Nací de buenos padres

Conferencia General Abril 1985logo 4
«Nací de buenos padres»
élder L. Tom Perry
del Quórum de los Doce Apóstoles

L. Tom Perry«Estableced tradiciones en vuestras familias que os unan, y que puedan demostrar vuestra devoción, amor y apoyo los unos por los otros.»

Deseo expresar mi profundo cariño y agradecimiento al obispo Brown, al obispo Peterson y al obispo Clarke por sus años de devoto servicio. Obispo Hales, obispo Eyring y obispo Pace, deseo que sepan que estoy dispuesto a hacer cualquier cosa que deseen.

«Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca.

«Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca.

«Pero cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le comparare a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena;

«y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y cayó, y fue grande su ruina.» (Mat. 7:2F27.)

Hace muchos años tuve el privilegio de servir en el comité encargado del Pabellón Mormón de la Feria Mundial de Nueva York. Recuerdo que después de meses de hacer planes, estabamos listos para empezar la construcción. Era un día hermoso y despejado cuando nos juntamos en el sitio reservado para la feria para dar la palada inicial. A nuestro alrededor había mucha actividad debido a la construcción de otros edificios para la feria. La construcción se hacia sobre una fértil pradera, y en lugar de la ceremonia tradicional en donde se sacan paladas de tierra, debido a lo blando del terreno íbamos a utilizar un martinete para enterrar pilotes del tamaño de postes de teléfono para formar los cimientos de nuestro pabellón.

Después de una oración y dos o tres discursos, llegó el momento de hincar el primer pilote. Todo estaba en su lugar; el martinete estaba listo para empezar. Largando un resoplido de vapor y con un fuerte golpe la maquina se puso a trabajar. Al segundo resoplido y el segundo golpe, el pilote estaba en camino. Al tercer resoplido y golpe, de repente la tierra se tragó el pilote y este se perdió completamente de vista. Ese día aprendimos mucho acerca de los cimientos.

Pasaron los días y las semanas, y gran cantidad de pilotes se hincaron en el terreno de la pradera hasta establecer un cimiento fuerte que soportara la construcción de nuestro hermoso pabellón.

¿Cuan a menudo consideramos o nos ponemos a reflexionar acerca de nuestra fe y nuestros cimientos en el evangelio? ¿Sobre que están edificados? ¿Cuan fuertes son nuestra casa, nuestro hogar, nuestra familia? Helamán enseñó a sus dos hijos:

«Quiero que os acordéis de guardar los mandamientos de Dios. . . He aquí, os he dado los nombres de nuestros primeros padres que salieron de la tierra de Jerusalén; y he hecho esto para que cuando recordéis vuestros nombres, podáis recordarlos a ellos; y cuando os acordéis de ellos, podáis recordar sus obras. . . [y] que eran buenos». (Hel. 5:6-7.)

Entonces Helamán continuó enseñando a sus hijos que acumularan «un tesoro en el cielo; si, el cual es eterno. . . [y es el] precioso don de la vida eterna». (Hel. 5:8.)

Luego siguió diciendo: «Hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor7 el cual es Cristo, el Hijo de Dios, que debéis establecer vuestro fundamento . . . que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán». (Hel. 5:12.)

Los profetas nos han dado enseñanzas en cuanto a cimientos o fundamentos. El presidente Joseph F. Smith dijo:

«Mas los hombres y mujeres que son honrados ante Dios, que humildemente siguen su camino, cumpliendo con su deber, pagando sus diezmos y practicando esa religión pura y sin mácula delante de Dios y el Padre, que consiste en visitar a los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse uno sin mancha del mundo; que ayudan a velar por los pobres; que honran el santo sacerdocio y evitan los excesos; que oran con sus familias y reconocen al Señor en su corazón, estos establecerán fundamentos contra los cuales las puertas del infierno no podrán prevalecer; y si vienen las tempestades y dan con ímpetu contra su casa, no caerá, porque estará fundada sobre la roca de la verdad eterna». (Doctrina del Evangelio, págs . 7-8 . )

Una de las grandes verdades que el evangelio afirma sobre cimientos seguros es la doctrina de la naturaleza eterna de la unidad familiar. Al profeta Malaquías el Señor declaró:

«He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.
«El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición». (Mal. 4:5-6.)

