La vida abundante

Conferencia General Octubre 1985logo 4
La vida abundante
élder James E. Faust
del Quórum de los Doce Apóstoles

James E. Faust«Testifico que la Iglesia merece nuestra total confianza. La verdad y la fe no se contradicen.»

Mi mensaje de hoy tiene que ver con la búsqueda de una vida abundante. Sin el deseo de ofender a nadie, quisiera sinceramente relacionar esa búsqueda con todos, incluso con aquellos miembros y otras personas que consideran que su crítica a la Iglesia es, entre comillas, «constructiva». Lo hago, no porque tema que la crítica o la oposición pueden dañar la Iglesia, sino mas bien debido a una sincera preocupación espiritual por los mismos críticos. La crítica puede ser útil si el motivo es apropiado y si llega a oídos de los que van a tomar las decisiones, pero a menudo es síntoma de un problema con el cual luchan los que la originaron. Los que así censuran se quedarían muy sorprendidos si supieran cuan a menudo oran por ellos los líderes de la Iglesia. Y es con el mismo espíritu que deseo hablar hoy.

El presidente Hinckley dijo lo siguiente: «La Iglesia fomenta en sus miembros la erudición en el evangelio y la búsqueda de toda verdad. La libertad de investigación, pensamiento y palabra es fundamental para nuestra teología. La discusión constructiva es un privilegio de todo Santo de los Ultimos Días».

El Salvador dijo: «Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia». ¿Cómo se logra esa «abundancia»‘? Encontrarla requiere una incesante búsqueda de conocimiento, luz y verdad.

El presidente Hugh B. Brown dijo: «Dios desea que estemos constantemente aprendiendo, lo que exige que también desaprendamos algo. Como decía un viejo filósofo campesino: ‘No es mi ignorancia lo que me metió en líos, sino «saber» algo que no era verdad’. El peor de los males es cerrar la mente o endurecerla contra la verdad, lo que causa un endurecimiento de las arterias intelectuales» (discurso a los graduados de la Universidad de Utah, Logan, Utah, 4 de junio de 1965).

Recibimos conocimiento de dos fuentes: una es divina; la otra, secular Rex E. Lee se ha referido a estas como «el proceso racional y el extrarracional» (Brigham Young University 1981-1982 Fireside and Devotional Speeches, Provo; Universidad Brigham Young, 1982, pág. 131) . Todos conocemos mejor el racional, que aprendimos en nuestros estudios. El extrarracional, o sea, la fuente divina, es menos común; sin embargo, es mas seguro. Podemos disponer de ambas fuentes. Felizmente, no tenemos que excluir una para elegir la otra. El hermano Lee continua diciendo: «Debemos sentirnos tan cómodos tanto en la academia como en el templo. Debemos considerar a ambos como centros de aprendizaje» (Ibid., pág. 132).

Evidentemente, somos parte de un universo en expansión. El conocimiento secular se expande rápidamente, al igual que nuestro conocimiento de la verdad evangélica. Los profetas continúan hablando. Además, es posible obtener una mayor comprensión de las Escrituras. Y así, en nuestra búsqueda de verdad y conocimiento, nuestras oportunidades para lograr una vida abundante aumentan.

En el infinito proceso de aceptar y rechazar información al buscar luz, verdad y conocimiento, casi todos tienen alguna duda en un momento u otro; eso es parte del aprendizaje. Muchos son como el padre del muchacho endemoniado que le suplicó al Salvador: «Creo; ayuda mi incredulidad» (Marcos 9:24).

La Iglesia no ha hablado, y en mi opinión no debe hablar, sobre todo lo que se pone en tela de juicio. Pero no puedo evitar preguntarme si sus miembros no se ponen en un peligro espiritual cuando desacreditan públicamente el llamamiento profético de José Smith, sus sucesores, o cualquiera de los principios fundamentales de la Iglesia.

Cuando un miembro expresa sus dudas o incredulidad como ataque público a los líderes o la doctrina de la Iglesia, o en un enfrentamiento con aquellos que buscan la luz eterna, ha entrado en terreno sagrado. Los que se quejan de los líderes o la doctrina, pero no tienen la fe ni el deseo de obedecer los mandamientos de Dios, se arriesgan a verse apartados de la fuente divina de conocimiento; tampoco gozan del Espíritu en la forma en que podrían si demostraran su amor sincero por Dios siendo humildes ante El, guardando sus mandamientos y sosteniendo a los que El ha elegido para dirigir la Iglesia.

