Trabajo y bienestar: una perspectiva eterna

Conferencia General Abril 1982logo pdf
Trabajo y bienestar: Una perspectiva eterna
por el presidente Marion G. Romney
Segundo Consejero en la Primera Presidencia

Marion G. RomneyHace unos cincuenta años, cuando la Iglesia inició su programa de bienestar, el presidente Heber J. Grant declaró: «Nuestro propósito principal fue establecer, hasta donde fuera posible, un sistema bajo el cual la maldición del ocio fuera suprimida, se abolieran las limosnas y se establecieran nuevamente entre nuestro pueblo la industria, el ahorro y el autorrespeto.  El propósito de la Iglesia es ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas.  El trabajo debe ser nuevamente el principio imperante en la vida de los miembros de nuestra Iglesia.» (Manual de Servicios de Bienestar, 1 parte, página l.)

Muchas veces hemos oído esta cita pero ¿acaso comprendemos completamente lo que significa?  Obispos, ¿tenéis en vuestros barrios algunos miembros ociosos? ¿Son todos vuestros miembros independientes, industriosos, ahorrativos y se aprecian a sí mismos? ¿Reciben algunos de ellos ayuda innecesaria. Y finalmente, ¿entienden nuestros miembros la importancia del trabajo?  Si no os sentís cómodos con vuestras respuestas, comprenderéis por qué continuamos haciendo hincapié en la declaración del presidente Grant.

Recuerdo que cuando mi hermano fue llamado para ser presidente de una estaca, vino a mí y me dijo: «Ahora sí, dime todo en cuanto al famoso programa de bienestar».

Me hizo muchas preguntas, y después de contestárselas, le dije: «Has estado en docenas de reuniones donde yo he respondido a todas esas preguntas, ¿no es verdad?» Me contestó: «Estoy seguro que sí, pero en ese entonces, yo no era presidente de estaca».

Creo que la atención que muchos de nosotros damos a los principios del evangelio cambian a medida que cambian nuestras circunstancias en la vida.  Sin embargo, los principios permanecen inmutables y son verdaderos, ya sea que los observemos o no; pero también las consecuencias por no obedecer dichos principios son inalterables.

Hace algunos años leí un libro que analizaba los motivos de la caída del Imperio Romano.  En gran parte, la caída se debió a la adquisición de votos por medio de un intercambio de beneficios inmerecidos, como el entretenimiento, la comida y la asistencia a los circos. Las acciones del gobierno hicieron que la gente se volviera más exigente hasta llegar al punto de que la única forma de aplacar sus demandas fue establecer una dictadura.  Muchos de nuestros miembros viven en países donde esta historia ha vuelto a repetirse. En los Estados Unidos nuestra apreciada «ética de trabajo», que tanto admiramos, se está desvaneciendo y la «compra de votos», prometiendo beneficios no merecidos, se está convirtiendo en un peligro común.

Cuando empecé a trabajar en el programa de bienestar bajo la dirección del presidente Lee, se acostumbraba a repetir la historia de un hombre a quien no podían hacer que trabajara, que sólo quería que se le mantuviera; pues pensaba que porque había pagado el diezmo y los impuestos, tanto la iglesia como el gobierno debían mantenerlo, y aunque no tenía nada para comer, se rehusaba a trabajar para proveerse lo necesario para su sustento.  Desesperados y enojados por su actitud, decidieron que lo mejor sería llevarlo al cementerio.  Por el camino, un hombre dijo: «No podemos hacer esto: yo le daré un poco de maíz que tengo en casa».  Los que lo llevaban al cementerio le dieron al hombre las buenas noticias, a lo cual éste respondió: «¿Me lo dará deshojado?» «No», le contestaron; y el hombre añadió: «Entonces, llévenme al cementerio».

Si esto no fuera tan cierto, sería muy jocoso.  No podemos salvar a nadie que piense de esta forma, y una nación compuesta de hombres y mujeres con actitudes semejantes es vulnerable a los problemas que ocasionaron la caída del Imperio Romano.  El día más triste en la vida de una persona es cuando se le ocurre pensar en qué forma puede vivir sin hacer ningún esfuerzo; y una de las cosas más degradantes es que un gobierno inculque en el pueblo la idea de que debe mantenerlo.

Por otra parte, desde que la Iglesia fue organizada, ha instado a sus miembros a lograr su propia independencia económica, a trabajar para satisfacer sus necesidades y a producir lo esencial para su consumo. Creo que sería de ayuda repasar lo que la Iglesia ha hecho desde su comienzo para corroborar los principios que el presidente Grant enseñó.

Los principios de bienestar de la Iglesia siempre han sido parte nuestra, y aunque el presidente Grant hizo su declaración en 1936, notaréis que dijo: «La industria, el ahorro y el autorrespeto (deberán) establecerse una vez más».  Fijaos también en que dijo que el trabajo debe nuevamente ser el principio imperante.  Si el tiempo lo permitiera, podríamos empezar cuando Adán y Eva fueron arrojados del Jardín de Edén y encontraron que la tierra había sido «maldita» poca su causa. (Génesis 3:17.) Si nos transportáramos a los tiempos bíblicos y del Libro de Mormón, podríamos ver estos principios en funcionamiento; sin embargo, debido al tiempo limitado que tenemos, hablaremos de algunas cosas que se han realizado en ésta, la últimas dispensación.

