Conferencia General Octubre 1987
El fortalecimiento de la familia
por Joanne B. Doxey
Segunda Consejera en la Presidencia de la Sociedad de Socorro
«Nosotras, como mujeres, podemos demostrar nuestro amor al Señor cumpliendo con la responsabilidad que nos, dio de ‘apacentar sus corderos’, trayendo almas a Él y fortaleciendo a la familia aquí y en el mas allá.»
Cerca del mar de Galilea, cuando el Cristo resucitado comía con sus discípulos de los peces que ellos acababan de pescar, le preguntó a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas mas que estos? Le respondió: Sí, Señor; tu sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos» (Juan 21:1517).
¿Tiene lo que aspiramos en esta vida mas valor que nuestras metas eternas? ¿Responderíamos como Pedro cuando se le preguntó acerca de lo que tenia mayor prioridad?
Mis queridas hermanas, mi mensaje de hoy es de amor y aliento, de que nosotras, como mujeres, podemos demostrar nuestro amor al Señor cumpliendo con la responsabilidad que nos dio de «apacentar sus corderos», trayendo almas a Él y fortaleciendo a la familia aquí y en el mas allá.
Es algo glorioso ser una mujer en estos últimos días. Nosotras, con el sacerdocio, debemos preparar una generación justa para la segunda venida de Cristo. Hoy nos gula un profeta que nos pide que apacentemos los corderos, protejamos el hogar y fortalezcamos a la familia.
¿Por que creen que los profetas nos hacen recordar nuestro deber sagrado de »apacentar los corderos» y proteger a la familia y el hogar? Porque es contra el hogar y la familia que Satanás ha concentrado sus esfuerzos destructores; y hay demasiadas ovejas errantes o que están siendo tentadas para que se alejen del redil, y los lobos están al acecho para devorar el rebaño.
¿Cómo podemos preparar a los hijos para su importante papel en la vida si nosotras, sus consejeras, no estamos a su lado o no nos preocupamos? Esta es una tarea tremenda, pero encierra gran esperanza y felicidad.
Imaginemos a la familia eterna. Todos vivíamos con nuestro Padre Celestial antes de que existiera la tierra. Las Escrituras dicen que recibimos las «primeras lecciones en el mundo de los espíritus, y [fuimos] preparados para venir en el debido tiempo del Señor para obrar en su viña en bien de la salvación de las almas de los hombres» (D. y C. 1 38:56).
En la existencia premortal, nuestra familia celestial nos, sirvió de ejemplo para que, siguiéndolo, guiáramos a nuestras familias aquí en la tierra. Nos preparamos para venir a una familia terrenal, en donde pudiéramos volver a aprender y reafirmar las verdades sagradas que habíamos aprendido antes.
Los padres son los primeros maestros y los que ejercen mayor influencia sobre sus hijos. El enseñar los valores correctos y las verdades sagradas no se puede delegar con éxito a nadie mas. Debemos recordar la santidad de estos hijos; no nos pertenecen; ellos son hijos de nuestro Padre: sus hijos espirituales en la tierra.
Hay un relato de un grupo de hermanas de la Sociedad de Socorro que estaban haciendo un dulce al que llaman »divinidad», en la casa de una de ellas. Había dos niñitos en la familia a los que permitieron comer los restos del dulce que había quedado en las cucharas, ollas y tazones. Era el fin de semana de la conferencia general y, mientras la familia escuchaba los discursos, uno de los oradores dijo: «Hay un poquito de divinidad en cada uno de nosotros». Uno de los pequeños dio un salto y dijo: «¿Un poquito de divinidad? ¡Yo estoy lleno!»
Si, los niños están llenos de divinidad. Con seguridad los ángeles los cuidan. Pero el cuidado amoroso y las enseñanzas que necesitan para estar en la tierra se los deben dar las madres, los padres y los que tienen influencia sobre ellos. Necesitan que les amen y les enseñen. El Señor resucitado repitió el consejo de Isaías cuando dijo: «Y todos tus hijos serán instruidos por el Señor; y grande será la paz de tus hijos» (3 Nefi 22: 13).
Si amamos al Señor, «apacentaremos sus corderos». Pero ¿cómo? Él nos ha dado medios que nos guiaran por esta breve existencia de vuelta a nuestro hogar celestial.
