Conferencia General Abril 1978
Un refugio de amor
élder Victor L. Brown
Obispo Presidente de la Iglesia
Esta mañana quiero hablaros de una parte de los Servicios de Bienestar que raramente se menciona en esta sesión; sin embargo, su organización y actividades conducen a todos los que participan —sean donadores o recipientes—, más cerca del Salvador. Podríamos llamarlo apropiadamente «un refugio de amor», un refugio especial para seres preciosos donde éstos, quizás por primera vez en su vida, comienzan a comprender que tienen valor individual.
Donde el ambiente es tal que le ayuda a uno a recuperar su dignidad personal.
Donde la falta de entrenamiento, habilidad o educación, no son obstáculos.
Donde se trata a las personas con cariño, sin tener en cuenta sus limitaciones mentales o físicas.
Donde el hacer una contribución, no importa cuán pequeña, les brinda sentido de valor e importancia.
Donde la labor diaria comienza con una humilde oración.
Ese refugio para seres preciosos es Industrias Deseret. Este lugar es la esencia del espíritu de las enseñanzas del Señor, y uno de los aspectos más emocionantes de los Servicios de Bienestar. Lo que hace que así sea, es la influencia que tiene en la vida de aquellos que allí sirven. Permitidme presentaros a algunos de ellos.*
Ahora podéis comprender por qué son tan especiales. Su fe, su independencia y su determinación son un ejemplo para nosotros. Deseo compartir con vosotros más detalladamente lo que sucede a los que trabajan allí. Un padre me relató esta historia:
«La principal bendición en nuestro hogar es nuestro hijo mayor. Tiene treinta y un años, y sufrió una lesión al nacer; a causa del daño al cerebro, su coordinación muscular y su locución fueron severamente afectadas; pero mentalmente, es igual que nosotros.
Tiene una de las mejores personalidades que he conocido; a él todo le parece bien, es muy amistoso y agradecido por todo lo que recibe, y nunca se queja. Sabe discernir entre lo bueno y lo malo, y siempre escoge lo bueno. Mi conversión se la debo a él más que a nadie; aprendí mucho acerca de la oración mientras oraba por él.
Al terminar la construcción del almacén de Industrias Deseret en nuestra región, nuestro obispo sugirió que quizás Miguel pudiera trabajar allí. Ni yo ni mi esposa podíamos tolerar la idea de llevarlo y dejarlo solo entre extraños; pero después de hablar con el obispo y el presidente de la estaca, decidimos hacer la prueba. Esta decisión ha sido una de las mejores cosas que nos han sucedido, tanto a nosotros como a nuestro hijo; Al principio lo pusieron a teñir y lustrar zapatos; pero él salía con más tinta que los zapatos, así que lo dejaron lavar los platos; quizás haya roto demasiados, porque después lo asignaron a separar trapos. Actualmente, está quitando botones de la ropa, por lo cual le pagan ochenta centavos la hora. ¿Podéis imaginar lo que representan ochenta centavos de botones? Dudo mucho que una persona normal pudiera tolerarlo, pero el interés principal de los directores de Industrias Deseret es hacer sentir a la gente capaz y feliz.
Si queréis datos un placer espiritual debéis visitar Industrias Deseret, llegar a conocer a los que allí trabajan, y ver cuánto amor y preocupación tienen unos por los otros y cuán felices están en su trabajo.»
El objeto principal de todo lo que Industrias Deseret realiza, es despertar un sentimiento de dignidad personal, como lo indica la canción adoptada como lema en Arizona; al concluir la reunión de oración matutina, los obreros cantan Deja que te llame «mi amor» Y al encaminarse tomados del brazo a sus labores, se puede notar el sentimiento de amor que los une.