Un año después de la organización de la Iglesia, el Señor reveló Su sistema económico, y éste se practicó en Misuri.  El primer «Programa de Bienestar» de esta dispensación fue la Orden Unida, bajo la cual una persona consagraba a la Iglesia todo lo que tenía y sólo recibía lo necesario para proveer, para su familia de acuerdo con sus necesidades y deseos.  La porción de la propiedad que la Iglesia retenía se empleaba en una de las dos formas siguientes: Primero, si una persona estaba capacitada para trabajar, se le proporcionaban los medios para que se ganara la vida; segundo, si la persona estaba incapacitada se le daba lo necesario para su sustento.

Lo que sobraba a las personas que trabajaban, después de satisfacer las necesidades de su familia, se devolvía a la Iglesia. Este excedente también se empleaba para dar trabajo a mas personas y para socorrer a los necesitados. Cuando los santos llegaron a Misuri, la condición de muchos era paupérrima, de manera que el programa les proporcionó la oportunidad de trabajar y de ganar lo necesario para su sustento; no se les dio una limosna, sino un trabajo.

En 1834 se recibió el mandato de discontinuar la Orden Unida, aunque en Nauvoo se practicaron sus principios básicos. Por ejemplo, en una ocasión llegaron a Nauvoo cinco mil conversos de Gran Bretaña. Los miembros mas adinerados dieron de sus bienes para proveerles transportación a Norteamérica y trabajo después de que hubieran llegado. La economía de Nauvoo se basaba principalmente en la agricultura y la construcción, y de esta ultima el proyecto más grande era el Templo de Nauvoo, el cual proporcionó trabajos para muchos de los miembros. A uno de los inmigrantes se le oyó decir que la pobreza no existía en Nauvoo porque quienes carecían de bienes recibían trabajo de la Iglesia.

La Iglesia también proveyó terrenos para quienes no podían adquirirlos por sí mismos. Muchos de los residentes de Nauvoo pudieron proveerse de casi todo lo que necesitaban para su sustento trabajando sus propios terrenos cuyo tamaño normalmente era de un acre. Cultivaban grandes huertas y con frecuencia tenían gallinas, una vaca lechera y varios cerdos, los cuales recibían como intercambio por varios días de trabajo.

El principal motivo del proveer ayuda en Nauvoo era el de permitir que las personas se pudieran sostener a sí mismas tan pronto como les fuera posible por medio del trabajo y la producción.

Después de su llegada a Salt Lake City, con Brigham Young, la Iglesia tuvo que hacerse cargo completamente de su propia economía, por encontrarse separada de cualquier otro grupo de personas; allí no había lugar para el ocioso porque para sobrevivir era esencial trabajar.

La filosofía que Brigham Young tenía del trabajo y del empleo se puede apreciar en la declaración que hizo en agosto de 1860: «La razón por la que no tenemos pobres con la capacidad para trabajar es porque proyectamos dar a cada persona un empleo donde sea productiva, y enseñar a todos a sostenerse a sí mismos.  Si una persona no está capacitada para proveerse por sí misma lo esencial para su sustento, entonces nosotros lo haremos.

«Si un obispo cumple al pie de la letra su llamamiento y lo magnifica, no habrá en su barrio nadie que no tenga un buen trabajo.» (Journal of Discourses, 8:145-146.)

El programa ha ido cambiando de acuerdo con las circunstancias.  Por ejemplo, en 1880, cuando el estado de Utah fue nacionalizado, tuvo que dejar a un lado su sistema de independencia económica. La Iglesia entonces vendió muchas de sus empresas, y los líderes de ella dejaron de dirigir los asuntos económicos de sus miembros. Utah empezó a formar parte de la economía nacional, y se inició una nueva etapa en lo relacionado con el servicio que la Iglesia les prestaba a sus miembros proporcionándoles trabajo. Es interesante notar que precisamente cuando la Iglesia empezó a depender del país para su economía, comenzó el período de depresión económica en la década de 1890.

Durante dicho período, la Iglesia estableció agencias de empleo para ayudar a sus miembros a encontrar trabajo, y se efectuaron enormes esfuerzos para apoyar la economía brindándoles ayuda a las industrias de la sal, el azúcar y el carbón.

Durante la primera década de 1900, la Iglesia hizo todo lo posible por ayudar a sus miembros a encontrar trabajo.  Por ejemplo, en la década de 1920, a los obispos se les dio la responsabilidad de buscar trabajo para los miembros necesitados de sus barrios.  Se les instruyó que designaran a una persona en especial, en sus respectivos barrios, para que se dedicara únicamente a los problemas relacionados con trabajos, y a analizar dichos problemas en las reuniones de quórum.  Este programa fue muy similar a lo que explicó el élder Fyans esta mañana.

