Preparación para el servicio en la iglesia

Conferencia General Abril 1979logo pdf
Preparación para el servicio en la Iglesia
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballHermanos, esta noche hemos disfrutado de una rica experiencia, al escuchar a los siervos del Señor.  Ellos nos han dejado palabras de verdad y justicia.  Espero que lo que se ha dicho se anide profundamente en el corazón de todos los escuchas de esta reunión de Sacerdocio.

Esta mañana, el élder Howard W. Hunter habló de uno de los presidentes de la Iglesia, Wilford Woodruff, sobre quien he estado leyendo últimamente.  Me gustaría contaros acerca de dos o tres experiencias de su vida.  Todas ellas tuvieron lugar mientras él era un jovencito como muchos de vosotros, poseedores del Sacerdocio Aarónico.

El presidente Woodruff fue uno de los gigantes espirituales de esta dispensación. El Señor le dio muchos sueños y visiones; bautizó a miles de conversos y llevó a cabo muchos milagros.  Pocos hombres disfrutaron como él de la guía del Espíritu Santo.

Fue un valiente Apóstol del Señor Jesucristo, fiel durante toda su vida, y en la providencia del Señor; fue el cuarto Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Dedicó el Templo de Lago Salado en 1893 y a él fue a quien se le aparecieron los fundadores de la nación de los Estados Unidos en el Templo de Saint George, pidiéndole que se llevaran a cabo las ordenanzas del templo por ellos.  Como seguramente podréis imaginar esto era inaudito hermanos, del mismo modo que lo eran esos milagros, visiones y revelaciones.  Esos hombres vivieron en una época en que el Evangelio no se encontraba en la tierra, pero fueron hombres rectos y buenos, que merecían todas las bendiciones que nosotros disfrutamos ahora.

Todos necesitamos héroes que podamos honrar y admirar; necesitamos gente que podamos emular.  Para nosotros, Cristo es el más importante de ellos.

«¿Qué clase de hombres debéis de ser?  En verdad os digo, debéis de ser así como yo soy.» (3Nefi 27:27.)

Cristo es nuestro ejemplo, nuestra guía, nuestro prototipo y amigo.  Deseamos ser como El para poder estar siempre con El.  En un grado menor, los apóstoles y profetas que vivieron como Cristo, también son un ejemplo para nosotros.

Con respecto a aquella visión especial, el hermano Woodruff hizo los arreglos para que esa gente recibiera sus investiduras y las bendiciones correspondientes.  Las hermanas llevaron a cabo la obra vicaria por las mujeres, quienes estaban ansiosas por que se consumara dicho trabajo.  Ahora podéis comprender el motivo por el que el élder Royden G. Derrick nos habló hoy acerca del servicio en el templo.  En el mundo espiritual hay millones de personas que se encuentran ansiosas por que se lleve a cabo esta obra por ellos, considerando que comprenden que su progreso se encuentra estancado, y no pueden seguir adelante hasta que no se haya hecho la obra vicaria.

El presidente Woodruff dijo:

«El primer sermón que oí en esta Iglesia, fue en 1833, por el hermano Zera Pulsipher, quien murió en el Sur, después de haber vivido hasta los ochenta años.  Ese sermón fue algo por lo que yo había estado orando desde mi niñez.  Cuando lo oí, inmediatamente tuve el testimonio de que era verdadero.  Lo recibí con cada fibra de mi corazón.  Este hermano predicó en una escuela que se encontraba en una granja de nuestra propiedad en el distrito de Oswego, estado de Nueva York.  La casa se encontraba totalmente llena; él nos permitió que hiciéramos comentarios.  Recuerdo que me paré sobre el banco delante de toda la gente, sin saber para qué lo había hecho, pero entonces les dije a mis vecinos y amigos: ‘Deseo que tengáis sumo cuidado con lo que les digáis a estos hombres, porque ellos son siervos de Dios, y han testificado ante nosotros acerca de la verdad, acerca de principios que yo he estado buscando desde mi niñez.’

Más tarde fui bautizado y ordenado maestro.  Siempre me sentí apesadumbrado por no haber tenido la oportunidad de ser diácono, porque sentía el deseo de tener el Sacerdocio en sus varios grados y de acuerdo con mi dignidad.  Durante años había sentido el deseo, no sólo de oír el Evangelio sino de tener el privilegio de predicarlo a mis semejantes.  Yo era molinero, y muchas fueron las oportunidades en las que me quedé hasta altas horas de la noche en el molino, rogando al Señor que me concediera la luz y la verdad, y orando por conocer el Evangelio de Cristo, y poder llegar a ser capaz de enseñarlo a mis semejantes; por supuesto que me regocijé en el Evangelio cuando lo recibí.» (Discursos de Wilford Woodruff, selec. por G. Homer Dur¬ham, Salt Lake City: Bookcraft, 1946, pág. 304.)

