Continuemos avanzando y elevándonos

Conferencia General Abril 1979logo pdf
Continuemos avanzando y elevándonos
por el presidente
Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballEsta ha sido una gloriosa conferencia, y estamos sumamente agradecidos a todos aquellos que de una manera u otra tomaron parte para que así fuera.  Mi corazón se ha regocijado y mis pensamientos han sido inspirados para cambiar muchas cosas; asimismo, todo lo que se ha dicho y se ha cantado, me ha emocionado profundamente.

Mis hermanos, me parece muy claro, y ciertamente este sentimiento pesa poderosamente sobre mí, que la Iglesia se encuentra en un estado de su desarrollo y madurez, en que por fin estamos listos para llevar a cabo un gran esfuerzo de avance.  Se han tomado algunas decisiones, y otras están pendientes todavía, decisiones que desde el punto de vista de la organización, aclararán el camino.  Pero las que son básicas o necesarias para nuestro progreso como pueblo, son las que hagan los miembros de la Iglesia en forma individual.  El adelanto que logre la Iglesia será consecuencia de los pasos gigantescos que demos individualmente.

Nos hemos detenido suficientemente en algunas de nuestras etapas.  Dispongámonos a retomar nuestro movimiento para avanzar y elevarnos.  Pongamos fin a nuestra indecisión de llegar hasta nuestro prójimo e influir sobre él, ya sea en nuestra propia familia, barrio o vecindario.  En algunas oportunidades, nos hemos visto desviados de objetivos fundamentales en los que ahora debemos poner nuestra atención a fin de estar en condiciones de progresar, tanto en forma individual como colectiva.

Los esfuerzos de parte de cada miembro, aunque sean aparentemente pequeños, podrían contribuir grandemente a lograr un progreso nunca visto hasta ahora.  Pensad, hermanos y hermanas, en lo que pasaría si cada familia activa llevara a la Iglesia a otra familia o a una persona, antes de la próxima conferencia de abril: se unirían a nosotros varios cientos de miles de nuevos miembros de la Iglesia.  Imaginad que si tan sólo pudiéramos llamar a una misión regular a una pareja entrada en años por cada barrio de la Iglesia, nuestras fuerzas misionales pasarían de 27.500 ¡a más de 40.000 misioneros!  Pensad en los resultados si cada familia ayudara -desde ahora, hasta la conferencia de abril del año próximo-, a una familia o a una persona inactiva para que volviera a una completa actividad. ¡Cómo nos regocijaríamos en nuestra relación con esas decenas de miles de personas!

Pensad en las bendiciones que tendríamos aquí, y del otro lado del velo, si cada poseedor de una recomendación para el templo hiciera tan sólo una investidura más en este año.  Y en cómo se sentirían nuestros vecinos y amigos que no pertenecen a la Iglesia si cada uno de nosotros hiciera un silencioso acto cristiano por ellos, antes de la próxima conferencia de octubre, sin tener en cuenta el hecho de si están o no interesados en la Iglesia.

Imaginad cuánto más rica sería nuestra vida familiar si nuestros hijos y cónyuges recibieran unos pocos minutos más de nuestra atención individual cada mes.

Hermanos, ¿estamos listos para hacer estas cosas, aparentemente insignificantes, de las que pueden emanar grandes bendiciones? ¡Creo que lo estamos!  Pienso que la Iglesia del Señor se encuentra al borde de una gran manifestación de espiritualidad.  Nuestro propio desarrollo espiritual será la clave para el aumento numérico que debe tener lugar en el reino.  La Iglesia se encuentra actualmente lista para lograr cosas que hace sólo unos pocos años hubieran sido imposibles; y del mismo modo estamos listos los miembros.  Si aceptáis mi consejo, llegaréis a sentir que existe una buena disposición entre nuestro pueblo que debemos poner en movimiento.

No nos rehusemos a dar los próximos pasos para nuestro desarrollo espiritual, hermanos, manteniéndonos en la retaguardia o haciéndonos a un lado cuando se nos presentan las buenas oportunidades de servir a nuestra familia o a nuestro prójimo

Confiemos en el Señor, y demos los próximos pasos en nuestra vida.  El nos ha prometido que será nuestro tierno y amante guardián y guía, midiendo y considerando si estamos preparados:

«Y no podéis aguantar ahora todas las cosas; empero, tened buen ánimo, porque os guiaré.» (D. y C. 78:18.)

El no nos pedirá que soportemos más de lo que podamos, ni nos impondrá nada para lo cual no estemos preparados.  Pero, del mismo modo, no debemos desperdiciar las oportunidades cuando estamos listos para seguir adelante.

