Señor, ¿a quién iremos?

Conferencia General Octubre 1995logo 4
«Señor, ¿a quién iremos?”
Elder Hans B. Ringger
Miembro emérito de los Setenta

Hans B. Ringger«Los Santos de los Últimos Días creemos que Cristo nos muestra el camino y el lugar hacia donde debemos ir y lo que debemos hacer para encontrarlo.»

Al principio de Su misión terrenal, las multitudes se empujaban junto a las riberas del Mar de Galilea ansiosas de acercarse a Cristo y oír Su mensaje. Muchos discípulos lo seguían en esa época; no obstante, algunos se ofendieron con Sus enseñanzas y se alejaron de Él. Al verlos, Cristo les preguntó a los Doce Apóstoles si ellos también lo iban a abandonar. Simón Pedro le contestó, preguntándole a su vez: «Señor, ¿a quién iremos?» (Juan 6:68).

Esa pregunta tiene tanta importancia hoy como hace dos mil años. Los Santos de los Últimos Días creemos que Cristo nos muestra el camino y el lugar hacia donde debemos ir y lo que debemos hacer para encontrarlo. Pero, reconocer el camino de Cristo y seguirlo depende de cada uno de nosotros.

Hace unos meses, tuve el privilegio de escuchar el poderoso testimonio de un hombre que estaba en busca de la verdad. Por medio del evangelio, sus ojos se abrieron a lo eterno y le fue posible cambiar el curso de su vida. Al mismo tiempo, supe de un miembro fiel de la Iglesia que se había apartado del evangelio y había cambiado de creencias. Ambos hombres habían tratado, con buena intención, de saber a quién debían ir, pero llegaron a conclusiones diferentes y, por lo tanto, tomaron caminos opuestos. ¿Cuál podría ser la causa de esas acciones contrarias?

Creo que las palabras y acciones tienen su raíz en nuestros pensamientos, y que estos determinan nuestros actos. Las decisiones que tomamos diariamente, planeadas o espontaneas, son resultado de nuestros pensamientos y nosotros somos responsables de ellas. Aunque como personas individuales pensemos que somos independientes de Dios y que podemos actuar de acuerdo con ello, no nos es posible escapar al hecho de que estamos sujetos a leyes eternas. Nuestra felicidad y nuestra paz, tanto en esta vida como en la venidera, dependen de la disposición que tengamos de basar los pensamientos y las acciones en las leyes de Dios. La verdadera paz mental y la felicidad eterna se consiguen estando en armonía con El. Si vamos a ser uno con la Deidad, somos nosotros quienes debemos cambiar, no Dios.

Pienso que los dos hombres tomaron caminos diferentes porque su manera de pensar y su percepción de Dios eran diferentes. Es esencial conocer a Dios para obtener las bendiciones y la salvación eternas viviendo de acuerdo con el Evangelio de Jesucristo. El llegar al conocimiento de Cristo y de Dios es un requisito para poder comprender nuestra misión en la vida. Lowell L. Bennion escribió lo siguiente en su libro Legacies of Jesús:

«Una de las cosas más importantes que debemos saber es cuales son los atributos de Dios. Cristo vino a la tierra para revelarnos el carácter de Dios. Él es la revelación de Dios a los seres humanos, enseñándonos por el precepto y el ejemplo lo que son la fe, la humildad, la integridad y el amor» (Salt Lake City: Deseret Book Co., 1990, pág. 61).

Por la vida de Cristo, aprendemos sobre Dios; y siguiendo el ejemplo de Cristo, llegamos a conocer a Dios. Mis queridos hermanos, amigos y escuchas, conozcamos de verdad al Salvador y a Su Padre. Debemos preguntarnos si nuestras decisiones están de acuerdo con el ejemplo de Cristo, a fin de que podamos seguir Sus pasos. No nos dejemos engañar ni apartar del camino de Cristo; más bien, cosechemos las bendiciones de paz y gozo eterno que se reciben al seguirlo.

Sus enseñanzas, Su ejemplo y Su perfección no dejan lugar a dudas con respecto a que Él es el Hijo de Dios. El mismo dice:

«Y he aquí, soy la luz y la vida del mundo; y he bebido de la amarga copa que el Padre me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo, con lo cual me he sometido a la voluntad del Padre en todas las cosas desde el principio» (3 Nefi 11:11).

Con ese conocimiento, se nos promete lo siguiente:

«Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitare en el día postrero» Juan 6:40).

A fin de seguir la dirección correcta en la vida y recibir las bendiciones del evangelio, es importante que primero estemos dispuestos a aceptar el evangelio restaurado en toda su plenitud. Con respecto a la restauración del evangelio, Cristo le dijo a José Smith: «…resplandecerá una luz… y será la plenitud de mi evangelio» (D. y C. 45:28).

Además, debemos aceptar la autoridad divina de Dios y la de Sus siervos. Pablo explicó a la rama que había en Efeso por que se daba la autoridad y por qué seremos bendecidos si seguimos a los siervos del Señor. Esto es lo que escribió:

«A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,

«hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» (Efesios 4: 12-13).

Más aún, si conocemos los mandamientos de Dios, debemos obedecerlos sin transigencias ni excepciones. A veces nos sentimos tentados a dar menos importancia a las enseñanzas de Cristo, por conveniencia, o porque dejamos que las circunstancias externas nos empañen la fe. Por tanto, para que podamos escapar a las influencias seductoras que nos alejan de Cristo, Él nos dice:

«Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo» (D. y C. 59:9).

Obedecer Sus mandamientos nos dará libertad, independencia, fortaleza y felicidad verdadera. Por consiguiente, pregunto hoy a todos: «¿A quién iremos?» Decidámonos a seguir a Cristo y ser verdaderos discípulos Suyos, no dejándonos ofender por Su mensaje de la verdad sino más bien regocijándonos por él. No sé de ningún otro camino ni lugar adonde podamos ir, y por eso agrego mi testimonio al de Simón Pedro cuando le dijo:

«Señor… Tú tienes palabras de vida eterna.

«Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Juan 6:68-69).

Les testifico que José Smith vio al Padre y al Hijo. Ellos son Seres reales. Jesús ha resucitado; Él es nuestro Cristo y nuestro Salvador, y es el Hijo del Dios viviente. Este conocimiento es mi fe, mi testimonio y mi vida. Ruego que todos podamos llegar al conocimiento de Jesucristo y actuar de acuerdo con ese conocimiento, con un corazón puro, con esperanza y con caridad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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