Conferencia General Octubre 1988
Defendamos la verdad y la rectitud
por Ardeth G. Kapp
Presidenta General de las Mujeres Jóvenes
«Nunca antes en la historia de la Iglesia ha habido tanta necesidad de jóvenes dispuestas a sacrificar la popularidad si fuera necesario, a sufrir la soledad si se les pidiera y hasta a ser rechazadas si fuera el caso, por defender el Evangelio de Jesucristo.»
En todo momento pienso en las mujeres jóvenes y oro pidiendo ayuda para las que tengan problemas. Oro pidiendo protección para las que estén luchando con la tentación, y doy gracias por miles de ustedes que se están esforzando por hacer lo justo cada día y que están defendiendo la verdad y la rectitud. Estoy agradecida por padres bondadosos y devotos y por las dedicadas hermanas, lideres de las Mujeres Jóvenes que ayudan a guiarlas, a protegerlas y a apoyarlas. Estos preciosos años que van desde los doce hasta los dieciocho son importantes, críticos, de vital importancia para el futuro y esenciales para la felicidad presente y futura de ustedes.
El libro Anne of Green Gables trata acerca de esta etapa especial en la vida de una mujer. Anne, hablando con su tutora, le dice: «Tener casi catorce años es algo serio. El miércoles pasado la señora Stacy nos llevó a todas las jovencitas al arroyo y nos habló de eso. Nos dijo que debíamos tener muchísimo cuidado de los hábitos que adquiramos y de los ideales que nos forjemos en nuestra adolescencia, porque cuando tengamos veinte años, habremos desarrollado nuestro carácter y formado la base para todo nuestro futuro. Nos dijo que si la base es inestable, nunca podremos construir sobre ella nada que valga la pena. Diana y yo hablamos otra vez del asunto al volver de la escuela. Ambas sentimos que era un tema muy importante y decidimos ser muy cuidadosas, desarrollar buenos hábitos, aprender todo lo posible y ser tan prudentes como nos fuera posible, para que cuando tengamos veinte años, nuestra personalidad este bien desarrollada. Es abrumador pensar en tener veinte años, Marilla. Suena tan de persona mayor. . . tan de adulto» (New York: Avenel Books, 1985, págs. 186-187).
Los tiempos cambian, pero la verdad permanece. Esta etapa de sus vidas es tan importante que podemos comprender y valorar muy bien el mensaje del presidente Gordon B. Hinckley a las mujeres jóvenes cuando les dijo: «Oramos por ustedes. . . Mucho es lo que depende de ustedes»‘. Y luego agregó: «No les estoy pidiendo que sean perfectas; les pido que hagan un esfuerzo mayor». (The Wonderful Thing That is You and the Wonderful Good You Can Do [folleto], 1986, pág. 2.)
Creo que muchas, o la mayoría de ustedes, se están esforzando mas que nunca. La presidenta de una clase de Abejitas dijo recientemente: »Quiero ser una presidenta excelente y servir mas plenamente al Señor. Espero poder encontrar a la oveja perdida del rebano del Señor Defenderé la verdad y la rectitud; mantendré en alto mi antorcha para que todos la vean».
¿Creen que el Señor escuchara las oraciones de esta jovencita cuando ella y sus consejeras oren juntas y la una por la otra, esforzándose por hermanar a todas las jovencitas de su clase para lograr mas unión entre ellas y sentir mas amor por el Salvador? ¿Creen que El estará con ellas y las guiara y ayudara? Yo se que El lo hará, y se que estará también con ustedes en respuesta a sus fervientes oraciones. Todo depende de ustedes. No son demasiado jóvenes, sino que tienen la edad, la sabiduría y la bondad suficientes para saber lo que esta bien y lo que esta mal, y para seguir los susurros del Espíritu. Ustedes sabrán lo que deben hacer.
En una ocasión, la presidenta de una clase de Laureles y yo fuimos a visitar a una jovencita que no estaba muy activa en la Iglesia. Antes de salir, la joven presidenta dijo: «No se que le voy a decir». Le explique que yo tampoco sabia, pero que, en respuesta a nuestra oración, nuestro Padre Celestial estaría con nosotras y sabríamos que decir. Cuando nos acercábamos a la puerta, volvimos a orar pidiendo que el Espíritu nos acompañara y nos inspirara en cuanto a lo que debíamos decir. Al principio la puerta estaba sólo entreabierta, pero poco a poco se fue abriendo mas y mas hasta que pudimos entrar y sentarnos a conversar. La chica estaba sola en la casa y poco a poco fue abriendo su corazón. »No tengo amigos», dijo. »¿Y tus amigos de la Iglesia?», le pregunte. »Oh, no me aceptarían», dijo apenada. »Deje la Iglesia por un amigo y el me dejó a mi». Inmediatamente, la presidenta de las Laureles, que habla dicho que tenia miedo de no saber que decir, se allegó a ella. Le apretó la mano y le dijo con entusiasmo: »Te aceptaremos; te aceptaremos». Fue evidente para mi que se estaban comunicando de espíritu a espíritu, con un mensaje mucho mas profundo que el de las palabras. Fue un mensaje de amor. La presidenta de clase se había allegado al corazón de la otra jovencita como nadie mas pudo haberlo hecho. Ella supo que decir.
