Programas o principios?

Conferencia General Abril 1986logo 4
¿Programas o principios?
Obispo Glenn L. Pace
Segundo Consejero en el Obispado Presidente

Glenn L. Pace«Los programas que se siguen ciegamente nos llevan a hacer el bien por disciplina, mientras que los principios que se entienden y se practican nos conducen a tener la disposición de hacer el bien.»

Hace cinco años se me pidió que aceptara ser director administrativo del Departamento de los Servicios de Bienestar de la Iglesia. A los pocos días, el presidente Marion G. Romney me llamó por teléfono y me dijo:

-Hermano Pace, ¿sabe usted algo sobre bienestar’?

La pregunta me volvió a la realidad, y le respondí:

-Presidente, estoy seguro de que tengo mucho que aprender.

Entonces me pidió que apartara las tres de la tarde de todos los viernes para reunirme con el y analizar juntos principios de bienestar.

El primer viernes, me presente con mi libreta de apuntes; el secretario del presidente Romney entro en su oficina y le dijo que yo estaba allí. Le oí contestar:

-¡Ah,, si! Quisiera verlo, siempre que no se quede demasiado.

En la segunda entrevista, con él «siempre que no se quede demasiado» sonándome en los oídos, le hable de dos asuntos y empece nerviosamente a hacer movimientos que indicaran que ya estaba por irme. El Presidente se inclinó sobre el escritorio y, con una expresión traviesa en la mirada y en la voz, me dijo:

-Hermano Pace, tengo la impresión de que usted piensa que tiene algo mejor que hacer. . .

Con cuanto cariño recuerdo esas invalorables sesiones con un hombre que ha dedicado cincuenta años de servicio al reino, especialmente en el programa de bienestar. El me ayudó a conocer al presidente Harold B. Lee, al presidente J. Reuben Clark y otros grandes líderes que siempre dieron gran importancia a los principios de bienestar. Recibí el consejo de basar todas mis recomendaciones en el propósito del programa de bienestar, tal como lo declaró el presidente Grant en 1 936:

«Nuestro propósito principal fue establecer, hasta donde fuera posible, un sistema bajo el cual la maldición del ocio fuera suprimida, se abolieran las limosnas, y se establecieran nuevamente entre nuestro pueblo la industria, el ahorro y el autorrespeto. El propósito de la Iglesia es ayudar a las personas a ayudarse a si mismas. El trabajo debe ser nuevamente el principio imperante en la vida de los miembros de nuestra Iglesia.» (Manual de los Servicios de Bienestar, Parte I, pág. 1)

Muchas veces, el presidente Romney hizo hincapié en que la noción de que el programa de bienestar empezó en 1936 es errónea, y citaba estas palabras del presidente Lee:

«El programa de bienestar no tuvo un comienzo, como tampoco tendrá un fin; siempre estamos en medio de el. No tiene un principio ni un fin, sólo el centro.» (Harold B. Lee, «Listen and Obey» Welfare Agricultural Meeting, abril 3 de 1971 .)

Además, me citaba pasajes de escritura relacionados con el mandamiento que tenemos de buscar a los pobres, mandamiento que recibieron los santos en Kirtland y en el condado de Jackson, en una época en que casi todos los miembros eran pobres. Me hizo notar como se guardaba ese mandamiento en Nauvoo, en la década de 1840, y en Utah, a fines del 1800 y principios del 1900, citaba también pasajes del Libro de Mormón y del Nuevo Testamento para poner de relieve todo el tiempo que dedico el Salvador en ayudar a los pobres y necesitados.

El hacia que todo pareciera muy sencillo.

-Hermano Pace-me decía-, a no complique tanto las cosas! Todo lo que hemos tratado de lograr es que nuestra gente sea autosuficiente, pues cuanto mas autosuficiente sea una persona, mejor puede servir; y cuanto mas sirva, mas se santificara.

A través de los años se han establecido muchos programas con el fin común de ayudar a la gente a ser autosuficiente. El plan de bienestar que se dio a conocer en 1936 a inspirados líderes se ha hecho famoso, y tanto los líderes de otras religiones como algunos del gobierno que ocupan cargos importantes lo han tenido como un ejemplo envidiable Pero, con todo lo excelentes que son los diversos programas de la Iglesia, llevan en sí un posible peligro: Si no tenemos cuidado, podemos dejarnos envolver tanto por el plan que lleguemos a olvidar sus principios; podemos caer así en la trampa de confundir costumbres con principios y el programa en si con sus objetivos.

