A la gente mayor de la Iglesia

Conferencia General Octubre 1989

A la gente mayor de la Iglesia

Por el Presidente Ezra Taft Benson
Presidente de la Iglesia
Leído por el Presidente Thomas S. Monson

«Tenéis muchos motivos para vivir. Que estos años, en el ocaso de la vida, sean vuestros mejores años mientras vivís, amáis y servís plenamente. Y que dios bendiga a aquellos que cuidan de vuestras necesidades vuestra familia, vuestros amigos, y los miembros y los líderes de la iglesia.»


Mis queridos hermanos y hermanas, es un gozo volver a reunirme con vosotros en otra gloriosa conferencia general de la Iglesia para sentir vuestro espíritu y apoyo y saber que amáis al Señor.

Estoy ansioso por escuchar los mensajes inspiradores de las Autoridades Generales de la Iglesia; estoy agradecido por su poder para alentar y en especial por la gran ayuda de mis nobles consejeros y del Quórum de los Doce.

Quisiera expresarles a ellos y a todos vosotros mi profundo agradecimiento por el afecto con que me habéis recordado en mi nonagésimo cumpleaños.

En el pasado les he hablado a los niños de la Iglesia, a los jóvenes y a las señoritas, a los mayores solteros, hermanos y hermanas, y a las madres y los padres de Israel. Esta mañana quisiera hablarle a la gente mayor de la Iglesia, a sus familias y a aquellos que velan por sus necesidades.

Tengo un sentimiento especial por la gente de edadCpor ese grupo maravilloso de hombres y mujeres. Creo que en cierto modo les entiendo, porque yo soy uno de ellos.

El Señor los conoce y los ama; siempre ha sido así, y a ellos les ha conferido muchas de Sus mayores responsabilidades. En distintas dispensaciones ha guiado a su pueblo por medio de profetas de edad avanzada; El ha necesitado la sabiduría y la experiencia de la madurez, la dirección inspirada de aquellos que por largos años han demostrado fidelidad a su evangelio.

El Señor bendijo a Sara, en su vejez, para que le diera un hijo a Abraham. El sermón mas elocuente del rey Benjamin fue quizás el que dio cuando era muy anciano y estaba próximo a morir. Ciertamente, el fue un instrumento en las manos del Señor cuando guió a su pueblo y estableció la paz entre ellos.

Muchos hombres y mujeres a través de las épocas han efectuado grandes obras al servir al Señor y a Sus hijos, aun en su vejez.

En nuestra dispensación, de los trece profetas que el Señor ha llamado, muchos de ellos fueron llamados cuando tenían entre setenta y ochenta años de edad, o aun mas. El Señor en verdad conoce y ama a sus hijos que han dado tanto a través de sus años de experiencia.

Extendemos nuestro amor a la gente mayor de la Iglesia; vosotros sois el sector de nuestra población que en la actualidad esta creciendo con mas rapidez en el mundo, así como dentro de la Iglesia.

Deseamos que vuestros años en el ocaso de vuestra vida sean maravillosos y de provecho. Oramos para que sintáis el gozo que da una vida bien vivida y llena de buenos recuerdos, y aun mayores esperanzas gracias a la expiación de Cristo. Esperamos que sintáis la paz que el Señor ha prometido a aquellos que continúen esforzándose por guardar sus mandamientos y seguir su ejemplo. Esperamos que vuestros días estén llenos de cosas para hacer y que encontréis maneras de servir a aquellos menos afortunados que vosotros. La edad mejora a las personas porque el caudal de sabiduría y experiencia sigue aumentando al servir a los demás.

Permitidnos sugerir ocho formas mediante las que podemos aprovechar al máximo los últimos años de nuestra vida:

  1. Trabajar en el templo y asistir a menudo. Los que somos mayores debemos usar nuestras energías no sólo para bendecir a nuestros antepasados, sino para asegurarnos de que, mientras sea posible, toda nuestra posteridad reciba las ordenanzas de exaltación en el templo. Manteneos cerca de vuestras familias, aconsejad a los que todavía no estén dispuestos a prepararse y orad por ellos.

Os instamos a todos a asistir al templo con frecuencia y a aceptar llamamientos para servir allí cuando la salud, las fuerzas y la distancia os lo permitan, porque dependemos de vuestra ayuda. Con el aumento del numero de templos necesitamos mas miembros que se preparen para este maravilloso servicio. Mi esposa y yo estamos agradecidos porque casi todas las semanas podemos ir juntos al templo. ¡Que gran bendición ha sido esto en nuestra vida!

