Conferencia General Abril 1981
Fe en el santo de Israel
por el élder Loren C. Dunn
del Primer Quórum de los Setenta
Me siento inspirado por el coro, y especialmente por el himno «Firmes en la fe» (Himnos de Sión, N° 59), que cantó al comenzar esta reunión. Porque sobre fe, precisamente, deseo hablaros esta tarde.
Se ha dicho de nosotros que somos un pueblo creyente. En verdad, la fe individual es la piedra fundamental del evangelio y es la cualidad más importante para nosotros como individuos.
José Smith dijo:
«La fe es la seguridad que los hombres tienen de la existencia de cosas que no han visto, y el principio de acción de todos los seres inteligentes… Es el primer gran principio gobernante . . .» (Lectures on Faith, comp. N.B. Lundwall, págs. 7, 10.)
Y Jacob enseñó que el Señor manda que todos los hombres deben tener «perfecta fe en el Santo de Israel, o no pueden ser salvos en el reino de Dios» (2 Nefi 9:23).
Como un principio de poder y acción, y como clave para la salvación, nuestra fe se convierte en algo de importancia absoluta para nosotros.
Pablo nos amonestó a ser «ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Timoteo 4:12).
Alma dijo:
«… aunque no sea más que un deseo de creer, dejad que este deseo obre en vosotros, sí, hasta que de algún modo creáis que podéis dar cabida a una porción de mis palabras.» (Alma 32:27.)
Y Moroni dijo:
«… no contendáis porque no veis, porque no recibís ningún testimonio sino hasta después de la prueba de vuestra fe.» (Eter 12:6.)
Hay muchos pasos que una persona puede dar para desarrollar el don y el poder de la fe. A continuación me gustaría sugerir seis de esos pasos.
Primero: La fe es la capacidad de reconocer al Señor como el Todopoderoso y dador de todas las bendiciones. El rey Benjamín lo expresó de la siguiente manera:
«Creed en Dios; creed que él existe, y que creó todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra; creed que él tiene toda sabiduría y todo poder, tanto en el cielo como en la tierra; creed que el hombre no comprende todas las cosas que el Señor puede comprender.» (Mosíah 4:9.)
Algunas veces oramos al Señor por algo en particular, mientras íntimamente nos está preocupando otro problema. Parece que pensáramos que la habilidad que tiene el Señor de ayudarnos es limitada, en lugar de tener la seguridad de que El puede prestarnos ayuda en todos los aspectos de nuestra vida.
John A. Widtsoe nos dice lo siguiente:
«Habiendo recibido una concesión federal, juntarnos, con un grupo de trabajadores durante muchos años, gran cantidad de información en el campo relacionado con la humedad de la tierra; sin embargo, no pudimos descubrir una ley natural específica que justicara nuestro estudio, de manera que me di por vencido. Mi esposa y yo fuimos al templo ese día con el propósito de olvidar mi fracaso. En el tercer cuarto de la investidura, en forma inadvertida, surgió la solución que hace ya largo tiempo se publicó.» (In a Sunlit Land, la autobiografía de John A. Widtsoe, Salt Lake City: Deseret News Press, 1952, pág. 177.)
De manera que la fe es el convencimiento de que el Señor nos puede ayudar en todas las cosas.
Segundo: Fe es tener la voluntad de llevar a cabo aquello que somos inspirados a efectuar, en el momento en que recibimos esa inspiración.
Hace algunos años, cuando presidíamos la Misión de Australia-Sidney, estaba pidiendo ansiosamente una bendición del Señor. La obra misional había marchado bien, pero en esos momentos su progreso se había estancado y necesitábamos que siguiera progresando. Cierto día en que estaba ayunando y orando para que el Señor nos dirigiera a un nuevo nivel de progreso, mientras oraba, tuve una sensación muy clara de ir a buscar a mi hijo y darle una bendición. Seguí la inspiración del Espíritu y fui en busca de él, que se encontraba estudiando en otro lugar de la casa. Le pregunté:
—¿Cómo te ha ido?
El me respondió en una forma muy típica de los jóvenes:
—¿Por qué me lo preguntas, papá?
