Conferencia General Abril 1986
La responsabilidad del bienestar descansa sobre mí y mi familia
élder James E. Faust
del Quórum de los Doce Apóstoles
«Si somos providentes y prudentes en la administración de nuestros asuntos familiares y si somos fieles, Dios nos sostendrá a través de nuestras pruebas.»
Deseo hablaros de los principios básicos que nos ponen a flote en el aspecto económico, lo cual es importante para nuestra felicidad. Echemos una mirada a nuestra vida y, como los navegantes, determinemos nuestro rumbo para ver si económicamente estamos en la ruta debida. Tenemos que basarnos en principios sólidos. El principio fundamental a que me refiero es de que la responsabilidad del bienestar descansa sobre mí y mi familia. En 1936, la Primera Presidencia manifestó: «La aspiración de la Iglesia es ayudar a las personas a que se ayuden a si mismas» (en Conference Report, oct. de 1936, pág. 3).
Algunos éramos jóvenes durante la gran depresión económica que hubo en los Estados Unidos hace cincuenta años. La mayoría de los que vivimos aquellos tiempos no olvidaremos nunca las dificultades económicas que sufrió casi toda la gente. Muchos bancos quebraron; muchas personas perdieron los ahorros de toda su vida; muchos quedaron cesantes y algunos perdieron su casa por no poder pagar la hipoteca. Innumerables personas pasaron hambre. Si no comíamos la avena del desayuno, la recalentábamos para el almuerzo o la cena. Esos enormes conflictos económicos podrían sobrevenir otra vez; pero cualquiera de nosotros, en cualquier momento, podría sufrir una calamidad personal, como una enfermedad o un accidente que aniquilara o limitara nuestros ingresos.
El propósito del programa de bienestar es cuidar del pobre y del necesitado, y, por la obediencia a los principios del evangelio, lograr que los miembros de la Iglesia sean firmes y autosuficientes. La medula de la tarea de cuidar del pobre y del necesitado en una Iglesia mundial es un generoso aporte a las ofrendas de ayuno junto con la preparación personal y familiar. La medula de la tarea de atender a nuestras propias necesidades esta constituida por nuestras propias energías y capacidad aunadas a la ayuda reciproca entre los miembros de la familia.
Quisiera mencionar cinco prescripciones que podemos seguir para dirigir mas eficazmente el rumbo de nuestro destino.
Primera prescripción: Practiquemos la economía y la moderación. Un antiguo dicho reza: «No desperdicies, ni comida ni bienes, y arréglate con lo que tienes». La economía es la práctica de no desperdiciar nada. Hay personas que se las arreglan porque evitan hacer gastos. Hacen reparar su calzado, confeccionan y reparan su ropa, y ahorran no sólo el dinero. Evitan comprar a crédito y compran sólo tras haber ahorrado para pagar en efectivo, evitando así pagar los intereses. La moderación, en este sentido, viene a ser el practicar la economía con moderación
El antiguo adagio: «No desperdiciéis y siempre tendréis» sigue en vigencia. La moderación nos exige vivir al nivel de nuestros ingresos y ahorrar un poco para los tiempos difíciles, los que nunca faltan; significa evitar las deudas y limitar cautelosamente el comprar a crédito. Es importante aprender a distinguir entre lo que se quiere tener y lo que se necesita. Se requiere autodisciplina para hacer a un lado la filosofía del «comprar ahora y pagar después» y adoptar la práctica del «ahorrar ahora y comprar después».
Hay inversionistas que instan a la gente a arriesgarse a adquirir bienes a crédito afirmando que estos son «medios para surgir», «riqueza a crédito» y el modo de «hacerse rico con dinero prestado». Eso dará buenos resultados a algunos, pero en el mejor de los casos, saldrán adelante sólo por un tiempo. Los reveses económicos siempre salen al paso; y muchos que se han aventurado a pedir dinero a crédito han quedado económicamente en la ruina.
El presidente Ezra Taft Benson dijo: «. . .Un gran número de familias que tienen deudas no poseen dinero ni bienes de ninguna clase de los cuales echar mano. ¡A cuantas dificultades abren la puerta si su ingreso de pronto se terminara o se redujera considerablemente! Todos sabemos de familias que se han endeudado en mas de lo que pueden pagar» (Ezra Taft Benson, «Pay Thy Debt, and Live», en Speeches of the Year 1962, Provo: Brigham Young University Press, 1963, pág. 10).
El tener una casa propia, libre de deudas, es una meta importante de la vida providente aunque ello no este dentro de las posibilidades de algunos. El hipotecar una casa deja a una familia indefensa contra la tempestad de los serios reveses económicos. Una casa libre de hipotecas y gravámenes no se puede perder. Los tiempos de mayor prosperidad económica son los mas oportunos para pagar nuestras deudas y hacer algunos pagos mensuales por adelantado. Es muy cierto eso de que «el que toma prestado es siervo del que presta» (Proverbios 22:7) .
