Conferencia General Abril 1995
La luz interior
Presidente Gordon B. Hinckley
«¡Que maravilloso es pensar que cada una de ustedes es una hija de Dios, una joven con una primogenitura y un destino divinos!»
Mis queridas colaboradoras en esta gran obra, maravillosas jóvenes y sus madres: no me encuentro aquí esta noche como orador asignado, ya que originalmente no estaba en el programa; de todas formas, agradezco esta oportunidad de decir unas cuantas palabras con el fin de hacer un epílogo a los excelentes discursos que hemos escuchado. Abundantes han sido los buenos consejos que nos beneficiaran a todos inmensamente. Espero que nunca olvidemos lo que hemos escuchado y que todo ello se convierta en una guía para nuestra vida.
Agradezco el hincapié que se ha hecho en la lectura de las Escrituras; espero que esto se convierta en algo mucho más agradable de lo que es, y no sólo un deber, o sea, en un verdadero amor por la palabra de Dios. Les prometo que, a medida que las lean su mente v su espíritu se iluminaran. Al principio, quizás les parezcan un tanto tediosas, pero eso se transformara en una experiencia maravillosa con pensamientos de naturaleza divina.
Creo que jamás ha habido otra congregación de esta clase en el mundo, con excepción quizás de otras conferencias de Mujeres Jóvenes que se realizaron también aquí en el Tabernáculo. Este sábado hay cientos de miles de Mujeres Jóvenes congregadas en centros de reuniones a lo largo y a lo ancho del mundo. ¡Qué maravilloso es pensar que cada una de ustedes es una hija de Dios, una joven con una primogenitura y un destino divinos!
Cuando mi esposa y yo éramos mucho más jóvenes y teníamos más agilidad y resistencia, nos gustaba ir a bailar. Ella les diría que dejamos de hacerlo casi en seguida de casarnos (debo confesar que yo disfrutaba mucho más de su compañía que del baile en sí).
En esos días había una canción popular que comenzaba así:
«Quiero que sepas, que alguien te ama
«Y. quiere estar contigo adonde vayas. »
(Charlie Tobias y Peter De Rose, «Somebody Loves You», Edwin H. Morris & Co., Inc. 1932.)
He interpretado esas palabras con un significado un tanto diferente del que le ha dado el autor. Espero que todas y cada una de ustedes, dondequiera que se encuentren, sepan que se les ama. Su Padre Celestial, de cuya naturaleza divina han participado, las ama, y desea que Su Espíritu Santo, si lo piden y lo cultivan, las acompañe doquiera que vayan.
En su interior llevan una partícula de divinidad; poseen un tremendo potencial con ese atributo como una porción de su herencia divina. Nuestro Padre Celestial ha dotado a cada una con la enorme capacidad de hacer el bien en este mundo. Adiestren la mente y las manos a fin de estar preparadas para prestar un buen servicio en la sociedad de la cual forman parte. Cultiven el arte de ser bondadosas, consideradas, útiles. Perfeccionen la calidad de la misericordia, la cual recibieron como parte de los atributos divinos que heredaron.
Algunas quizás piensen que no son tan atractivas, hermosas y encantadoras como quisieran serlo. Rechacen tales sentimientos, cultiven la luz que llevan en su interior, la cual resplandecerá como una radiante expresión que será vista por los demás.
Jamás deben sentirse inferiores, ni pensar que han nacido sin talento u oportunidades para expresarlo. Cultiven el talento que posean; este crecerá y se perfeccionara, convirtiéndose en una expresión de su verdadera personalidad, admirada por los demás.
En resumen, esfuércense un poco más por estar a la altura de la cualidad divina que llevan en su interior. Como Alma dijo:
«…despert[ad] y aviva[d] vuestras facultades» (Alma 32:27).
Les doy las gracias por la virtud que engalana su vida, por el deseo que llevan en el corazón de hacer lo correcto, porque oran, son amables y buenas. Confiamos plenamente en ustedes; las amamos y oramos por ustedes. Les dejamos nuestra bendición, en el nombre de Jesucristo. Amen.
CONSEJOS DEL PRESIDENTE MONSON A LAS SEÑORITAS DE LAS MUJERES JOVENES
Ustedes, jovencitas, quizás se pregunten: «¿Qué puedo hacer para asegurar mi gozo eterno? ¿Puede alguien ayudarme?» Yo les ofrezco cuatro sugerencias:
- Estudien diligentemente.