El presidente Wilford Woodruff nació el 10 de marzo de 1807, fue bautizado el 31 de diciembre de 1833, cuando tenía veintiséis años de edad, y ordenado maestro el 25 de enero de 1834.

De su experiencia hemos sabido que oró en su niñez para conocer la verdad; y en su adolescencia y juventud dedicó muchas noches invocando al Señor.

Vemos que él deseaba predicar el Evangelio, que su corazón era justo y que creyó en él inmediatamente después de oírlo.  Los jóvenes deben esforzarse por conseguir un testimonio de la Iglesia, y deben sentir el deseo de salir en misiones.  Mucho apreciamos lo que dijo hoy el presidente Ezra Taft Benson acerca de las misiones.  Todo joven de la Iglesia debería sentirse ansioso por cumplir una misión, del mismo modo que de ayudar a sus padres a salir como misioneros, después de su jubilación.

Con respecto a la segunda experiencia dice el presidente Woodruff:

«Cuando yo tenía once años de edad, tuve un sueño muy interesante, parte del cual se cumplió al pie de la letra.  En este sueño vi un gran golfo, un lugar al que todo el mundo tenía que entrar al morir, pero antes, debían abandonar todas sus posesiones materiales.  Vi a un anciano con un sombrero de castor y traje basto de algodón.  El hombre tenía un aspecto muy triste.  Se acercó a mí con algo a sus espaldas, algo que tenía que tirar en la pila general, antes de entrar al golfo.

Yo era entonces un muchacho.  Pocos años después mis padres se mudaron a Farmington, y allí fue donde vi a ese hombre del sueño. Le reconocí inmediatamente, su nombre era Chauney Deming.  Pocos años después él enfermó y murió.  Yo asistí a su funeral.  Era lo que se puede llamar un avaro, poseedor de cientos de miles de dólares.  Cuando bajaron el féretro a la tumba, se me representó el sueño que había tenido años antes.  Esa noche su yerno encontró una bolsa con cien mil dólares, escondida en un ropero que pertenecía al anciano.  Menciono esto sólo para demostrar que en este sueño me fueron manifestadas ciertas cosas que eran verdaderas.  Pienso en los habitantes del mundo, que tienen que dejar sus bienes cuando bajan a la tumba.

Después de la escena del sueño que relaté anteriormente, seguí soñando que me encontraba en un gran templo llamado ‘Reino de Dios. Cuando estaba en ese lugar se me aproximó una pareja y en ellos reconocí a uno de mis tíos y a su esposa, a quienes ayudé a entrar a ese templo.

Tiempo después de abrazar el Evangelio, y mientras me encontraba en mi primera misión en Tennessee, le conté mi sueño al hermano Patten.  El me dijo que en unos pocos años yo encontraría a las personas de mi sueño y les bautizaría.  Eso se cumplió al pie de la letra, ya que más adelante bauticé a mi tío y a su esposa, y a algunos de sus hijos.  También a mi propio padre y madrastra y a mi hermanastro; al igual que a un sacerdote metodista.  En realidad, bauticé a todos los de la casa de mi padre.  Menciono esto sólo para demostrar que muchas veces los sueños se hacen realidad.  » (Discourses of Wilford Woodruff, págs. 283-84.)

Alma nos dice que el Señor: «Comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres sino a las mujeres también.  Y esto no es todo; muchas veces le son dadas palabras a los niños que confunden al sabio y al instruido.» (Alma 32:23.)

Los niños tienen tanto derecho a las bendiciones del Señor, como lo tienen sus padres.  José Smith tenía catorce años cuando el Padre y el Hijo se le aparecieron para dar comienzo a esta dispensación.  El tenía diecisiete años cuando Moroni le visitó enseñándole muchas cosas y revelándole el lugar donde se encontraban las planchas de las que se tradujo el Libro de Mormón.

Los jóvenes deberían estudiar el Evangelio y prepararse para el servicio en la Iglesia y guardar los mandamientos en forma tan diligente como les sea posible.

La tercera experiencia:

» … Mientras era maestro en el Sacerdocio, fui al campo de Sión en Missouri.  Después de llegar, y de haber pasado por muchas pruebas y tribulaciones y haber sufrido la enfermedad del cólera, que llevó a la tumba a quince de nuestros hermanos en la fe, nos quedamos en la casa del hermano Lyman Wight.  Mientras estábamos allí asistí a la reunión del consejo con el Profeta, David Whitmer, Oliverio Cowdery, y otros líderes de la Iglesia.  David Whitmer era el presidente de la estaca de Sión, y el hermano José le reprochó ásperamente, del mismo modo que a algunos de los otros hermanos, por no cumplir con los mandamientos de Dios y llevar a cabo sus responsabilidades.