Jóvenes, las necesitamos. Nunca antes en la historia de la Iglesia ha habido tanta necesidad de jóvenes dispuestas a sacrificar la popularidad si fuera necesario, a sufrir la soledad si se les pidiera y hasta a ser rechazadas si fuera el caso, por defender el Evangelio de Jesucristo.
Cuando ustedes cumplen con los mandamientos y siguen el ejemplo del Salvador, es como si tuvieran una luz en alto. Su buen ejemplo ayuda a los demás a encontrar el camino en un mundo de obscuridad. Se necesita ser valiente para hacer lo que ustedes saben que es justo, aun cuando sea difícil, muy difícil. Pero nunca dejaran de ser valientes a menos que así lo decidan.
Vivimos en una de las épocas mas criticas de todos los tiempos. Los poderes del mal están luchando contra la verdad y la rectitud, y la batalla esta llegando a su punto culminante. Algún día terminara la batalla entre el bien y el mal, y el bien vencerá para siempre. Pero ahora, cada una de ustedes puede luchar por el bien en su propio campo de batalla tomando decisiones correctas acerca de lo que harán y de lo que no harán, según aprendan a escuchar a los susurros del Espíritu. Una vez que hayan tomado la decisión de hacer lo justo, no tendrán que luchar con todas las tentaciones que se presenten a diario. Simplemente se dirán a si mismas: «Haré esto; no haré aquello». Entonces Satanás tendrá que dirigirse a otros para buscar a sus seguidores.
Una jovencita escribió contando una experiencia que habla tenido con un novio que tuvo. El quería persuadirla a comportarse en forma indebida. Ella dijo al respecto: «Yo le decía que deseaba que fuera digno de ir a una misión. De vez en cuando, cuando era oportuno, yo decía algo acerca de las normas de conducta o de los que siguen el mal camino. Hace unas pocas semanas, lo llamé por teléfono y le expresé mi testimonio, y le dije por que no aceptaba su proposición. Fue muy difícil. Cuando colgué el auricular, me puse a llorar. Al día siguiente recibí una nota de él en la que me decía que yo era una de las jóvenes mas respetables que conocía. Soy feliz por conocer las normas del evangelio y por poder orar a mi Padre Celestial pidiéndole fortaleza para vencer las dificultades de la vida». Entonces finaliza con esta firme determinación: »He resuelto cómo dirigir mi vida y seguiré adelante a pesar de todas las dificultades que Satanás ponga en mi camino».
En la parábola de Cristo de las diez vírgenes, cada joven tenia una lampara para llevar. Nosotras también llevamos lamparas, y su luz es la Luz de Cristo. El emblema de las Mujeres Jóvenes es una antorcha que simboliza esa luz. Una antorcha iluminara el camino para que ustedes y otras personas lo sigan, pero sólo arderá si esta llena de aceite. Les voy a nombrar tres maneras de conseguir el aceite para agregarlo a la lampara todos los días.
Primero, ejerciten el poder de la oración diaria. Oren a nuestro Padre Celestial todas las mañanas y todas las noches. Díganle cómo se sienten. Pregúntenle: »Padre Celestial, ¿que puedo hacer hoy para ayudar en tu obra’? ¿Qué puedo hacer y que no debo hacer para ser un miembro mejor de mi familia, una mejor amiga, un mejor miembro de la Iglesia, una mejor alumna en la escuela?» Si escuchan con cuidado, los pensamientos fluirán en sus mentes y se sorprenderán de la guía que recibirán si piden con sinceridad y prestan atención a la respuesta. Puede que les llegue en forma de un sencillo recordatorio para que expresen agradecimiento a sus padres, o de una impresión que no deben ir a ver una película en particular o escuchar una canción popular. Quizás sientan la necesidad de resistir situaciones comprometedoras, de evitar dar excusas o justificar lo que deseen hacer. También es posible que el susurro les llegue por medio de las palabras de un versículo que hayan leído: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34). Pero cuando hagan lo que esos susurros les indiquen, tendrán un sentimiento cálido y bueno, y sabrán que lo que están haciendo esta bien.