- Escojan cuidadosamente.
- Oren fervientemente.
- Compórtense con prudencia.
Primero, hablaré de estudiar diligentemente. Todo lo que se ha dicho esta noche destaca la idea de que las Sagradas Escrituras son una guía infalible en nuestra vida. Familiarícense con las lecciones que las Escrituras enseñan; estudien los antecedentes y las circunstancias de las parábolas del Señor y de las admoniciones de los profetas; estúdienlas como si estuvieran dirigidas personalmente a cada una de ustedes, porque así es. Por ejemplo, escuchemos la tierna y persuasiva suplica del apóstol Pablo, cuando aconsejo a su joven amigo Timoteo:
«Ninguno tenga en poco tu juventud, sino se ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza» (1 Timoteo 4:1 2).
Una lectura pasajera de las Escrituras no es tan eficaz como estudiarlas sistemáticamente, día tras día aplicándolas a nuestra vida diaria. Asimismo, podemos también aprender lecciones provechosas cuando estudiamos las buenas obras literarias. Una de las obras musicales más populares de nuestra época es «El violinista en el tejado», de Joseph Stein.
La alegría de las danzas, el ritmo de la música y la excelencia de los actores pierden preponderancia cuando Tevya, el padre, expresa lo que para mí constituye el mensaje de esta obra musical. Llamando junto a el a sus hijas y en medio de la sencillez del ambiente campestre, les aconseja en cuanto a su futuro, diciéndoles: «Recuerden, en Anatevka cada una de ustedes se conoce a sí misma y sabe lo que Dios espera que llegue a ser».
Al contemplar nuestra vida terrenal, bien podríamos considerar la declaración de Tevya y decir: «Aquí, cada una de ustedes se conoce a sí misma y sabe lo que Dios espera que llegue a ser…» Estudien diligentemente.
En segundo lugar, escojan cuidadosamente. Todas ustedes se embarcaron en una empresa asombrosa y trascendental al salir del mundo de los espíritus para entrar en esta etapa terrenal; fueron recibidas por padres amorosos, han tenido maestros inspirados que les han enseñado la verdad y sus verdaderos amigos les han aconsejado bien. Sin embargo, cada una de ustedes debe aprender en la vida a tomar sus propias decisiones. No existe decisión que sea insignificante, porque nuestros pensamientos influyen en la clase de persona que al final seremos. Lo que escojamos determinara nuestro destino.
Hace algunos años tuve en mis manos una guía para lo que hemos de escoger. Se trataba del conjunto de Escrituras que conocemos como la «Combinación Triple», es decir, el Libro de Mormón, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio. El libro había sido regalo de un padre amoroso a su hermosa hija, quien con devoción había seguido sus consejos. En la primera página, el padre había escrito de su puño y letra una inspirada dedicatoria que decía:
«A mi querida Maurine: Para que tengas una constante medida con la cual juzgar entre lo que es la verdad y los errores de las filosofías humanas, e incrementar así la espiritualidad al mismo tiempo que aumentes en conocimiento, te regalo este libro sagrado para que lo leas con frecuencia y lo atesores durante toda tu vida.
Con amor tu padre, Harold B. Lee».
Jovencitas, escojan cuidadosamente a sus amigos, porque ellos tienen un papel en determinar cuál ha de ser su futuro. Resuelva cada una honrar a su padre y a su madre, como lo desea nuestro Padre Celestial. Ellos las aman y jamás las llevaran a conciencia por el mal camino.
En la obra clásica de Lewis Carroll, «Alicia en el país de las maravillas», Alicia se encuentra acercándose a un empalme del camino con dos senderos, cada uno en dirección opuesta. Allí se halla un gato sonriente al cual Alicia le pregunta: «¿Que sendero debo tomar?»
El gato le responde: «Eso depende de adonde quieras ir. Si no sabes a dónde quieres ir, el sendero que tomes no tiene importancia».