Considero que, básicamente, existen dos motivos principales por los que se ha producido este estancamiento o retraso en la Iglesia: Primero, el pecado, que da como resultado el desinterés o se manifiesta como sentimiento de culpa; y segundo, el hecho de que los buenos miembros de la Iglesia no se preocupen por extender un poco más su servicio al prójimo, en lugar de mostrarse lentos para dar buenos ejemplos o tener cortedad para dejar que su luz brille para todos.  Este es el momento en que todos debemos dar esos pasos que, aunque parezcan insignificantes, en definitiva darán como resultado un gran progreso para la Iglesia.

El monumental cometido al que nos enfrentamos es el de proveer dirección capacitada a la enorme cantidad de miembros en constante aumento, y ayudarles a mantenerse «limpios» de las manchas del mundo en el que tienen que vivir.

¡Ese mundo se cierne amenazante a nuestro alrededor! ¡Cuán difícil parece para mucha gente vivir en el mundo, pero no ser del mundo!

Rogamos constantemente y nos esforzamos especialmente para asegurarnos de que los miembros se santifiquen mediante su justicia y rectitud.  Exhortamos y urgimos a nuestro pueblo a permanecer «en lugares sagrados» (D. y C. 87:8).

Quizás haya muchos que se sientan algo inquietos o preocupados, como consecuencia de las condiciones generales del mundo y la creciente influencia de » la maldad.  Pero el Señor ha dicho: … mas si estáis preparados, no temeréis.» (D. y C. 38:30.)

El Evangelio le da un propósito a nuestra vida y es el camino que conduce a la felicidad.  Nuestro éxito, tanto individual como colectivo en la Iglesia, estará determinado, en su mayor parte, por nuestra fidelidad con respecto a la forma en que vivamos el Evangelio en nuestro hogar.

Solamente cuando comprendamos con claridad las responsabilidades de cada persona y el papel que desempeñan la familia y el hogar, podremos llegar a comprender el hecho de que los quórumes del Sacerdocio y las organizaciones auxiliares, incluso los barrios y las estacas, deben su existencia en forma primordial, a la tarea de ayudar a que los miembros vivan el Evangelio en el hogar.  Los programas de la Iglesia deberían apoyar siempre, sin desalentar ni interferir con las actividades de una familia cuya vida se basa en el Evangelio.

Los santos deben lograr la preparación personal y familiar, ayudando a fortalecer a los miembros de su propia familia, al igual que a otras personas, tanto en el aspecto espiritual como en el material, y siempre de acuerdo con «la manera del Señor».  Todos debemos esforzarnos para lograr que el hogar sea el lugar ideal de habitación, un lugar donde se pueda escuchar y aprender, donde cada uno de sus miembros pueda encontrar amor, apoyo, estima y aliento para seguir adelante en la vida.

Seamos «de buen ánimo», porque el Señor nos guiará y mostrará el camino, tal como lo ha prometido; El nos ayudará diariamente en nuestras decisiones personales, y en la organización de nuestra vida y talentos.  Progresaremos más si trabajamos más diligentemente y con menos ansiedad, si ponemos nuestra atención y verdaderos esfuerzos en las cosas fundamentales; incluso llegaremos a aumentar nuestro conocimiento si trabajamos más para el Señor, porque al aprender mejor a sobrellevar nuestra carga, estaremos mejor dispuestos a escuchar Su palabra. (Juan 16:12 y Mar. 4:33.)

El Señor nos ha ayudado para que nos preparemos para lograr aún más progreso. ¡Dispongámonos a avanzar, y preparar al mundo para Su venida!

Mis hermanos y hermanas, me han impresionado mucho los discursos de las Autoridades Generales, que han puesto su alma en la tarea de enseñarnos los principios del Evangelio; todos éstos han quedado bien definidos y explicados.

Quisiera llamaros la atención sobre una o dos de las escrituras que se mencionaron.  Por ejemplo, la siguiente:

«Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos,  diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?

Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.

El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» (Mat. 16:13-16.)

Ese es también nuestro mensaje, es lo que estamos tratando de llevar al mundo, a fin de que cada nación, y tribu, y lengua, y pueblo lo oigan y comprendan su importancia.

A continuación dice:

«Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni san e, sino mi Padre que está en los cielos.

Y a ti daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desataras en la tierra será desatado en los cielos.» (Mat. 16:17, 19.)

