Conferencia General Octubre 1984
El poder de la santificación del día de reposo
élder John H. Groberg
del Primer Quórum de los Setenta
«Testifico que cuando al fin veamos las cosas en la debida perspectiva de la verdad eterna, nos asombraremos de cuan bendecidos fuimos en importantes-aunque muchas veces inadvertidos-aspectos por haber santificado el día de reposo.»
Ruego que el Espíritu del Señor more entre nosotros, como la ha hecho hasta ahora.
El mandato de Dios; «Acuérdate del día de reposo para santificarlo» (Ex. 20:8), ha estado vigente a lo largo de la historia de la humanidad. Hay poder en la santificación del día de reposo. Testifico que Dios vive, que somos sus hijos, que nos ama y que nos da mandamientos para poder bendecirnos a medida que los observamos y, por ende, tengamos gozo. Al santificar el día de reposo, Él nos bendecirá y lograremos un quedo poder para nuestro bien individual, como familias y como naciones, el cual no se puede obtener de ninguna otra manera.
Quisiera daros dos ejemplos:
El pequeño reino de la isla de Tonga yace junto a la línea internacional de cambio de fecha, por lo que es el primer país del mundo en ver el alba del día de reposo Es un país pequeño y, para la mayoría de la gente, un país pobre. Pero hace años, un sabio rey tongano decretó que el día de reposo se santificara en Tonga para siempre.
La civilización moderna ha llegado a Tonga en muchas formas. Si se va entre semana a Nuku’alofa, la capital, se encuentra el habitual trafico congestionado de camiones y autos, así como el bullicio de miles de personas haciendo sus compras acostumbradas en los bien provistos mercados y tiendas, se ve gente haciendo cola para ver las mas recientes películas y arrendar cintas videos. Se ven modernos autobuses que llevan a los turistas a tomar sus aviones jet y se ve la rapidez y la claridad de una llamada telefónica por satélite a los Estados Unidos. Las calles están atestadas de gente y el comercio es bueno. Cabría preguntarse: «¿Qué es tan diferente en esta ciudad de cientos de otras por el estilo en todo el mundo?»
Pero cuando llega el domingo en el reino de Tonga, se lleva a cabo una transformación. Si se va al centro, se ven las calles desiertas: ni taxis, ni autobuses, ni aglomeraciones de gente. Las tiendas, los mercados, los cines, las oficinas, todo esta cerrado. No hay vuelos de aviones, llegada ni salida de barcos, ni comercio. No hay juegos ni deportes. La gente va a la Iglesia. Tonga recuerda santificar el día de reposo.
Estimo importante el hecho de que el primer país del mundo en saludar el santo día de reposo lo santifique.
¿Ha bendecido el Señor a este pueblo? Quizá el mundo no vea Sus bendiciones, pero en lo que en verdad importa, les ha bendecido abundantemente. Les ha bendecido con el evangelio de Jesucristo y pertenece a la Iglesia un porcentaje de la población más grande que el de cualquier otro país.
Hay sencillas y bien cuidadas capillas por todas partes. Pulcros y sonrientes misioneros locales se encuentran en todo lugar. Hay en Tonga un templo hermoso que cuenta con una asistencia excepcionalmente alta, en cumplimiento de las promesas hechas hace muchísimos años. Y. como es de esperar, su asistencia a las reuniones y su fidelidad en el pago del diezmo son de las mas altas. Recientemente, los santos han sido bendecidos con cierta oposición bastante intensa, lo que ha producido el efecto de santificar aun más a los que sinceramente buscan la vida eterna.
¿Ama y bendice el Señor a los que santifican el día de reposo? Testifico que sí y en formas de trascendencia eterna. Testifico, además, que cuando al fin veamos las cosas en la debida perspectiva de la verdad eterna, nos asombraremos de cuan bendecidos fuimos en importantes-aunque muchas veces inadvertidos-aspectos por haber santificado el día de reposo; y para nuestro pesar, tal vez comprendamos de cuantas e innumerables bendiciones nos habremos privado por no haberlo santificado con constancia
Hay una conexión directa entre la debida observancia del día de reposo y la verdadera reverencia a Dios, lo cual incluye la obediencia a sus demás mandamientos.
