Conferencia General Abril 1981
«Sobre esta roca…”
por el élder Bruce R. McConkie
del Consejo de los Doce
Tengo un amigo a quien recuerdo especialmente, cuyo nombre me llena de respeto y admiración y de quien he aprendido más que de ninguna otra persona. Si me guía el Espíritu, os diré algunas de las grandes verdades que he aprendido de El.
El dio un sermón, que probablemente sea el más grande que jamás haya salido de labios mortales; lo dio hace mucho años, en una montaña cerca de Capernaum, la ciudad donde vivía.
El se dirigió a miles de sus amigos judíos, a quienes sus maravillosas palabras iluminaron el alma con la luz de los cielos y encendieron su ser con el fuego del testimonio. Nunca nadie habló como El lo hizo; y aún en la actualidad, al leer y meditar acerca de sus palabras, sentimos que nuestro corazón se enciende de emoción dentro de nosotros.
Como parte culminante de su Sermón del Monte, dio este consejo:
«Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.
Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.
Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;
y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.» (Mateo 7:24-27.)
Toda persona que nace en este mundo edifica una casa, y la coloca sobre un cimiento que ella misma se encarga de seleccionar. Todas las casas que se edifican en esta esfera mortal están expuestas a las tormentas y contiendas de la vida. El propósito divino requiere que seamos probados en nuestra etapa mortal con lluvias, vientos e inundaciones; vivimos en medio de una turbulenta tormenta de pecado; las lluvias del mal y los vientos de falsa doctrina, así como las inundaciones de los vicios carnales, nos sacuden violentamente. Pero está dentro de nuestro poder y de nuestras posibilidades el edificar una casa de fe, una casa de justicia, una casa de salvación.
Todos podemos, si lo queremos, aun edificar una casa de Dios, un santuario, un templo del Dios viviente. De hecho, todo Santo de los Últimos Días que es fiel y sincero ha edificado en sí mismo un «templo de Dios», en el cual «mora el Espíritu de Dios» (véase 1 Corintios 3:16); y como lo dice Pablo:
«Si alguno destruyera el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.» (1 Corintios 3:17.)
Si edificamos nuestra casa sobre una roca, con los ladrillos y el cemento de las buenas obras, ésta soportará las tormentas y los peligros de la vida y nos preservará para recibir una herencia eterna en el más allá. Pero si esa casa está edificada sobre las arenas de la maldad, con los materiales herrumbrados y el maderaje corrompido de los vicios carnales, las lluvias, los vientos, y las inundaciones la destruirán.
Entonces, aprendamos de nuestro Amigo eterno dónde y en qué forma quiere que edifiquemos esa casa que será morada de nuestro espíritu durante esta nuestra vida mortal.
Busquemos la respuesta en una tierna y candoroso escena que tuvo lugar en Cesarea de Filipo, al norte del Mar de Galilea y cerca del monte Hermón. Las multitudes que buscaban a Jesús para coronarle rey porque les había alimentado se habían alejado de El cuando en el sermón les habló del pan de vida. (Véase Juan 6:26-69.) Pero el pequeño grupo de sinceros y valientes creyentes que permaneció con El tenía necesidad de alimento espiritual. Mientras Jesús oraba, ellos permanecieron cerca. (Véase Lucas 9:18.) Después, El les testificó que era el Hijo de Dios, testimonio que repitió muchas veces durante su ministerio.
Jesús les preguntó quién decían los hombres que era el «Hijo del Hombre» (véase Mateo 16:13). La pregunta en sí testifica su divinidad, porque tanto El como sus discípulos sabían que el nombre de su Padre es «Varón (u Hombre) de Santidad», y que el nombre de su Unigénito es «Hijo del Hombre (o Varón) de Santidad» (véase Moisés 6:57; 7:24, 35).