Algunos de esos que ahora la critican han sentido en el pasado el consuelo sereno y espiritualmente tranquilizador que gozan los que están en armonía con el evangelio que José Smith restauró; pero quizás hayan sufrido también por la indiferencia de otros que debían haber sido mas abnegados.

No hay ninguna muralla que separe a los miembros de la Iglesia de las seducciones del mundo; como cualquier otra persona, ellos también se ven acosados por el engaño, los problemas y las tentaciones. No obstante, para los que tienen te, juicio y discernimiento firmes existe una pared invisible que deciden no atravesar jamas. Los que están del lado seguro de esa pared son humildes, no serviles. Aceptan de buen grado la supremacía de Dios y se apoyan en las Escrituras y en el consejo de sus siervos, los líderes de la Iglesia. Esos líderes son hombres con debilidades humanas, y son imperfectos en su sabiduría y criterio. En la tierra no existe la perfección humana. Pero casi sin excepción, ellos dan lo mejor de sí para rendir sincera, humilde y devotamente un gran servicio cristiano. Y. lo mas importante: tienen una divina comisión por medio de la cual los que los sostienen y los siguen pueden recibir bendiciones eternas. Son siervos de Dios.

¿A que debemos adherirnos para seguir la doctrina correcta’? ¿En que conceptos inalterables se basa la fidelidad de los miembros? Según mi opinión, en lo siguiente:

Primero, la paternidad de Dios, el Padre Eterno.

Segundo, la divinidad de Jesucristo como el Salvador del mundo.

Tercero, la misión de José Smith, Profeta de Dios y restaurador de la plenitud del evangelio.

Cuarto, la sucesión ininterrumpida de la línea y autoridad del sacerdocio desde José Smith al presidente Spencer W. Kimball, que es el Profeta, Vidente y Revelador en la tierra.

Habrá algunos que no entiendan cl verdadero cometido de los fieles. Por ejemplo, un critico escribió que la obediencia a los mandamientos. como el del diezmo. es obligatoria. A fin de reclamar ciertas bendiciones, la obediencia ex ciertamente obligatoria; pero no se tuerza a nadie a cumplir. En esta Iglesia no se hace nada por la fuerza. El libre albedrío es el principio cardinal de la obediencia, y esta surge del amor a Dios y la dedicación a su obra. El único castigo hacia las transgresiones graves o la apostasía es privar a la persona de su afiliación a la Iglesia. (D. y C. 134:10.)

¿Puede ser la autosuficiencia una de las razones de la falta de fe en las personas’? Algunas parecen tener miedo de recurrir a cualquier fuente de conocimiento superior a sí mismas; confían en la fuente secular del conocimiento.

Hay quienes proclaman su lealtad a la Iglesia, pero piensan que es elegante y de moda ser un poco rebeldes, un tanto independientes, y desacreditar puntos de la doctrina que enseñó el profeta José Smith y sus sucesores. Quizás sea por falta de conocimiento divino. Cuando yo era niño, uno de los principios a los que mas se oponían era la Palabra de Sabiduría; a algunos hasta les ofendía que se enseñara. Ahora, la evidencia científica, entonces desconocida, prueba que ese principio es una sabia ley para la salud, aunque en mi opinión sus mayores beneficios son espirituales.

He oído decir: «Creo en todas las revelaciones, excepto en una». Esa lógica es difícil de entender; si se cree que las revelaciones se reciben de fuente divina, ¿cómo se puede creer en una y en otra no’? La aceptación del evangelio debe ser absoluta y de todo corazón.

Algunos se justifican, diciendo: «;Pero lo que digo es verdad!» Yo les contesto: «¿Cómo puedes estar tan seguro?» Para comprenderse plenamente, la verdad espiritual debe ir unida a la fe y la rectitud. El apóstol Pablo enseñó que el mal empleo de la verdad la convierte en una mentira. (Romanos 1:18; 25.)

Desde los principios de la Iglesia restaurada ha habido mucha oposición y crítica, tanto interna como externa. ¿Y cual ha sido el resultado’? Entre los espiritualmente inmaduros, los débiles e incrédulos, algunos se han apartado; pero la Iglesia en si no sólo continua, sino que crece y se fortalece. No hay nada que iguale a esta obra en el mundo; a pesar de los problemas que surgen del constante crecimiento, en todo el mundo se ven indicaciones de un aumento de la fe. Por ejemplo, nunca en la historia del mundo se han construido tantos templos como ahora.