  1. Juntar y escribir historias familiares. Os pedimos que continuéis con entusiasmo juntando y escribiendo vuestras historias personales y familiares. En muchos casos, sólo vosotros conocéis la historia, recordáis a seres queridos fechas y acontecimientos. En algunos casos vosotros sois la historia familiar. Vuestro patrimonio estará mejor preservado si vosotros mismos juntáis y escribís vuestra historia.
  2. Participar en el servicio misional. Necesitamos cada vez mas misioneros mayores en la obra misional. Donde la salud y los medios lo permitan, pedimos a cientos mas de matrimonios mayores que hagan los arreglos necesarios en sus vidas y en sus asuntos personales y vayan en misiones. ¡Os necesitamos en el campo misional! Vosotros podéis efectuar el servicio misional en formas que nuestros jóvenes misioneros no pueden hacerlo.

Estoy agradecido porque dos de mis propias hermanas viudas sirvieron como compañeras en una misión de Inglaterra. Ellas tenían 68 y 73 años de edad cuando fueron llamadas, y ambas tuvieron una experiencia maravillosa.

¡Que gran ejemplo y bendición es para la posteridad de una familia cuando los abuelos sirven en misiones! La mayoría de las parejas mayores que han ido se han fortalecido y revitalizado por el servicio misional. Por esta santa forma de servicio, muchos son santificados y sienten el gozo de llevar a los demás el conocimiento de la plenitud del Evangelio de Jesucristo.

También podéis, por medio del programa del Libro de Mormón de Familia a Familia, enviar ejemplares del Libro de Mormón en una misión por vosotros y adjuntar a estos vuestro testimonio.

  1. Proporcionar liderazgo fomentando la unión familiar. Os instamos a que, cuando os sea posible, reunáis a vuestras familias y las organicéis en grupos fuertes y unidos y les proporcionéis liderato. Efectuad reuniones familiares donde se pueda sentir la hermandad y se enseñen costumbres familiares. Algunos de los recuerdos mas hermosos que tengo son de las reuniones de mi propia familia. Fomentad las maravillosas tradiciones familiares que os unirán eternamente, lo cual puede crear un pedacito de cielo aquí en la tierra, dentro de vuestras familias. Después de todo, la eternidad será sólo la prolongación de una vida familiar justa.
  2. Aceptar llamamientos de la Iglesia y cumplir con ellos. Confiamos en que todos los miembros mayores que puedan hacerlo acepten llamamientos en la Iglesia y cumplan con ellos con dignidad. Doy gracias por conocer personalmente a hermanos septuagenarios y octogenarios que sirven como obispos y presidentes de rama. ¡Cuánto necesitamos el consejo y la influencia de vosotros que habéis caminado por la senda de la vida! Todos necesitamos conocer vuestros éxitos, saber cómo habéis superado las tristezas, el dolor o los desengaños, y os habéis fortalecido al pasar por ellos.

En la mayoría de las organizaciones de la Iglesia hay hermosas oportunidades de servir; tenéis el tiempo y un fuerte conocimiento del evangelio que os permite efectuar una gran labor. En muchos aspectos, vosotros sois un ejemplo al dar servicio fiel a la Iglesia. Os agradecemos todo lo que habéis hecho y ruego al Señor que os de las fuerzas para seguir trabajando.

  1. Planear el futuro económico. Al adelantarnos por la vida hacia la jubilación y las décadas posteriores, exhortamos a todos nuestros miembros de edad mayor que hagan planes frugales para los años en que dejen de trabajar y que eviten deudas innecesarias. También les advertimos que tengan cuidado y eviten firmar garantías o avales, aun a miembros de la familia, cuando este en riesgo el dinero de la jubilación.

Al avanzar en años, sed aun mas cuidadosos con los negocios que prometen grandes ganancias, con las hipotecas, o con las inversiones riesgosas. Proceded con cautela para que los planes de toda una vida no se desbaraten por una o varias decisiones erradas. Planead con tiempo vuestro futuro económico y seguid el plan.

