Sistema de recursos de almacenes

Conferencia General Abril 1978logo pdf
Sistema de recursos de almacenes
élder J. Richard Clarke

J. Richard ClarkeEl ministerio de un obispo es bendecido con oportunidades llenas de gozo para «socorrer a los débiles, sostener las manos caídas y fortalecer las rodillas desfallecidas» (D. y C. 81:5).  Como padre del barrio, a él es a quien recurren los miembros para responder a cantidad de problemas sociales:

Un padre desempleado, por un trabajo.

Una familia a quien se le quemó la casa, por muebles y ropa.

Un agradecido recipiente, por un trabajo a cambio de lo que recibe.

Una madre soltera, por un nuevo hogar y padres amorosos para su bebé.

Una pareja con problemas emocionales, en busca de consejo.

Un miembro con buena disposición para trabajar, pero incapacitado para conseguir empleo, por un trabajo digno. . Cada obispo sabe que su trabajo para aliviar las necesidades temporales de los miembros, despierta en él una chispa de «naturaleza divina». El Salvador nos enseñó que para El todas las cosas son espirituales.  El élder B. H. Roberts declaró que el mayor desarrollo de lo espiritual está relacionado con lo físico.  En nuestro mundo temporal, los problemas de 14 carne son reales, constantes y apremiantes, y el Señor comisionó a la Iglesia para que proveyera los medios con los que sus miembros pudieran resolver estos problemas.  El presidente McKay fue provocado en una oportunidad por un hombre que le dijo:

«Si la suya es la única Iglesia verdadera, entonces ustedes deben tener las respuestas a todos los problemas humanos, tanto espirituales, como temporales y sociales.»

Y en verdad los tenemos.

Al lograr una mayor espiritualidad, los verdaderos discípulos de Cristo siempre han estado dispuestos a atender a los necesitados.  Durante los tiempos de Alma:

«… repartían de sus bienes a los pobres, a los necesitados y a los enfermos y afligidos…

Sin embargo, en sus prósperas circunstancias no desechaban ni al desnudo, ni al hambriento, ni al sediento, ni al enfermo, ni al necesitado…» (Alma 1: 27, 30.)

El Señor declaró en esta dispensación:

«Y ahora, doy a la Iglesia en estas partes el mandamiento de nombrar, por la voz de la Iglesia, a ciertos hombres de entre ella;

Los cuales atenderán a los pobres y necesitados, por quienes velarán en sus necesidades, a fin de que no sufran…»(D. y C. 38:34-35.)

Hasta la actualidad, el Señor pacientemente nos ha permitido que aprendiéramos los principios que gobiernan la salvación temporal.  Fue necesaria la terrible depresión económica de la década de los años 30, para estimular a la Iglesia a aplicar los principios revelados y desarrollar un plan formal, bajo el cual el Sacerdocio pudiera ministrar a los necesitados.  Las bases del Plan de Bienestar fueron formadas en 1933. Se les pidió a los presidentes de estaca y obispos que evaluaran sus necesidades, lo que requirió un estudio de tres años como consecuencia de su gran complejidad.

En octubre de 1936, la Primera Presidencia puso oficialmente en operación el Plan de Bienestar de la Iglesia.  Todos conocemos la declaración que se publicó:

“Nuestro propósito primordial es el de organizar hasta donde sea posible, un sistema bajo el cual nos deshagamos de la maldición de la holgazanería, abolir las maldades de la limosna, y volver a establecer entre nuestro pueblo las virtudes de la independencia, la industriosidad, la frugalidad y el autorrespeto.»

Tal vez todos hayamos oído esta declaración de principios y aun así no hayamos considerado que nuestros esfuerzos individuales deben estar unificados mediante un sistema; un sistema que sea balanceado e integrado, no solamente para que los hombres sean vestidos y alimentados sino que, continuando con las palabras de la Primera Presidencia:

«El hombre eterno debe ser edificado en la autosuficiencia, mediante la actividad creativa, mediante la labor honorable y el servicio.  Desde los comienzos, el objetivo de largo alcance del Plan de Bienestar fue el de desarrollar el carácter en los miembros de la Iglesia, tanto de los que dan como de los que reciben.»

