Conferencia General Abril 1988
A los mayores solteros de la Iglesia
por el presidente Ezra Taft Benson
Presidente de la Iglesia
Ruego que Dios os bendiga a todos vosotros los hermanos solteros de la Iglesia. Ruego que deis prioridad a lo que sea mas importante. Yo os he sugerido cuales son algunas de esas cosas importantes esta noche. Reflexionad seriamente sobre ellas.
Mis estimados hermanos del Sacerdocio Aarónico y del Sacerdocio de Melquisedec, ¡qué contento me siento de estar con vosotros esta noche!
He gozado mucho de los mensajes de mis queridos hermanos que han hablado antes que yo, y ahora ruego que vuestra fe y oraciones me acompañen mientras os dirijo la palabra.
Hace ya algún tiempo que quería hablar directamente al gran grupo de mayores solteros de la Iglesia. Muchos de vosotros habéis servido como misioneros regulares. Muchos de vosotros prestáis un servicio sobresaliente en vuestros propios barrios y estacas.
A vosotros, los hermanos mayores solteros, os digo que os guardo un gran amor. Espero grandes cosas de vosotros y tengo forjadas grandes esperanzas en vosotros. Tenéis muchas cualidades que ofrecer al Señor y que aportar al reino de Dios ahora y en el futuro. Os hablo a vosotros que tenéis veintisiete años, treinta años e incluso más que eso.
Quisiera preguntaros cuáles son las cosas más importantes en esta época de vuestra vida.
Desearía daros, para que reflexionarais sobre ellos, los consejos que les damos a los misioneros que terminan su misión. Estos consejos se aplican tanto a los que hace años volvieron de la misión como a los que nunca han sido misioneros de la Iglesia.
Estas son las cosas que rogamos que vosotros, mayores solteros, consideréis esenciales en vuestra vida.
Primero, continuad acercándoos al Salvador por medio de la oración personal, sincera y profunda. Recordad siempre que: “La oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).
Deleitaos en las palabras de Cristo (2 Nefi 32:3) estudiando las Escrituras todos los días y siguiendo el consejo de los profetas vivientes. En particular, os pido que el estudio del Libro de Mormón sea para vosotros una actividad de toda la vida y que a diario os nutráis con sus palabras.
Sed buenos ejemplos en lo referente a la actividad en la Iglesia: guardad el día de reposo, id a las reuniones, cumplid con la Palabra de Sabiduría, pagad los diezmos y ofrendas, apoyad a vuestros líderes y cumplid con todos los demás mandamientos. Servid en todos los llamamientos que recibáis con un corazón contento y con agradecimiento. Vivid de tal forma que seáis dignos de tener una recomendación para el templo y gozad del sagrado y dulce Espíritu que se recibe cuando se va al templo frecuentemente.
Cuidad de vuestro aspecto personal para que este refleje que están dispuestos a compartir el evangelio con las demás personas toda la vida.
Sed atentos, cariñosos y agradecidos con vuestras familias y estad dispuestos a ayudarles y tratad de profundizar las relaciones eternas que tenéis con ellos.
Cuando salgáis con jóvenes del sexo opuesto, conservad siempre las normas de la Iglesia. Manteneos moralmente puros. Dejad que la virtud engalane vuestros pensamientos incesantemente (D. y C. 121:45).
Recordad el consejo del élder Bruce R. McConkie cuando dijo: “Lo más importante que pueda hacer en este mundo cualquier Santo de los Últimos Días es casarse con la persona correcta, en el lugar correcto y por la autoridad correcta” (“Choose an Eternal Companion”. Brigham Young University Speeches of the year, Provo, Utah, 3 de mayo de 1966, pág. 2).
Entended que el casamiento en el templo es esencial para recibir la salvación y la exaltación.
Escoged con detenimiento metas prácticas e importantes, y de manera organizada tratad de alcanzarlas.
Con ayuda de la oración y con mucha diligencia, esforzaos por establecer metas de estudio y de trabajo.
Compartid vuestro conocimiento del evangelio y expresad vuestro testimonio a los que no sean miembros de la Iglesia o que sean menos activos.
Mejorad la comunidad en que viváis por medio de vuestra participación y servicio activo. Recordad, en lo que se refiere a vuestras responsabilidades cívicas, que “lo único que se requiere para que triunfe la maldad es que las buenas personas no hagan nada” (Edmund Burke). Haced algo importante en defensa de la libertad que os dio Dios.
Recordad que toda la vida es una misión y que cada nueva etapa puede daros muchas satisfacciones si magnificáis vuestros talentos y sacáis partido de las oportunidades que se os presenten.
Ahora quisiera decir un poco más sobre la oportunidad y responsabilidad eterna que mencioné hace un momento y que es de gran importancia para vosotros. Me refiero al casamiento por las eternidades.