Un sábado de mañana, me dirigía a cumplir una asignación en una granja de bienestar; teníamos que limpiar de hierbas un canal de riego. En el camino pase por la casa de una anciana viuda de mi barrio y la vi en el jardín, arrancando hierbas; la temperatura ya era bastante elevada, y la anciana tenia aspecto fatigado y parecía no sentirse bien. Por un instante pense que debía detenerme y ayudarla, pero mi conciencia me permitió seguir adelante porque, después de todo, yo tenía aquella asignación en la granja. Me pregunto que habría pasado si hubiera seguido aquella inspiración espontánea del Espíritu, dejando en libertad de acción la compasión genuina que sentí en aquel momento. ¿Cómo habría sido el día para ella, como habría sido para mí’? Pero no pude hacerlo porque no se me había asignado ayudarla. Necesitamos que haya mas actos espontáneos de servicio compasivo.

En 1983 hubo algunos cambios importantes en el programa de bienestar que se sigue en los Estados Unidos y en Canadá. Al anunciarlos, el presidente Hinckley dijo:

«Para empezar, quisiera decir que la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce han considerado concienzudamente las implicaciones de lo que se oirá a continuación . . .

«Reafirmamos los principios básicos del programa de bienestar, y no nos apartaremos de ese fundamento. Sentimos la necesidad de recalcar mas claramente la obligación que tienen los miembros de la Iglesia de ser mas independientes y autosuficientes, de aumentar su sentido de responsabilidad personal y familiar, de cultivar su progreso espiritual y empeñarse mas en el servicio cristiano.» (Gordon B. Hinckley, Discurso a los Representantes Regional es y presidentes de estaca, abril de 1983.)

Desde que se anunciaron esos cambios, se nos ha preguntado si la Iglesia esta por abandonar el programa de bienestar o por restarle importancia. Esta pregunta sólo la hacen aquellos que tienen dificultad para distinguir entre un principio y un programa.

Al finalizar una reunión del Comité Ejecutivo de los Servicios de Bienestar, en la que. según mi opinión, yo había descrito con gran elocuencia granjas, maquinaria, silos y envasadoras, el presidente Romney me invito inesperadamente a reunirme con el en su oficina. Una vez allí me pregunto:

-Hermano Pace, ¿por que ya no hablamos de los principios y la doctrina?

Desde que oí esa aguda pregunta no he sido la misma persona. A partir de aquel momento y hasta mi relevo como director administrativo de los Servicios de Bienestar tres años después, me comprometí a ser mas diligente al evaluar los programas para saber si lograban su objetivo en cuanto a los principios.

Todavía esta vigente lo que dijo el presidente Harold B. Lee:

‘Nadie puede cambiar los principios o la doctrina de la Iglesia, excepto el Señor y por revelación. Lo que cambia son los métodos al recibir inspiración aquellos que nos presiden . . . Podéis estar seguros de que los hermanos que presidimos oramos fervientemente, y que no tomamos una decisión hasta tener la seguridad, en todo lo que nos es posible, de que lo que hacemos tiene el sello de la aprobación divina.» (Ensign. enero de 1971, pág. 10.)

Al viajar por diversos países, a menudo se me ha preguntado: ‘¿Cuando tendremos el programa de bienestar en nuestro país? «He contestado preguntando a la vez si tenían la Biblia, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y La Perla de Gran Precio; además, les preguntó si tienen obispos o presidentes de rama, personas necesitadas y otras que puedan ayudar. Al responderme que sí, les he explicado que tienen todo lo necesario para comenzar un programa activo de bienestar en su país.

En un viaje que hice a Sudamérica hace unos años, hable con el presidente de una estaca en la cual había existido un cincuenta por ciento de desempleo durante los tres años anteriores. Sabiendo que la estaca había recibido menos de doscientos dólares de la oficina de área en ese tiempo, le pregunte cómo se las habían arreglado los miembros para sostenerse sin recibir una ayuda considerable de la Iglesia. Me contestó que las familias se habían ayudado mutuamente; no sólo los padres e hijos participaron, sino también los tíos y primos; si un primo conseguía trabajo. el dinero que ganaba beneficiaba a toda la familia. Además, los miembros se ayudaban unos a otros y compartían lo que tenían, por escaso que fuera. Con lágrimas en los ojos me habló de la forma en que se habían acercado los unos a los otros. y también al Señor; y su espiritualidad había aumentado mucho. ,,Tenían un programa de bienestar’? Si, lo tenían, y en su forma mas pura.

