Conferencia General Abril 1979
¿Qué pensáis del Cristo?
por el élder Robert D. Hales
del Primer Quórum de los Setenta
Os traigo saludos de los santos y misioneros de las Islas Británicas, especialmente de aquellos que pertenecen a la Misión de Inglaterra, Londres, donde mi amada compañera Mary y yo estamos sirviendo actualmente como presidentes de misión.
¡Qué dicha es poder hablar como un misionero y un testigo especial de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en mi llamamiento corno setenta en esta gran Iglesia restaurada! Cada misionero y cada miembro de la Iglesia tiene el derecho, sí, aun la obligación, de testificar de Jesucristo a su familia, amigos, y vecinos con mansedumbre y humildad.
Cada persona en el mundo, llegará a un punto en su progreso eterno, en el que tendrá que enfrentarse al momento de la verdad y responder a la pregunta: «¿Qué pensáis del Cristo?» (Mateo 22:42).
Pensad en esto. En un punto de nuestro progreso eterno, cada uno de nosotros tendrá que contestar a la pregunta:
¿Quién es Jesucristo? Se nos ha dicho que cada ojo verá, y cada oído escuchará y se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará «que Jesucristo es el Señor» (Fil. 2:11).
» … Cuando todos los hombres se presentarán para ser juzgados por él, entonces confesarán que es Dios.» (Mosíah 27:31; Ro. 14:11 y D. y C. 76:110.)
«Y estando juntos los fariseos, Jesús les preguntó, diciendo:
¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David.»
Jesús les contestó:
«¿Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.» (Mateo 22:41-42, 45-46.)
En otra ocasión la gente le respondió a Jesús diciendo:
«¿Quién es este Hijo del Hombre?
… Pero a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él.» (Juan 12:34, 37.)
Aun en otra ocasión Jesús preguntó a sus discípulos:
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?»
(O dicho de otra forma ¿Quién dicen los hombres que soy yo, el Hijo de Dios?)
«Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Y Simón Pedro, el miembro mayor de los Doce Apóstoles, le contestó diciendo:
«Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.» (Mat. 16:13~16.)
En otra ocasión Jesús conversó con una mujer en Samaria, y ella le dijo:
«Señor, me parece que tú eres profeta. ..»
Y continuó:
«Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas.
Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo.» (Juan 4:19, 25-26.)
¿Qué pensáis del Cristo? ¿quién decís que El es? Muchos cristianos profesan seguir a Cristo pero no le conocen.
«Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» (Juan 17:3.)
Muchos profesan ser cristianos y aún no creen que Jesucristo es literalmente el Hijo de Dios, en verdad el Hijo mayor de Dios el Padre. Los hombres están dispuestos a seguir algunas de sus enseñanzas, pero no reconocen el propósito divino y eterno, y el significado de su vida para toda la humanidad. «¿Qué pensáis del Cristo?» y «¿Quién decís que yo soy?» Estas fueron preguntas hechas por Jesús para hacer pensar a los hombres y así enseñarles quien era El, a fin de que usaran su libre albedrío, llegaran a sus propias conclusiones y compromisos, le siguieran, y obtuvieran un testimonio de que El es el Hijo de Dios, nuestro Redentor.
Utilizando las sagradas Escrituras podemos conocer a Jesucristo. El es más que un gran Maestro, él es el Mesías. El estuvo dispuesto a dar su vida por nosotros, es el único que pudo hacerlo, así como lo testifican estas escrituras:
«Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.» (He. 4:12.)
«Yo soy el Señor tu Dios; y te doy este mandamiento: Que ningún hombre ha de venir al Padre sino por mí, o por mi palabra, la cual es mi ley, dice el Señor.» (D. y C. 132:12.)
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» (Juan 14:6.)
¿Quién es El? De las Escrituras aprendemos que la luz de Cristo está en todos los hombres. Los conduce a aceptar el Evangelio y a ganar un testimonio de El. Es debido a la luz de Cristo que el hombre puede distinguir lo bueno de lo malo, como guía de su conciencia. (Moroni 7:12-19.)
Jesucristo es un Dios. El es el Jehová del Antiguo Testamento, y el Salvador del Nuevo Testamento (Abr. 2:7-8).
Jesucristo moró en los cielos con su Padre, y nosotros moramos con ellos como hijos espirituales de Dios el Padre (Juan 1:1-5).
