Conferencia General Abril 1985
Preparaos para servir
élder M. Russell Ballard
de la Presidencia del Primer Quórum de los Setenta
«Siento un profundo impulso de llegar al corazón de todos los muchachos de la Iglesia, a fin de que cada uno pueda sentir dentro de si el deseo de ser. digno de tener el Sacerdocio de Melquisedec y salir en una misión.»
Hace quince días, en una asignación, partí de AddisAbeba, capital de Etiopía, a mas de dieciséis mil kilómetros de aquí. En cierto sentido, el mundo es pequeño; si hubiera podido volar directamente desde AddisAbeba a Salt Lake City, me habría llevado unas diecinueve horas. Sin embargo, en otros sentidos, es muy grande el mundo. En la tierra se encuentran miles de millones de hijos de nuestro Padre Celestial viviendo bajo circunstancias’ muy diferentes. La aflicción de los que viven en las zonas de sequía de Africa es terrible; el sufrimiento humano allí es indescriptible. No se todas las razones porque tiene que ser así, pero esta reciente experiencia ha dejado una profunda impresión en mi; nunca jamas seré la misma persona.
Puedo testificaros, mis hermanos, que comprendo como nunca que el gozar del privilegio de poseer el santo sacerdocio es una bendición muy apreciada. Si cada uno de vosotros, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, hubiera estado conmigo y el hermano Glenn Pace en nuestro viaje a Etiopía, se habría llenado de deseos de honrar su llamamiento en el sacerdocio. Creo que ninguno de nosotros en esta gran reunión debe dejar de apreciar las grandes bendiciones que recibimos al poseer el sagrado sacerdocio.
Al llegar a Etiopía, había allí sólo un miembro de la Iglesia, el hermano Harry Hadlock, del estado de Washington, quien se llenó de gozo al encontrarse con dos hermanos del sacerdocio. El domingo de mañana, los tres tuvimos una reunión de testimonios, y luego, utilizando el poder del sacerdocio, bendijimos y repartimos la Santa Cena. El Espíritu del Señor estaba presente. Por el intenso deseo que sentíamos de ayudar a unos afligidos hijos de nuestro Padre, ofrecimos una oración pidiendo que lloviera sobre aquella tierra reseca. Sentimos la profunda importancia de nuestra misión; yo sabía que si le pedíamos al Señor que bendijera la tierra, los elementos responderían. Hermanos, oramos para que lloviera; y por el resto del tiempo que estuvimos en el país, llovió todos los días, en todo lugar adonde fuimos. Sentimos gratitud a nuestro Padre Celestial porque la lluvia nos atestiguó que El sabía que sus hijos, poseedores de su santo sacerdocio, atendían Sus asuntos en esa parte del mundo.
Pero podríamos hacer mucho mas por ellos. Tenemos un don espiritual, el «agua viva», para compartir (Juan 4:10). Si pudiéramos dársela, jamas volverían a tener sed. Mis hermanos, siento un profundo impulso de llegar al corazón de todos los muchachos de la Iglesia, a fin de que cada uno pueda sentir dentro de si el deseo de ser digno de tener el Sacerdocio de Melquisedec y salir en una misión. Jóvenes, debéis manteneros dignos de ser élderes para que podáis llevar la luz del evangelio de Jesucristo a toda nación, tribu, lengua y pueblo, tal como nos lo ha mandado el Señor. (Mosíah 15:28.)
La luz del evangelio se necesita desesperadamente en todos los confines de la tierra. Vosotros, los jóvenes que os encontráis aquí hoy, debéis preparaos para vuestro futuro servicio. ¿Cual de vosotros sabe lo que el Señor le tiene reservado para hacer en el futuro? ¿Cual de vosotros se sentara quizás en una de estas sillas rojas en el estrado del tabernáculo? Por imposible que ahora os parezca, todas las Autoridades Generales fueron jovencitos como vosotros. Yo mismo fui niño. Los enes no deben ambicionar llamamientos, pero tan seguro como os encontráis en esta reunión de sacerdocio, vosotros vais a presidir en barrios, estacas, misiones, quórumes, y, por supuesto, sobre vuestra propia familia. La capacitación en el sacerdocio empieza cuando a un joven se le ordena diácono. Vosotros, poseedores del Sacerdocio Aarónico, debéis entender que estáis capacitandoos.
Nefi contaba con un buen plan de capacitación, el cual recomiendo a todos los que estáis aquí:
«Y sucedió que yo, Nefi, siendo muy joven todavía [un adolescente], aunque grande de estatura, y teniendo grandes deseos de conocer los misterios de Dios, clame al Señor; y he aquí que el me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebele en contra de el como lo habían hecho mis hermanos. » (1 Nefi 2:16.)
La clave, hermanos, era el deseo de Nefi de «conocer los misterios de Dios». Jóvenes, llenad vuestro ser con ese deseo.
De toda la capacitación que he recibido en mis asignaciones, ninguna ha sido mas importante para mi que la de ser misionero en las Islas Británicas cuando tenia diecinueve años. Al mirar hacia atrás, veo que no he tenido capacitación mas importante para lo que ahora hago que la que recibí siendo misionero.
