Conferencia General Octubre 1986
A las mujeres
jóvenes de la Iglesia
presidente Ezra Taft Benson
Discurso pronunciado en la reunión general de mujeres de la Iglesia, 27 de septiembre de 1986
“Tenemos una tremenda esperanza en vosotras. Esperamos mucho de vosotras. No os conforméis con menos de lo que el Señor espera de vosotras.”
Mis queridas hermanas, esta ha sido una reunión maravillosa. ¡Qué gran oportunidad es para mí reunirme con las hijas escogidas de nuestro Padre Celestial congregadas en centros de reuniones de todo el mundo!
En la conferencia general de abril, tuve una oportunidad similar de hablarles a todos los varones de la Iglesia durante la reunión general del sacerdocio el sábado por la noche. En esa ocasión hable directamente a los poseedores del Sacerdocio Aarónico, y esta noche quisiera dirigir mis palabras a las mujeres jóvenes correspondientes a esa misma edad.
Parte de lo que diré esta noche será exactamente lo mismo que les dije a los jóvenes hace seis meses, lo cual quiero que sepáis que también se aplica directamente a vosotras. También hablare esta noche de otros asuntos que se aplican solamente a vosotras como hermanas jóvenes, y a vuestros llamamientos sagrados como hijas de nuestro Padre Celestial.
El presidente David O. McKay dijo: “No hay nada más sagrado que el ser mujer” (Gospel Ideals, Salt Lake City: Improvement Era, 1953, pág. 353), y yo concuerdo total-mente con esa afirmación.
Agradezco tanto el tema de esta reunión: “Para que abundéis en la esperanza”. Es un tema inspirado.
¡Cuán grandes esperanzas tengo para vosotras, mis jóvenes hermanas! ¡Cuán grandes esperanzas tiene para vosotras nuestro Padre Celestial!
Habéis nacido en estos tiempos por un propósito sagrado y glorioso. No fue por casualidad que se os ha reservado para venir a la tierra en esta última dispensación, la del cumplimiento de los tiempos. Vuestro nacimiento en esta época en particular se preordenó en las eternidades.
Debéis ser hijas reales del Señor en los últimos días. Sois una “juventud bendita” (Himnos de Sión, núm. 56).
Mis jóvenes hermanas, me da gusto ver a tantas de vosotras al lado de vuestras madres esta noche. Os aconsejo a todas que os acerquéis a vuestra madre. Amadla; respetadla; honradla; recibid el consejo de vuestra madre conforme ella os ame y os enseñe con rectitud. Honrad y obedeced a vuestro padre conforme él sea la cabeza del hogar; emulad sus cualidades espirituales.
Mujeres jóvenes, la unidad familiar es eterna y debéis hacer todo lo posible por fortalecer esa unidad. En vuestras propias familias, fomentad la noche de hogar familiar y participad activamente en ella. Fomentad también la oración familiar. Arrodillaos con vuestra familia en aquel circulo tan sagrado. Haced vuestra parte por hacer crecer la verdadera unidad y solidaridad familiar.
En un hogar así no existe la brecha de comunicación entre las generaciones, la cual es un instrumento del diablo. La amistad más importante que debéis cultivar es la de vuestros hermanos y hermanas y la de vuestro padre y vuestra madre. Amad a vuestra familia y sedle leales. Sentid un interés sincero en vuestros hermanos y hermanas y ayudad a llevar sus cargas para que podáis decir con sinceridad: “No me importa lo que me cueste, porque es mi hermano”.
Recordad que la familia es una de las mejores fortalezas para protegernos de la maldad de nuestros días.
Ayudad a mantener fuerte y unida a vuestra familia, y digna de recibir las bendiciones de nuestro Padre Celestial. Al hacerlo, recibiréis fe y esperanza y fortaleza que bendecirán para siempre vuestra vida.
En seguida, jovencitas, quisiera exhortaros a participar en un programa diario de lectura de las Escrituras y meditación en ellas. Recordamos la experiencia que tuvo nuestro amado profeta, el presidente Spencer W. Kimball. Siendo un joven de catorce años de edad, acepto el cometido de leer la Biblia de tapa a tapa. La mayor parte la leyó a la luz de una lámpara de petróleo en su dormitorio del ático de la casa. Leyó todas las noches hasta completar las 1.519 páginas, lo cual le tomo aproximadamente un año; pero logro su meta.