No existe nada mas importante que formar parte de una unidad familiar eterna en la que los padres aman a sus hijos y estos, a su vez, aman a sus padres. Todo comienza, por supuesto, con una pareja unida por toda la eternidad en un sagrado templo de Dios, por los que poseen la autoridad del sacerdocio. Porque sabemos que «en la gloria celestial hay tres cielos o grados; y para alcanzar el mas alto, el hombre tiene que entrar en este orden del sacerdocio [es decir, el nuevo y sempiterno convenio de matrimonio]» (D. y C. 131:1-2).

No hay otra manera de empezar una familia eterna que casarse en el lugar preciso, en el momento adecuado, bajo la debida autoridad, recibiendo las instrucciones apropiadas para forjar la base o cimientos correctos. El presidente McKay, con su característica sabiduría, dijo:

«La opinión elevada que tenemos en nuestra Iglesia sobre el matrimonio se expresa en cinco palabras que se encuentran en la sección 49 de Doctrina y Convenios: el matrimonio lo decretó Dios. . .

«Se dice que las vidas mas nobles y mejores son las que ponen sus miras en ideales elevados. El ideal mas sublime que los jóvenes pueden tener sobre el matrimonio es considerarlo como una institución divina. Durante el noviazgo, esa opinión del matrimonio les sirve de protección, y es una influencia constante que les ayuda a abstenerse de hacer cualquier cosa que pueda impedirles entrar en el templo para sellar su amor en una unión perdurable y eterna. Les conducirá a buscar la ayuda divina al elegir al cónyuge, pues de ello dependerá en gran parte la felicidad que pueda alcanzar en esta vida y en la venidera. El gozo que encontramos en el hogar se encuentra entre los mas dulces de la tierra, y el gozo de los padres por sus hijos es el mas puro de todos los sentimientos humanos. Llena sus corazones de bondad y pureza y los eleva hacia su Padre Celestial. Tales gozos están al alcance de la mayoría de los hombres y mujeres si abrigan y alientan en t su corazón los elevados ideales del matrimonio y del hogar.» (Gospel Ideals, pág. 462.)

Cuando un matrimonio se ve bendecido con hijos, nos damos cuenta aun mas de la necesidad de enseñar y entrenar en la familia. Recordamos las palabras de Nefi al principio del Libro de Mormón, cuando dijo: «Yo, Nefi, nací de buenos padres». (1 Ne. 1:1).

¡Que bendición seria que se pudiera decir de todos los que tienen hijos, que son buenos padres, padres dignos, padres activos, padres fieles, padres ejemplares, padres celestiales! Después Nefi agrega: «Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre». (1 Ne. 1:1).

Nefi recibió de su padre instrucción en cuanto al evangelio. Fue este buen padre, Lehi, quien en un sueno vio el árbol de la vida cuyo fruto era deseable y daba la felicidad. Cuando comió del fruto se dio cuenta de que era mas apetecible que cualquier otro. Después de comerlo, lo primero que pensó fue en su familia, y dijo: «Desee que participara también de el mi familia». (1 Ne. 8:12.)

Lehi deseaba mas que nada que su familia obtuviera las bendiciones de la vida eterna.

Tenemos otro buen ejemplo en Enós, el hijo de Jacob, pues el también se crió en un buen hogar:

«Yo, Enós, sabia que mi padre era un varón justo, pues me instruyó en su idioma y también en el conocimiento y amonestación del Señor. . .
«Y las palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida eterna y el gozo de los santos, penetraron mi corazón profundamente.
«Y mi alma tuvo hambre.» (Enós 1:1, 3-4.)

Alabados sean el padre y la madre que transmiten las bendiciones de un buen nombre, un noble legado y un testimonio del evangelio y que enseñan a sus hijos obediencia al Señor.

Este año acabamos de celebrar dos acontecimientos especiales en mi familia El primero fue el privilegio de participar en una ordenanza del sacerdocio al recibir nuestro primer nieto el Sacerdocio Aarónico. ¡Que orgulloso me sentí de Terry por haberse presentado plenamente preparado para esa ocasión!

El segundo fue hace apenas unas semanas cuando bendijimos a nuestra ultima nietecita. Al formarse el circulo, mire a la vivaracha y hermosa pequeña y pense en lo preciada y adorable que era.

En ambas ocasiones escuche hermosas bendiciones pronunciadas por mis dos yernos. Fueron bendiciones llenas de amor, gratitud, fe, comprensión y esperanza pronunciadas por medio del poder del sacerdocio, que ambos son dignos de poseer.

