El evangelio

Conferencia General Octubre 1985logo 4
El evangelio
élder Hartman Rector, Jr.
del Primer Quórum de los Setenta

Hartman Rector, Jr«El evangelio es la única senda hacia la salvación, porque no hay otra. Los mortales solo pueden lograrla por medio del evangelio de Jesucristo, porque de otra fuente no recibirán la salvación, que quiere decir la vida eterna.»

Mis hermanos y hermanas, me gustaría conversar con vosotros sobre el poder de Dios para la salvación, o sea, el evangelio de Jesucristo. Quizás diríamos mejor que el evangelio es la única senda hacia la salvación, porque no hay otra. Los mortales sólo pueden lograrla por medio del evangelio de Jesucristo, porque de otra fuente no recibirán la salvación, que quiere decir la vida eterna.

La palabra evangelio significa «buenas nuevas». Si recibierais la noticia de que un pariente lejano y desconocido ha muerto y os ha dejado un millón de dólares, quizá diríais que es una buena nueva, pero eso no es el evangelio. Este, entonces, se trata de una clase particular de buenas nuevas sobre Jesucristo y su sacrificio expiatorio por nuestros pecados y la transgresión original que se efectuó en el Jardín de Edén.

Si buscáramos la mejor definición de lo que el evangelio de Jesucristo encierra, deberíamos ver la manera en que el Señor mismo lo define. En 3 Nefi 27, a partir del versículo 13, leemos: «He aquí, os he dado mi evangelio, y este es el evangelio que os he dado: que vine al mundo a cumplir la voluntad de mi Padre, porque mi Padre me envió». Supongo que todos nosotros también vinimos a este mundo a cumplir la voluntad del Padre, porque El nos envió a nosotros, también. No se nos envió a hacer precisamente lo mismo que Jesús, pero es de vital importancia que también nosotros cumplamos con la voluntad del Padre.

Jesús continua aclarando la razón por la que fue enviado: «Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mi mismo a todos los hombres . . para comparecer ante mi, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas». (3 Nefi 27: 14.)

Jesús vino a morir en la cruz para salvar a toda la humanidad con la condición de que aceptaran lo que hizo. Podríamos preguntar: (,Quiso morir en la cruz? Creo que no; de lo contrario, ¿por que habría orado diciendo: «Padre, si quieres, pasa de mi esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya»‘? (Lucas 22:42. ) Parece que no quería morir en la cruz, pero si deseaba cumplir la voluntad del Padre.

Mi padre me enseñó esto cuando yo era niño. Cuando yo tenia siete años de edad mi padre era mas inteligente que yo. Por supuesto, cuando cumplí los diecisiete, yo era mas inteligente que el; pero mas adelante esto cambió de nuevo. En una oportunidad me dijo:

-Eres muy chico para ordenar las vacas .

Bueno, yo tenia siete años y sabia que podía hacerlo, de modo que se lo probé. Entonces mi padre dijo:

-Veo que puedes ordenar. La tarea es tuya.

Durante diez años ordeñe de ocho a doce vacas de mañana y de noche. Por supuesto que llegó el momento en que le dije a mi padre.

-Papá, ya no quiero ordeñar.

Y el me contestó:

-Esta bien si no quieres hacerlo, con tal de que lo hagas igual.

Esto parece ser lo que el Señor nos dice a veces cuando nos sentimos cansados y pensamos: «En verdad no tengo ganas de ir al templo», o «Es muy difícil pagar los diezmos», o «No quiero hacer las visitas de maestro orientador». Se sin duda que Jonás no quería salir en una misión. Pero salió.

Jesús fue levantado sobre la cruz para que pudiese atraer a si mismo a todos los hombres. Se podría preguntar, ¿cómo es posible que el ser levantado sobre la cruz tuviera tal resultado? Muchos hombres han sido crucificados sin atraer a otros. Primero debemos comprender quien era El y por que vino a la tierra. El fue el hijo de Dios, sin pecado, que fue enviado a la tierra para pagar el precio del pecado (1 Cor. 6:20), tanto la transgresión original en el Jardín de Edén como los pecados individuales. Aquella trajo la muerte al mundo, tanto la temporal, la separación del cuerpo y del espíritu, como la espiritual, la separación del espíritu de la presencia de Dios. Al expiar por la transgresión original Jesús realizaría la resurrección, la unión después de la muerte del cuerpo y del espíritu de todo ser humano. Al pagar el precio de los pecados individuales, abriría las puertas de la vida eterna para que todos regresáramos a la presencia de Dios, eliminando de esta manera la muerte espiritual. Ningún hombre podría hacer ninguna de estas dos cosas; sólo Jesús podía proveer el camino y el medio para la salvación del hombre. Lo hizo porque ama al genero humano. Dijo: «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos». (Juan 15:13.)