De entre los cuatro libros canónicos de la Iglesia-la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios, y la Perla de Gran Precio-yo os exhortarla particularmente a leer una y otra vez el Libro de Mormón y meditar sobre sus enseñanzas y aplicarlas en vuestra vida. El profeta José Smith se refirió al Libro de Mormón como “el más correcto de todos los libros sobre la tierra, y la clave de nuestra religión; y que un hombre lo una mujer, se acercaría más a Dios por seguir sus preceptos que los de cualquier otro libro” (Enseñanzas del profeta José Smith, págs. 233-234).
Jovencitas, el Libro de Mormón cambiara vuestra vida; os fortalecerá contra la maldad de nuestros días; infundirá en vuestra vida una espiritualidad que no puede brindaros ningún otro libro; será el libro más importante de todos los que leáis para prepararos para enfrentar los problemas de la vida. Una jovencita que ame y conozca el Libro de Mormón, que lo haya leído varias veces, que tenga un profundo testimonio de su veracidad, y que aplique sus enseñanzas en su vida, podrá vencer las astucias del diablo y será un instrumento útil en las manos del Señor.
También quisiera animaros, jóvenes hermanas, conforme os acerquéis a los años de la adolescencia, a que recibiereis vuestra bendición patriarcal. Estudiadla deteni-damente y consideradla como Escritura personal dirigida exclusivamente a vosotras, porque eso es. Una bendición patriarcal es “una declaración profética e inspirada de la vida y misión de una persona, con bendiciones, adverten-cias y admoniciones de acuerdo con lo que el patriarca se sienta inspirado a dictar” (Heber J. Grant; J. Reuben Clark, hijo; David O. McKay, en Messages of the First Presidency of the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints [Mensajes de la Primera Presidencia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días]. comp. James R. Clark, 6 tomos, Salt Lake City: Bookcraft, 1965-1975, 6: 194).
Jovencitas, recibid vuestra bendición patriarcal bajo la influencia del ayuno y la oración, y después leedla con regularidad para que sepáis la voluntad de Dios para vosotras.
Ahora quisiera dirigir vuestra atención a la importan-cia de asistir a todas las reuniones de la Iglesia. La asistencia fiel a dichas reuniones proporciona bendiciones que no se pueden recibir de ninguna otra manera.
Asistid todos los domingos a la reunión sacramental. Escuchad detenidamente los mensajes. Rogad al Padre por el espíritu de comprensión y por un testimonio. Participad de la Santa Cena con manos limpias y un corazón puro.
Asistid todos los domingos a las clases de la Escuela Dominical. Escuchad detenidamente la lección y participad en los análisis. Como resultado, llegareis a ser doctas en el evangelio y vuestro testimonio crecerá.
Asistid todos los domingos a las reuniones de las Mujeres Jóvenes y asistid a las actividades semanales. Aprended bien vuestras responsabilidades en el evangelio y luego ponedlas en práctica con diligencia.
Asistid con regularidad a seminario y graduaos de este programa. La instrucción que se da en seminarios es una de las experiencias espirituales más significativas que una jovencita puede tener.
Jovencitas, aprovechad en su totalidad los programas de la Iglesia. Estableced vuestras metas para obtener la excelencia en los programas de logros de la Iglesia.
El programa de Mi Progreso Personal para las mujeres jóvenes es un programa excelente orientado hacia las metas. Su propósito es ayudar a desarrollar las cualidades y virtudes de una jovencita ejemplar de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Obtened el premio Reconocimiento a la Mujer Virtuosa y lucid con orgullo el medallón dorado. No os conforméis con mediocridades en este gran programa de incentivos para las mujeres jóvenes de la Iglesia.
