Conferencia General Octubre 1989
El amor
Por el Elder W. Eugene Hansen
Del Primer Quórum De Los Setenta
«Al observar lo que parecen ser problemas imposibles de resolver que enfrenta la humanidad hoy día, vemos que jamas hubo una mayor necesidad de amor en el mundo, no sólo hacia Dios, sino hacia todo el género humano.»
Mis queridos hermanos, dado que esta es mi primera oportunidad L de dirigirme a vosotros desde que recibí mi nueva asignación deseo expresaros mi agradecimiento por el privilegio de servir al Señor y por poder dedicar mi vida a la edificación del Reino.
Considero que no existe una palabra que describa mejor la vida y la misión del Salvador que la palabra amor.
La misión del Salvador se inició debido al amor que el Padre tiene por Sus hijos. Leemos en Juan: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que le ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Por lo tanto, debido al amor de nuestro querido y amoroso Padre Eterno, se decretó y empezó la misión más grande en la historia del mundo
Recordad cuando los fariseos, en sus esfuerzos por confundir al Maestro, hicieron que un abogado le preguntara: «Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?» (Mateo 22:36). (Ojalá hubiera sido otra persona y no un abogado el que hizo la pregunta, pero me consuela que los fariseos fueron los que lo contrataron.)
Como recordareis: «Jesus le dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
«Este es el primero y grande mandamiento.
«Y el segundo es semejante: Amaras a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.» (Mateo 22:37-40.)
El elder James E. Talmage ha dicho que estos dos mandamientos » . . . están entrelazados tan estrechamente que casi son uno, y este es: «Amaras». El que cumple con uno, cumplirá con los dos; porque si no sentimos amor hacia nuestros semejantes, es imposible agradar a Dios» (Talmage, Artículos de Fe, pág. 474).
Al observar lo que parecen ser problemas imposibles de resolver que enfrenta la humanidad hoy día, vemos que jamas hubo una mayor necesidad de amor en el mundo, no sólo hacia Dios, sino hacia todo el género humano.
Como Iglesia tenemos la oportunidad de mostrar amor y dar servicio en forma organizada.
Nuestro programa misional es una expresión de amor por nuestros semejantes cuando compartimos el mensaje del evangelio, y es debido al amor y al interés por nuestros semejantes que los misioneros dedican hasta dos años, casi siempre a costa de ellos mismos, viviendo en diferentes partes del mundo. Muchos enfrentan arduo trabajo, privaciones y peligros con el objeto de predicar las bendiciones del evangelio.
Al dar nuestro diezmo y ofrendas con un buen espíritu, estos se convierten en una expresión de amor e interés por la obra de nuestro Señor y por aquellos que necesitan ayuda material.
La hermandad y el amor de nuestros quórumes del sacerdocio, de la Sociedad de Socorro y de las organizaciones de la juventud están disponibles para todos aquellos que deseen «venir a Cristo y perfeccionarse en Él» (véase Moroni 10:32).
Los obispos, presidentes de estaca, presidentas de Sociedades de Socorro, maestros orientadores, lideres de la Primaria y todos los que han aceptado un llamamiento pasan miles de incontables horas de significativo servicio cristiano, el cual prestan, no sólo por el sentido del deber, sino por amor genuino hacia quienes sirven.
Pero a pesar de todo, por mucho bien que se haya hecho, queda mucho por hacer y quizás la mejor oportunidad de mejorar es en el trato individual que tenemos los unos con los otros.
Cuando el Salvador terminaba Su ministerio y se preparaba para el sacrificio que seria el mayor don de amor, hizo la poderosa amonestación siguiente: «Que os améis unos a otros; como yo os he amado» (Juan 13:34).
Quisiera daros cuatro sugerencias para que podáis entender mejor los principios que harán de vosotros personas más amables, gentiles, armoniosas y amorosas.
Primero, sed considerados. Tratad de entender la forma de pensar y de sentir de las demás personas, sin degradar ni menospreciar por medio de las palabras o acciones. Alentad y elevad a los demás, teniendo cuidado de no destruir su confianza. Aun en mi profesión de abogado, en la que muchas veces existe el debate, mi experiencia ha sido que siempre hay lugar para demostrar consideración y respeto.
