Cómo satisfacer nuestras necesidades

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Cómo satisfacer nuestras necesidades
por el élder M. Russell Ballard
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta

M. Russell BallardMis hermanos y hermanas, en esta oportunidad se me ha pedido que os hable sobre asuntos que conciernen a la economía familiar.

En tiempos en que es muy fácil obtener crédito y por el continuo aumento de la inflación, mucha gente se encuentra con que tiene demasiados gastos y pocos ingresos.  Un experto estima que un tercio de las familias estadounidenses están excesivamente endeudadas.  El año pasado decenas de miles de familias se declararon en bancarrota.

Una encuesta hecha recientemente por los Servicios de Bienestar proporcionó la siguiente información: Menos de la mitad de los miembros que participaron en ella tiene recursos financieros para un año, y el 89% siente el peso del aumento de los impuestos y de la inflación.  El 34% de las mujeres Santos de los Últimos Días que participaron en la encuesta trabajan fuera del hogar, y un 57% de ellas están trabajando a fin de obtener dinero para satisfacer las necesidades básicas de la familia.  El 31% de las familias se las arregla sin muchas cosas, y el 390/o no gana lo suficiente para adquirir lo más básico de sus necesidades.

Estos resultados demuestran que hoy día, como líderes, necesitamos enseñar a los miembros a administrar con más eficiencia su tiempo y sus recursos.

Al empezar a hablar de este tema, hago hincapié en que el principio más importante que debemos vivir hoy día es el que Alma enseñó a su hijo Helamán:

«Mas he aquí, hijo mío, esto no es todo; porque tú debes saber, como yo sé, que al grado que guardes los mandamientos de Dios, prosperarás en la tierra; y debes saber también que al grado que no guardes los mandamientos de Dios, serás separado de su presencia . . .» (Alma 36:30.)

Mi experiencia en el mundo de los negocios me ha enseñado que algunas personas pueden perderse en la rutina del diario vivir y atrofiar en esa forma su iniciativa, valor y visión.

En la Biblia, el Maestro más grande de todos nos da el secreto una y otra vez.  El dijo:

«Si puedes creer, al que cree todo le es posible.» (Marcos 9:23.)

Mis hermanos, ¿qué podemos hacer para mejorar nuestra economía familiar?  Permitidme sugerir tres claves importantes que nos ayudarán.  Ellas son: la actitud, el planeamiento y la disciplina personal.

La primera clave es tener una actitud positiva hacia vosotros mismos; ésta es una parte importante de los cimientos sobre los cuales edificamos una vida productiva.  Al evaluar nuestra actitud actual podríamos preguntarnos: «¿Estoy

tratando de llegar a ser mejor? ¿Me propongo metas de valor y posibles de realizar? ¿Busco lo positivo de la vida? ¿Estoy consciente de las formas en que puedo rendir un mejor servicio? ¿Estoy haciendo más de lo que se me requiere?»

Recordad que una buena actitud produce buenos resultados; con una actitud mediocre, éstos son también mediocres; y cuando la actitud es negativa, asimismo los resultados son negativos.  Cada uno modela su propia vida, y el sendero por el que la encaminemos lo determina en su mayor parte nuestra actitud.  El escritor George Bernard Shaw dijo:

«Las personas están siempre culpando a las circunstancias por lo que ellas son.  Yo no creo en las circunstancias.  Quienes progresan en este mundo son los que se levantan y buscan las circunstancias que desean; y si no las pueden encontrar, las crean.» (Plays by George Bernard Shaw, Nueva York: New American Library, 1960, pág. 82.)

En nuestro país, muchas personas están empezando a actuar con el convencimiento de que el gobierno está obligado a cuidar de ellas y a satisfacer sus necesidades.  El gobierno ha fomentado esta actitud en diversas formas, pero los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días saben que eso no es correcto.