Sin saber qué otra cosa decirle, le pregunté:
—¿Quieres una bendición?
Me miró asombrado por unos segundos y me respondió:
– sí.
La inspiración que recibimos de esa bendición fue de gran importancia tanto para mi hijo como para mí, y será una experiencia que ninguno de los dos olvidará jamás. Sin embargo, todo se hubiera perdido si me hubiera detenido a preguntarle al Señor qué tenía que ver mi familia -que es mi primera responsabilidad- con la bendición que yo anhelaba que la misión recibiera.
Tercero: Fe es la disposición a vivir las leyes de Dios que controlan las bendiciones que necesitamos. Aunque no debemos guardar los mandamientos sólo para poder recibir bendiciones, éstas, sin embargo, están estrechamente relacionadas con el cumplimiento de ellos.
El presidente Harold B. Lee relata la experiencia que tuvo en una ocasión cuando oraba con gran fervor para recibir una bendición temporal que necesitaba. Dice que un día, mientras estaba orando por esa bendición, recordó que hacía poco había recibido un ingreso del cual todavía no había pagado diezmo. Fue como si la voz acusadora del Señor estuviera diciéndole: «Quieres una bendición de mí, pero no has obedecido las leyes sobre las cuales estas bendiciones se basan». Entonces pagó el diezmo correspondiente al dinero recibido y después pidió nuevamente al Señor la bendición que necesitaba.
Cuarto: Fe es actuar con conocimiento y seguridad. .
En sus enseñanzas, Pablo dijo:
«Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían… preparó el arca en que su casa se salvase . . .» (Hebreos 11:7.)
El presidente Kimball, hablando de Noé y el arca, dice:
«Y como aún no había evidencia ni de lluvia ni de diluvio… sus amonestaciones eran consideradas ilógicas. ¡Qué absurdo edificar un arca en un terreno seco cuando el sol brillaba y la vida continuaba como de costumbre! Pero el tiempo expiró… el diluvio se produjo y los desobedientes se ahogaron. El milagro del arca fue producto de la fe que se manifestó al construirla.» (Faith Precedes the Miracle, págs. 5-6.)
Hace muchos años, durante los días terribles de la Segunda Guerra Mundial, el presidente de la Misión de Australia fue invitado a cenar un domingo a la casa de una hermana viuda. En esa época había racionamiento de comida y el adquirir manjares o invitar amigos a cenar era un lujo que nadie podía darse.
Cuando el presidente llegó a la casa, quedó sorprendido al ver que la mesa estaba repleta de alimentos que eran muy escasos y no se veían desde hacía meses.
—No puedo comer esto —le dijo, un poco avergonzado pensando que la privaría de sus alimentos. Creyendo que no le complacía la comida que ella había dispuesto, la viuda le respondió:
— Creo que va a tener que hacerlo, pues como seguí las instrucciones de las Autoridades Generales hace algunos años y guardé abastecimiento de comida, ésta es la única clase de alimentos que tengo ahora.
Esa hermana había manifestado su fe al actuar con el conocimiento de que las Autoridades Generales sabían lo que aconsejaban al guardar comida; esa fe produjo milagro en el momento de necesidad.
Me pregunto cuántos santos podrán sobrevivir al desastre de su propio «diluvio personal» demostrando fe al seguir el consejo de los profetas modernos y «construir un arca» de preparación familiar.
Quinto: Fe es el empeño por ser comprensivo y creer en los demás.
El Salvador del mundo es el mejor ejemplo de este amor, pues después de haber sido rechazado y despreciado, pidió al Padre que perdonara a quienes le habían crucificado diciendo: «porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34).
José Smith es otro ejemplo. Después de vivir una vida llena de pruebas y traiciones, dijo mientras se dirigía a Carthage:
«Voy como cordero al matadero… pero… mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres» (D. y C. 135:4).