El principio esta representado por la experiencia por la que pasamos algunos de los miembros de mi familia cuando estuvimos en una ciudad muy grande. Por diferentes horarios de trabajo y de escuela, tuvimos que hacer reservas para viajar en distintas aerolíneas. Algunos salieron de un aeropuerto, pero mi hijo y yo tuvimos que salir de otro que se encontraba al sur de la ciudad, a casi dos horas de viaje. Nos esperaban algunos problemas: viajar por el carril de la izquierda, autopistas congestionadas, calles en reparación, así como el tiempo justo para tomar el avión. Cuando comenzamos a andar, sentimos que dependíamos del Señor. Con el mapa de las calles en la mano trate de seguir las indicaciones, aunque no es mi fuerte, y mi hijo empuñó el volante del auto que habíamos alquilado. Sinceramente espere que las indicaciones de los mapas coincidieran con las señales de la calle. Si cometíamos un error, no podríamos llegar a tiempo al aeropuerto.
¡Es como la vida!, pensé: Si confiamos en el Señor, seguimos el mapa y estamos atentos a las señales, sin hacer un montón de desvíos innecesarios, podremos ir por la mortalidad y llegar al destino salvos en el tiempo que nos de el Señor. Nuestras decisiones marcan el destino.
¿Cuales son las guías o señales que nos ayudan a ir por esta vida?
- Un profeta viviente, que nos declara la voluntad de Dios;
- La oración, por la que hablamos a Dios y tenemos la guía del Espíritu Santo;
- Las Escrituras, por las que Dios nos habla;
- El sacerdocio, con poder para actuar por Dios; y
- Convenios sagrados y ordenanzas, que nos ofrecen una vida familiar eterna con nuestro Padre Celestial.
«El hogar es la base de una vida recta», dijo el presidente David 0. McKay. (Stepping Stones to an Abundant Life, compilado por Llewelyn R. McKay, Salt Lake City, Deseret Book Co., 1971, pág. 276.) Es el lugar indicado para enseñar a nuestras familias la «visión de la eternidad» y ayudarles a seguir las señales del camino para alcanzar su destino. La mujer tiene un papel clave en enseñar estas verdades, por lo que debemos estar bien informadas y llenas de fe. Cuando somos firmes en nuestras convicciones, podemos dar de nuestra fortaleza interior con confianza. Somos responsables de nuestro progreso personal que nos dará esta confianza.
La propia estimación surge de una estrecha relación con nuestro Padre Celestial. El valor individual esta en nosotros; es interno y es eterno. Es algo que no nos pueden quitar cuando envejecemos, cuando las condiciones económicas nos afligen, cuando nos enfermamos o cuando dejamos de ser populares.
Muchos se descarrían por las falsas doctrinas del mundo que dicen que la juventud, la belleza, los adornos, las posesiones, el poder, los títulos o los logros son lo que nos da valía. Como en los tiempos del Libro de Mormón; hay quienes quieren ser populares a los ojos del mundo en vez de hacer lo que Dios espera que hagamos. El Señor le aconsejó a José Smith al principio de su ministerio: »No deberías haber temido al hombre mas que a Dios» (D. y C. 3:7).
¿Cómo podemos crear una relación estrecha con nuestro Padre Celestial? Otra vez, podemos buscar las guías y las señales que nos han dado para que nos dirijan en la vida: la oración, la inspiración del Espíritu Santo y el estudio diario de las Escrituras; todo esto ayuda a vivir vidas virtuosas. »Entonces», dicen las Escrituras, «tu confianza se hará fuerte en la presencia de Dios» (D. y C 121 45).
La fortaleza interior de una mujer es importante en la relación conyugal. Cuando marido y mujer trabajan juntos en rectitud, amándose y apreciándose, la familia se fortalece en muchos aspectos.
El presidente Benson dijo en una charla fogonera a los padres y esposos:
»Esperamos que dirijáis con rectitud vuestros hogares y junto con vuestra compañera y madre de vuestros hijos, llevéis a vuestra familia de regreso a nuestro Padre Eterno» (Ezra T. Benson, A las Madres en Sión, Salt Lake City, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días, 1987).