Ahora quisiera hablaros sobre el servicio misional en el reino. Tengo un sentimiento muy firme sobre esto y espero que entendáis los anhelos de mi corazón. El profeta José Smith declaró: ‘Después de todo lo que se ha dicho, [nuestro] deber más grande e importante es predicar el evangelio” (History of the Church, 2:478).
El Señor desea que todo hombre joven sirva en una misión regular; sin embargo, en la actualidad sólo una tercera parte de los jóvenes en edad de hacerlo están sirviendo en misiones. Esto no complace al Señor. Podemos lograr más. Debemos lograr más. Una misión no solamente se debería considerar como un deber del sacerdocio, sino que todo joven debería estar ansioso de llegar a esa experiencia con gozo y expectación
Un jovencito no puede hacer nada más importante que esto. Los estudios pueden esperar. Las becas se pueden postergar. Se pueden posponer las oportunidades de trabajo. Si, aun el matrimonio en el templo debe esperar hasta después que un hombre haya cumplido honorable-mente con una misión regular para el Señor.
Ahora bien, ¿por qué os menciono esto a vosotras jovencitas esta tarde’? Porque vosotras podéis tener una influencia positiva en los jóvenes para que sirvan en una misión regular. Haced que los jovencitos a los que conocéis sepan que vosotras esperáis que ellos cumplan con sus responsabilidades misionales; que personalmente, voso-tras deseáis que ellos sirvan en el campo misional, porque sabéis que allá es donde el Señor los quiere.
Evitad el noviazgo serio con un jovencito antes del tiempo de su llamamiento misional. Si vuestra relación con él es más bien amistad, el podrá tomar esa decisión más fácilmente y concentrar sus energías de lleno en la obra misional, en vez de pensar en la novia que tiene en casa. Y una vez que regrese de servir una misión honorable, será un mejor esposo, padre y poseedor del sacerdocio, habiendo servido primero una misión regular.
No hay duda de que las jovencitas fieles de la Iglesia pueden tener una gran influencia positiva para ayudar a los jóvenes a magnificar su sacerdocio y para motivarlos a las buenas obras y a ser lo mejor que pueden ser.
Recordad, jovencitas, vosotras también podéis tener la oportunidad de servir en una misión regular. Estoy agradecido de que mi compañera eterna sirvió en una misión en Hawai antes de que nos casáramos en el Templo de Salt Lake, y me complace haber tenido tres nietas que han servido misiones regulares. Algunos de nuestros mejo-res misioneros son jóvenes hermanas.
Ahora quisiera hablaros de la pureza personal.
El rey Salomón dijo que una mujer virtuosa vale mucho más que las piedras preciosas (véase Proverbios 31:10). Jovencitas, proteged y cuidad vuestra virtud como protegeríais vuestra propia vida. Deseamos que viváis una vida moralmente limpia toda la vida. Queremos que la vida moralmente limpia sea vuestra forma de vida.
Sí, es cierto que uno se puede arrepentir de las transgresiones morales. El milagro del perdón es real y el arrepentimiento verdadero es aceptado por el Señor. Pero no le complace al Señor que demos rienda suelta a nuestros deseos, que nos involucremos en transgresiones sexuales de cualquier naturaleza y luego esperemos que una confesión ya planeada y un arrepentimiento rápido puedan satisfacer al Señor.
El presidente Kimball fue enfático en este punto. En su maravilloso libro El milagro del perdón. declara: “El hombre [o la mujer] que resiste la tentación y vive sin pecar esta en mucho mejor posición que el hombre [o la mujer] que ha caído, no importa cuán arrepentido pueda este sentirse. . .¡Cuánto mejor es jamás haber cometido el pecado!” (Salt Lake City: Bookcraft, 1969, pág. 365.)
Uno de nuestros buenos presidentes de estaca nos relató la siguiente experiencia:
“Recuerdo a una chica que fue mi compañera en la escuela secundaria. Era de una buena familia de miembros de la Iglesia, pero en la secundaria empezó a violar sus normas y principios.
“Recuerdo lo sorprendido que quede en una ocasión cuando en grupo íbamos en la parte de atrás del autobús que nos llevaba a la escuela, y conversábamos sobre las consecuencias del pecado y la transgresión. Ella firmemente comentó que no le preocupaba cometer algún pecado porque su obispo le había dicho que podría arrepentirse fácilmente y pronto seria perdonada.
