Estad preparados

Conferencia General Octubre 1981logo pdf
Estad preparados
por el élder LeGrand Richards
del Consejo de los Doce

LeGrand RichardsHermanos y hermanas, en las muchas oportunidades que he hablado desde aquí en una conferencia general de la Iglesia, siendo, como soy, misionero, he hablado a los que no son miembros de la Iglesia tratando de convencerles de que tenemos la única Iglesia verdadera sobre la faz de la tierra, edificada, no sobre la sabiduría de los hombres, sino encomendada directamente de los cielos por medio de mensajeros celestiales.

Al considerar hoy lo que quisiera decir, pensé que me gustaría hablar a los miembros inactivos de esta Iglesia, a aquellos que debieran ser activos por proceder, muchos de ellos, de buenas familias de Santos de los Ultimos Días; y a aquellos de entre vosotros que tienen familiares inactivos.

El Señor, hablando por boca de Moisés, dijo:

«Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre.» (Moisés 1:39.)

Siendo esto verdadero, el Señor debía proveer para nosotros, sus hijos espirituales, una manera de conocer Su programa para que pudiéramos obtener la inmortalidad y la vida eterna; y, efectivamente, lo ha hecho: ésa es la misión de esta gran Iglesia.

Creo que muchos de nuestros miembros no saben realmente lo que representa nuestra Iglesia, Jesús dijo:

«Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.» (Juan 5:39.)

Y luego, hablando de aquellos que serían juzgados por El en el tiempo de su retorno a la tierra, dijo:

«Muchos me dirán en aquel día:

Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre ‘ y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.» (Mateo 7:22-23.)

Cuando Juan el Revelador fue desterrado a la Isla de Patmos, una voz del cielo dijo: «Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas» (Apocalipsis 4:1).

El ángel del Señor le mostró a Juan muchas maravillas.  Le mostró un nuevo cielo y una tierra nueva en donde ya no habría enfermedad ni dolor, ya no habría pesar ni muerte; no habría necesidad del sol de día ni de la luna por la noche. porque la gloria de Dios estaría sobre la tierra; nadie tendría que decir: «Conoce al Señor», porque toda persona andaría a la luz del Señor su Dios. (Apocalipsis 21:1, 4, 23-24; Hebreos 8: 1 l.)

Cuando Juan vio todo eso, quiso postrarse y adorar al ángel que se lo había mostrado.  Pero éste le dijo:

«Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas.» (Apocalipsis 22:8-9.)

El ángel le había mostrado a «los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos. . . y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. . . Y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos. (Apocalipsis 20:1213).

Y dijo el ángel:

«Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.» (Apocalipsis 20:6.)

¿No sería maravilloso el ser digno de levantarse en la mañana de la primera resurrección?

Mas el ángel también le dijo:

«Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años.» (Apocalipsis 20:5.)

¿Puede alguien que razone claramente querer arriesgarse a ser dejado en la tumba por mil años cuando el Hijo del Hombre venga en las nubes del cielo con todos los santos ángeles, y los que han muerto sean levantados del sepulcro, y los que vivan en El sean arrebatados y cambiados en un abrir y cerrar de ojos?

Me gusta la declaración del filósofo Cicerón cuando dijo que a él le interesaba mucho más el largo porvenir que el breve presente.

Hoy, en nuestros rutinarios, naturales modos de vida, nuestros hijos asisten a la escuela y a la universidad por muchos años, como lo hicimos nosotros, para aprender cómo vivir mejor en la mortalidad, para ganar más y gozar de las artes culturales y los refinamientos de la vida.  Si vale la pena pasar de doce a veinte años preparándose para una vida que durará setenta y cinco o cien, ¿cuánto más vale prepararse para una vida que nunca tendrá fin?

En el Libro de Mormón encontramos que el profeta Amulek dijo que esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios (Alma 34:32); por lo tanto, me parece que debiéramos poner más interés en el largo porvenir que en el breve presente. Me pregunto si alguna vez nos detenemos a tratar de calcular cuánto dura ese largo porvenir.

Quizás me hayáis escuchado ya relatar esto, pero cuando mi esposa y yo habíamos cumplido los treinta y cinco años de casados, un día le dije: «Querida, ¿qué piensas que estaremos haciendo dentro de treinta y cinco millones de años?» Ella me respondió: «¿De dónde sacaste esa idea tan loca?  Me cansa el sólo pensar en tal cosa».  Yo continué: «Pues, crees en la vida eterna, ¿verdad?  Se nos dice que se mide el tiempo solamente para el hombre, pero que para Dios no hay tal cosa como el tiempo; para El es un giro eterno».

El profeta José ilustró este concepto mostrando un anillo, y diciendo: «Supongamos que lo partimos en dos; ahora tiene un principio y un fin, pero si lo volvemos a unir sigue siendo un círculo eterno». (Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 438.)

Entonces agregué: «Si crees eso, tú y yo tendremos que conocernos bastante bien dentro de treinta y cinco millones de años».

¿No es eso lo que quiso decir Cicerón cuando dijo que le interesaba más el largo porvenir que el breve presente?

Durante su ministerio, el Salvador nos dio muchas parábolas y declaraciones a fin de prepararnos para su segunda venida, cuando El venga con poder para reinar sobre la tierra.  Quisiera citar algunas de sus declaraciones.