La segunda manera de tener aceite para la lampara es familiarizarse con algunos pasajes favoritos de las Escrituras y, gradualmente, agregar otros conforme las estudien todos los días. Las jovencitas deben utilizar y leer las Escrituras como si fueran cartas que reciben de su casa a fin de saber lo que nuestro Padre Celestial desea que ellas hagan y lo que no desea que hagan mientras estén lejos de Su presencia. Cuando estudiamos las Escrituras, aprendemos por que debe existir el bien y el mal y por que debemos ser probados; aprendemos por que debemos escoger por nosotros mismos y por que debemos ser responsables de nuestras decisiones.
Jóvenes, escojan hoy a quien habrán de servir (véase Josué 24:15). Escojan ser obedientes y no desobedientes; escojan ser disciplinadas y no indisciplinadas. Eviten la tentación; escuchen los consejos; no sigan la corriente en la moda y lo que este en boga. Escojan seguir el consejo de las Escrituras y el de los profetas vivientes en forma total y sin quejas. Necesitamos jovencitas que no cedan a la presión de los amigos ni participen en cosas inmorales. Necesitamos jovencitas que se conserven puras, cuyas acciones reflejen sus creencias y puedan decir junto con Job: »Hasta que muera, no quitare de mí mi integridad» (Job 17:5).
La tercera manera segura de obtener el aceite, o sea, la luz que las guíe, es cumplir con los mandamientos de Dios. Mientras esperan con ansia el día en que vayan al templo a recibir la investidura, un don de conocimiento y de bendiciones de nuestro Padre Celestial, tendrán la firmeza y la constancia de resistir la tentación.
Se que cientos, miles de ustedes se están preparando y haciendo planes para el día en que puedan entrar por las puertas del templo, la casa del Señor. Espero que todas ustedes lo hagan. No permitan que nada ni nadie se interponga en el camino o las desvíe de la meta, ni siquiera por un minuto. En el templo llegaran a comprenderse mejor a si mismas. Es allí donde aprenderán mas acerca del Salvador que en ninguna otra parte. Aprenderán a ser lideres reales en el Reino de Dios y lo que deben hacer al seguir el sendero que las llevara a vivir eternamente con nuestro Padre Celestial. Recuerden siempre que cuanto mas lejos estén de las influencias negativas del mundo, mas cerca estarán del hogar celestial.
Oigo que cada vez mas jovencitas que se hacen preguntas importantes acerca de cada actividad, cada cita, cada fiesta, cada decisión, cada película y cada disco o cinta que compran. No es que están indecisas preguntándose: »¿Que haré?», sino que se dicen a si mismas: »¿Que es lo que quiero? ¿Deseo acercarme a mi Padre Celestial? ¿Me acercara esto a mi meta, a mi misión, al propósito de mi vida, a la felicidad aquí en esta tierra y también en el mas allá? ¿Puede ser este el tipo de placer temporal que se convertirá en cenizas, que me dejara cicatrices, inseguridad, desesperación y remordimiento’?» Si continúan escuchando al Espíritu, un día se harán esa pregunta de una manera diferente. No se dirán: »¿Que es lo que quiero?», sino mas bien: »¿Que quiere El?» Cuando comencemos a desear lo que sabemos que nuestro Padre Celestial desea para nosotras, confiando en que es lo mejor para nosotras, entonces comenzaremos a tener una paz y una felicidad como nunca hemos tenido. Yo lo se y les aseguro que es así.
Sabemos que cientos de ustedes están cumpliendo las metas para ganar el Medallón de las Mujeres Jóvenes. Este es el símbolo de la determinación que han tenido en el pasado y de sus compromisos con el futuro. Se que están haciendo un gran esfuerzo.
Jóvenes, madres, lideres, llenémonos con el poder, la luz, la fortaleza y la fe que provienen de la oración y de la obediencia a los mandamientos de Dios. Unámonos, hombro a hombro, corazón a corazón, tomadas de la mano y unidas por esa luz que nunca se desvanece. Levantemos nuestras antorchas en alto para que la verdadera luz de Cristo brille en nosotras y sea glorificado su nombre Dios es nuestro Padre y nosotras somos sus hijas. ¡Piensen en eso! El nos conoce y nos ama a todas. De esto doy testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