“Bueno, me quedé pasmado ante tal actitud que no reflejaba ninguna comprensión sobre el arrepentimiento ni ningún agradecimiento por el milagro del perdón. Estaba seguro también de que ella había malinterpretado gravemente la instrucción y el consejo de su obispo.”
El adulterio, o cualquier cosa parecida, es abominable a la vista del Señor. El presidente Kimball advirtió también sabiamente:
“Entre los pecados sexuales más comunes que come-ten nuestros jóvenes están comprendidos el besuqueo y las caricias indecorosas. Estas relaciones impropias no solo conducen frecuentemente a la fornicación, el embarazo y el aborto-todos ellos pecados repugnantes sino que son maldades perniciosas en sí y de sí mismas. y con frecuencia le es difícil a la juventud distinguir donde una acaba y la otra empieza . . .
“Con demasiada frecuencia los jóvenes echan al olvido este género de caricias, encogiéndose de hombros como si se tratara de una pequeña indiscreción, pero al mismo tiempo admiten que la fornicación es una transgresión impía. Muchísimos de ellos se llenan de espanto, o lo fingen, cuando se les dice que lo que han cometido, llamándolo acariciar y palpar, fue en realidad luna forma del fornicación.” (El Milagro del Perdón, págs. 63-64.)
Jóvenes hermanas, sed recatadas. La modestia en el vestir, en la forma de hablar y en el comportamiento es una verdadera marca de refinamiento y un sello distintivo de una mujer virtuosa Santo de los Últimos Días. Evitad lo bajo, lo vulgar y lo sugestivo.
Junto con los jóvenes del Sacerdocio Aarónico, recordad el precepto de las Escrituras: “Sed limpios, los que lleváis los vasos del Señor” (3Nefi 20:41; véase Isaías 52:11).
Recordad la historia de José en Egipto, quien no cedió ante la esposa de Potifar y mantuvo su pureza y virtud (véase Génesis 39:7-21).
Considerad cuidadosamente las palabras del profeta Alma a su hijo descarriado, Coriantón: “Quisiera que te arrepintieses y abandonases tus pecados, y no te dejases llevar más por las concupiscencias de tus ojos” (Alma 39: 9)
“Las concupiscencias de tus ojos.” ¿Que significa esta expresión en nuestros días? Las películas. Los programas de televisión y los videos que son tanto sugestivos como sensuales. Las revistas y los libros obscenos y pornográficos. Os aconsejamos, jovencitas, que .no ensuciéis vuestra mente con materiales tan degradantes, porque la mente por la cual pasan estas inmundicias nunca vuelve a quedar igual. No veáis películas ni videos vulgares, ni participéis en ninguna clase de actividades inmorales, sugestivas o pornográficas. Y no aceptéis salir con jóvenes que puedan llevaros a tal tipo de actividades.
No escuchéis música degradante. Recordad la declaración del élder Boyd K. Packer:
“La música, una vez. . . inocente, ahora muchas veces se usa para fines malvados..
“En nuestros días, la música misma se ha corrompido. La música puede, por su movimiento, su compás o su intensidad [y me gustaría agregar que por su letra] embotar la sensibilidad espiritual de los hombres [y de las mujeres]. . .
“Jóvenes” continua diciendo el élder Packer. “no podéis daros el lujo de llenar vuestra mente con la música indigna y ruidosa de hoy día”. (Ensign. enero de 1974, págs. 25, 28.)
Por el contrario, os recomendamos que escuchéis música edificante. tanto popular como clásica. Aprended algunos himnos favoritos de nuestro nuevo himnario que ayudan a edificar la fe y la espiritualidad. Asistid a bailes donde la música y la iluminación y el mismo baile sean de tendencia espiritual. Mirad películas y programas que edifiquen el espíritu y fomenten pensamientos y acciones limpios. Leed libros y revistas que conduzcan a lo mismo.