Este sistema de bienestar se ha expandido y madurado, y se conoce ahora como el Sistema de Recursos de Almacenes. El sistema está basado en seis principios fundamentales de los Servicios de Bienestar: Amor, trabajo, autosuficiencia, servicio, mayordomía y consagración. A medida que el obispo autoriza a que se utilicen los recursos del Plan de Bienestar para ayudar a los necesitados, cada uno de nosotros contribuye con lo necesario para el mismo.

Ningún obispo está solo en este ministerio; gracias a la consagración de los santos, él cuenta con gran variedad de servicios y ayudas disponibles mediante este gran sistema de recursos. Muchos en la Iglesia creen que un almacén es sólo un lugar donde se puede obtener comida y vestido con la orden del obispo.  Sin embargo, al aumentar las necesidades de los miembros, este sistema de recursos de almacenes se ha expandido hasta incluir:

Servicios de empleos
Almacenes de obispos
Proyectos de producción
Servicios Sociales de los Santos de los Últimos Días
Ofrendas de ayuno y otros recursos de bienestar

Los obispos ahora pueden proveer vestido, casa, comida y asistencia médica, empleo, adopciones, servicios de cuidado adoptivo, y asistencia profesional para los emocionalmente afligidos.

Los fundadores del Plan de Bienestar se verían maravillados de ver la magnífica evolución que ha tenido  el sistema que ellos concibieron. Agradezcamos al Señor por quienes ven en la obscuridad, y de entre las dudas se elevan para guiar.  Gracias al Señor por los profetas que pueden ver ya como un logro, las visiones de la mente.  A esta capacidad se refirió el presidente Romney cuando mencionó algunas de las ideas de Brigham Young:

«Si cualquiera de vosotros tuviera una visión de Sión, en su gloria y belleza después que Satanás sea amarrado, no vería una visión de tropas de ganado cruzando las planicies, ni donde estuviera empantanado en el barro.  No veríais estampidas de ganado ni contemplaríais personas de dudosa reputación.

Lo que veríais sería la hermosura y gloria de Sión para que pudierais ser alentados y preparados para enfrentaras con las aflicciones, dolores y decepciones de esta vida mortal, superarlas y aprontaras para disfrutar de la gloria del Señor tal como os ha sido revelada.»

El presidente Romney finaliza diciendo:

«Tenemos grandes visiones con respecto al programa de bienestar.  Tenemos visiones de redención de Sión y de edificación de la nueva Jerusalén, la inauguración de la Orden Unida, la venida del milenio.  Pero antes de que estas visiones se hagan realidad, debemos recorrer algunos ásperos caminos.»

Quizás éste sea el día que vio el presidente Clark, quien en 1942, dijo:

«Todos hemos dicho que el Plan de Bienestar no es la orden unida, ni pretendemos que lo sea.  Sin embargo, quisiera sugerir que tal vez, después de todo, cuando el Plan de Bienestar se encuentre en plena operación, no estaremos muy lejos de comenzar con los fundamentos de la Orden Unida.»

Estoy convencido de que en los 36 años siguientes a esa declaración del presidente Clark, el Plan de Bienestar ha hecho algo más que estar totalmente en acción.  En la conferencia del último mes de octubre, el presidente Kimball estimuló nuestra imaginación con las siguientes palabras:

«Al considerar mis palabras para esta Sesión de los Servicios de Bienestar, se me ocurrió que… ya habría pasado una generación entera desde el establecimiento de esta gran obra de bienestar… Por mi memoria desfilaron los nombres de los grandes líderes que llevaron adelante este esfuerzo.

Mientras examinaba sus contribuciones y el tremendo progreso de la Iglesia en los Servicios de Bienestar, me topé con esta pregunta: ¿Tienen nuestros miembros actuales, y más particularmente nuestros directores regionales, de estaca y de barrio, la misma comprensión en cuanto a los Servicios de Bienestar y la misma dedicación a esta obra que las personas de la generación anterior?» (Liahona, feb. de 1978, págs. 108-109.)

Estoy convencido, presidente Kimball, de que esta generación acepta el desafío, y ha alargado el paso en su ejecución.  Hemos comenzado una nueva era en los Servicios de Bienestar, caracterizada por el progreso en cinco aspectos de sus actividades:

Primero: Mejor coordinación y cooperación dentro del sistema, de tal modo que la producción, el procesamiento y la distribución se hacen más eficazmente. Esto significa que los líderes de empleo del Sacerdocio necesitan coordinar mejor sus esfuerzos con el centro local de empleos de los Servicios de Bienestar.  Significa una mejor utilización de los grandes esfuerzos voluntarios de los santos, ya sea en los proyectos agrícolas, en las oficinas de Servicios Sociales de la Iglesia, en Industrias Deseret o donde sea.