Cuando el gobierno de los Estados Unidos ayudó a la gente durante la gran depresión y el período subsiguiente, algunos se formaron la idea de que el mundo tenía que mantenerlos.  Fue debido a ese estado de ánimo que en 1936 la Primera Presidencia dijo:

«El propósito de la Iglesia es ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas.  El trabajo debe ser nuevamente el principio imperante en la vida de los miembros de nuestra Iglesia.» (Manual de los Servicios de Bienestar, PGWE0009SP, pág. l.)

El amor al trabajo es una actitud que deben desarrollar los miembros de la Iglesia.  En ciertas formas hemos pasado por una época de gran prosperidad que, con el correr de la historia y por los efectos producidos en la actitud de la gente, puede demostrarse que ha sido más devastadora que la gran depresión.  El presidente Harold B. Lee dijo:

«En la actualidad estamos pasando por otra clase de prueba que se podría llamar ‘la prueba del oro’ —la prueba de la abundancia, la riqueza, las cosas fáciles— que es más de lo que quizás haya pasado la juventud de cualquier generación, por lo menos en esta Iglesia». (Speeches of the Year, Universidad Brigham Young, feb. 7 de 1962.)

El amor al trabajo se debe restablecer en nuestra vida.  Toda familia debe tener un plan para trabajar que influya de tal forma en cada uno de sus integrantes, que ese principio eterno quede profundamente arraigado en su vida.

Quisiera compartir con vosotros un ejemplo de mi propia vida que demuestra la importancia de la actitud.  Cuando regresé de mi primera misión, empecé a trabajar para mi padre como vendedor; asistía a la Universidad de Utah y trabajaba media jornada.  En cierta ocasión tuve dos semanas muy malas de trabajo durante las cuales gané una suma muy modesta.  Mi padre me entregó el cheque de mi comisión durante una reunión, enfrente de todos los demás vendedores.

En ese momento pensé que él era demasiado duro conmigo, pero más tarde me di cuenta de que ésa había sido la forma de hacer que me detuviera y recapacitara un poco.  Lo había pasado bien y no había puesto mucha atención a mi trabajo como vendedor.  Ese día tomé la determinación de que jamás volvería a tener la comisión más baja como vendedor, y desde ese momento mi salario aumentó.

Ahora bien, ¿qué sucedió?  Estaba vendiendo la misma mercancía, de la misma tienda y en la misma época del año. ¿Qué había cambiado? Mi nueva actitud había logrado toda la diferencia.  William James (1842-1910, filósofo norteamericano) dijo:

«Los seres humanos pueden alterar su vida al cambiar su actitud mental» (véase Vital Quotations, comp.  Emerson Roy West, Salt Lake City: Bookcraft, 1968, pág. 19).

Hermanos y hermanas, hablemos de la segunda clave: el planeamiento, que significa pensar con anticipación cómo intentamos alcanzar nuestras metas en la vida. ¿Tenemos todos el plan de aumentar nuestro valor donde estamos trabajando? ¿Nos hemos tomado el tiempo de escribir metas específicas y hemos diseñado un plan de acción para llegar a ser más eficaces y productivos?

Recientemente supe que el 75% de los administradores de hoteles Y restaurantes de un importante corporación en los Estados Unidos empezaron en la compañía como simples empleados, camareros, lavaplatos o cajeros.  Progresando y mejorando sus habilidades, estaban preparados cuando se presentaron las oportunidades de llegar a ser administradores.  Para aumentar nuestros ingresos tal vez necesitemos educación adicional, asistir a una escuela nocturna o técnica, o tomar un curso por correspondencia.  La educación adicional a menudo mejora nuestra capacidad y aumenta el valor de nuestros servicios.

Los padres necesitan enseñar a sus hijos desde temprana edad que una base económica sólida es un elemento importante para un hogar feliz.  Podemos influir grandemente en nuestros jóvenes para que ellos encuentren trabajos satisfactorios y bien remunerados.  Debemos aconsejarles que se esfuercen al máximo en sus deberes de la escuela y que aprendan a aprovechar las oportunidades que les ayudarán a trazarse un futuro seguro.