Las respuestas de los Apóstoles expusieron las deducciones y falsas creencias de una gente apóstata. Ellos le dijeron que algunos aceptaban la creencia del malvado Herodes, quien había hecho matar a Juan el Bautista; y al oír hablar de Jesús, pensaba que era Juan que había resucitado de los muertos. También le dijeron que otros pensaban que era Elías, quien había de restaurar todas las cosas; o que se trataba de Elías el Profeta, quien habría de venir antes del grande y terrible día del Señor; o que era Jeremías, quien, de acuerdo con sus tontas tradiciones, había escondido el arca del convenio en una cueva en el Monte Nebo y prepararía el camino para el Mesías, volviéndola a colocar, conjuntamente con el Urim y Tumim, en el Lugar Santísimo.
Luego el Salvador hizo la pregunta que toda alma viviente que desee obtener la salvación debe responder apropiadamente: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Vosotros, Apóstoles del Señor Jesucristo, vosotros santos del Altísimo, vosotros, almas devotas que buscáis la salvación: ¿Qué pensáis? ¿Está la salvación en Cristo o habremos de buscarla en otro ser? ¡Dejemos que cada uno hable por sí mismo!
En esta ocasión, primero Simón Pedro, y luego todos los demás clamaron: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (véase Mateo 16:13-16). ¡Tú eres el Mesías prometido; tú eres el Unigénito en la carne, tu Padre es Dios!
¡Qué declaración maravillosa e impresionante! Como dijo Pablo:
«E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria.» (1 Timoteo 3:16.)
Y luego, al pie de la montaña en la cual habría de ser transfigurado, el Hijo del Hombre, cuyo Padre es Dios mismo, aceptó y aprobó ‘los solemnes testimonios de sus amigos, diciendo a Pedro: «. . . Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás» (Mateo 16:17). ¡Cuán cuidadosamente aclara la diferencia entre El y los demás hombres! El es el Hijo de Dios; Pedro, el hijo de Jonás. El Padre de Jesús es el eterno Varón de Santidad; el padre de Pedro un hombre mortal.
Pero, ¿por qué le dijo a Pedro que era bienaventurado? Porque él supo, por el poder del Espíritu Santo, que Jesús es el Señor; el Espíritu Santo testificó al espíritu de Simón, el principal de los Apóstoles, que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios.
«Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás», dijo Jesús, «porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.» (Mateo 16:17.)
Con esas palabras («mi Padre que está en los cielos») nuevamente Jesús hizo alusión a la diferencia entre su Padre y el de Pedro, y luego continuó con sus palabras de promesa y de doctrina, diciendo: «y sobre esta roca» —la roca de la revelación— «edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella». (Mateo 16:18.)
¿Cómo podría ser de otra manera? No existe otra base sobre la cual el Señor pueda construir su Iglesia y su reino. Todo lo referente a Dios solamente se conoce por medio del poder de su Espíritu; o aceptamos esta verdad, o nunca llegaremos a conocerle. No hay persona alguna que pueda llegar a saber que Jesús es el Cristo, sino por medio del Espíritu Santo.
Revelación. Revelación pura, perfecta y personal, ¡ésta es la roca!
Revelación de que Jesús es el Cristo. El sencillo y maravilloso testimonio que viene del Dios del cielo al hombre en la tierra, y que afirma que Jesús es el Hijo de Dios, ¡ésa es la roca!
La divinidad de nuestro Señor Jesucristo. La verdadera palabra que se recibe de los cielos de que Dios es el Padre de Cristo, y que El ha traído luz e inmortalidad por medio del Evangelio, ¡ésa es la roca!
El testimonio de nuestro Señor. El testimonio de Jesús, que es el espíritu de profecía, ¡ésa es la roca!
Todo esto es la roca y aún más. Cristo mismo es la roca: la roca de eternidad, la roca de Israel, la base sólida y segura. ¡El Señor es nuestra roca!
Nuevamente oímos la voz de Pablo que dice:
«Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo». (1 Corintios 3:11.)
«Así que ya no sois extranjeros… sino… miembros de la familia de Dios,
edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo misma.» (Efesios 2:19-20.)
Al meditar acerca de todas estas verdades y comprender su verdadero significado, oímos otra vez la exhortación de nuestro antiguo Apóstol amigo que dice:
«Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. (2 Corintios 13:5.)