Cuando comprendemos esto, nos es fácil amar a nuestro Redentor. Su sacrificio demuestra un infinito amor por nosotros; nos infunde amor por El que dio su vida como rescate de todos. No hubo otro que pudiera pagar cl precio del pecado. Al igual que fue crucificado por los hombres, por lo que hizo posible la Resurrección, del mismo modo todos los hombres, no importa que hayan sido buenos o malos, serán levantados, o resucitados, por el Padre. La resurrección es un don que recibimos de Jesucristo, y lo único que hay que hacer para recibirla es nacer en esta tierra. Sin embargo, los que sean inmundos al morir, continuaran siéndolo; y aquellos que sean justos seguirán siendo dignos. Por las declaraciones de Jesús, entendemos que la resurrección es para que seamos juzgados, ya que es necesario que el espíritu y el cuerpo estén inseparablemente unidos para recibir la plenitud de gozo, que quiere decir la exaltación, o la condenación. Y, ¿que será la base del juicio? Será de acuerdo con las obras que hagamos en la tierra, no en lo que hicimos antes de nacer ni en lo que haremos después de morir, sino en lo que hacemos durante esta etapa mortal. (Alma 5: 15. ) Todos nacimos, y todos moriremos, así que la palabra del Señor es: «Porque he aquí, esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios; sí, el día de esta vida es el día en que el hombre debe ejecutar su obra. . .

«No podréis decir, cuando os halléis ante esa terrible crisis: Me arrepentiré, me volveré a mi Dios. No, no podréis decir esto; porque el mismo espíritu que posea vuestros cuerpos al salir de esta vida, ese mismo espíritu tendrá poder para poseer vuestro cuerpo en aquel mundo eterno.» (Alma 34:32, 34.)

Parece que al morir no cambiamos; si al salir de esta vida somos adictos a drogas y tenemos malos hábitos y deseos, esas influencias probablemente nos seguirán. Por lo tanto, el arrepentimiento y el perdón, que forman parte de temer a Dios y cumplir sus mandamientos, constituyen todo nuestro deber aquí en esta vida mortal. (Ecle. 12: 13. ) La vida mortal es, en realidad, muy corta; es como un abrir y cerrar de ojos en comparación con la eternidad, de modo que no debe hacérsenos cuesta arriba vivirla debidamente. Podemos aguantar el pie en una prensa si sabemos que nos la van a sacar dentro de poco; es cuando no alcanzamos a ver ningún auxilio que nos desesperamos. Ciertamente la vida mortal es corta comparada con la eternidad, pero muchísimo depende de como enfrentemos las dificultades y las tentaciones de la carne. Es como el Señor le dijo a lose Smith, que sus aflicciones durarían solo un breve momento y que si lo sobrellevaba bien, Dios lo amparará para siempre jamas . (D. y C . 121 :7-8; 122:4. )

Por lo tanto, una de las razones por las que resucitaremos es para poder ser juzgados. El Maestro continua: «Y por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el poder del Padre, atraeré a mi mismo a todos los hombres, para que sean juzgados según sus obras». (3 Nefi 27:15. ) Creo que las obras a las que se refiere son aquellas que El nos inspire a que hagamos por medio de su Espíritu Santo. Pablo dijo, hablando de aquellos que, mediante el evangelio, han hecho convenio de hacer la voluntad de Jesús: «Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer». (Filip. 2:13.)También declaro: «Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de el, la cual actúa poderosamente en mí». (Col. 1:29.)