Primero os hablaré de la parábola de los talentos. Recordaréis que en ella se cuenta de un hombre que se fue lejos y les entregó a sus siervos sus talentos.  A uno dio cinco; a otro dos, y a otro uno.  Después de una temporada regresó

para pedirles cuentas, y el que había recibido cinco talentos le dijo:

«Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he ganado otros cinco talentos sobre ellos.» Y el Maestro le respondió:

«Bien, buen siervo Y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.» (¿No os parece que sería maravilloso poder gobernar sobre muchas cosas?)

El que recibió dos talentos (y no todos recibimos lo mismo) ganó otros dos, y obtuvo la misma aprobación por su fidelidad.  Pero el que recibió un talento lo escondió en la tierra.  Luego dijo:

«Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra: aquí tienes lo que es tuyo.»

¿Y qué dijo el Maestro?

«Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.

Porque al que tiene, le será dado. . . y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.» (Mateo 25:20-30.)

¿Quién querría, al contemplar aquel tiempo sin fin, ese largo porvenir, pensar en ser enviado al lugar donde reinará el lloro y el crujir de dientes?

Os hablaré de otra de las parábolas del Señor acerca de prepararse para su segunda venida, y es la de las diez vírgenes.  Recordaréis que cinco de ellas tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas, y las otras cinco no llevaron aceite consigo; y cuando se oyó el anuncio: «¡Aquí viene el esposo!», las cinco que tenían aceite fueron a recibirlo; las otras quisieron pedir prestado, pero no había suficiente para todas, y fueron a comprarlo.  Las que tenían el aceite entraron a la boda; y las otras, cuando regresaron, encontraron cerradas las puertas. (Mateo 25:1-13.)

¿Por qué habría de darnos Jesús esta parábola si no fuera porque sabía que aquellos que son inactivos necesitan reactivarse en su Iglesia?

La próxima parábola que os citaré es la del hombre rico y Lázaro, el mendigo que estaba a su puerta.  Recordaréis que este último ansiaba las migajas que caían de la mesa del rico, y que hasta los perros iban y le lamían las llagas.  Un día tanto el rico como Lázaro murieron.  Lázaro fue al seno de Abraham -esto es, fue recibido con honor- y el rico fue a una condición de tormento.  Estando así alzó los ojos y, viendo a Lázaro en el seno de Abraham, clamó:

«Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

Pero Abraham le dijo: … una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieran pasar de aquí a vosotros, no pueden.

Entonces los pensamientos del rico volvieron a la tierra donde tenía cinco hermanos, y dijo:

«Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre,porque tengo cinco hermanos . . . a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento.

Y Abraham le dijo: A Moisés los profetas tienen; óiganlos . . .

Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantara de los muertos.» (Lucas 16:19-31.)

Jesús también dijo refiriéndose a su segunda venida:

«Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otroserá dejado.

Dos mujeres estarán moliendoen un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.» (Mateo 24:40-41.)

¿Cómo se sentiría uno al ver arrebatado a su compañero, y tener que quedarse por mil años?

Ahora bien, Jesús no nos dio todas estas hermosas parábolas sin una razón.  El mismo explicó: oye «Cualquiera, pues, que me estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca.

Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; . . . y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.» (Mateo 7:24-27.)

¿Quién querría edificar su casa sobre la arena, para que no pudiera resistir las tormentas de la adversidad?

Mi súplica hoy es que nos preparemos para la Segunda Venida.

Recordad las palabras del profeta Jeremías, cuando dijo que vendría el día en que ya no se diría: «Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de tierra de Egipto; sino: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel de . . . todas las tierras adonde los había arrojado . . .»

Y agregó Jehová que enviaría muchos pescadores, y los pescarían, y muchos cazadores, y los cazarían «por todo monte y por todo collado, y por las cavernas de los peñascos». (Jeremías 15:14-16.)

Esos pescadores y cazadores son los treinta mil misioneros esparcidos por todo el mundo que están congregando al Israel disperso.

Jeremías también dijo:

«Convertíos, hijos rebeldes, dice Jehová, porque soy vuestro esposo.» (Jeremías 3:14.)

¡Qué convenio! ¿No es maravilloso pensar que si obedecemos las impresiones del Santo Espíritu, tendremos con el Señor una relación semejante a la de estar casados?  Luego añade Jeremías:

«Y os tomaré uno de cada ciudad, y dos de cada familia, y os introduciré en Sión;

y os daré pastores según mi corazón, que os apacienten con ciencia y con inteligencia.» (Jeremías 3:1415.)

Rebuscad en las historias del mundo.  No podréis encontrar ningún otro lugar donde se hayan congregado personas, una de una ciudad y dos de una familia, como se han congregado en estos valles de las montañas y donde Dios el Eterno Padre les haya dado pastores según Su corazón, tales como los que habéis escuchado aquí en esta conferencia, y los que escucharéis mañana.

Ese es mi testimonio, y ruego que Dios os mantenga a vosotros y a vuestras familias trabajando, utilizando vuestros dones y talentos para la edificación del reino del Padre; y os dejo mi amor y bendición en el nombre del Señor Jesucristo.  Amén.

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