  1. Dar servicio cristiano. El dar servicio cristiano eleva. Sabiendo esto, les pedimos a todos los miembros de edad mayor que aun están en condiciones de hacerlo, que sirvan a sus semejantes. Esto puede ser parte del proceso de la santificación. El Señor ha prometido que aquellos que pierdan su vida sirviendo al prójimo la hallaran (véase Mateo 10:39). El profeta José Smith nos dijo que debemos «agotar nuestras vidas» en cumplir Sus propósitos. (D. y C. 123: 13).

Aquellos que sirvan a su prójimo recibirán paz, gozo y bendiciones. Os pedimos a todos que prestéis servicio cristiano, pero este servicio llevara un gozo aun mayor a la vida de las personas mayores.

  1. Estar en buen estado físico, saludables y activos. Nos conmueve ver los esfuerzos que hacen muchas personas mayores para asegurarse una buena salud en la vejez. Hay cantidad de estas personas que salen a caminar temprano por la mañana, otras usan equipo especial de ejercicio en sus propios hogares, y algunas hasta participan en maratones y lo hacen muy bien. Otras practican la natación para mantenerse en buen estado físico. Hasta hace poco nuestro querido hermano Joseph Anderson, Autoridad General Emérita, que pronto cumplirá cien años, nadaba una milla todos los días. Yo no puedo hacer eso, pero sí hago una buena caminata todos los días y esta me reanima.

¡Cuánto nos gusta ver a la gente mayor mantenerse vigorosos y activos! Al hacerlo, la mente y el cuerpo funcionan mejor. Un presidente de estaca dijo que uno de sus miembros fue a esquiar en el agua cuando cumplió ochenta años.

A vosotros, los que habéis perdido a vuestro cónyuge, también queremos expresaros nuestro amor. Quizás algunos de vosotros a veces os sintáis inservibles y solos, sentimiento que puede ser casi abrumador. No debe ser así. Además de las ocho sugerencias mencionadas, os damos algunos ejemplos de actividades que les han servido a otras personas.

Hay hermanas que están solas y se mantienen ocupadas haciendo acolchados para cada nieto que se casa o para cada niño que nace en la familia. Otras escriben cartas para los cumpleaños o, cuando pueden, van a ver a los nietos a las escuelas cuando estos tienen competiciones deportivas. Algunas preparan albumes de fotografías de cada nieto para regalárselos en los cumpleaños. Conozco a una viuda que es bisabuela y enseña piano a casi treinta alumnos. Ella ha dado discursos a casi cinco mil jóvenes en los últimos tres años. Uno de ellos le preguntó: «¿Estaba usted entre los pioneros que cruzaron las llanuras?»

Hemos visto a muchas hermanas viudas ir de voluntarias a los hospitales o servir de otras maneras dentro de la comunidad, dándoles esto un sentimiento de satisfacción.

La clave para superar la soledad y el sentimiento de inutilidad para uno que es físicamente apto es dejar de pensar en si mismo y ayudar a otros que realmente lo necesitan. A aquellos que den esta clase de servicio les prometemos que recibirán consuelo por la perdida del ser querido o por su soledad. La manera de sentirse mejor con respecto a su propia situación es mejorar las condiciones de otra persona.

A aquellos que estén enfermos y estén sufriendo dolores y las vicisitudes de esta vida, os expresamos especialmente nuestro amor e interés y oramos por vosotros. Recordad lo que dijo Lehi al bendecir a su hijo Jacob, que había sufrido las injusticias de sus hermanos mayores Lamán y Lemuel. El dijo: «Tu conoces la grandeza de Dios; y el consagrara tus aflicciones para tu provecho» (2 Nefi 2:2). Y Dios hará lo mismo por vosotros.

Oramos para que continuéis esforzandoos por manteneros fuertes en actitud y espíritu ya que sabemos que no siempre es fácil. Oramos para que aquellos que tengan que hacer por vosotros las tareas que vosotros ya no podéis hacer, lo hagan con amor y paciencia.

Tened pensamientos positivos y no penséis en cosas que puedan haceros daño. Orad a diario y a cada hora si fuera necesario. Como dice en el Libro de Mormón: «. . .[vivid] cada día en acción de gracias por las muchas misericordias y bendiciones que el confiere sobre vosotros» (Alma 34:38).

Encontrareis que la lectura diaria del Libro de Mormón elevara vuestro espíritu, os acercará al Salvador y os ayudara a interesaros en el estudio del evangelio para llevar sus grandes verdades a otras personas.

