Preparémonos materialmente

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Preparémonos materialmente
por el élder Franklin D. Richards
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta

Franklin D. RichardsQueridos hermanos, me regocijo con vosotros por el maravilloso espíritu que reina en esta sesión del sacerdocio. Estoy agradecido de que mi espíritu fuera reservado para venir a la tierra en esta dispensación del cumplimiento de los tiempos, cuando el Evangelio ha sido restaurado y cuando tenemos un Profeta de Dios, nuestro amado presidente Spencer W. Kimball, para aconsejarnos.

Cada uno de nosotros tiene derecho a la inmortalidad, gracias al sacrificio expiatorio de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo; sin embargo, a fin de gozar de la vida eterna, debemos trabajar por nuestra propia salvación día a día.

Un evangelio de trabajo y progreso eterno. ¡Qué maravillosa filosofía!  El presidente David O. McKay dijo:

«Debemos comprender que el privilegio de trabajar es un don, que el poder hacerlo es una bendición, que el amor al trabajo da como resultado el éxito en la vida.» (True to the Faith, pág. 287.)

Primeramente, quisiera dirigir mis palabras a mis jóvenes amigos del Sacerdocio Aarónico.  Tal vez no os deis cuenta, pero es durante vuestros años de juventud que establecéis las normas que seguiréis por el resto de vuestra vida; por esto, es de gran importancia que os establezcáis buenas normas.

Estoy agradecido por haber tenido padres que desde niño me enseñaron el gozo de trabajar, y la importancia de pagar el diezmo y de gastar menos de lo que ganaba, a fin de ahorrar para mis gastos misionales y de educación.  Cuando era un muchacho, criaba gallinas y vendía huevos en el vecindario, y cortaba el césped; después trabajé en un almacén, en una fábrica de ladrillos y en una imprenta.  Trabajando, tenía dinero para mis gastos y me sentía importante; pagaba el diezmo, ponía algo en una cuenta de ahorros para el futuro, y el resto lo gastaba como quería.  Mis padres me enseñaron que el pago del diezmo es un mandamiento de nuestro Padre Celestial, y una manera de demostrarle el amor que le tenemos y el aprecio que sentimos por las bendiciones que nos da. Todavía conservo un recibo de diezmo que recibí cuando tenía ocho años, y es algo que estimo mucho.

Cuanto más joven sea la persona cuando aprende estas importantes lecciones, más fácil será que lleguen a formar parte de su vida.  Estoy seguro de que muchas de las bendiciones que he tenido en mi vida, las he recibido como consecuencia de haber aprendido, siendo todavía un niño, el valor del trabajo y de la economía, y la necesidad de pagar el diezmo y de ahorrar para costearse una misión y prepararse en una carrera u oficio.

Cuando el joven misionero o estudiante se paga todo o parte de los gastos, generalmente se esfuerza más y logra mayor felicidad y éxito en su empeño.

Ahora, quisiera hablar también a los poseedores del Sacerdocio Mayor.  A pesar de las dificultades a que se enfrenta este mundo de hoy, nosotros, como pueblo, debemos reconocer que hemos sido grandemente bendecidos al vivir en él.  Nosotros somos los mayordomos de nuestras posesiones materiales.  A través de toda la historia de la Iglesia, sus líderes nos han enseñado la necesidad de que adquiramos una preparación, individual y familiar, haciendo hincapié en seis aspectos de dicha preparación: educación, vocación, economía, salud, estado espiritual, y producción y almacenamiento de víveres.

Considerando las condiciones morales y sociales de nuestros días, así como la inestabilidad económica que existe en casi todos los países del mundo, he sentido la inspiración de hablaros de la importancia de la preparación financiera personal y familiar.

Debemos reconocer que los problemas económicos son muchas veces motivo de infelicidad, y ciertamente, un factor básico en las dificultades familiares y los divorcios.  El Señor nos ha dicho que si estamos preparados, no tendremos temor (D. y C. 38:30). Quisiera sugerir tres puntos esenciales para lograr y mantener una preparación financiera.

  1. Pagar los diezmos y ofrendas.
  2. Saldar las deudas, y mantenerse libre de ellas.
  3. Usar con prudencia el dinero sobrante.

Esta fórmula es igualmente aplicable a jóvenes y viejos.  Permitidme desarrollar brevemente cada uno de esos puntos:

Pagar los diezmos y ofrendas.  El Señor ha dicho:

«¿Robará el hombre a Dios?  Pues vosotros me habéis robado.  Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado?  En vuestros diezmos y ofrendas.

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.» (Mal. 3:8-10.)

Y en esta dispensación el Señor nos ha revelado: » … es un día de sacrificio y de requerir el diezmo de mi pueblo.. .» (D. y C. 64:23).  El cumplimiento de la ley del diezmo nos abre las ventanas de los cielos, trayendo sobre nosotros bendiciones materiales y espirituales por medio del sacrificio y la obediencia; ése es verdaderamente el primer paso hacia la preparación económica personal y familiar.