Temo que a lo largo de los años hayamos aprendido demasiado sobre los programas pagando por ello el precio de una comprensión insuficiente de los principios. Si hubiéramos aprendido mas en cuanto a estos, los líderes del sacerdocio en todo el mundo resolverían los problemas locales con recursos locales sin esperar que les llegue ayuda de la cabecera de la Iglesia; y los miembros se ayudarían los unos a los otros sin esperar una asignación .

Los programas que se siguen ciegamente nos llevan a hacer el bien por disciplina, mientras que los principios que se entienden y se practican nos conducen a tener la disposición de hacer el bien.

El año pasado viaje a Etiopía con el élder Ballard, y regresamos con vividas imágenes de degradación y pobreza indeleblemente grabadas en la mente. Sin embargo, me persiguen mas a menudo las imágenes vividas de las condiciones en que viven algunos de nuestros propios miembros en otras partes del mundo. Si todos pudieran viajar y observar personalmente esas condiciones, nuestras ofrendas de ayuno aumentarían considerablemente.

Moroni profetizo con respecto a nuestros días cuando dijo:

«He aquí,, os hablo como si os hallaseis presentes, y sin embargo, no lo estáis. Pero he aquí, Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras . . .

«Porque he aquí, amáis el dinero, y vuestros bienes, y vuestros costosos vestidos, y el adorno de vuestras iglesias, mas de lo que amáis a los pobres y los necesitados, los enfermos y los afligidos.» (Mormón 8:35, 37.)

Tengo mucha fe en la generosidad y la compasión de los miembros de esta Iglesia, las cuales nunca se han demostrado mas gráficamente que durante los ayunos especiales que hicimos en enero y noviembre del año pasado. Recaudamos mas de diez millones de dólares para personas que no conocemos y que no son miembros de la Iglesia. Los santos responden cuando se enteran de que hay necesidades; estas no han pasado, ya que hay mucho que hacer entre nuestros propios hermanos en la fe.

El término «pobreza» es relativo, y, según el país, tiene un significado diferente. No existe un programa o solución que sea común a todas las situaciones. No obstante, los principios son universales. No podemos llevar a toda persona al mismo nivel económico, pues hacerlo sería violar los principios y fomentar la dependencia en lugar de la independencia. En cualquier país. Las personas tienen la principal responsabilidad de resolver sus propios problemas. Y deben sacrificarse los unos por los otros, porque, como dijo el profeta José Smith: ‘ Una religión que no requiera el sacrificio de todas las cosas nunca tendrá el poder para producir la fe que lleva a la vida y la salvación.» (Lectures of Faith, 6:7. )

Los miembros de la Iglesia en todas partes no deberían preguntarse «¿Que puede hacer la Iglesia por mi’?», sino «¿Que puedo yo hacer por mi mismo, por la Iglesia y por mis semejantes’?»

Las soluciones para la pobreza son muy complejas, y el equilibrio entre el exceso y la escasez de asistencia es muy difícil de lograr. Nuestra compasión puede llevarnos al fracaso si ayudamos sin fomentar a la vez la independencia y la autosuficiencia del que recibe.

Sin embargo, hay un estado de miseria al cual ningún Santo de los Últimos Días debería descender, mientras haya quien viva en la abundancia. ¿Podemos mantener un nivel de vida lujoso, cuando hay quienes no tienen siquiera con que purificar el agua que toman? No podemos pasar por alto las necesidades temporales mas básicas de nuestros hermanos y al mismo tiempo profesar que creemos en lo que el presidente Joseph F. Smith dijo: «Si una religión no tiene el poder de salvar a la gente en lo temporal y lograr que sea próspera y feliz aquí, no se puede esperar que la salve espiritualmente» (Albert E. Bowen, The Church Welfare Plan, pág. 36) .

En 1936 había una depresión económica en los Estados Unidos. Basándose en principios, se ideó un programa adaptado a las circunstancias. Actualmente, formamos una Iglesia que es internacional, y en todo el mundo los santos enfrentan problemas mucho mas serios que esos. Empleando los principios de bienestar, se pueden encontrar soluciones a las dificultades de esta época y del futuro. Que el Señor bendiga al presidente Marion G. Romney  y aquellos con quienes el trabajó por ayudarnos a comprender los principios de bienestar. Es mi oración que logremos buenos resultados al hacer frente a los problemas de la actualidad como nuestros antecesores hicieron frente a los de ellos. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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