A diferencia de Alicia, cada una de ustedes sabe adónde quiere ir. Es muy importante el camino que tomemos, porque el sendero que sigamos en esta vida ciertamente nos conducirá al que seguiremos en la vida venidera. Escojan cuidadosamente
Tercero, oren fervientemente. Cada una de ustedes es una hija de Dios, creada a Su imagen. La jornada en que se encuentran es una jornada celestial y nuestro Padre Celestial quiere que lo consulten mediante oraciones sinceras y fervorosas.
Recuerden que nunca están solas. Nunca duden de que se les ama. No olviden jamás que alguien verdaderamente se preocupa por ustedes.
Las dificultades que enfrentan son algo real; sus intereses y problemas son importantes y la necesidad de tener respuestas es vital. La juventud debería familiarizarse con la Sección 9 de Doctrina y Convenios, porque encierra una lección para cada una de ustedes. Cuando tengan que tomar una decisión, recurran a nuestro Padre Celestial de la manera en que el profeta José Smith dijo que el Señor lo aconsejo. El Señor le dijo, según lo que se halla escrito en la Sección 9:
«Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien».
Y después sigue diciendo:
«Más si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que está mal…» (D. y C. 9:8-9).
Ese consejo las guiara a ustedes como me ha guiado a mí. Oren fervientemente.
En cuarto y último lugar, Compórtense con prudencia. Tomen al Señor como guía. No presten oído a la persuasiva voz del maligno que tratara de convencerlas para que se aparten de sus normas, de las enseñanzas que aprenden en el hogar y de sus creencias. Más bien, recuerden la bondadosa y genuina invitación del Redentor: «Ven, sígueme» (Lucas 18:22). Síganle a Él y procederán con prudencia, y serán bendecidas eternamente.
A lo largo del sendero de la vida, podrán observar que no son las únicas viajeras. Hay otros que necesitan su ayuda; hay pasos que guiar, manos que estrechar, mentes que alentar, corazones que inspirar y almas que salvar.
PALABRAS DEL PRESIDENTE HINCKLEY A LAS SEÑORITAS DE LAS MUJERES JOVENES
Agradezco el hincapié que se ha hecho en la lectura de las Escrituras; espero que esto se convierta en algo mucho más agradable de lo que es, y no sólo un deber, o sea, en un verdadero amor por la palabra de Dios. Les prometo que, a medida que las lean su mente v su espíritu se iluminaran. Al principio, quizás les parezcan un tanto tediosas, pero eso se transformara en una experiencia maravillosa con pensamientos de naturaleza divina.
¡Qué maravilloso es pensar que cada una de ustedes es una hija de Dios, una joven con una primogenitura y un destino divinos!
Espero que todas y cada una de ustedes, dondequiera que se encuentren, sepan que se les ama. Su Padre Celestial, de cuya naturaleza divina han participado, las ama, y desea que Su Espíritu Santo, si lo piden y lo cultivan, las acompañe doquiera que vayan.
En su interior llevan una partícula de divinidad; poseen un tremendo potencial con ese atributo como una porción de su herencia divina. Nuestro Padre Celestial ha dotado a cada una con la enorme capacidad de hacer el bien en este mundo. Adiestren la mente y las manos a fin de estar preparadas para prestar un buen servicio en la sociedad de la cual forman parte. Cultiven el arte de ser bondadosas, consideradas, útiles. Perfeccionen la calidad de la misericordia, la cual recibieron como parte de los atributos divinos que heredaron.
Algunas quizás piensen que no son tan atractivas, hermosas y encantadoras como quisieran serlo. Rechacen tales sentimientos, cultiven la luz que llevan en su interior, la cual resplandecerá como una radiante expresión que será vista por los demás.
Jamás deben sentirse inferiores, ni pensar que han nacido sin talento u oportunidades para expresarlo. Cultiven el talento que posean; este crecerá y se perfeccionara, convirtiéndose en una expresión de su verdadera personalidad, admirada por los demás.
«… esfuércense un poco más por estar a la altura de la cualidad divina que llevan en su interior. Como Alma dijo:
«…despert[ad] y aviva[d] vuestras facultades» (Alma 32:27).
Les doy las gracias por la virtud que engalana su vida, por el deseo que llevan en el corazón de hacer lo correcto, porque oran, son amables y buenas. Confiamos plenamente en ustedes; las amamos y oramos por ustedes. Les dejamos nuestra bendición, en el nombre de Jesucristo. Amen.
