Lo que nosotros podamos hacer no bastara para exaltarnos. El rey Benjamin dijo: «Si lo sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seriáis servidores inútiles». (Mosíah 2:21.) Parece que podemos hacer poco por nosotros, pero por medio de Cristo podemos lograr todo. (Filip. 4: 13. ) Por lo tanto, cuando obramos bien, recibimos el mérito de sus obras. En las palabras de Nefi, confiamos «integralmente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar». (2 Nefi 3: 19. ) Moroni repite el mismo tema cuando dice que los miembros de la Iglesia confiaban «solamente en los méritos de Cristo, que era el autor y consumador de su fe». (Moro. 6:4.) El Maestro nos dice cómo podemos recibir el beneficio de su sacrificio expiatorio y el mérito de sus obras justas. «Cualquiera que se arrepienta y se bautice en mi nombre, será lleno; y si persevera hasta el fin», y yo agregaría arrepintiéndose, incluyendo obediencia y perdón, «he aquí, yo le tendré por inocente ante mi Padre el día en que me presente para juzgar el mundo». (3 Nefi 27: 16. ) Al final, vosotros y yo debemos estar libres de culpa en el ultimo día. pero siendo pecadores como somos, eso seria imposible si Cristo no hubiera pagado por nuestros pecados y si no aceptáramos ese pago por medio de la fe, el arrepentimiento y el bautismo.

El Maestro continua: «Y aquel que no persevera hasta el fin, este es el que también es cortado y echado en el fuego, de donde nunca mas puede volver, por motivo de la justicia del Padre». (3 Nefi 27:17.) Con frecuencia la justicia de Dios parece estar relegada a un segundo lugar, mientras que la misericordia recibe toda la atención. Yo creo que esto es así porque todos esperamos recibir Su misericordia y, de ser posible, tratamos de evitar su justicia. Sin embargo, es un hecho que Dios es justo y que la misericordia no puede robar a la justicia, y ¡esta recibirá su pago! También es cierto que aunque la misericordia no roba a la justicia, sí puede satisfacer las exigencias de esta en un caso en particular. Amulek lo explica así:

«He aquí, este es el significado entero de la ley [de Moisés], pues todo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese gran y postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí infinito y eterno.

«Y así el trae la salvación a cuantos crean en su nombre; ya que es el propósito de este ultimo sacrificio poner por obra las entrañas de misericordia, que sobrepujan la justicia y proveen a los hombres la manera de poder tener fe para arrepentirse . «

«Y así la misericordia puede satisfacer las exigencias de la justicia, y cine a los hombres con brazos de seguridad; mientras que aquel que no ejerce la fe para arrepentimiento queda sujeto a todas las disposiciones de las exigencias de la justicia; por lo tanto, únicamente para aquel que tiene fe para arrepentirse se realizara el gran y eterno plan de la redención.» (Alma 34:14 16; cursiva agregada. )

Si bien la misericordia no puede robar a la justicia, puede satisfacer sus exigencias, pero solo en el caso de que tengamos fe en Jesucristo para arrepentirnos.

El Maestro dijo a los nefitas: «Y esta es la palabra que el ha dado a los hijos de los hombres; y por esta razón el cumple las palabras que ha dado; y no miente, sino que cumple todas sus palabras». (3 Nefi 27:18 ) Debido a que el Señor lo ha dicho, debemos creerlo. Es un Dios de verdad, y no puede mentir. El rey Benjamín dijo: «El es invariable en lo que ha dicho» (Mosíah2:22). Mas adelante el Maestro agrega: «Nada impuro puede entrar en su reino; por tanto, nada entra en su reposo, sino aquellos que han lavado sus vestidos en mi sangre». Y (,cómo se hace esto’? «Mediante su fe, el arrepentimiento de todos sus pecados y su fidelidad hasta el fin.» (3 Nefi 27:19. )

El Maestro termina su declaración del evangelio diciendo: «Y este es el mandamiento: Arrepentíos. todos vosotros, extremos de la tierra, y venid a mi y sed bautizados en mi nombre, para que seais santificados por la recepción del Espirita Santo, a fin de que en el postrer día podáis presentaros ante mi sin mancha.

«En verdad, en verdad os digo que este es mi evangelio .» (3 Nefi 27:20-21; cursiva agregada.)

Declaro, como dijo el rey Benjamín, que «no se dará otro nombre, ni otra senda ni medio, por el cual la salvación pueda llegar a los hijos de los hombres, sino en y por medio del nombre de Cristo, el Señor Omnipotente» (Mosíah 3: 17), de lo cual doy mi testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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