Progresemos espiritualmente

Conferencia General Abril 1994logo 4
Progresemos espiritualmente
Janette C. Hales
Presidenta General de las Mujeres Jóvenes

Janette C. Hales«Mi deseo es que, durante estos años tan importantes… pasen de la etapa de niñas a la de mujeres rectas de fe, capaces de resolver problemas».

Hace unas semanas, fui a Nueva York para conocer a una nueva nietecita. Cuando mi hija y su esposo me recibieron en la puerta con esta pequeña de sólo tres días de nacida, era obvio que había un resplandor muy especial en ese apartamento. Cuando colocaron a Hannah, que era el nombre de mi madre, en mis brazos, parecía una muñequita con mucho pelo negro. Después de varios días, Hannah ya estiraba sus largas piernas y pies y empecé a pensar en todas las cosas por las que pasará durante su crecimiento. Quizás tenga algunos de los mismos temores que yo tuve, como tener miedo de quedarme sola en la obscuridad cuando tenía seis o siete años. A los trece o catorce, tal vez vaya a estar tan segura como yo lo estuve, de que no habría jóvenes tan altos como ella. Esa preocupación se agravó cuando al año siguiente me convencí de que una persona con pies tan «rancies como los míos jamás se casaría.

Esas preocupaciones son muy normales y las cosas que a ustedes les preocupan me preocuparán a mí también. Pero la más grande de estas es que cada una de ustedes esté progresando espiritualmente.

Siento gran reverencia por todas ustedes. Mi deseo es que, durante estos años tan importantes entre los doce y los dieciocho, pasen de la etapa de niñas a la de mujeres rectas de fe, capaces de resolver problemas. La que llevan a cabo durante estos años es una labor maravillosa, y, cuando la hacen bien, estarán construyendo un fundamento para una vida responsable y recta.

Cuando sus líderes de las Mujeres Jóvenes las animen a participar en el programa sobre «Mi Progreso Personal», espero que entiendan que eso representa mucho más que fijar metas y recibir reconocimiento, aunque eso es muy importante. La meta más importante es que ustedes constantemente seleccionen experiencias que fortalezcan su fe en nuestro Salvador, Jesucristo.

En el libro de Alma hay un capítulo, el 32, que me parece que fue escrito especialmente para las mujeres jóvenes. Alma nos enseña a ejercer nuestra fe, a aumentar nuestra creencia en las palabras de nuestro Padre Celestial. Cuando vuelvan a casa, por favor lean el capítulo y pongan un círculo alrededor de «la palabra». Después lean el primer versículo de Juan donde dice: «En el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios» (Juan 1:1). Y más adelante, el versículo 14 declara: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14; cursiva agregada).

En el libro de Juan, el Verbo (o la palabra) se refiere a nuestro Salvador, Jesucristo. El profeta Alma, al enseñarnos acerca de la fe, nos ayuda a comprender cómo podemos fortalecer nuestra fe en Jesucristo. Alma compara la palabra o el evangelio que abarca nuestra fe en el Salvador, a una semilla. Éstas son Sus palabras:

«Comparemos, pues, la palabra a una semilla. Ahora bien, si dais lugar para que sea sembrada una semilla en vuestro corazón, he aquí, si es una semilla verdadera, o semilla buena, y no la echáis fuera por vuestra incredulidad, resistiendo al Espíritu del Señor, he aquí, empezará a hincharse en vuestro pecho; y al sentir esta sensación de crecimiento, empezaréis a decir dentro de vosotros: Debe ser que ésta es una semilla buena, o que la palabra es buena, porque empieza a ensanchar mi alma; sí, empieza a iluminar mi entendimiento; sí, empieza a ser deliciosa para mí.

«He aquí, ¿no aumentaría esto vuestra fe? Os digo que sí; sin embargo, no ha llegado a ser un conocimiento perfecto» (Alma 32:28-29, cursiva agregada).

«Mi Progreso Personal» es como un experimento sobre la palabra. Hay experiencias con la oración, el estudio de las Escrituras, el fortalecimiento de las relaciones familiares y el servicio a los demás. Al ejercer nuestra fe, ésta aumentará y se fortalecerá. Cuando admiramos los logros de los grandes deportistas, no sé cómo podemos imaginarnos que el crecimiento espiritual lo podemos lograr sin ningún esfuerzo mientras que nuestras habilidades físicas requieren ejercicio y entrenamiento.

Ahora bien, escuchen la maravillosa promesa que se les da a todos aquellos que ejercitan su fe, que son las que continuarán alimentando la  palabra.

«Pero si cultiváis la palabra, sí, y nutrís el árbol mientras empiece a crecer, mediante vuestra fe, con gran diligencia y con paciencia, mirando hacia adelante a su fruto, echará raíz; y he aquí, será un árbol que brotará para vida eterna» (Alma 32:4; cursiva agregada).