Y así nos preguntamos: ¿Prevalecerán contra nosotros las puertas del infierno?
Si edificamos nuestra casa de salvación sobre la roca de la revelación personal, si la edificamos sobre la verdad revelada de que Jesús es el Cristo, si la edificamos poniéndolo a El como cimiento, puesto que es la roca eterna, nuestra casa prevalecerá para siempre.
Si nos dejamos guiar por el espíritu de revelación durante este período mortal, podremos sobrellevar todas las tormentas y vicisitudes que nos aquejen.
Si tenemos nuestros cimientos sobre la roca, podemos adorar al Padre, en el nombre del Hijo, y por el poder del Espíritu Santo.
Si tenemos nuestros cimientos sobre la roca, sabemos que la salvación llega por medio de la gracia de Dios a todos los que creen en el evangelio y obedecen los mandamientos.
Si tenemos nuestros cimientos sobre la roca, abandonamos las cosas del mundo, nos alejamos de todo lo carnal y llevamos una vida justa y recta; si tenemos nuestros cimientos en la roca, las puertas del infierno no prevalecerán contra nosotros; y mientras permanezcamos en nuestra casa de fe, seremos protegidos cuando caigan las lluvias del mal, soplen los vientos de las falsas doctrinas, e inunden los vicios carnales a nuestro alrededor.
Gracias le doy a Dios porque, como Santos de los Últimos Días, tenemos nuestros cimientos sobre la roca. Por eso es que aquellos que son fieles entre nosotros oyen una dulce voz de serena certeza diciendo:
«De modo que si edificas mi iglesia sobre el fundamento de mi evangelio y mi roca, las puertas del infierno no prevalecerán en contra de ti.
He aquí, tenéis mi evangelio ante vosotros, y mi roca y mi salvación.» (D. y C. 18:5, 17.)
Junto con Pedro y los antiguos profetas, nosotros testificamos que sabemos, como ellos sabían, verdades que ni carne ni sangre podrán revelar nunca al hombre. Por medio del poder del Espíritu Santo, nosotros sabemos que Jesucristo es el Hijo de Dios y que fue crucificado por los pecados del mundo.
Dios nos conceda ser fieles a Aquel que es el único cuyo nombre nos trae la salvación. El es nuestro Amigo, nuestro Señor, nuestro Rey, nuestro Dios y nuestra Roca.
Y puedo agregar, incluyendo a mis hermanos del Consejo de los Doce, que, hablando como Apóstol del Señor Jesucristo, y al igual que como lo dieron los antiguos Apóstoles, damos testimonio de que Jesús ha vuelto a restaurar en estos, los últimos días, la plenitud de su evangelio eterno para la salvación de todos los hombres de la tierra que crean en El o lo obedezcan.
Testificamos también que El llamó a José Smith, hijo, para que fuera el Profeta de los últimos días, el primer y principal Apóstol de la dispensación del cumplimiento de los tiempos, y le dio todas las llaves, el sacerdocio y el poder que poseían Pedro y los Apóstoles y los antiguos profetas en los días de su ministerio.
Testificamos que estas llaves y el santo Apostolado se restauró en el siguiente orden: José Smith, Brigham Young, John Taylor, Wilford Woodruff, Lorenzo Snow, Joseph F. Smith, Heber J. Grant, George Albert Smith, David 0. McKay, Joseph Fielding Smith, Harold B. Lee y Spencer W. Kimball. Este santo Apostolado y estas llaves continuarán de un apóstol a otro hasta que el Señor Jesucristo baje de los cielos para reinar personalmente sobre la tierra.
Esto no lo digo por mí mismo, sino en el nombre del Señor, como su representante y diciendo lo que El diría si estuviera aquí personalmente. Testifico que Jesucristo es el único medio por el cual se logra la salvación, y que nosotros somos sus ministros. Lo testifico en su nombre. Amén.
