No todos podemos vivir en Tonga, pero todos podemos santificar el día de reposo y recibir las bendiciones que por ello se logran; y las recibimos dondequiera que vivamos, individual y colectivamente.
Quisiera daros otro ejemplo de la región mas cerca de Salt Lake:
Hace algún tiempo, se me asignó ir a una conferencia en el norte de Utah en el mes de junio. Al conducir mi auto por el Valle Cache un sábado, me impresiono la belleza del placido verdor del campo. Me maravillé del templo de Logan, que es como un faro que irradia benignidad y paz. Al proseguir rumbo al norte en aquel diáfano día estival, me sentí sobrecogido con los verdes campos y sus abundantes y variados sembrados. Advertí especialmente el gran número de los de alfalfa y la actividad constante que se desarrollaba en casi todos ellos. ¡Cuan agradable fue aquella sensación: sentir el olor del heno recién cortado, contemplar las rectas hileras y la siega ordenada de aquellos campos esmeradamente preparados!
Estacione mi auto a un costado del camino en la cima de una colina y me baje. Me quede absorto contemplando la belleza del valle. Hasta donde alcanzaba mi vista, todo el panorama vibraba con la misma actividad en todas direcciones: el heno se segaba, se amontonaba y se transportaba.
Llegue a mi destino y tuvimos una magnifica conferencia.
Mis padres viven en el sureste de Idaho; y dado que ya me encontraba a muchos de la mitad del camino de allí, decidí ir a verles el domingo por la tarde antes de volver a casa.
Por tanto, después de la conferencia, emprendí rumbo al norte atravesando el resto del Valle Cache. Tras avanzar unos pocos kilómetros, llegué a Idaho, donde el paisaje y las sensaciones eran los mismos. De nuevo me sentí cautivado por la hermosura de la verde campiña y el aroma del heno fresco que impregnaba la atmósfera. Al igual que antes, me detuve en la cima de una colina, donde me bajé a mirar hasta donde se perdía la vista en todas direcciones. Era tan bello, acaso mas bello que la víspera. «Sí, aun más bello», pense, «pero, ¿por qué?» El sol, el cielo, las nubes y los sembrados eran los mismos. ¿Por que esa profunda sensación de que el panorama en esa tarde de domingo era aun más hermoso que el del día anterior»
¿Cuál era la diferencia? Divise en la distancia una pequeña capilla de la Iglesia y unos cuantos autos que comenzaban a llegar. Entonces lo comprendí, serena y muy claramente: «He allí la diferencia. Hoy no hay nadie trabajando en los campos.» Mire hacia todos lados; vi sembrados por doquier y los tractores, las segadoras mecánicas y los camiones detenidos, y nadie trabajando, porque era el día de reposo y ese era el Valle Cache y sus pobladores son en su mayoría buenos Santos de los Últimos Días.
Al seguir rumbo al norte, vi por todas partes heno que segar y amontonar y transportar y buen tiempo para hacerlo, pero no había un alma en los campos. Las gentes de ese valle observaban una ley mayor y se santificaba el día de reposo en el Valle Cache.
Pasé junto a docenas, cientos de granjas con la maquinaria detenida en los sembrados, donde las dejaron la víspera hombres obedientes a Dios en espera del lunes para recomenzar las labores. Me pregunté: «¿Romperá alguien el encanto? ¿Habrá alguien trabajando en el campo’?»
Cada vez que pasaba una curva o que llegaba a la cumbre de un cerro, miraba y miraba y suspiraba aliviado: no había nadie trabajando.
Seguí más al norte, sabiendo que pronto saldría de aquel espléndido valle. «¿Rompería alguien el encanto’? ¿Podría ser todo un valle tan dedicado a Dios que nadie trabajara en domingo’?» El suspenso se tornó casi insoportable. Al pasar cada curva y cada colina me encontré mirando en torno con temerosa expectativa, para sonreír entonces al ver la misma soledad.
Al fin llegue a la ultima curva y a la confluencia con el camino principal, que marcaba el final del Valle Cache. Miré y miré, pero todo estaba silencioso y en paz. Mi emoción era inmensa; detuve el coche, me bajé e impulsivamente levanté las manos y grité: «Has salido bien, Valle Cache. ¡Has salido bien! Te he recorrido; tu no sabías que te observaba, pero has salido bien: ni un alma trabajando, ni un tractor, ni un camión en marcha. Has salido bien.» (Reconozco que pase en domingo sólo por el extremo norte de ese valle, pero era el Valle Cache.)