Los jóvenes deben explorar muchas oportunidades de trabajo al iniciar sus estudios secundarios, de manera que cuando se casen y establezcan un hogar, estén bien encaminados siguiendo una vocación o negocio que les proporcione el ingreso suficiente para satisfacer sus necesidades básicas.

Quizás nos sintamos como si ya hubiésemos escalado el peldaño más alto que se puede escalar en nuestro trabajo actual.  Si es así, debemos trazar un plan de acción, ayunar y orar para recibir confirmación, y luego ver la forma de cambiar de empleo.

Un negocio propio tal vez sea la respuesta.  Sin embargo, debemos ser sabios y analizar todos los factores y buscar el consejo de un abogado, un contador, un banquero, y lo que es más importante, de un hombre de negocios que esté

administrando con éxito su propia compañía.  Después de desarrollar un plan, debemos orar para recibir la seguridad interna; y cuando lo hayamos hecho, podemos empezar nuestro negocio.  Recordad el consejo del Señor:

«Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre», y yo agrego, un negocio, «no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?» (Lucas 14:28.)

La tercera clave es la autodisciplina, tanto en nuestro trabajo como en el hogar, cuando tratamos de reducir nuestros gastos.  De este último, los líderes de la Iglesia deben dar el ejemplo asegurándose de reducir a un mínimo las contribuciones monetarias que se piden a los barrios y a las estacas.

Los miembros deben:

  1. Evitar deudas donde se cobren intereses exorbitantes. Quizás queramos consolidar todas las deudas en un préstamo del banco o de una organización que permita pagar con una tasa de interés bajo, en un período razonable de tiempo. Puede que sea necesario detener el uso de las tarjetas de crédito.
  2. Ejercer la autodisciplina diciéndonos: «no puedo darme el lujo», y oponernos a entrar en futuras obligaciones de créditos.

Cierto día en una discusión, un cónyuge dijo, mientras regañaba al otro por los gastos extravagantes:

—¿Cuántas veces debo decirte que gastar el dinero antes de recibirlo es una economía falsa?

—Oh —dijo el otro— no sé si estoy de acuerdo contigo; en esta forma, si no consigues el dinero más tarde, por lo menos tienes algo para aparentar.

Tened paciencia y planead sabiamente cada compra para que de esa forma no seáis esclavos de vuestros acreedores.

  1. Haced un presupuesto y ajustaos a él.
  2. Disminuid los gastos, sabiendo diferenciar entre lo que se quiere y lo que se necesita. Economizad controlando el uso de productos, servicios, energía, etc»
  3. Aprended a hacer mas cosas en el hogar, y cuando sea posible, haced que los demás de la familia se ocupen de las reparaciones necesarias de la casa y los vehículos.
  4. Invertid sabiamente. Evitad toda clase de planes engañosos para obtener riquezas rápidamente.

Mis hermanos, cada uno de nosotros tiene el potencial de mejorar y aumentar la capacidad de lograr mayores ingresos.  Estaremos mucho mejor si podemos progresar y llegar a ser de más valor en nuestro trabajo regular, que si tratamos de mantener otro trabajo extra o hacemos que la madre salga a trabajar fuera del hogar para aumentar las entradas.

Cuando aprendemos a esperar más éxitos que fracasos en la vida, pronto desarrollaremos una actitud de éxito.  «Nada es de más éxito que el éxito mismo.»

Recordad que una actitud positiva, un plan bien organizado y la autodisciplina consistente pueden ayudar a mejorar las circunstancias que nos rodean.  El aplicar estos puntos claves en nuestro trabajo diario nos ayudará a producir más ingresos, y el practicarlos en nuestro hogar nos ayudará a reducir los gastos.  Cuando combinemos estos principios con los mandamientos de Dios, podremos aprender a ser mejores administradores de nuestro tiempo y de nuestros recursos y llegaremos a tener solvencia económica.

Que el Señor nos bendiga a todos en este objetivo, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo.  Amén.

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