Ahora quisiera hablar por unos minutos a las familias de los ancianos. Cito un pasaje de Salmos: «No me deseches en el tiempo de la vejez; cuando mi fuerza se acabare, no me desampares» (Salmos 71:9).

Suplicamos a las familias que den a sus padres y abuelos ancianos el amor, cuidado y atención que ellos se merecen. Recordemos el pasaje de las Escrituras que nos manda cuidar a los de nuestra familia, porque quien no lo haga «es peor que un incrédulo» (1 Timoteo 5:8). Estoy muy agradecido por el amoroso cuidado que mi querida familia nos ha dado por tantos años.

Recordad, los padres y los abuelos son nuestra responsabilidad, y debemos cuidarlos lo mejor que podamos. Cuando los ancianos no tengan familia que les cuide, los lideres del sacerdocio y de la Sociedad de Socorro deben hacer todo lo posible por suplir sus necesidades con todo amor. Damos algunas sugerencias a las familias de los ancianos.

Desde que el Señor escribió los Diez Mandamientos en las tablas de piedra, sus palabras desde el Sinaí han hecho eco a través de los siglos: «Honra a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12).

Honrar y respetar a nuestros padres significa que debemos tener un gran respeto por ellos. Les amamos y apreciamos, y nos interesamos por su felicidad y su bienestar; les tratamos con cortesía y consideración; tratamos de entender sus puntos de vista. En verdad, obedecer los deseos justos de los padres es también un modo de honrarles.

Además, nuestros padres merecen nuestro honor y respeto por habernos dado la vida; mas aun, han hecho incontables sacrificios al criarnos y cuidarnos durante nuestra niñez; nos han proporcionado lo necesario de la vida y nos han atendido durante nuestras enfermedades y las tensiones emocionales de nuestra juventud. En muchos casos nos han dado la oportunidad de recibir una educación y, en cierta manera, nos han educado. Mucho de lo que sabemos y de lo que somos se lo debemos a su ejemplo. Tenemos que estar agradecidos y demostrarles nuestra gratitud.

Aprendamos también a perdonar a nuestros padres; quizás hayan cometido errores al criarnos, pero casi siempre hicieron lo mejor posible. Perdonémosles a ellos de la misma forma en que quisiéramos que nuestros hijos nos perdonaran a nosotros por nuestros errores.

Aun cuando los padres envejecen, debemos honrarlos permitiéndoles la libertad de elegir y de ser tan independientes como sea posible. Dejémosles tomar decisiones que todavía puedan tomar. Algunos padres saben cuidar bien de si mismos aunque sean muy ancianos, y muchos querrían hacerlo. Cuando ellos puedan, dejémoslos que lo hagan.

Si ellos llegaran a un punto en que no pudieran vivir solos, quizás se necesite la ayuda de la familia, la Iglesia y los recursos de la comunidad. Cuando los ancianos no puedan cuidar de si mismos, aun con la ayuda de otras personas, si fuera posible, se les debe cuidar en la casa de un miembro de la familia. En estos casos, quizás se necesiten recursos de la Iglesia y de la comunidad.

La misión del que cuida al anciano es vital. Esta persona necesita un gran apoyo y ayuda. Por lo general es el cónyuge o una hija mayor que tiene sus propios hijos que cuidar al mismo tiempo que cuida a sus padres ancianos.

Siempre que sea posible, incluid también a los ancianos en vuestras actividades familiares. Que alegría es para nosotros ver a los bulliciosos nietos junto con los abuelos. A los niños les encantan esas ocasiones; les gusta que sus abuelos les visiten y que vayan a cenar con ellos; que vayan para las noches de hogar y a otras reuniones especiales. Esto da la oportunidad de enseñarles a honrar, amar, respetar y cuidar de los ancianos.

Los abuelos pueden tener una gran influencia en sus nietos, ya que sus días, por lo general, no están tan ocupados como los de los padres, así que pueden leerles libros, contarles historias y enseñarles a vivir los principios del evangelio. Así los niños obtienen una perspectiva de la vida que nos sólo les satisface sino que les da seguridad, paz y fortaleza. Los abuelos pueden enviar cartas, casetes y fotos, en especial cuando vivan lejos de los hijos y nietos y no puedan visitarse a menudo. Aquellos que tienen la bendición de vivir cerca de los abuelos u otras personas mayores gozan de un compañerismo maravilloso. Habrá ocasiones en que los abuelos puedan asistir a graduaciones, casamientos, excursiones al templo, despedidas o bienvenidas a misioneros y otras reuniones especiales con miembros de la familia.