Instintivamente miré al cielo y dije: «¿Lo has visto? ¿Has visto el Valle Cache este domingo por la tarde?»
Aun cuando no oí nada, fue como si percibiera una respuesta que decía: «Si, lo sabemos. Nosotros lo vemos todo.»
Cuanto regocijo sentía casi en éxtasis-al proseguir la marcha al norte a un feliz encuentro con mis padres antes de volver a casa.
Por algún tiempo después, no podía apartar de mis pensamientos aquella tarde dominical, aquel sentimiento: «Has presenciado algo muy especial, algo en verdad importante: todo un valle santificando el día de reposo».
Aquello me hizo meditar profundamente entonces y después, pero como sucede con tantas cosas, fue quedando relegado al olvido con el apremio de tantos otros asuntos. Llegó el invierno y ya no volví a recordar aquella experiencia.
Seguí viajando todos los fines de semana a diversas partes del mundo. Muchos meses después, fui asignado a una conferencia en una ciudad notable por sus particularmente evidentes violaciones de las leyes de Dios. Los miembros allí son magníficos, pero, ¡ah, la corrupción y el libertinaje que les rodean por todas partes!
Al regresar de aquel singularmente agitado fin de semana y leer la Escrituras, pense en Sodoma y Gomorra. ¿Pudieron ellos haber sido mucho más inicuos que estos? Y, no obstante, el Señor prometió perdonarlos si había cincuenta justos o aun diez; pero no los había.
Di alas a mi imaginación y me pareció ver a una partida de ángeles destructores que bajaban del cielo, cayendo con estruendo en la tierra. Y aun antes de que tuviera tiempo de pensar en la situación, me encontré de pie enfrente de ellos diciéndoles: «¡Deteneos, deteneos!»; y se detuvieron. «¡Retiraos!», supliqué. Y sus caballos retrocedieron con los ojos llameantes de impaciencia. La inquietud de los destructores era patente, pero se detuvieron.
El líder me miró directamente a los ojos y me pregunto: «¿Con qué derecho nos pides detenernos? ¿No has visto acaso la iniquidad de la gente?»
Repliqué: «Sí, sé de la inmundicia del mundo, veo las burlas constantes a las leyes de Dios, el comercio en el día de reposo, la violación incesante de Sus mandamientos. Veo el mal que existe casi universalmente. Si, sí, todo eso es cierto, pero . . .» Entonces me asalto el temor. ¿Que derecho tenia yo de perdirles que se detuvieran?
Comencé a bajar la cabeza ante su intensa mirada, pero algo dentro de mí buscaba, buscaba, hasta que por fin un rayo de luz abrió una brecha en un recuerdo que por meses había permanecido guardado para una ocasión como esa. El panorama de un bello y verde valle se represento con toda lucidez en mi mente.
Volví a levantar la mirada y enfrente la suya al preguntarme el otra vez: «¿Qué derecho tienes de pedir que nos detengamos?»
Entonces, con la confianza que infunde el conocimiento cierto y la guía espiritual, conteste: «Debéis deteneros, porque yo he pasado por el Valle Cache un domingo por la tarde».
No hubo vacilación alguna, ni enojo, ni expresión de sorpresa, ni desilusion, solo obediencia; se volvió, se unió a su grupo y se marcharon.
Ah, mis amados hermanos, si hay poder al santificar el día de reposo; poder para ayudar a los demás y a nosotros mismos. Si deseamos tener las bendiciones y la protección de Dios en forma individual, como familias, como comunidades y como naciones, debemos santificar Su día santo.
Que todos vivamos para que algún día y de alguna manera, al enfrentar una situación muy difícil, podamos decir: «Deteneos, deteneos»; y que cuando se nos pregunte el porque de esa petición (aunque lo preguntemos nosotros mismos) podamos-por medio de la obediencia y de la confianza del Espíritu-decir a nuestra manera: «Porque yo he pasado por el Valle Cache un domingo por la tarde», ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén

























que maravilloso
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