Segundo, sed elogiosos. Buscad los atributos y las acciones de los demás que podáis elogiar sinceramente. Todos se sienten muy bien cuando se les alaba sinceramente por algo que se merecen.
Tercero, sed caritativos. El profeta Moroni nos aconseja con respecto a la necesidad de ser caritativos: «. . .porque si no tiene caridad, no es nada. . .» (Moroni 7:44). Y en su Epístola a los Corintios, el apóstol Pablo resume la importancia de la caridad en este conocido versículo: «Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe» (1 Corintios 13: 1).
¿Que significa ser caritativo? La caridad es lo opuesto al egoísmo; significa ser generoso y dar, tanto de nuestros bienes como de nuestro tiempo, para servir a nuestros semejantes.
Debe existir un elemento de sacrificio en lo que demos y en la consagración de nuestro tiempo a los demás. Debemos luchar por elevar a aquellos que conocemos y que están desamparados o desesperados. Debemos interesarnos especialmente en la juventud que nos rodea. «La caridad es el amor puro de Cristo» (Moroni 7:47).
Y cuarto, sed agradecidos. Si queremos mostrar amor a nuestro Padre Celestial, debemos estar agradecidos; debemos demostrar nuestra gratitud por la forma en que vivimos y no sólo por lo que decimos o profesamos.
Se ha dicho que el pecado de la ingratitud es mas serio que el pecado de la venganza; con la venganza devolvemos mal por mal; pero con la ingratitud devolvemos mal por bien.
Hace algunos años, cuando era costumbre tener un servicio religioso el día de la graduación, el presidente Harold B. Lee relató a un grupo de graduados universitarios una historia que siempre he recordado.
Contó sobre una mujer que quedó viuda relativamente joven con varios hijos para criar y atender. No tenían dinero y por lo tanto los hijos tenían que trabajar muy duro para complementar el escaso dinero que ella recibía de lavar ropa y limpiar casas.
Sin embargo al pasar el tiempo, cuando los hijos obtuvieron los honores académicos más altos y progresaron en la comunidad y en el mundo de los negocios, la familia atrajo la atención del periódico local. Se envió a un reportero a entrevistar a esa admirable madre quien, para esa fecha, se veía algo encorvada y canosa.
El reportero hizo varias preguntas tratando de encontrar el secreto de In forma en que ella había logrado tanto con tan poco.
Finalmente, el periodista hizo su ultima pregunta: «Con una familia de hijos tan maravillosos, ¿a quién amó usted más?» Con lagrimas asomándole a los ojos, respondió:
Amé a la que estaba enferma, hasta que se recuperó.
Amé al que estaba lejos, hasta que regresó.
Amé al que estaba fallando, hasta que logró el éxito.
Amé a la que estaba triste, hasta que fue feliz.
Para terminar, permitidme citar al escritor Solomon Bennett Frechof: «Hace muchos años yo prefería a la gente inteligente. Disfrutaba de ver una mente . . . transformar rápidamente pensamientos en palabras, o expresar ideas en una forma nueva. Ahora veo que mi gusto ha cambiado; el palabrerío intrincado me aburre. Parece que los motiva el deseo de mostrarse superiores. Ahora prefiero otro tipo de persona, aquella que es considerada, que entiende a los demás, y se cuida de no destruir el autorrespeto de sus semejantes. . . Mi persona preferida ahora es la que siempre esta al tanto de las necesidades de los demás, de sus dolores, temores y desdichas. Una vez me gustó la gente inteligente; ahora me gusta la gente buena» (Richard L. Evans, Runhard Evan’s Quote Book, Salt Lake City: Publisher’s Press, 1971, Pág. 166).
Ruego que todos tratemos en forma más diligente de demostrar nuestro amor al Señor por la forma en que emulamos el amor cristiano en el trato con nuestros semejantes, que seamos dignos de la «corona de vida» a la que hace referencia Santiago, la » . . . que Dios ha prometido a los que le aman» (Santiago 1:12). Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amen.

























Muy hermoso y bello aprendi a amar mas l.humilde
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