En los círculos que formamos para llevar a cabo estas ordenanzas, estaban presentes familiares que habían viajado muchísimos kilómetros por carreteras nevadas para poder acompañarnos.

A fin de edificar un cimiento lo suficientemente fuerte para sostener a una familia en este mundo lleno de problemas, se requiere la colaboración máxima de cada uno de nosotros: padres, hermanos, abuelos, tíos, primos, etc. Cada uno de ellos debe contribuir con energía y tesón para hincar pilotes que lleguen al lecho de roca del evangelio hasta que los cimientos sean lo suficientemente fuertes y perduren por las eternidades. En Doctrina y Convenios el Señor nos ha prometido que «el que edifique sobre esta roca nunca caerá» (D. y C. 50:44).

Estableced tradiciones en vuestras familias que os unan, y que puedan demostrar vuestra devoción, amor y apoyo los unos por los otros. Por cada uno de los miembros de vuestra familia, estas ocasiones incluirían bendiciones de niños, bautismos, otras ordenaciones al sacerdocio, graduaciones, despedidas o bienvenidas de misioneros y, por supuesto, casamientos. Si la distancia, las misiones o problemas de salud os impiden que vayáis a reuniros con la familia, escribid una de esas cartas especiales que forman parte valiosa de las historias familiares. El compartir estas ocasiones como familia nos ayudara a edificar sobre la roca.

¿No brinda esto gran ayuda a cualquier familia? Es absolutamente esencial que formemos hogares fortalecidos con el apoyo de todos los parientes. «Honra a tu padre y a tu madre.» (Ex. 20:12.) Al demostrar amor a nuestros padres, estaremos enseñándoles a nuestros hijos el amor y el respeto en la unidad familiar.

Continuad entablando relaciones duraderas y cariñosas entre todos los miembros de la familia. Escuchaos, manteneos unidos, trabajad juntos, divertíos juntos, orad juntos, estudiad juntos, adorad juntos a Dios. Vivid juntos principios celestiales, servid juntos al Señor. Estad alerta para estar conscientes cuando lleguen los momentos propicios para enseñar; no los desperdiciéis; por el contrario, aprovechadlos al máximo. Nunca desaprovechéis las preciadas oportunidades que se presentan en vuestra relación con los miembros de la familia, que puedan ayudar a edificar principios eternos.

En Doctrina y Convenios el Señor declaró: «Yo os he mandado criar a vuestros hijos en la luz y la verdad». (D. y C. 93:40.)

Cuando Jesús se les apareció a los nefitas, les dijo: «Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidas vuestras esposas y vuestros hijos». (3 Ne. 18:21 .)

«Y si hacéis siempre estas cosas, benditos sois, porque estáis edificados sobre mi roca.» (3 Ne. 18:12.)

Estas sabias palabras se encuentran en el libro de Proverbios: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartara de 41.» (Prov. 22:6). Si deseamos una familia eterna debemos esforzarnos por lograrla, pues no se obtiene por casualidad.

Escudriñemos diariamente las Escrituras y las palabras de los profetas para saber lo que se requiere para establecer una familia eterna. Los pasajes de las Escrituras que nunca leemos no pueden ayudarnos. En cambio, si los leemos, las palabras de Dios alimentaran nuestra alma y nos llevaran a alcanzar metas elevadas a medida que nos esforzamos por mejorar nuestra vida familiar. ¡Cómo me gustaría que todo hijo Santo de los Ultimos Días pudiera decir como Nefi: «Yo. . . nací de buenos padres y recibí, por lo tanto, alguna instrucción». (1 Ne. 1:1. )

Si, mis padres me enseñaron el evangelio de Jesucristo, me enseñaron a obedecer los mandamientos de Dios, a formar una familia eterna, a andar en la luz y la verdad, y a edificar mi vida sobre cimientos sólidos, por ser un hijo de Dios.

Hermanos y hermanas, ¡Dios vive! Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el cimiento seguro sobre el cual se edifica todo lo demás, porque El es la piedra angular. De ello testifico solemnemente, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to Nací de buenos padres

  1. Soy miembro de la iglesia de Jesucristo delos Santos delos últimos días y me siento muy complacida feliz y agradecida por haber puesto al alcance estaría unas que cuando leí el manual ven sígueme mencionaba está liahona del 1985 que no la tenía conmigo tengo colección de liahonas pero esta es muy antigua muchas gracias por ponerla a nuestra disposición.

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