Nuestra oportunidad de servir a Dios

Conferencia General Octubre 1987logo 4
Nuestra oportunidad de servir a Dios
por el élder Franklin D. Richards
del Primer Quórum de los Setenta

Franklin D. Richards«Yo siempre he considerado, no obstante, que realmente es imposible decir que nos sacrificamos para edificar el reino de Dios. Mas bien que un sacrificio, yo diría que se trata de una gran oportunidad de servir a Dios.»

Mis queridos hermanos, al escuchar las palabras de las Autoridades esta tarde, he notado que se ha dicho mucho acerca del sacrificio, lo cual me ha recordado parte de la letra de ese gran himno que dice: «Por sacrificios se dan bendiciones» («Loor al Profeta», Himnos de Sión, núm. 190).

Yo siempre he considerado, no obstante, que realmente es imposible decir que nos sacrificamos para edificar el reino de Dios. Mas bien que un sacrificio, yo diría que se trata de una gran oportunidad de servir a Dios.

Mi esposa y yo vivimos en la ciudad de Washington por quince años, y después, cuando regresamos a Salt Lake City, vivimos en la zona de Mount Olympus. Aproximadamente al año de vivir allí, según recuerdo, dividieron la Estaca Millcreek Este y llamaron a Gordon B. Hinckley como presidente de estaca. A mí me llamaron como presidente de la misión de estaca, y por tres años y medio tuve la oportunidad de servir bajo la dirección de el.

Mas tarde se me llamó como presidente de una misión regular y luego, hace veintisiete años, al presidente N. Eldon Tanner, al élder Theodore M. Burton y a mi se nos llamo como Autoridades Generales.

La primera responsabilidad que se me dio fue supervisar por cinco años las nueve misiones que existían en la costa oriental desde Canadá hasta Florida (EE.UU.). Después trabaje con el presidente Spencer W. Kimball, quien entonces era miembro del Quórum de los Doce, en la supervisión de Sudamérica.

Organizamos la primera estaca de Sudamérica en Sao Paulo, Brasil, en mayo de 1966. Tal y como lo ha dicho el élder Lynn A. Sorensen, el crecimiento en esa región ha sido notable. Recuerdo que el presidente Kimball dijo en aquella ocasión: »No vamos a llamar a ningún norteamericano para ocupar los principales cargos directivos». Aun cuando en esa época había en Sao Paulo muchos ciudadanos estadounidenses que eran Santos de los Ultimos Días y que trabajaban en empresas que tenían relaciones con los Estados Unidos de América, el presidente Kimball declaro que se iba a llamar a los miembros del lugar. De modo que fueron ellos los que ocuparon esos cargos y también se les llamo como misioneros. Por aquel tiempo, en el año 1966, no había ninguna estaca en Sudamérica; hoy hay aproximadamente doscientas.

Después se me dio la oportunidad de trabajar por tres años con el élder Delbert L. Stapley, supervisando las misiones de Centroamérica y México. Según recuerdo, en ese entonces había dos estacas en la ciudad de México, una de ellas en las colonias mormonas y la otra en el Distrito Federal. Hoy hay casi cien en ese país.

La Iglesia ha crecido y se ha desarrollado por medio de sus lideres y misioneros locales. Si tuviera tiempo, podría relataros algunas experiencias extraordinarias que he tenido con los jovencitos y también con los mayores de ambos sexos al realizar la obra misional en esos lugares. Ahora me gustaría hacer énfasis nuevamente en lo que dijo el élder M. Russell Ballard sobre lo importante que es contribuir monetariamente al Fondo General Misional de la Iglesia.

Como vosotros sabéis, todo miembro es misionero. Fue el presidente David O. McKay el primero que recalco ese deber. Hace un tiempo, mientras me encontraba en Montana (EE.UU.) de visita en una conferencia de estaca, ocurrió un incidente singular. Después de la sesión de la mañana, me paseaba por los alrededores del edificio, cuando vi a un jovencito vestido con su traje de domingo. Me acerque a el y le dije:

-Hijo, ¡qué bien que luces! ¿Cómo te llamas?

-José Smith Curdy- respondió.

-¡José Smith Curdy!-dije con asombro, añadiendo-: ¡Tienes un nombre notable! ¡Vas a ser un gran misionero!

-¡Ya soy un gran misionero! -respondió-. A dos cuadras de mi casa hay una familia que tiene dos hijos de mi edad. Desde hace tres o cuatro meses los he traído a la Iglesia. Hace mas o menos un mes les pregunte si les gustaría que los misioneros les enseñaran el evangelio, y ellos dijeron que tenían que consultarlo con sus padres. Así que hablamos con ellos, y contestaron: «Si nos dejan escuchar a nosotros también, por supuesto que permitiremos que los misioneros les enseñen».

No representaba ningún problema para ellos, de manera que les enseñaron el evangelio. José Smith Curdy me aseguró:

-La familia completa se va a bautizar el próximo sábado. ¡Ya soy un gran misionero!

Y yo, por supuesto estuve de acuerdo con él.

Hermanos, ¡es maravilloso tener las oportunidades que se presentan en esta Iglesia, no sólo en el programa misional sino también en los aspectos de la obra del templo y la genealogía!

Estoy sumamente agradecido por haber sido reservado para nacer en esta época particular de la historia del mundo, en la que se ha restaurado el evangelio en toda su plenitud. Estoy convencido de que el Espíritu del Señor se esta derramando sobre la faz de la tierra hoy mas que nunca por medio de la restauración del evangelio en su plenitud. Gracias a la Restauración, tanto vosotros como yo podemos dar testimonio de que Dios vive, de que Jesús es el Cristo y de que José Smith fue un gran profeta de Dios. Se nos ha dicho que José Smith ha hecho mas por la salvación del genero humano que ningún otro hombre que jamas haya vivido en la tierra, excepto el Señor Jesucristo mismo. De ello doy testimonio. Se ha restablecido la Iglesia, se ha restaurado el poder para actuar en el nombre de Dios, y hoy día tenemos un gran profeta a la cabeza de la Iglesia.

Que el Señor lo bendiga a él y que las bendiciones más grandes de nuestro Padre Celestial os acompañen a vosotros al retiraros de esta conferencia. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amen.

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