Gozamos al ver a nuestros hijos y nietos crecer y alcanzar el éxito en distintos campos, mientras les acompañamos en sus alegrías y nos regocijamos con sus triunfos. La felicidad bendice nuestra vida cuando nuestros hijos se esfuerzan y logran metas en sus propias vidas. En 3 Juan 1:4 leemos: «No tengo yo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad». El saber esto renueva nuestro amor y valor para seguir en nuestras propias luchas.

Por ultimo, instamos a los lideres del sacerdocio a que sean susceptibles al Espíritu de nuestro Padre Celestial al evaluar y suplir las necesidades espirituales, físicas, emocionales y económicas de los miembros ancianos. Confiamos en que utilizaran a sus consejeros, a los lideres del quórum del Sacerdocio de Melquisedec, a las lideres de la Sociedad de Socorro, a los maestros orientadores y a las maestras visitantes en esa gran responsabilidad, porque debemos cumplir con estos deberes sin la menor duda ni vacilación.

Esperamos que los lideres del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares continúen dando llamamientos a los mayores, en donde estos puedan emplear sus reservas de sabiduría y consejo. También quisiéramos, si fuera posible, que salieran como maestros orientadores o maestras visitantes. Aun aquellos que deben guardar cama y no salen de su casa, a veces pueden ayudar a cuidar de los demás por medio de llamadas telefónicas, escribiendo notas y cumpliendo con otras asignaciones.

Un líder del sacerdocio puede hacer mucho para alentar a las personas solas y a los matrimonios mientras se preparan para servir en una misión. Los programas de extracción de nombres para el templo y de los servicios de bienestar han tenido la gran bendición de contar con personas de edad mayor que tienen la oportunidad de servir en estos programas de la Iglesia.

Esperamos que a las personas ancianas, ya sean solas o matrimonios, se les asignen maestros orientadores y maestras visitantes que se ocupen de ellos. Gran consuelo y paz tienen aquellos que saben que hay alguien a quien pueden llamar en casos de emergencia o necesidad. Es importante demostrar tacto, diplomacia e interés sincero al evaluar y suplir esas necesidades.

Haced participar en asignaciones de servicio caritativo a personas que vivan solas. Incluidlas también en actividades sociales de estaca y barrio, especialmente a las que sean solas y a las que tengan al cónyuge a su cuidado; muchas veces se les olvida. Se les debe dar atención cariñosa en especial cuando muere el cónyuge. Para la mayoría, esos son momentos en que se necesita mucha ternura.

Los miembros de la familia que estén cuidando constantemente a la persona impedida a veces necesitan y agradecerían algún momento de descanso. Es importante ayudar a la familia a seguir funcionando como familia; que tengan momentos en los que se vean  libres de las pesadas responsabilidades que imponen las enfermedades largas o graves. Todos los que cuidan a estos enfermos necesitan apoyo y alivio.

El transporte es a menudo una gran preocupación para los ancianos.

Busquemos la forma de ayudarles a ir a la Iglesia los domingos, visitar a sus seres queridos, ir de compras, ir al doctor o al hospital.

Repito, debemos orar para tener inspiración y guía para cuidar de los ancianos, porque cada persona es distinta y tiene diversas necesidades.

Dios bendiga a los ancianos de la Iglesia. Os quiero con todo mi corazón. Yo soy uno de vosotros.  Tenéis muchos motivos para vivir.

Que estos años, en el ocaso de la vida, sean vuestros mejores años mientras vivís, amáis y servís plenamente. Y que Dios bendiga a aquellos que cuidan de vuestras necesidades Cvuestra familia, vuestros amigos, y los miembros y los lideres de la Iglesia.

Os doy mi testimonio del gozo  de vivir la plenitud del evangelio y de pasar por el «fuego purificador» (Malaquías 3:2) y el proceso de la santificación. Como lo dijera tan bien el apóstol Pablo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien» (Romanos 8:28).

Os dejo mi bendición. El Salvador vive y esta es su Iglesia; la obra es verdadera y os digo con las palabras de nuestro Señor y Salvador: «Mirad hacia mi, y perseverad hasta el fin, y  viviréis; porque al que persevere hasta el fin, le daré la vida eterna» (3 Nefi 15:9). Lo testifico en el nombre de Jesucristo. Amen.

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