Hace unas semanas recibí una carta de padres devotos en la que me decían lo siguiente:
“Estimado presidente Benson. Estamos preocupados por lo que parece ser un problema que se está extendiendo, por lo menos en esta parte de la Iglesia con la que estamos familiarizados. Nos referimos al caso de que muchos jóvenes dignos de la Iglesia, de más de treinta años, todavía siguen solteros.
“Nosotros tenemos hijos de treinta, treinta y uno y treinta y tres años en esta situación. Muchos de nuestros amigos también están pasando por lo mismo y están igualmente preocupados por sus hijos e hijas solteros.”
La carta continúa:
“Por lo que podemos apreciar, estos son jóvenes que han sido misioneros, que son cultos, preparados, y que obedecen los mandamientos (excepto por este del casamiento). Y no parece que haya una escasez de jovencitas dignas de más o menos la misma edad que puedan ser buenas esposas.
“Este problema nos hace sentir bastante frustrados, ya que a veces pensamos que tal vez hayamos fallado en nuestra responsabilidad de padres de enseñarles y guiarles.”
Mis queridos hermanos solteros, a nosotros también nos preocupa. Queremos que sepáis que la posición de la Iglesia nunca ha cambiado en cuanto a la importancia del matrimonio celestial. Sigue siendo un mandamiento de Dios. Y la declaración del Señor dada en el Génesis sigue en vigencia: “Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2: 18).
Para obtener la plenitud de la gloria y de la exaltación en el reino celestial, debemos recibir esta ordenanza que es la más sagrada de todas.
Sin el matrimonio, los objetivos de Dios se verían frustrados. Espíritus escogidos no tendrían la oportunidad de pasar por la vida mortal. Y posponer el matrimonio sin razón justificada, la mayoría de las veces, quiere decir que tendréis menos posteridad, y llegará el día en que, mis hermanos, sentiréis a ciencia cierta la pérdida que habréis sufrido.
Os aseguro que la responsabilidad más grande y el gozo más intenso de esta vida se centran en la familia, un matrimonio honorable y en criar una posteridad digna. Y cuantos más años pasen, tendréis menos oportunidades de casaros y entonces correréis el riesgo de perder esas bendiciones eternas para siempre.
El presidente Spencer W. Kimball relató una experiencia que tuvo una vez con estas palabras:
“Hace poco conocí a un exmisionero de treinta y cinco años de edad que hace catorce años que volvió de la misión y a quien no le preocupa en absoluto el ser todavía soltero, sino, al contrario, toma la situación en broma y hasta le parece natural.
“Sentiré lástima por ese joven cuando llegue el día en que tenga que enfrentarse con el Gran Juez en Su trono y este le pregunte: ‘¿Dónde está tu esposa?’ Todas las excusas que solía dar a sus compañeros en la tierra parecerán superfluas y carecerán de importancia en esos momentos. Cuando le conteste al Juez Supremo: ‘Estaba muy ocupado’ o ‘Quería terminar mi carrera primero’ o ‘No encontré a la mujer ideal’, esas respuestas no tendrán ningún significado ni valor. Sabía que se le había mandado buscar una esposa, casarse y hacerla feliz. Sabía que era su deber tener hijos y darles la mejor vida posible a medida que crecieran. Sabía todo eso y, sin embargo, pospuso esa responsabilidad” (Ensign, febrero de 1975, pág. 2).
Yo estoy consciente de que algunos de vosotros, hermanos, tenéis miedo de la gran responsabilidad que tendréis si os casáis. Os preocupa no llegar a ser capaces de mantener a una esposa y a los hijos y darles lo que necesiten en esta época de incertidumbre económica. Pero esos temores deben descartarse para dar lugar a la fe.
Yo os aseguro, hermanos, que si vosotros sois trabajadores, pagáis vuestros diezmos y ofrendas con fidelidad y sois conscientes en el cumplimiento de los mandamientos, el Señor os apoyará. Sí, tendréis que sacrificaros, pero eso os hará progresar y llegaréis a ser mejores hombres por haberlo hecho.
Esforzaos en todo lo posible en vuestros estudios y en vuestro trabajo. Confiad en el Señor con fe y todo se arreglará. El Señor nunca nos da un mandamiento sin darnos también la capacidad y medios para cumplirlo (véase I Nefi 3:7).
Además, no dejéis que el materialismo os atrape, porque es una de las peores plagas de nuestra generación; me refiero a acumular cosas materiales, a preocuparos solo de divertiros y a procurar triunfar en la carrera escogida sin pensar en casaros.
Un buen matrimonio es más importante que las riquezas y la buena posición. Como marido y mujer, vosotros podéis alcanzar juntos las metas más importantes de la vida. A medida que los dos os sacrifiquéis el uno por el otro y por vuestros hijos, el Señor os bendecirá y aumentará la dedicación que tengáis hacia el Señor y el servicio en su reino.
