo aparejadas bendiciones para toda la humanidad. Cuando no obedecemos a nuestros Lideres actuales, plantamos nuestras semillas en el pedregal y arriesgamos nuestra cosecha.
4 Mala voluntad para una total dedicación
La parábola del sembrador se refiere a estos como aquellos que carecen de profundidad, que no quieren entrar en compromisos ni tienen un testimonio. Estos son aquellos que son miembros por conveniencia. Algunos testimonios florecen momentánea y rápidamente, hasta que los azota el calor o caen en los pedregales. Entonces comienzan a marchitarse.
«Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra.» (Mat. 13:5)
Los testimonios profundos e imperecederos crecen y se fortalecen mientras se les nutre a diario; aumentan a medida que se les comparte. Los testimonios significativos tienen sus raíces plantadas en un suelo fértil; el sol, la lluvia y aun las tormentas los fortalecen y los hacen mas duraderos. Algunos se marchitan bajo el calor de los acontecimientos diarios, las raíces se debilitan, los testimonios se desvanecen y se pierde la cosecha.
Asegurémonos de estar totalmente dedicados y entonces no caeremos en pedregales, ni nos marchitaremos, ni nos apartaremos de los caminos de seguridad y felicidad. Aquellos que sirven con absoluta dedicación dondequiera que sean llamados a servir, no se marchitaran, ni languidecerán, ni se pasmaran, ni se perderán, porque sus raíces son profundas y están plantadas sólidamente en los fértiles terrenos del reino. A medida que se sirve, se disfruta de la cosecha cada día que pasa.
No dejemos que se pierda la cosecha. Si así sucediera ¿qué perderíamos? Perderíamos los placeres del progreso y el desarrollo diarios, que se obtienen como consecuencia del cumplimiento de nuestras tareas dentro del evangelio. Nos privaríamos de la satisfacción de cumplir con las tareas difíciles y del gozo de prestar un mejor servicio. Y lo que es mas importante, perderíamos el don del desarrollo y el progreso eternos.
Deseo que podamos evitar caer en los pedregales de la mala voluntad de aceptar las cualidades humanas; de la mala voluntad para aceptar cambios, de la mala voluntad para seguir las instrucciones; de la mala voluntad para dedicarnos totalmente. Al hacerlo, afirmaremos raíces profundas y fuertes, y así recogeremos la cosecha que nuestro Padre Celestial desea para todos sus hijos. Que podamos alcanzar tal fin, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