Durante toda esa época, quienes no podían proveer lo necesario sí mismos recibían la ayuda que necesitaban.  Sin embargo, siempre se recalcó la importancia de la autosuficiencia. Cuando en la década de 1930 sobrevino la gran depresión económica, los miembros de la Iglesia se vieron en una situación completamente diferente; no había trabajos y muchas personas estaban cesantes. El gobierno decidió aliviar la carga que muchos tenían que sobrellevar, pero algunos de los métodos que empleó promovieron el ocio porque muchos empezaron a recibir sin trabajar.  Fue entonces que, debido a esa situación, el presidente Grant anunció el programa de bienestar para esa época.  Se dio a conocer un ejemplo de proyectos de producción en una carta con fecha 21 de abril de 1936, que se envió a los presidentes de estaca y a los obispos, en la cual decía:

«Se sugiere el siguiente bosquejo de un proyecto. . . que se llevará a cabo en cada barrio de la Iglesia en los distritos de Utah y Idaho donde se cultivan remolachas. . . para ayudar a los miembros de la Iglesia que no tengan empleo:

«Al obispado de cada barrio se le pide que seleccione y obtenga cien más acres de tierra donde se puedan cultivar remolachas para el azúcar . . .

«Luego, el obispado podrá dividir el terreno. . . de acuerdo con el tamaño de la familia necesitada, y esta puede trabajarla, haciendo la irrigación, el plantado, deshierbado, manteniendo las remolachas limpias, cosechándolas y poniéndolas en los carros de carga.

«Los trabajadores deben recibir, un pago adelantado cuando llegue la época en que hay que deshierra, irrigar, etc., y una vez que hayan realizado el trabajo, para que puedan vivir durante el verano mientras la remolacha crece.

«Si queremos resolver el problema del desempleo, todos debemos trabajar juntos y ayudarnos mutuamente a encontrar empleo, pues si lo hacemos durante esta temporada podremos estar mejor preparados para la próxima, y el proyecto se extenderá de tal forma que vendrá a ser de gran beneficio para todos y a mermar el porcentaje de desempleo».

Una vez más, el propósito de este programa fue ayudar a las personas a ayudarse a sí mismas y a participar activamente en la obra de producción.  Desde entonces, se han seguido muchos programas, Los siguientes son algunos de ellos:

Las Industrias Deseret fueron creadas para proveer empleo a quienes no lo tenían y también para proporcionar ropa y productos caseros a un bajo costo.  Se creó una organización para dar préstamos a hombres y mujeres que no podían pedir prestado dinero a instituciones financieras; se creó un comité de agricultura encargado de investigar si había algo que la Iglesia pudiera hacer para organizar cooperativas de producción y de comercio. En cada caso, el objetivo ha sido ayudar a la gente a ayudarse a sí misma.

Se espera que estos ejemplos sirvan Para inculcar en nuestra mente y arraigar en nuestro corazón el hecho de que el programa de bienestar ha estado con nosotros desde el comienzo. Los programas deben mortificarse para adaptarlos a 1″ circunstancias de cada época, Pero los principios y objetivos son inmutables.

Tenemos que ser flexibles y adaptarnos a las diferentes circunstancias. En algunas ocasiones es posible que nos concentremos en tal forma que olvidemos el objetivo. Debemos estar más alertos y ser más creativos en nuestro empeño de lograr el objetivo de que nuestros miembros se conviertan en personas independientes y autosuficientes.

En la actualidad somos una Iglesia internacional y los problemas varían de lugar a lugar. Esto significa que tal vez sea necesario tener diferentes programas en diferentes países; pero el propósito primordial, como lo dijo el presidente Grant, es universal.

El tema de esta sesión de bienestar ha sido el trabajo y el empleo.  El sistema de empleo de la Iglesia, basado en el sacerdocio, es un programa que puede beneficiar a todos o a casi todos los países.  Os invitamos a vosotros, miembros de quórumes, que tenéis la bendición de contar con un empleo, a participar en el sagrado esfuerzo de ayudar a otros que tienen necesidad de encontrar trabajo.

Con respecto a los casos en que sea necesario proveer ayuda temporal a aquellos que físicamente pueden trabajar, instamos nuevamente a los obispos y a los demás líderes del sacerdocio a que busquen una forma en que estas personas puedan servir, de manera que su orgullo y su respeto personal permanezcan intactos.

Que el Señor nos bendiga para poder comprender los cimientos en que se han fundado todas estas actividades. Estamos deseosos de convertirnos en un pueblo independiente, industrioso y autosuficiente, y queremos lograr esto de una forma que santifique tanto al dador como al recibidor. Cuando podamos comprender cabalmente este principio, nuestras actuales actividades de bienestar tendrán aún mayor significado, y serán revelados más cambios o programas adicionales que se requieran para nuestra sociedad actual.

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