Recordad, jovencitas, la importancia del noviazgo apropiado. El presidente Kimball nos da un sabio consejo al respecto:
“Desde luego, el matrimonio apropiado empieza con un noviazgo adecuado. . . Por tanto, se hace fuerte hincapié en esta amonestación: No corras el riesgo de salir con no miembros ni con miembros que carecen de preparación y de fe. Una joven podrá decir: ‘No, ninguna intención tengo de casarme con esta persona. Salgo con él para divertirme’. Sin embargo, uno no debe correr cl riesgo de enamorarse de alguien que quizá nunca acepte el evangelio.” (El Milagro del Perdón. pág. 246. )
Nuestro Padre Celestial desea que salgáis con jóvenes que sean fieles miembros de la Iglesia, que sean dignos de llevaros al templo y casarse a la manera del Señor. Habrá un nuevo espíritu en Sión cuando las jovencitas digan a sus novios: “Si no puedes obtener una recomendación para el templo, no voy a atar mi vida a la tuya, ni siquiera por esta vida”. Y los jóvenes que regresan de sus misiones dirán a sus novias: “Lo siento, pero por mucho que te amé, no me casare contigo si va a ser fuera del santo templo”.
Mis jóvenes hermanas, tenemos una tremenda esperanza en vosotras. Esperamos mucho de vosotras. No os conforméis con menos de lo que el Señor espera de vosotras.
En 2 Nefi 31:20, el profeta Nefi exclama: “Por tanto, debéis seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres. Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendréis la vida eterna.”
Si, dadme una jovencita que ame su hogar y a su familia, que lea las Escrituras diariamente y medite en ellas, que tenga un testimonio ardiente sobre el Libro de Mormón. Dadme una jovencita que asista fielmente a sus reuniones de la Iglesia, que se gradúe de seminario, que haya ganado el Reconocimiento a la Mujer Virtuosa, y que lo luz.ca con orgullo. Dadme una jovencita que sea virtuosa y que haya mantenido su pureza personal, que no se conforme con menos que un matrimonio en el templo. y yo os daré una jovencita que hará milagros para el Señor, ahora y en las eternidades.
Ahora quisiera decir una pocas palabras a las madres y a los líderes de estas maravillosas jóvenes.
Madres, manteneos cerca de vuestras hijas. Ganad y mereced su amor y su respeto. Manteneos unidas a vuestros maridos en la crianza de vuestros hijos. No hagáis nada que pueda ser la causa de que vuestras hijas tropiecen debido a vuestro ejemplo.
Enseñad a vuestras hijas a prepararse en la carrera más importante de la vida: la de ama de casa. esposa y madre. Enseñadles a amar el hogar porque vosotras amáis el hogar. Enseñadles la importancia de ser madres de tiempo completo en el hogar.
Mi compañera eterna ha aconsejado sabiamente a las madres: “Irradiad un espíritu de alegría y gozo en los quehaceres del hogar. Vosotras enseñáis por el ejemplo vuestra actitud hacia las labores de la casa. Vuestra actitud dirá a vuestras hijas: ‘Soy sólo una ama de casa’, o les dirá: ‘Ser ama de casa es la profesión más sublime y noble a la que una mujer puede aspirar’ ”.
Líderes del sacerdocio, recordad que la responsa-bilidad primordial y más importante del obispo es el Sacerdocio Aarónico y las Mujeres Jóvenes del barrio.
Obispos, manteneos cerca, tanto de los hombres jóvenes como de las mujeres jóvenes. Dad tanta importan-cia al programa de las mujeres jóvenes como le dais al de los hombres jóvenes. Preocupaos tanto de las actividades y clases de las mujeres jóvenes, de sus campamentos y actividades sociales, sus charlas fogoneras y conferencias, como lo hacéis con los hombres jóvenes.
Reconoced con igual valor la presentación del premio Reconocimiento a la Mujer Virtuosa como la de Mi Deber a Dios y la de Scout Aguila.
Dedicad el tiempo necesario (y lleva tiempo) a las entrevistas personales con las mujeres jóvenes del barrio. Hablad a menudo con ellas sobre sus metas y aspiraciones personales, sus problemas y su dignidad personal. Sed obispos que realmente se interesen por cada jovencito y jovencita del barrio.