Conocí a un hombre, a quien respetaba mucho, que tenía esta cualidad. En una ocasión, una persona vino a su puerta y le pidió dinero; mi amigo le dijo: «Tengo un viejo establo que necesita pintura; si quiere hacerlo, le pagaré». Juntos fueron a hacer un cálculo del trabajo; luego mandó al hombre a comprar pintura, e hizo los arreglos para que éste pudiera pedir en la tienda toda la que necesitara. Cuando terminó el trabajo, el hombre recibió su pago y partió de la ciudad. Poco después, el dueño del almacén llamó a mi amigo y le dijo que aquel hombre había pedido más pintura de lo necesario para pintar el establo; en otras palabras, se había aprovechado de él.
Pero, aún así, él aprovechó la oportunidad para enseñar a sus hijos una lección: «Si hubiera sabido lo que había hecho, lo habría detenido. Ahora, el establo ya está pintado y el pintor, cualesquiera fueran sus problemas, siempre sabrá que alguien estuvo dispuesto a creer en él».
La fe no puede florecer en un corazón que se ha endurecido por el continuo cinismo, el escepticismo y la implacabilidad.
Quien no puede ver lo bueno en las personas no sólo destruye su propia fe sino que se convierte básicamente en una persona desdichada.
Sexto: Fe es La determinación de permitir que el sacerdocio nos guíe.
Pablo, refiriéndose al Señor, enseñó esta importante verdad:
«Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros.»
Después nos dice por qué puso a estos poseedores del sacerdocio a dirigir a los santos:
«. . . hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.» (Efesios 4:11, 13.)
Se nos dan líderes del sacerdocio, todos aquellos que han sido llamados por revelación y apartados bajo las manos del sacerdocio, para que lleguemos a la unidad de la fe, para que podamos llegar a conocer al Salvador y tener su imagen en nuestro semblante y llegar a ser como El, para «que todo hombre pueda hablar en el nombre de Dios el Señor, el Salvador del mundo» (D. y C. 1:20).
Hace algunos años, el presidente Joseph Fielding Smith, que en ese entonces era miembro del Quórum de los Doce, asistió a una conferencia de estaca donde el presidente de ésta había sido llamado hacía relativamente poco tiempo. Un hombre se le acercó varias veces, pues quería recibir consejo del presidente Smith en cuanto a un asunto personal. Finalmente, el presidente Smith le dijo que lo vería si el presidente de la estaca podía estar presente durante la entrevista. Al expresar el hermano su problema, el presidente de la estaca supo qué era lo que aquel hombre necesitaba. Sin embargo, el presidente Smith sorprendió a todos cuando le respondió:
—No tengo ningún consejo que darle. El hombre salió enojado, después de lo cual el presidente Smith se dirigió al presidente de la estaca y le dijo:
—Sabía qué consejo darle, pero también estaba seguro de que el no lo aceptaría; así que en lugar de condenarlo por actuar en contra del consejo del sacerdocio, preferí no decirle nada.
Por esa experiencia aprendemos que no es suficiente buscar la dirección de aquellos que Dios ha llamado para que nos dirijan, sino que además debemos hacerlo con el deseo de seguir el consejo de esos líderes inspirados, a fin de poder así desarrollar nuestra fe.
Los Santos de los Últimos Días necesitan creer y aprovechar toda oportunidad para desarrollar la fe, tanto en su propia vida como en la de los demás.
La fe forma parte de nuestro patrimonio. Aquellos que abrazan el Evangelio de Jesucristo pasan a ser de la casa de Israel, y una característica de este pueblo es la capacidad para creer. Algunos se han referido a ella como «sangre creyente».
Mi fe es, al mismo tiempo, un faro y una piedra fundamental para mí. Ha nacido del Espíritu, se nutre con el espíritu de oración y con la inspiración, y eleva mi alma constantemente; hace que mi corazón reciba paz y gozo, y nutre y ratifica todo aquello de lo cual tengo absoluto conocimiento. Mi fe es tal que sé que Dios vive, que Jesús es el Cristo, que José Smith fue un verdadero Profeta y que nos encontramos hoy en medio de profetas y apóstoles.
Que el Señor nos bendiga con la fe que necesitamos para seguir adelante. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.
