Muchas personas jóvenes se deslumbran en tal forma ante la facilidad de los pagos mensuales que apenas piensan en el costo total de lo que compran. Desean tener prontamente lo que a sus padres les llevó años adquirir. No, no lleva a la felicidad contraer deudas para comprar una casa grande, un automóvil costoso o la ropa mas elegante sólo por tener tanto o mas que el vecino. El pagar las deudas que se contraen es un deber sagrado. La mayoría de nosotros nunca seremos ricos, pero nos sentiremos muy aliviados si no tenemos deudas.
Segunda prescripción: Procuremos ser independientes. El Señor ha dicho que es importante que «la iglesia pueda sostenerse independiente de todas las otras criaturas bajo el mundo celestial» (D. y C. 78:14). También se exhorta a los miembros de la Iglesia a ser independientes. La independencia tiene muchas definiciones: Significa ser libre de drogas que envician, de hábitos que amarran y de enfermedades que afligen. También significa estar libre de deudas y del pago de los intereses de las deudas que se contraen en cualquier parte del mundo.
Las originales palabras del presidente J. Reuben Clark tocante a los intereses admiten repetición:
«El interés nunca duerme, ni enferma ni muere; nunca va al hospital; trabaja domingos y festivos; nunca sale de vacaciones; nunca visita ni viaja; no se complace en nada; nunca queda cesante ni le despiden del empleo; nunca le reducen el número de las horas que puede trabajar; nunca cosecha menos de lo que siembra, ni le sobrevienen sequías; nunca paga impuestos; no compra alimentos; no usa ropa; no tiene casa y, por tanto, no tiene que hacer reparaciones ni por dentro ni por fuera de la casa, ni pintar; no tiene esposa, ni hijos, ni padre, ni madre, ni parientes de los cuales cuidar; no tiene que gastar para vivir; no tiene bodas, ni nacimientos ni muertes; no tiene amor ni comprensión; es tan duro y desalmado como un despeñadero de granito. Una vez que contraemos una deuda, el interés es nuestro compañero cada minuto del día y de la noche; no podemos huir de el ni escabullirnos de el; no podemos despedirlo; no cede ante suplicas ni demandas, ni órdenes; y si nos inmiscuimos en su vía o atravesamos su camino o no cumplimos con sus exigencias, nos aplasta.» (En Conference Report, abril de 1938, pág. 103.)
Una prolongada dependencia económica humilla al hombre fuerte y debilita aun mas al débil.
El pagar nuestros diezmos y ofrendas nos ayuda a ser independientes. El presidente N. Eldon Tanner dijo: «El pagar nuestro diezmo es cumplir con una deuda que tenemos con el Señor . . .
«Si obedecemos este mandamiento, se nos promete que recibiremos ‘de la abundancia de la tierra’. Esta prosperidad consiste en algo mas que bienes materiales; puede referirse a gozar de salud y de una mente alerta, a tener solidaridad familiar y progreso espiritual» («La administración financiera», Liahona, ene. de 1980, pág. 149). Creo firmemente, tras muchos años de observarlo asiduamente, que los que pagan honradamente su diezmo y sus ofrendas prosperan y les va mejor en casi todos los aspectos. Doy fe de que si cumplimos con esta deuda que tenemos con el Señor, experimentaremos una gran satisfacción personal. Desgraciadamente, conocerán esa gran satisfacción sólo aquellos que tengan la fe y la fortaleza de guardar este mandamiento.
Tercera prescripción: Seamos industriosos. El ser industrioso supone el saber valerse eficazmente de las circunstancias para el propio provecho. También significa ser emprendedor y aprovechar las oportunidades. La laboriosidad requiere ingenio. Una buena idea puede valer años de lucha.
Un dueño de fértiles campos hablaba a su hermana lamentándose de su falta de medios. Ella le preguntó: «¿Y tus sembrados’?» El empobrecido granjero replicó: «Es que como había tan poca nieve en la montaña, pense que tendríamos sequía y no plante nada». Pero sucedió que inesperadas lluvias primaverales hicieron prosperar los sembrados de los industriosos que cultivaron la tierra. Dudar de nuestro potencial y de nuestras posibilidades es negar la divinidad que tenemos en nuestro interior.
El gran poeta Virgilio dijo: «Los que conquistan son los que creen que pueden lograrlo» (International Dictionary of Thoughts, comp. por John P. Bradley, Leo F. Daniels, Thomas C. Jones, Chicago: J.C. Ferguson Publishing Company, 1969, pág. 661.) Refiriéndose a un Dios justo, Alma testifico: «se que el reparte a los hombres según la voluntad de ellos» (Alma 29:4).
Ser industrioso supone el ser trabajador. Supone el tener facultad creadora. También supone el descanso. Comprende los dos aspectos de la observancia del día de reposo. Por un lado. hemos de trabajar seis días; por el otro, hemos de descansar un día. Ese descanso nos permite reponer y aumentar las energías para hacer los días que siguen mas productivos y mas fructíferos.