El progresar cspiritualmente requiere fe, gran diligencia y paciencia; se necesita madurez para esperar todo aqucüü que tenga consecuencias eternas.

En su infancia, Hannah responde a la comida cuando tiene hambre, a las voces suaves y pañales secos. Pasará un tiempo antes de que se dé cuenta de que su madre le está leyendo las Escrituras mientras la alimenta; pasarán muchos, muchos meses para que comprenda por qué inclinamos la cabeza para orar frente a la mesa del comedor. Y así su fe empezará a echar raíces en este ambiente favorable. Un niño pequeño aprende a reaccionar a los buenos sentimientos, sin embargo, ustedes están aprendiendo a asumir responsabilidad por lo eme creen.

Escuchen las palabras de tres jovencitas que tuvieron la oportunidad de ejercitar su fe.

[Se mostró un video en el que varias jovencitas hablaron en cuanto a incidentes y dificultades en sus vidas y el efecto que éstos surtieron en ellas.]

Cada una de estas jovencitas tuvo experiencias diferentes. Sin embargo, cada una decidió ejercer y aumentar su fe. Sara hizo caso omiso a un sentimiento de que lo que estaba haciendo era erróneo debido a su deseo de aprender a manejar. Después de una terrible experiencia, la fe la motivó y le dio el valor para evaluar su experiencia y hacer cambios. ¿Se dieron cuenta de que al principio se sintió indigna y despreciada debido a su decisión errónea? Dijo que se había sentido como si no valiera nada. Esos sentimientos son normales después de que uno comete un error, pero ella sabiamente evaluó lo que estaba pasando y por qué había ocurrido así. Recordó el amor de su Padre Celestial y lo que El hubiera deseado. Aprendió a escuchar a sus padres y a reconocer el sentimiento de advertencia. Reconoció cómo podía utilizar este conocimiento en otra situación. De esta manera, cada experiencia se puede convertir en una experiencia positiva. Nuestro Padre Celestial desea que venzamos las experiencias negativas y no nos estanquemos en esos sentimientos de que no valemos nada.

La segunda jovencita, Carly, pasó por circunstancias familiares muy difíciles debido a! cambio de empleo de su padre y la mudanza a otro estado. Aprendió el valor de las relaciones familiares y la unidad. Por medio de la unidad de la fe y las oraciones, ella tuvo la experiencia de sentir el amor y el apoyo de nuestro Padre Celestial para que su familia pudiera estar junta otra vez. Su fe se fortaleció.

En el tercer caso, Paulette tuvo una experiencia diferente cuando aprendió a aceptar el resultado que no era lo que ella había esperado. Ella sabía en cuanto al gran poder de la fe, un poder que podía mover montañas, pero cuando falleció la madre de su amiga, ella ejerció su fe confiando en el plan que nuestro Padre Celestial tiene para nosotros. El crecer espiritualmente requiere que veamos más allá de nuestros propios deseos y ensanchemos nuestra perspectiva de las cosas. No sólo debemos despojarnos de nuestro egoísmo, sino que algunas veces también nos despojamos de aquello que deseamos profundamente para llegar a comprender el punto de vista de nuestro Padre Celestial.

En nuestros días es muy importante que cada una de nosotras edifique un núcleo interno de espiritualidad. A medida que ejerzan la fe y sientan que esa espiritualidad va creciendo, empezarán a sentir mayor seguridad y confianza. Gradualmente llegaremos a entender lo que significa confiar plenamente en nuestro Padre Celestial y ser testigos de Dios (Mosíah 18:9). Al convertirnos en mujeres rectas, de fe, capaces de resolver problemas, aprenderemos a ser Sus representantes y a llevar a cabo Su obra.

Hace tres años nació otra de mis nietas a quien le pusieron mi nombre, Emily Janette. El día en que la bendijeron sentí un tremendo deseo por su bienestar y una esperanza de que pudiera recibir todas las cosas buenas de la vida. En ese momento pensé lo que significa cuando cada una de nosotras toma sobre sí el nombre de Jesucristo por medio de los convenios bautismales. He pensado en el bienestar que Él desea para nosotros; siento el gran amor que tiene por las jovencitas de Su Iglesia. He pensado también en el gran amor y aprecio que tiene por todas las líderes, ustedes que enseñan la doctrina, que modelan un comportamiento recto, que proveen un ambiente de confianza en el que otros puedan desarrollar la fe y vivir rectamente. Tengo un testimonio del amor de nuestro Salvador por nosotros. El entiende nuestros problemas y nos ayudará. Se esperaba que pasáramos por experiencias que nos ayuden a distinguir el bien del mal. La mayoría de nosotros cometemos errores; no podemos perfeccionarnos solos. El don expiatorio de Jesucristo nos permite despojarnos de nuestras debilidades y ser fortalecidos por medio de Su perfección. Testifico de Su don expiatorio en el nombre de Jesucristo. Amén.

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