Este liderazgo justo esta realzado por el poder del sacerdocio que fue restaurado a la tierra para bendecirnos y guiarnos. ¿Cómo podemos, como mujeres, recibir todas las bendiciones y el poder del sacerdocio en nuestra vida? Apoyando a los que lo poseen en rectitud. Esto es por designio divino y no del hombre.
Conozco a una hermana, madre de varios niños pequeños, cuyo esposo tenia un llamamiento que lo mantenía muy ocupado. Muchas veces él volvía tarde del trabajo; apenas tenia tiempo para saludar, y ya se iba a cumplir con sus tareas en la Iglesia. A veces había que tranquilizar a los niños, y a veces la madre tenia que tranquilizarse a sí misma, diciendo: «¿No tenemos que estar contentos de que papa sea digno de servir al Padre Celestial para que nosotros podamos recibir tantas bendiciones’?» El apoyar en vez de murmurar dio resultados que tuvieron una influencia positiva y duradera en ese hogar y en la familia.
Una parte importante del plan para tener una familia eterna es recibir en los templos las ordenanzas y los convenios para nosotros y por nuestros antepasados. Estas ordenanzas y convenios son un ancla de seguridad para la familia, aquí y en el mas allá. Cada uno de nosotros pertenece a una familia y tiene antepasados que le pertenecen. ¿Acaso no debemos buscar a estos seres queridos y efectuar la obra del templo que los sellara a nosotros como familia eterna’?
El élder John A. Widtsoe hablo de su experiencia cuando dijo: «Quienquiera que busque ayudar a aquellos que están del otro lado del velo recibe a cambio ayuda en todos los asuntos de la vida» (The Forefather Quest, Salt Lake City, Sociedad Genealógica de Utah, 1937, pág. 22). Cuando era jovencita, nos invitaron a un grupo de nosotras a una charla fogonera en la casa del élder Widtsoe y, al finalizar, este nos mostró su cuadro genealógico, producto de una intensa investigación. Cuando lo desenrolló, vimos que tenia un largo que cruzaba tres habitaciones de la casa. Eso nos impresionó tanto, que nos motivó a comenzar la búsqueda de datos de nuestros propios antepasados. ¡Fue el comienzo de un interés y participación de por vida en esta obra sagrada! Cuando trabajamos en nuestra historia familiar, tenemos mas espiritualidad en nuestra vida.
Hermanas, ¿puede haber un llamamiento que de mas satisfacción que el de trabajar en la viña del Señor para la salvación de las almas’? Tenemos el privilegio de fortalecer a las familias y ser una buena influencia para los que ya están a nuestro cuidado, así como para los que están del otro lado del velo. No pensemos que la tarea es muy difícil; recordemos que los ángeles estarán cerca para apoyarnos si estamos dispuestas a cumplir con nuestro deber. Las bendiciones prometidas son casi mas de las que podemos imaginar.
Hemos sido bendecidas por un profeta de Dios en la actualidad, que nos dice: «Oramos por vosotras, os apoyamos, os honramos en vuestro cometido de dar a luz, nutrir, capacitar, enseñar y amar por la eternidad. Os prometo que recibiréis las bendiciones del cielo y ‘todo lo que el Padre tiene’ (véase D. y C. 84:38) si honráis el llamamiento más noble de todos» (Ezra Taft Benson, A las Madres en Sión).
Me siento feliz por ser madre, esposa, hija, hermana y mujer en estos últimos días. El Señor nos conoce y nos ama a cada una de nosotras, y desea bendecirnos en nuestra importante obra. Debemos estar dispuestas allegarnos a Él; a cumplir su voluntad antes que la nuestra; a traer almas a Él; a apacentar sus corderos y sus ovejas, para que en aquel gran día, cuando nos encontremos con Él, nos diga: »Venid a mí, benditos, porque, he aquí, vuestras obras han sido obras de rectitud» (Alma 5:16).
Les doy mi testimonio de que el Señor vive y ruego que cumplamos con fervor nuestro deber sagrado de fortalecer a las familias tanto en esta vida como en la venidera, en el nombre de Jesucristo. Amen.
