Jóvenes, estoy convencido de que el Señor no tiene un lugar mejor para llegar a conoceros que el campo misional. Cuando seáis misioneros, El os mandara para que actuéis en su nombre; El os dará experiencia para conocer el poder del Espíritu Santo El os autorizara a enseñar, convertir y luego efectuar en su nombre las sagradas ordenanzas de salvación. El os conocerá bien y sabrá que puede confiar en vosotros. Os enseñará las lecciones que os calificaran para la gran obra que tendréis que desempeñar al llevar el mensaje de la Restauración a todo el mundo.
En nuestro viaje a Etiopía, el Espíritu nos. inspiró al hermano Pace y a mi; sabíamos que hacer, que decir y a dónde ir. En cierto modo, reviví algunas de mis experiencias de misionero de hace treinta y cuatro años. Por ejemplo, necesitábamos un permiso del gobierno para ir a Makale para visitar los puestos de comida y centros de distribución para las decenas de miles de necesitados que allí estaban congregados. Al haber una demora, nos arrodillamos para orar y pedirle ayuda al Señor. A la mañana siguiente, nos dieron el permiso.
Luego, teníamos que viajar de AddisAbeba a Makale. Volvimos a orar, y encontramos pasaje en un vuelo de beneficencia de la Real Fuerza Aérea Británica, en un avión de transporte. De Makale teníamos que viajar a Asmara. El Señor lo sabia; al atardecer, nos enganchamos en un vuelo de beneficencia de la Fuerza Aérea Sueca. Hacer autostop no es una buena idea, especialmente cuando se viaja por avión; pero estando al mando del Señor, estaba bien.
Tengo aprecio profundo por las personas que no son miembros de la Iglesia, como las que conocí en el lejano país de Etiopía, las cuales están prestando un servicio cristiano desinteresado. Y estoy tan agradecido de que la Iglesia haya hecho esta contribución significativa donde había una necesidad tan desesperante. Creo que si tuviéramos mas misioneros por el mundo, dando un servicio cristiano importante y llevando el glorioso mensaje de la Restauración al conocimiento de la gente, complaceríamos mucho al Señor.
A vosotros, jóvenes de hoy, os digo Preparaos, cada uno de vosotros. Este mundo necesita vuestro servicio; arrepentíos, si es necesario; estudiad diariamente los libros canónicos; orad mañana y noche; desarrollad el deseo de conocer los misterios de Dios. Para guiar a la Iglesia mañana, debéis preparaos hoy. Empeñaos, y os prometo que agradeceréis el haberos esforzado en preparaos
Ahora, quiero hablar unas palabras a vuestros obispos y presidentes de estaca. Podéis escuchar si queréis. En los últimos cuatro días hemos disfrutado de reuniones históricas con los presidentes de misión de toda la Iglesia y sus esposas, junto con los representantes regionales y los presidentes de estaca. Hemos recibido instrucciones de la Primera Presidencia el Consejo de los Doce y otros hermanos. Se nos instó a llamar a todo joven digno para servir una misión. Obispos, os exhorto a examinar detenidamente la lista de muchachos que tienen edad de salir en una misión a fin de llamar a cada uno de ellos. ¡Que no se les escape ninguno!
Quisiera contaros una experiencia personal. Cuando era obispo, hace muchos años, había un joven en mi barrio que se había enamorado antes de recibir el llamamiento misional. Había hecho correr la voz de que iba a casarse y no seria misionero. Me preocupaba pensar en cómo lo abordaría, pues como su obispo, sentía que el debía servir a nuestro Padre Celestial como misionero. Cuando lo invite a mi oficina, le hable en forma totalmente diferente de la acostumbrada. Por inspiración, le dije: «Doug, el Señor quiere que salgas de misionero». Doug me dijo que no pensaba ir en una misión porque se iba a casar. Le pedí entonces que, junto con sus padres y su novia, ayunara y orara al respecto, y que volviera a la semana para decirme lo que haría en cuanto al llamamiento para servir al Señor.
Una semana mas tarde, con gran emoción, Doug me dijo: «Obispo, hicimos lo que usted me indicó, y no puedo dejar a un lado un llamado del Señor. Yo quiero ir, ¿que debo hacer ahora? Doug sirvió en la misión; mas aun, fue consejero del presidente. A su regreso, se casó con la novia, que lo había esperado -lo cual no siempre sucede, y a veces es mejor que no suceda- y todo salió bien. Desde entonces, ha sido obispo, y actualmente es consejero en la presidencia de la estaca. La misión fue uno de los periodos de capacitación mas importantes de su vida.
Jóvenes del Sacerdocio Aarónico, recordad que este es un sacerdocio preparatorio. Estáis en la capacitación; esforzaos; preparaos. El Señor os necesita; el mundo os necesita; la Iglesia os necesita. Ayer un coro maravilloso de misioneros nos cantó estas palabras:
Somos hoy llamados al servicio,
a dar testimonio de Jesús. . .
Prestos, todos prestos. . .
Juventud de Sión,
luchemos en la causa celestial.
(Canta conmigo, B85 . )
Que Dios os bendiga a todos vosotros los jóvenes, para que tengáis el deseo de servirle, es mi humilde oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