Cuarta prescripción: Volvámonos autosuficientes. Siempre he admirado a las personas que tienen la capacidad y la destreza de hacer cosas con las manos. Cuando esos talentos se repartieron en nuestra existencia anterior, yo debo de haber estado en algún otro sitio. El talento para hacer reparaciones en casa, para improvisar, para cuidar de nuestra propia maquinaria, así como de nuestros vehículos no es sólo una ventaja económica sino que también proporciona resistencia [elasticidad] emocional.
El presidente Spencer W. Kimball dijo: «Confío en que comprendáis que el cultivar un huerto no sólo es útil para reducir los gastos en alimentos y contar con deliciosas frutas y hortalizas frescas, sino que sirve para mucho mas. ¿Quién podría medir el valor de esa especial charla entre padre e hija al trabajar juntos en el huerto regándolo y arrancando las hierbas’? ¿Cómo podríamos evaluar el beneficio de las lecciones prácticas del plantar, cultivar y la ley eterna de la cosecha’? ¿Cómo podríamos medir la unidad y la colaboración que se hacen presentes entre los miembros de la familia al envasar juntos’? Si, cierto es que almacenamos provisiones, pero tal vez el mayor beneficio este en las lecciones de la vida que aprendemos al vivir providentemente y traspasar a nuestros hijos su herencia pionera» (en Conference Report, oct. de 1977, pág. 125; Ensign, nov. de l977. pág. 78). Esa herencia comprende el enseñar a nuestros hijos a trabajar.
Quinta prescripción: Esforzarnos por tener alimentos y ropa para un año. El consejo de tener almacenados los artículos de primera necesidad y la ropa para un año se dio hace cincuenta años y se ha repetido muchas veces desde entonces. El padre y la madre son los «almaceneros» de la familia y tienen que almacenar 1° que su propia familia querría tener en un caso de emergencia. La mayoría de las familias no podrían gastar en artículos de lujo para un año, pero les resultara mas practico almacenar artículos de primera necesidad gracias a los que no pasarían hambre en un caso de emergencia. Sin duda, todos confiamos en que nunca nos llegue la hora de sufrir necesidades. Hay quienes han dicho: «Hemos seguido este consejo en lo pasado y nunca hemos tenido necesidad de usar nuestras provisiones para un año, así que nos resulta difícil recordar darle prioridad». Quizá el seguir ese consejo haya sido la razón por la que no hayan necesitado usar sus reservas. Si las provisiones se usan en forma rotativa, se conservan en buen estado y no se desperdician.
No se puede esperar que la Iglesia abastezca a sus millones de miembros en un caso de desastre publico o personal. Por consiguiente, es indispensable que cada hogar y cada familia haga lo que pueda por asumir la responsabilidad de atender a sus propias necesidades. Si no contamos con los medios para adquirir las provisiones para un año, entonces podemos esforzarnos por comenzar a almacenar las necesarias para un mes. Creo que si somos providentes y prudentes en la administración de nuestros asuntos familiares y si somos fieles, Dios nos sostendrá a través de nuestras pruebas. El ha revelado: «Porque la tierra esta llena, y hay suficiente y de sobra; si, yo prepare todas las cosas. y he concedido a los hijos de los hombres que sean sus propios agentes» (D. y C. 104:17).
Gran parte de nuestro propio bienestar esta encapsulado en el cuidar de nuestros semejantes. El rey Benjamin, que nos habla desde las paginas del Libro de Mormón, nos exhorta diciendo:
. . . Quisiera que de vuestros bienes dieseis al pobre, cada cual según lo que tuviere, tal como alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al enfermo, y ministrar para su alivio, tanto espiritual como temporalmente según sus necesidades» (Mosíah 4:26).
Tal vez alguien se pregunte:
¿Cómo podré discernir que declaración profética de esta conferencia es un mensaje particular para mi’?»‘ Mi respuesta es: Si, podéis saberlo. Podéis saberlo por medio de las indicaciones del Espíritu Santo si procuráis saberlo con rectitud y fervor. Vuestra propia inspiración será una vibración infalible por medio de la compañía del Espíritu Santo. Recibiréis esa manifestación como el Señor se lo dijo a Elías, no en el grande y poderoso viento, ni el terremoto ni en el fuego sino en un silbo apacible y delicado (1 Reyes 19:12). Eso nos ayudara si nos hace falta, a hacer los cambios que debamos hacer en nuestra vida y en nuestro modo de vivir para seguir la vía segura.
La parábola de las diez vírgenes. cinco prudentes y cinco insensatas, tiene aplicación tanto espiritual como temporal. Cada uno de nosotros tiene una lámpara para iluminarse el camino. pero es preciso que cada cual ponga aceite en su propia lampara para producir esa luz. No basta con sentarse ociosamente y decir «el Señor proveerá». El ha prometido que aquellos que sean prudentes y hayan «tomado al Espíritu Santo por guía» (D. y C. 45:57) recibirán la tierra por herencia (D. y C. 45:58). Además, se ha prometido que: «el Señor estará en medio de ellos y su gloria estará sobre ellos. y el será su rey y su legislador» (D. y C. 45:59). Que así sea ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