El hermano Clegg, gerente de una sucursal de Industrias Deseret, asistió a una reunión sacramental en un barrio, donde el programa era presentado por jóvenes retardados. El número final del programa era un solo, cantado por una hermana mongólica. El hermano Clegg sabía que esta hermana cantaba, porque habla visto que formaba parte del coro de Industrias Deseret; pero lo que no sabía, era que lo hacía porque su habilidad innata había sido reconocida y desarrollada por un compañero de trabajo de setenta años. Al ponerse de pie y prepararse para cantar, la joven divisó al hermano Clegg entre la congregación; entonces gritó para que todos la oyeran: «¡Aquél es mi jefe, aquel que está allá atrás!»; y procedió a declarar a la congregación que Industrias Deseret es el lugar más maravilloso del mundo. Al cantar «Soy un hijo de Dios», nadie hubiera podido dudar de la veracidad de su testimonio.
La institución Industrias Deseret fue establecida en 1938; sus estatutos fueron redactados por la Primera Presidencia, a fin de que los afortunados compartan con los desafortunados en una manera concreta, donando sus bienes tales como ropa, muebles y artefactos usados a Industrias Deseret, donde su renovación da empleo a los desocupados. Luego, esos mismos artículos, en buenas condiciones, se venden a los necesitados a precios muy bajos,
Aunque parecería que el empleo es el propósito principal de esta institución, es sólo un medio para conseguir un fin: el de bendecir la vida de estas personas mediante el trabajo; y bendice no sólo a los que trabajan, sino también a los que dan. Industrias Deseret no podría funcionar sin la generosidad de aquellos que dan sus bienes para que otros los preparen para la venta al público. El resultado, por supuesto, es obvio: es necesario vender esa mercancía para completar el ciclo.
Os interesará saber lo que ha sucedido en Industrias Deseret en los últimos cuarenta años. Hasta el 1′ de marzo de este año, había 1.700 empleados con impedimentos trabajando en los veintidós almacenes. Aproximadamente 60% de la ganancia bruta va directamente a pagar sus sueldos. Tenemos ahora unidades en Utah, Idaho, Arizona, California, y pronto tendremos otras en Oregon, Colorado y Nevada.
Mi propósito al hablaros acerca de Industrias Deseret es doble: primero, sugerir que los que tienen acceso a un almacén, o lo tengan en el futuro, animen a los miembros de sus respectivos barrios y estacas a participar en el programa, tanto dando como comprando; y segundo, animaros a vosotros, los líderes que no tenéis un almacén, a analizar las circunstancias de vuestros barrios y estacas, a fin de determinar si ha llegado el momento para organizar uno en vuestra área. Si pensáis que así es, poneos en contacto con el Departamento de Servicios de Bienestar aquí mediante la autoridad del Sacerdocio correspondiente. Reconocemos que hay muchas áreas de la Iglesia donde el pequeño número de miembros no permitiría la introducción de este programa ahora. Sin embargo, no es impropio emplear el ingenio para bendecir a los miembros utilizando los principios discutidos, aún antes de establecer el programa completo.
Quiero concluir con el relato de otra experiencia:
Un anciano vegetaba en una casa de reposo para ancianos, los ojos fijos en el piso día tras día, semana tras semana. Alguien que lo amaba, hizo arreglos para que él trabajara en Industrias Deseret. El supervisor lo inició, poniendo una escoba en sus manos, y guiándolo hacia el final del corredor mientras empujaba la escoba a lo largo del mismo, de un extremo al otro, ida y vuelta, ida y vuelta.
En este proceso, el anciano comenzó a sentir una chispa de interés en algo quizás algo insignificante para los demás, y su mirada se apartó del suelo; al hacerlo, comenzó a observar las paredes, a ver las ventanas y otras cosas que lo rodeaban. Mientras continuaba en este proceso, empezó a ser nutrida en él una pizca de ese sentimiento que a todos nos es vital, el interés. En breve plazo, pudieron confiarle otras tareas que cumplió bien. Una vez que recobró su fe en sí mismo, su amor propio y el sentido de su propio valor, pudo llegar a supervisar a otros.
Que el Señor bendiga a estas maravillosas y especiales personas, y que sus líderes seamos bendecidos, para que podamos a nuestra vez bendecir su vida por medio del programa de los Servicios Sociales. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
*En esta parte de la presentación se mostró una película.
