Siempre que seamos honestos con el Seño, la cantidad de dinero que pagamos como diezmo, no tiene importancia; el óbolo de la viuda pobre y el del niño, son tan valiosos y aceptables para el Señor como el diezmo del rico.  Cuando las personas son honestas con El y pagan sus diezmos y ofrendas, el Señor les da sabiduría para gastar lo que les queda, y pueden hacer mucho más con ese dinero que lo que harían si no hubieran pagado un diezmo honesto; ellas adquieren prosperidad y reciben bendiciones en diferentes formas: espiritual, física y mentalmente, al igual que en el aspecto material.  Yo sé que es así, y estoy seguro de que muchos de vosotros podríais dar testimonio de ello.

Recordemos siempre las palabras de Jesús: «Más bienaventurado es dar que recibir» (He. 20:35).

Saldar las deudas y mantenerse libre de ellas. En las revelaciones contemporáneas el Señor nos ha (lado estos mandamientos:»Paga la deuda que has contraído… Líbrate de la servidumbre.» (D. y C. 19:35.)

«Además, de cierto os digo en cuanto a vuestras deudas, he aquí, quiero que las paguéis todas.» (D. y C. 104:78.)

El presidente Joseph F. Smith aconsejó a los santos:

«Saldad las deudas y guardaos de contraer otras; y así seréis libres, no sólo espiritual sino económicamente.» (Conference Oct. 1903)

Saldar las deudas y mantenerse libre de otras nuevas, requiere la aplicación de ciertos principios básicos que debemos seguir, tanto individualmente como en la vida familiar.  Por ejemplo:

  1. Debemos vivir dentro de nuestros ingresos.
  2. Preparar y usar un presupuesto de gastos, tanto de corto como de largo plazo.
  3. Ahorrar regularmente parte de lo que se gana.
  4. Si es indispensable usar el crédito, hacerlo con prudencia. Se justifica contraer una deuda, si se trata de comprar una casa, costear una carrera, o hacer cualquier otro gasto que se considere una inversión segura.
  5. Conservar y utilizar los bienes, por medio de una adecuada planificación.

Yo sé que siguiendo estos simples principios, es posible mantenerse libre de deudas.  Y ¿qué consecuencias nos  traerá esto desde el punto de vista personal y familiar?  El presidente Heber J. Grant dijo:

«Si hay algo que puede brindar paz y satisfacción al corazón humano y a la familia, es el vivir dentro de nuestros ingresos; y si hay algo destructivo y desalentador es el tener deudas y obligaciones que no se pueden saldar.» (Relief  Society Magazine, mayo 1932, pág. 302.)

Os testifico sinceramente que esto es verdad.

Usar con prudencia el dinero sobrante.  En muchos aspectos, la prueba máxima del hombre es su actitud hacia los bienes materiales que posee.  La persona que coloca sus bienes materiales en un platillo de la balanza, y en el otro las cosas de Dios, da evidencia de muy poco conocimiento de los valores eternos.  Sobre esto, dijo el presidente Brigham Young:

«Cuando este pueblo esté preparado para usar adecuadamente las riquezas de este mundo con el propósito de edificar el reino de Dios, El estará dispuesto a dárnoslas.  Me complace ver que las personas se hagan ricas a causa de su laboriosidad, prudencia y economía, y que después dediquen sus riquezas a la edificación del reino de Dios sobre la tierra.» (Journal of’ Discourses, 2:114-115.)

Mi firme convicción es que, siguiendo estas enseñanzas, cada persona que tenga bienes materiales en abundancia, debería hacerse digna de obtener la sabiduría necesaria para usarlos en la mejor manera para el bienestar de su familia y sus semejantes, y para edificar el reino de Dios.

Os doy mi testimonio de que la preparación personal y familiar es básica para nuestra felicidad y nuestro bienestar eterno, y que es importante que tengamos fortaleza económica al igual que espiritual, mental y física.  Esta fortaleza se obtiene guardando los mandamientos de Dios, pagando un diezmo honesto, desarrollando hábitos de trabajo, siendo económicos, viviendo dentro de nuestros ingresos y usando nuestros bienes con prudencia.

Que cada uno de los que estamos aquí esta noche, pueda prometerse que incorporará en su vida estos grandes principios.

Hermanos, ¡cuán glorioso es saber que Dios vive y que Jesús es el Cristo, nuestro Salvador y Redentor!  Y también lo es saber que, por medio del profeta José Smith, el evangelio ha sido restaurado en su plenitud, junto con la autoridad para obrar en el nombre de Dios, y que a la cabeza de la Iglesia hay un Profeta viviente, nuestro amado presidente Spencer W. Kimball.  Ruego que podamos tener el buen juicio de seguir su consejo, y lo hago en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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