Segundo: Mejor planificación, para que el Sistema de Recursos de Almacenes opere como una unidad integrada, que nos permita controlar y poner en balance su desarrollo.  Una buena planificación y un buen juicio reducirán la posibilidad de tener que contemporizar en el establecimiento y mantenimiento del sistema.

Tercero: Aumento de la eficacia directiva en todos los aspectos de operaciones de bienestar.  Los últimos cuarenta años de trabajo de bienestar han servido como poderosas reacciones para enseñarnos principios y disciplina.  Con nuevas tecnologías y habilidades directivas podemos exceder nuestra previa productividad y eficiencia.

Cuarto: Mayor dedicación- y consagración al reino.  Nuestros representantes de quórum y maestros orientadores, actuando como agentes del obispo, deben tener una mayor participación en la búsqueda de los necesitados.  En estos tiempos de abundancia, debemos ser generosos con nuestros excedentes, los que debemos consagrar al sistema de recursos mediante las ofrendas de ayuno.  No tenemos porqué limitarnos a pagar sólo el equivalente de dos comidas; nuestro Profeta nos ha pedido que «demos aun diez veces más que lo de dos comidas, cuando sea posible». Los prósperos deben pensar más allá del alcance de su barrio y estaca.  Mediante las ofrendas de ayuno distribuimos nuestras expresiones de amor por medio del obispo, a aquellos que se encuentran necesitados.  Esta es la forma en que trabaja el Señor, donde tanto el que recibe como el que da son bendecidos para la salvación de ambos.

Y quinto: Un aumento en la espiritualidad, lo que implica una mayor comunión con el Salvador y mayor sensibilidad al Espíritu en nuestra vida diaria.  Nuestro Profeta nos ha aconsejado emular al Salvador en nuestra vida, sirviendo y consagrando, venciendo temporalmente, para que podamos lograr mejores metas espirituales-.

Hermanos y hermanas, es mi sincera creencia de que esta nueva era de la ejecución de los Servicios de Bienestar por parte de nuestra generación, se está llevando a cabo de acuerdo con los deseos del Señor y sigue adelante para llenar las necesidades percibidas pero no completamente definidas.  El presidente Harold B. Lee, en su última referencia pública a los Servicios de Bienestar, declaró:

«No hay persona que conozca el propósito por el cual fue instituido este programa de bienestar, pero antes de que se lleve a cabo una suficiente preparación el verdadero propósito será revelado. y cuando llegue ese momento, constituirá un desafío para cada fuente de recursos de la Iglesia.»

Nos esperan tiempos peligrosos, los juicios serán derramados sobre los inicuos Y los santos deben vivir obedeciendo a los principios justos, para encontrar a salvo de las calamidades predichas por los santos profetas.  Es mucho el trabajo que debe hacerse antes del regreso de nuestro Señor y Salvador; es verdad que no conocemos precisamente el día de su segunda venida, pero tal come lo dice el élder Bruce R. McConkie:

‘El momento real de su venida ha sido deliberada y expresamente dejado en la incertidumbre, para que los hombres puedan prepararse como si eso fuera a suceder durante su vida mortal.» (Doctrinal New Testament Commentary, Vol. 1. Bookcraft, 1973, pág. 675.)

Siempre existe algún riesgo al hablar de los acontecimientos proféticos relacionados con la planificación del Plan de Bienestar, porque están aquellos que aman la especulación.  Pero el Señor nos da profecías que pueden prepararnos, como la siguiente:

“ … Mas si estáis preparados, no temeréis.» (D. y C. 38:30.)

El Sistema de Recursos de Almacenes nos posibilita para aplicar los Principios de preparación, amor, servicio, sacrificio y consagración.  Es sólo sobre estos principios y obras que Sión ha de ser establecida.  Os dejo mi testimonio de que aun cuando nos enfrentaremos a difíciles desafíos, aun así éste es el reino de Dios, ésta es su obra, nosotros somos su pueblo y aseguraremos nuestro gran triunfo mediante el Señor.  En el nombre de Jesucristo.  Amén.

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