Esto nos explica la importancia de nuestra situación con respecto-al mundo. Nosotros tenemos que enseñar al mundo la verdad, enseñar cómo seguir esa verdad, y prometer las bendiciones pertinentes a ella, para lo cual tenemos autoridad de los cielos.  Deseo citar una líneas del apóstol Pedro, al acercarse el momento de su partida de este mundo:

«. . sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.

También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.

Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.

Pues cuando El recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia..

Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con El en el monte santo.

Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada.» (2 Pe. 1:14-20.)

Y ahora quisiera agregar a ésta, otra escritura más reciente:

«Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de El, este testimonio, el último de todos, es el que nosotros damos de El: ¡Que vive!»

Este mismo testimonio solemne lo habéis oído repetidas veces de los hermanos que os han hablado durante esta conferencia

«Porque lo vimos, aun a la diestra de Dios; y oírnos la voz testificar que El es el Unigénito del Padre,

Que por El, y mediante El, y de El los mundos son y fueron creados, y los habitantes de ellos son engendrados hijos e hijas para Dios.» (D. y C. 76:22-24.)

Y estas otras escrituras:

«Pero ahora mis propios ojos han visto a Dios, no mis ojos naturales sino mis ojos espirituales; porque mis ojos naturales no podrían haber visto; porque me habría desfallecido y muerto en su presencia; mas su gloria me cubrió, y vi su rostro, porque fui transfigurado delante de El.» (Moisés 1:11.)

«Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?  Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo.  El le dijo: Apacienta mis corderos.

Volvió a decirle la segunda vez:

Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?  Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo.  Le dijo: Pastorea mis ovejas.

Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?  Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo.  Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas.» (Juan 21:15-17. )

El Señor ha dicho eso mismo a cada hombre, mujer y niño que se ha convertido a la Iglesia en todo el mundo: ¿Me amas? ¡Demuéstralo!  Apacienta mis ovejas».  Tenemos en muchas tierras del mundo grandes y maravillosas congregaciones que están en constante aumento.  Y os repetimos lo que el Señor nos dice a todos: «Apacienta mis ovejas».  El sabe si lo amamos o no; lo sabe siempre.  No tenemos que decírselo; basta con que apacentemos Sus ovejas.

Quisiera mencionar una cosa más, algo que dijo el élder David B. Haight: que las personas de edad deben predicar el Evangelio.  Creo que este es un asunto que hemos pasado por alto.  Nosotros, los ancianos, nos hemos jubilado, nos dedicamos a la vida fácil, salimos a pasear y aprovechamos todas las oportunidades de pasarlo bien; hemos encontrado una manera muy fácil de satisfacer a nuestra conciencia, diciéndole que la obra seguirá avanzando y que mandaremos a nuestros jóvenes para llevarla adelante.  Por eso me gusta mucho lo que dijo el élder Haight: Todos nosotros tenemos esa responsabilidad.  No todos estamos en condiciones físicas de hacerlo, pero muchos lo estamos; cientos de miles de Santos de los Últimos Días tienen la capacidad de predicar el evangelio, en la amorosa y dedicada manera en que ellos mismos lo han recibido.

El Señor nos ha prometido que El nos dará toda la ayuda, fortaleza e inspiración que necesitemos; todo lo que El nos pide es: «Apacentad mis ovejas.  Apacentad mis corderos».  Y hay decenas de miles, cientos de miles de «ovejas y corderos» del Señor en el mundo que necesitan que se los apaciente, o sea, que se les enseñe el Evangelio.

Volvemos a pediros que hagáis aquellas cosas que os hemos sugerido, hermanos, que cuidéis de vuestros hogares y escribáis en vuestros registros familiares.  Cada persona debe y puede llevar un registro de su vida, que la haga conocer a los descendientes, y que brindará bendiciones y felicidad a la familia. si alguno de vosotros no ha empezado a hacerlo todavía, ¿trataréis de hacerlo de ahora en adelante?

Ahora debo terminar.  Quiero deciros, mis hermanos, que os amamos devotamente a todos, que apreciamos todos vuestros esfuerzos, y que esperamos que podáis hacer más todavía.

Rogamos a nuestro Padre Celestial que os dé el poder para extender vuestras bendiciones a toda la gente en vuestro vecindario, para llevar el Evangelio a todas las partes del mundo que tanto necesitan de sus bendiciones.  Le pedimos también que esté con vosotros desde ahora hasta la próxima conferencia, y por siempre.  Y vuelvo a deciros: Jesús es nuestra luz y nuestro sostén; El es nuestro Salvador, y vive; os dejo este testimonio en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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