A las líderes de las Mujeres Jóvenes que se encuentran aquí esta tarde: Amad de corazón a las jóvenes hermanas con quienes trabajáis; compenetraos en sus vidas; sed una verdadera amiga y consejera para ellas; cumplid bien con vuestra mayordomía. Con toda la energía de vuestro corazón, ayudadles a llegar a nuestro Padre Celestial siendo limpias, dulces y puras.
Ahora, para terminar, mis queridas jóvenes hermanas, ¡como os amo y os respeto! ¡Como oro por vosotras! ¡Como abunda mi esperanza en vosotras! Recordad el consejo que os he dado esta tarde. Es lo que el Señor desea que escuchéis ahora hoy día.
Vivid de acuerdo con vuestro potencial divino. Recordad quienes sois y la divina herencia que tenéis, la de ser literalmente hijas reales de nuestro Padre en los cielos. Oh ‘juventud bendita’ , con todo mi corazón os digo: “¡A vencer, a vencer, a vencer!” (Himnos de Sión. núm. 56.) En el nombre de Jesucristo. Amén.
RESUMEN
Ezra Taft Benson comienza su discurso expresando su amor y esperanza por las jóvenes de la Iglesia, subrayando la importancia de su rol en los últimos días. Les recuerda que su nacimiento en esta época no es una coincidencia, sino que fue preordenado en las eternidades. Les aconseja honrar a sus padres, fortalecer la unidad familiar y participar activamente en las noches de hogar y la oración familiar.
Benson enfatiza la importancia de la lectura diaria de las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón, y sugiere que las jóvenes obtengan y estudien su bendición patriarcal. Les anima a asistir fielmente a todas las reuniones de la Iglesia y aprovechar los programas de logros como el Progreso Personal, buscando siempre la excelencia.
El discurso también aborda la importancia del servicio misional, destacando el papel de las jóvenes en motivar a los jóvenes varones a servir misiones. Benson hace hincapié en la pureza personal, instando a las jóvenes a vivir moralmente limpias y a evitar influencias degradantes como ciertas películas, música y literatura.
Además, Benson aconseja a las jóvenes a mantener un noviazgo apropiado y a buscar parejas que sean fieles miembros de la Iglesia, dignos de llevarlas al templo. Termina su discurso con un llamado a vivir de acuerdo con su potencial divino y a recordar su identidad como hijas reales de Dios.
Ezra Taft Benson ofrece una orientación clara y sincera para las mujeres jóvenes de la Iglesia, subrayando su papel crucial en la familia y en la Iglesia. Su mensaje refuerza la importancia de la unidad familiar y la influencia positiva de los padres, especialmente de las madres, en la vida de las jóvenes.
El énfasis en la lectura diaria de las Escrituras y en la obtención de la bendición patriarcal muestra su deseo de que las jóvenes desarrollen una fuerte espiritualidad personal. Al igual que con los jóvenes del Sacerdocio Aarónico, Benson ve en las Escrituras una fuente de fortaleza y guía espiritual indispensable.
El discurso aborda también temas sensibles como la pureza personal y las influencias negativas de la cultura popular. Benson no duda en advertir contra las películas, música y literatura que pueden corromper la mente y el espíritu, subrayando la importancia de mantener altos estándares morales.
Además, Benson destaca el papel de las jóvenes en apoyar y motivar a los jóvenes varones a servir en misiones, mostrando cómo las decisiones y acciones de las mujeres pueden tener un impacto positivo en la comunidad de la Iglesia.
Finalmente, el llamado a las jóvenes a buscar parejas dignas y a prepararse para el matrimonio en el templo es un recordatorio de la importancia de las metas eternas y la preparación adecuada para alcanzarlas.
En conjunto, el discurso de Benson es un poderoso recordatorio de la alta estima y expectativas que la Iglesia tiene para sus jóvenes, ofreciéndoles una guía clara y amorosa para vivir de acuerdo con su potencial divino y fortalecer sus familias y comunidades.
