Mientras estaba en el lugar sentí un gran deseo de predicar el Evangelio.  Un domingo por la noche salí solo rumbo a una arboleda que se encontraba a varias cuadras de la población, y allí le pedí al Señor que me abriera las puertas para que yo pudiera predicar el Evangelio.  No quería predicar para tener honores en esta tierra, porque comprendía perfectamente, como era capaz cualquier hombre en mi condición, las cosas por las que tendría que pasar un predicador.  No codiciaba honores, riquezas, oro, ni plata; sino que yo sabía que este era el Evangelio de Cristo que me había sido revelado por el poder de Dios; sabía que esta era la Iglesia de Cristo; sabía que José Smith era un Profeta de Dios y sentía el deseo de predicar este Evangelio a las naciones de la tierra.  Le pedí al Señor que me concediera ese privilegio.  El Señor contestó esa oración y dijo que mi deseo me sería concedido.  Me levanté regocijado y caminé cerca de dos cuadras rumbo al camino.  Cuando llegué al mismo, allí se encontraba Judge Higbee.  Me dijo: ‘Hermano Woodruff, el Señor me ha revelado que es su deber ir a predicar el Evangelio’.

Yo dije: ‘¿Es verdad?’

‘Sí’.

‘Bueno, dije yo, ‘si el Señor quiere que predique el Evangelio, estoy dispuesto a hacerlo’.  Claro que no le dije que yo había estado orando para que así fuera.

La consecuencia fue que asistí a una reunión de consejo en la casa de Lyman Wight, donde fui llamado y ordenado al oficio de presbítero en el Sacerdocio Aarónico, mientras otros hermanos fueron ordenados élderes.  Fui llamado por el obispo Partridge para dirigirme en una misión hacia el Sur.  El obispo Partridge me hizo gran cantidad de preguntas y yo le formulé muchas otras.  En aquella época era peligroso para cualquiera de nosotros viajar por el Distrito de Jackson (Missouri).  El quería que yo fuera a Arkansas, y el camino que llevaba allí pasaba directamente por el Distrito de Jackson.  Le pregunté si iríamos por ahí (mi compañero era un élder).

El me contestó: ‘Si tú tienes la fe para hacerlo, podrás hacerlo; yo no la tengo’.

Se me ocurrió que esa era una contestación extraña en boca de un obispo.  ‘Bueno’ dije, ‘el Señor dice que debemos viajar sin bolsa ni alforja; ¿lo haremos?’ El respondió que esa era la ley de Dios; y que si yo tenía la fe para hacerlo, podría hacerlo.

Agregó que él apenas tenía fe como para ir al Distrito de Jackson; sin embargo, comenzamos el viaje y atravesamos ese lugar en donde estuvimos a punto de perder la vida y fuimos salvados casi por un milagro.

Viajamos por el Estado de Arkansas y otras partes; pero no quiero seguir contando estas cosas.  Sólo quiero decir que continué siendo presbítero y mi compañero élder, y viajamos miles de millas y muchas fueron las cosas que nos fueron manifestadas.  Quisiera recalcar el hecho de que no importa que un hombre sea presbítero o apóstol, siempre que magnifique su llamamiento.  Un presbítero tiene las llaves del ministerio de ángeles.  Nunca en mi vida, como apóstol, setenta, o élder, tuve más protección del Señor que la que tuve cuando era presbítero.  El Señor me reveló por medio de visiones, por revelaciones y por el Espíritu Santo muchas cosas, que siempre tengo presentes.» (Discourses of Wilford Woodruff, págs. 298-300.)

El presidente Woodruff quiso tener el privilegio de ir en una misión cuando era maestro, y salió como misionero cuando era presbítero.  El Señor lo bendijo y lo guardó y protegió, y le dio muchas visiones y revelaciones.

Para finalizar quisiera decir que es realmente maravilloso encontrarnos reunidos con esta enorme cantidad de poseedores del Sacerdocio, y creo sinceramente que los hombres que han venido aquí esta noche, tienen en gran estima el Sacerdocio y los privilegios que les son dados.  Concluimos esta reunión con nuestra expresión de amor y aprecio para todos los miembros de la Iglesia en todas las tierras del mundo.  Os pedimos que seáis fieles y devotos al testimonio que tenéis de la verdad.  Yo os dejo mi testimonio de que la obra en la que nos encontramos embarcados, es de origen divino.  Estamos abocados a una obra muy especial, la que tiene que ser hecha indefectiblemente y por todo esto ruego en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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