Jesucristo nos presentó el plan eterno del Padre, del cual formamos parte, y por el cual vinimos a esta tierra a ser sometidos a un período de prueba y a tener oposición en todas las cosas. A través del principio eterno del libre albedrío, somos libres de elegir la libertad y la vida eterna y regresar a la presencia de Dios si vivimos rectamente, o de elegir la cautividad y la muerte espiritual.
Jesucristo creó todas las cosas que hay sobre la tierra, bajo la dirección de su Padre (Moisés 1:33; Ef. 3:9).
«El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo.» (1 Juan 4:14.)
Jesucristo vino a esta tierra, nació de María, una madre mortal. Y su Padre fue el Dios Todopoderoso (Lu. 1:26-35).
Juan el Bautista lo bautizó por inmersión y el Espíritu Santo se manifestó «como paloma que descendía sobre él». Y se oyó la voz de su Padre:
«Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.» (Mar. 1:10-11.)
Jesús organizó su Iglesia y escogió doce apóstoles, y también profetas, setentas y evangelistas. (Ef. 4:11; Lu. 6:13, 10:1.)
El mensaje de Jesucristo es único en su género. El está entre nosotros y su Padre, él es el Mediador (D. y C. 76:41-43). Por El toda la humanidad se salvará.
Jesucristo es el Redentor, nuestro Salvador, sólo El con una madre mortal y un Padre inmortal pudo llevar a cabo la expiación y morir para salvar a toda la humanidad. Lo hizo por su propia voluntad y elección. (Mat. 26:39; Mar. 14:34-36; Lu. 22:41-42.)
Jesucristo resucitó y se apareció a muchos después de su resurrección (Juan 20:11-18, 24-30; Lu. 24:13-44). El nos enseñó las características físicas de un ser resucitado y nos dijo que podíamos seguir su ejemplo y llegar a progresar y ser como El.
La ascensión de Jesucristo a los cielos, ante la vista de sus discípulos, fue acompañada por la promesa de que en la misma forma vendría nuevamente (He. 1:9-11; Mar. 16:19-20; Lu. 24:51-53). La segunda venida de Jesucristo está próxima, pues las señales de ella se están cumpliendo.
Jesucristo apareció con su Padre y restauró en estos últimos días, a través de José Smith, el Profeta, la misma organización que estableció durante su ministerio. Además de la Biblia, el Libro de Mormón se reveló al mundo como otro testigo de Su divino llamamiento.
Jesucristo, conduce y guía a su Iglesia hoy día, por medio de la revelación a un Profeta, el presidente Spencer W. Kimball, quien con sus consejeros en la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles, componen la misma organización que el Señor estableció cuándo estuvo en la tierra (D. y C. 102:9, 23; Artículos de Fe 9).
El llamado de Jesucristo de «ven y sígueme» (Mat. 19:21), es un desafío que se nos dio a todos. El vivió en la preexistencia, en el mundo de los espíritus, y moró con Dios su Padre. El es el Hijo, Jesucristo. Tomamos un cuerpo mortal para poder tener oposición en todas las cosas; probaremos la muerte y seremos resucitados a través del sacrificio expiatorio de Jesucristo. Se le concederá un grado de gloria, y si somos dignos, nosotros podemos tener el mismo grado de gloria en el reino celestial; podremos morar otra vez con nuestro Padre Celestial y su Hijo Jesucristo a través de todas las eternidades.
Habrá muchos que escucharéis este mensaje por primera vez, meditadlo cuidadosamente y poneos en contacto con un miembro o un misionero de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Si hubieseis escuchado este mensaje anteriormente y el Espíritu os testificara de su veracidad y tocara vuestros corazones, volved a la actividad y al hermanamiento en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Si sois un joven o una señorita o un matrimonio, y el Espíritu os testificare de que debéis ir a una misión y declarar este mensaje al mundo, haced vuestro compromiso hoy mismo. Mi madre y mi padre fueron a una misión después de jubilarse y ahora son un ejemplo para sus dos hijos, hija, once nietos y cuatro bisnietos.
Este es mi testimonio personal, y para compartirlo quisiera tener la voz y la trompeta de un ángel para poder decir a la humanidad que El ha resucitado, y que vive; que es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre, el Mesías prometido, nuestro Redentor y Salvador; que vino a este mundo a enseñarnos el Evangelio con su ejemplo. Su divina misión es ayudarnos a ir hacia El y conducirnos a la vida eterna; la salvación viene por Su nombre (He. 4:12; D. y C. 132:12; Juan 14:6), y digo esto en el sagrado nombre de nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo. Amén.
























