Que clase de hombres habéis de ser?

Conferencia General Abril 1994logo 4
«¿Qué clase de hombres habéis de ser?»
Presidente Howard W. Hunter
Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles

Howard W. Hunter 1«Debemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos; debemos recordarle con más frecuencia de lo que le recordamos; debemos servirle más valientemente de lo que le servimos.»

Es un verdadero placer para mí estar con ustedes hoy y saludar a esta maravillosa congregación de la conferencia general. Al hacerlo, quisiera agradecerles las oraciones que ofrecen en beneficio de las Autoridades Generales pidiendo que tengamos salud, que seamos protegidos cuando viajamos y que seamos guiados en nuestros asuntos personales. Somos bendecidos gracias a esas fieles oraciones y deseamos que sepan que cuentan con nuestra gratitud.

Una de las preguntas más importantes que se haya hecho al hombre mortal fue la que hizo el mismo Hijo de Dios, el Salvador del mundo, al dirigirse a un grupo de Sus discípulos en el Nuevo Mundo, un grupo que estaba ansioso de recibir Sus enseñanzas y más ansioso aun porque ellos sabían que muy pronto los iba a dejar, El preguntó: «¿Qué clase de hombres habéis de ser?» Y entonces, sin esperar que le contestaran, El mismo dio la respuesta: «Aun como yo soy» (3 Nefi 27:27).

El mundo está lleno de personas que están siempre muy dispuestas a decirnos: «Haz lo que yo digo». Y por cierto que no nos faltan los que dan consejos en cuanto a casi todo lo habido y por haber. Pero hay muy pocas personas que estén preparadas para decir: «Haz lo que yo hago». Y por supuesto, sólo Uno en la historia de la humanidad pudo decir eso con toda justicia y rectitud. La historia del mundo nos da a conocer muchos casos de hombres y mujeres cuyo ejemplo ha sido digno de emular, pero aun el mejor de los mortales tiene defectos de una forma u otra; ninguno de ellos serviría como el prototipo de la perfección ni como el modelo infalible a quien seguir, aun cuando hayan tenido la mejor de las intenciones.

Sólo Cristo puede ser nuestro ideal, nuestra «estrella resplandeciente de la mañana» (Apocalipsis 22:16).sólo Cristo puede decir, sin reserva alguna, «seguidme» (2 Nefi 31:12), «aprende de mi» (D. y C. 19:23), «haced las cosas que me habéis visto hacer» (2 Nefi 31: 12) sólo Cristo puede decir que bebamos de Su agua, que comamos de Su pan (Juan 4:10; 6:51).sólo Él puede decir: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida» (Juan 14:6),

«Soy la ley y la luz. Mirad hacia mí… y viviréis» (3 Nefi 15:9).sólo Él puede decir «Que os améis unos a otros; como yo os he amado» (Juan 13:34).

¡Qué invitación y que llamado tan claros y tan resonantes! ¡Qué seguridad encierran Sus palabras que ejemplo nos brinda en estos día de incertidumbre, carentes de modelos a seguir!

Todos extrañamos a nuestro querido presidente Ezra Taft Benson desearíamos que nos dirigiera la palabra. Por lo tanto, desearía rendirle un pequeño tributo citando algo que el dijo desde este púlpito en cuanto al maravilloso ejemplo d Cristo. Él dijo (y agrego mi testimonio de la veracidad de esas palabras):

«Hace casi dos mil años, un Hombre perfecto anduvo sobre la faz de la tierra, y ese Hombre fue Jesucristo… Durante Su vida mortal vivió todas las virtudes y mantuvo un equilibrio perfecto de todas ellas El enseñó a los hombres la verdad para que fueran libres; el ejemplo que El dio y los preceptos que enseñó brindan a toda la humanidad I única gran norma y el único camino certero a seguir» (Teachings of Ezra Taft Benson, Salt Lake City: Bookcraft, 1988, pág. 8).

¡La gran norma! ¡El único camino certero! ¡La luz y la vida del mundo! Cuan agradecidos debemos estar a nuestro Padre Celestial por haber enviado a Su Hijo Unigénito a la tierra para cumplir por lo menos dos misiones que ninguna otra persona podría haber cumplido. La primera misión de Cristo como Hijo perfecto y libre de todo pecado fue redimir a todo el género humano de la Caída, expiando el pecado de Adán y nuestros propios pecados si lo aceptamos como nuestro Salvador y lo seguimos. Y la segunda gran misión fue establecer el ejemplo perfecto de rectitud, de bondad, de misericordia y de compasión, a fin de que el resto del mundo sepa cómo vivir, cómo progresar y cómo llegar a ser más como Él es.

Sigamos al Hijo de Dios en todo lo que hagamos y en todos los niveles sociales de la vida; hagamos de El nuestro ejemplo y nuestro guía. En todo momento debemos preguntarnos a nosotros mismos: «¿Que haría Jesús?» Y entonces ser más valientes para obrar de acuerdo con la respuesta. Debemos seguir a Jesucristo en todo el sentido de la palabra; debemos dedicarnos a Su obra como Él lo hizo con los negocios de Su Padre; debemos esforzarnos por ser como Él es y ser constantes en eso, una y otra vez. Al grado que el poder mortal que poseemos nos lo permita, debemos hacer todo lo que podamos por llegar a ser como Cristo, el único ejemplo perfecto e inmaculado que haya pasado por este mundo.

Su amado discípulo Juan con frecuencia dijo, refiriéndose a Cristo: «Y vimos su gloria» (Juan 1:14). Ellos observaron la perfección de la vida del Salvador conforme El enseñaba y oraba. De modo que también nosotros debemos ver Su gloria en todo lo que podamos.

Debemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo conocemos; debemos recordarle con más frecuencia de lo que le recordamos, debemos servirle más valientemente de lo que le servimos. Entonces beberemos del agua que salta para vida eterna y comeremos del pan de vida (Juan 6:35).

¿Qué clase de hombres y mujeres habremos de ser? Aun como Él es. En el nombre de Jesucristo. Amen.

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