No creo que los difamadores de esta obra la puedan detener o dañar gravemente; hay muchas declaraciones proféticas que afirman lo contrario. La historia prueba que la Iglesia ha progresado en medio de la persecución; ha prosperado pese a la crítica. Al desacreditar la doctrina, las prácticas o a los líderes, se pierde tiempo y energía en un esfuerzo inútil. Los que han sido limpiados con las aguas bautismales ponen sus almas en peligro al buscar irreflexivamente sólo la fuente secular de conocimiento. Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días tiene la plenitud del evangelio de Cristo, y que el evangelio es la esencia de la verdad y la luz eterna. Afirmamos que el gran legado de esta Iglesia es que posee el único medio para lograr la vida eterna.

¿’Y quien ha de declarar la doctrina de la Iglesia’? La revelación y la práctica han establecido claramente que el Presidente de la Iglesia y sus consejeros son quienes tienen las llaves para hacerlo; han sido investidos con esa autoridad por revelación. La Presidencia constituye «un quórum. . . a fin de recibir los oráculos para toda la iglesia» (D. y C. 124:126). El presidente Stephen L Richards declaró en cuanto a esa autoridad: «Ellos [la Presidencia] son en la tierra la Corte Suprema en la interpretación de la ley de Dios.

«En el ejercicio de sus funciones y facultades, los dirige una constitución, en parte escrita y en parte no. Lo escrito consiste en Escrituras canónicas, antiguas y modernas, y en las enseñanzas registradas escritas de nuestros profetas de los últimos días; lo que no esta escrito es el espíritu de revelación e inspiración divina que acompaña su llamamiento.

«Al formular interpretaciones y decisiones, ellos siempre consultan con el Consejo de los Doce Apóstoles, quienes son nombrados por revelación para ayudarles y trabajar con ellos en el gobierno de la Iglesia. Por lo tanto, cuando esos oficiales llegan a una decisión y la promulgan, esta tiene validez para todos los miembros de la Iglesia, pese a cualquier opinión contraria. El reino de Dios es un reino de ley y orden.» (En Conference Report, oct. de 1938, págs. 115-116.)

No queremos que los que tienen dudas abandonen la Iglesia para probarnos que son sinceros. No, no queremos eso, sino que esperamos que demuestren su sinceridad mas bien basándose en los sentimientos que los han mantenido en la Iglesia. Su fe se puede fortalecer si siguen su juicio instintivo y los sentimientos mas nobles y puros de su alma. Confiando en una fuente superior a si mismos, pueden recibir de esa fuente divina la respuesta a sus dudas. Si han cometido errores, pueden regresar. Las puertas están abiertas de par en par y hay brazos extendidos para recibirlos. Para todos hay lugar; todos pueden contribuir a la obra.

Con el mismo espíritu con que Wilford Woodruff escribió a Lyman Wright, un Apóstol que se separó de los líderes de la Iglesia, les decimos a todos: «Vuelve al seno de Sión, a nuestro medio; confiesa y abandona tus pecados, y se justo, como . . . todos tienen que ser. para gozar de la gracia de Dios y del don del Espíritu Santo. y para tener hermandad con los santos. . . A todos nos interesa tu bienestar; no tienes enemigos entre nosotros. Cuanto mas tiempo permanezcas alejado, mas enemistad sentirás.» (Citado por Ronald G. Watt en «A Dialogue between Wilford Woodruff and Lyman Wright», Brigham Young University Studies, otoño de 1976, pág. 113.)

Los líderes de la Iglesia continuaran orando por sus críticos, sus enemigos y aquellos que procuran dañarla.

Creo que son pocas las cosas de esta vida que merecen una confianza completa. Testifico que la Iglesia merece nuestra total confianza. La verdad y la fe no se contradicen; se que cualquiera que sincera y correctamente trate de saber esto recibirá una confirmación espiritual.

Que podamos abrir nuestro corazón, mente y espíritu a la fuente divina de la verdad. Que podamos buscar mas allá de nosotros mismos y de nuestras preocupaciones mundanas y ser herederos del conocimiento de toda verdad y de la vida abundante que nos prometió nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. En su santo nombre ruego que pueda ser así. Amén.

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