Ahora, hermanos, os digo que no esperéis la perfección en la esposa que elijáis. No seáis demasiado exigentes y fijaos más en las cualidades que son realmente importantes, como que ella tenga un fuerte testimonio, que viva los principios del evangelio, que quiera dedicarse a su hogar, que quiera ser una madre en Sión y que os apoye en vuestras responsabilidades del sacerdocio.
Por supuesto, que también debe ser atractiva para vosotros, pero no salgáis con una joven y con otra solo por el placer de salir con una muchacha sin escoger a una compañera eterna y pedirle a Dios que os dé una confirmación cuando lo hagáis.
Y una buena forma de determinar si la joven es la mejor para vosotros es analizar si cuando estáis con ella tenéis los pensamientos más nobles, aspiráis a alcanzar las cosas más bellas y queréis ser mejores de lo que sois.
Ruego que Dios os bendiga a todos vosotros, los hermanos solteros de la Iglesia. Ruego que deis prioridad a lo que sea más importante. Yo os he sugerido cuáles son algunas de esas cosas esta noche. Reflexionad seriamente sobre ellas.
Quiero que sepáis, mis buenos hermanos, que he hablado de todo corazón y por medio del Espíritu Santo, porque os amo y me preocupo por vosotros.
Esto es lo que el Señor quería que escucharais hoy. Con todo mi corazón hago eco a las palabras del profeta Lehi del Libro de Mormón que dijo: “…levantaos del polvo, hijos míos, y sed hombres” (2 Nefi 1:21), en el nombre de Jesucristo. Amén.
RESUMEN
Ezra Taft Benson dirige su discurso a los hombres solteros mayores de la Iglesia, enfatizando su amor y esperanza en ellos y recordándoles su potencial y responsabilidades. Les ofrece varios consejos esenciales para su vida espiritual y personal:
- Acercarse al Salvador mediante la oración sincera y profunda, y el estudio diario de las Escrituras, especialmente el Libro de Mormón.
- Ser ejemplos de actividad en la Iglesia: guardar el día de reposo, cumplir con la Palabra de Sabiduría, pagar diezmos y ofrendas, y servir en todos los llamamientos con un corazón agradecido.
- Mantener un buen aspecto personal y ser atentos y agradecidos con sus familias.
- Guardar las normas de la Iglesia al salir con jóvenes del sexo opuesto y mantener la pureza moral.
- Priorizar el matrimonio en el templo y entender su importancia para la salvación y exaltación.
- Establecer metas prácticas en estudios y trabajo, y esforzarse por alcanzarlas con diligencia y oración.
- Compartir su conocimiento del Evangelio y mejorar la comunidad mediante servicio activo.
Benson aborda la preocupación de los padres sobre los jóvenes solteros y la importancia del matrimonio celestial. Les insta a no postergar el matrimonio sin razón justificada, ya que es esencial para la exaltación. Comparte la experiencia del presidente Spencer W. Kimball sobre un exmisionero que no se preocupaba por casarse, subrayando que tales excusas no tendrán valor ante el Juez Supremo.
A los que temen la responsabilidad del matrimonio, les asegura que si son fieles y trabajan diligentemente, el Señor les apoyará. Les advierte contra el materialismo y la búsqueda de placeres mundanos que pueden distraerlos de sus responsabilidades eternas. Finalmente, les aconseja no ser excesivamente exigentes en la búsqueda de una compañera eterna, enfocándose en cualidades importantes como el testimonio y el deseo de ser una madre en Sión.
Ezra Taft Benson ofrece un mensaje claro y directo a los hombres solteros mayores, abordando tanto sus desafíos como sus responsabilidades con amor y firmeza. Su discurso refuerza la importancia del matrimonio celestial y la vida familiar en la doctrina de la Iglesia, subrayando que estas son esenciales para la exaltación.
El énfasis en la vida espiritual y la actividad en la Iglesia resalta la importancia de la devoción y el servicio continuo. Benson muestra comprensión y empatía hacia las preocupaciones y temores de los solteros, pero también les desafía a superar estas barreras con fe y diligencia.
La advertencia contra el materialismo y la búsqueda de placeres mundanos es una llamada importante en un mundo donde estas tentaciones son prevalentes. Benson anima a los solteros a priorizar lo que es realmente importante y a no dejarse atrapar por las cosas temporales.
Sus consejos prácticos para establecer metas y mejorar la comunidad reflejan un enfoque equilibrado entre la vida espiritual y temporal, mostrando que ambas son importantes y deben ser atendidas con dedicación.
En resumen, el discurso de Benson es un llamado inspirador a los hombres solteros mayores a vivir de acuerdo con su potencial divino, a buscar el matrimonio celestial y a cumplir con sus responsabilidades eternas con fe, diligencia y amor. Su mensaje es una guía poderosa y motivadora para aquellos que buscan ser fieles y alcanzar la exaltación en el reino de Dios.
























