Conferencia General Octubre 1971
Confirma a tu hermanos

por el obispo Robert L. Simpson
del Obispado Presidente
Mis estimados hermanos del sacerdocio, me siento agradecido a mi Padre Celestial por esta oportunidad. Nosotros, los del Obispado Presidente, os felicitamos, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, por estar aquí presentes; y el Señor se complace al ver que estáis en el lugar adecuado en este momento. Quizás no’ estaría por demás tener un repaso mental a fin de coordinar los varios pensamientos que quisiera dejar con vosotros.
Tened la bondad de contestar sí o no a las siguientes cláusulas respecto a vuestra asistencia a esta reunión del sacerdocio:
- Vine porque otros de mi familia están aquí.
- Vine porque esta noche no se está televisando ningún juego de fútbol.
- Vine porque papá dijo: «Tienes que ir a la reunión del sacerdocio.»
- Vine porque amo al Señor y considero al sacerdocio que poseo como el poder más importante para el bien en el universo.
Cualesquiera que hayan sido vuestras respuestas a las preguntas anteriores, el Señor está complacido porque estáis aquí, y ya habéis sido ricamente recompensados al escuchar la voluntad del Señor a través de un Profeta viviente. Os felicito también porque por cada uno de los que estáis presentes esta noche, hay cuatro poseedores del sacerdocio que pensaron que tenían cosas más importantes que hacer, o que no tuvieron a alguien que se preocupara lo suficiente por ellos para ofrecerles el aliento que necesitaban para unirse con nosotros.
En caso de que no os sintáis muy emocionados por formar parte de la congregación más grande del sacerdocio en la historia del mundo, permitidme daros para vuestra meditación, cinco puntos importantes que tienen relación directa con esta reunión y lo que en ella se efectúa.
- Dios el Padre y su Hijo Jesucristo han aparecido en esta época de la historia del mundo.
- Todas las llaves y poderes del Sacerdocio eterno de Dios, con toda su correspondiente autoridad y bendiciones para la humanidad, han sido restaurados a la tierra, para no ser quitados nunca más.
- No menos de nueve seres celestiales han aparecido por asignación en esta época de la historia del mundo para ayudar en esta restauración; ellos son: Dios el Padre, su Hijo Jesucristo, el apóstol Pedro, acompañado por Santiago y Juan; Juan el Bautista, Moroni, Eiías y Elias el Profeta.
- Tres libros adicionales de escrituras han sido revelados para continuar guiando a la humanidad y prestar dirección adicional en estos tiempos peligrosos.
- Por último, un Profeta viviente está a la cabeza de la Iglesia y preside esta reunión, y nos acaba de decir la voluntad del Señor; lo cual es evidencia conclusiva de revelación continua.
Ahora bien, cualquiera de los hechos anteriores sería digno de ocupar el encabezamiento de cualquier periódico del mundo, pero la única respuesta que recibimos de más de tres billones de personas que supuestamente tienen hambre de la verdad es:
«¿Quiénes se creen que son para hacer afirmaciones tan fantásticas como las visitas desde los cielos, el único sacerdocio, escrituras adicionales y un profeta viviente?»
Jóvenes, no sé todo lo que hay que saber, pero hay algunas cosas que sé por revelación personal, y creo que el Espíritu del Señor está ansioso por confirmaros estas, mismas verdades, si es que todavía no lo ha hecho.
Las escrituras declaran que «muchos son llamados, pero pocos son escogidos» (Doc. y Con. 121: 40). ¿Pensáis que habría una posibilidad de que hayáis sido no solamente llamados, sino también escogidos? ¿Por qué no? Cada uno de vosotros es uno de cada cinco que hizo la decisión para estar aquí en esta gran reunión; por cada uno de vosotros, otros cuatro que fueron invitados aparentemente decidieron que había algo más importante que hacer, que asistir a esta reunión del sacerdocio. No sé en qué forma contestasteis las declaraciones previas concernientes a vuestra asistencia aquí esta noche, pero una cosa me parece bastante clara: o deseabais estar aquí, o por seguro el Señor deseaba que estuvierais aquí, y más vale que os alegréis de ello.
«He aquí, muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?» El Señor nos dice por qué no fueron escogidos, y he aquí sus razones:
«Porque tienen sus corazones de tal manera fijos en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única». ¿Y cuál es esta gran lección? Escuchad atentamente, jóvenes; ésta podía ser una de las lecciones más importantes de vuestra vida, y proviene directamente del Señor.
«Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia» (Doc. y Con. 121: 34-36).
Es maravilloso que estéis aquí; ¡sois especiales! Y más aún, el Señor quiere que hagáis algo al respecto empezando ahora mismo. La Iglesia necesita a cada miembro, lo cual abarca no solamente a vosotros, sino también a cuatro de vuestros amigos que deberían estar sentados a vuestro lado en esta reunión, pero que están ausentes.
Un tema frecuente durante la vida del Salvador, mientras enseñaba a la gente, era que cada hombre es guarda de su hermano; ninguna obligación del sacerdocio es más importante. Las escrituras dicen algo muy similar, pero en otra forma que me gusta mucho: «y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos» (Lucas 22:32).
Nadie toma sobre sí mismo el convenio del bautismo ni el honor del sacerdocio, excepto que también reciba las obligaciones relacionadas con su calidad de miembro de la Iglesia y su afiliación al sacerdocio.
Actualmente, el mundo os dice que dejéis solo a vuestro amigo, que tiene el derecho de ir y venir como le plazca. El mundo os dice que la persuasión para asistir a la Iglesia, a una reunión del sacerdocio o a deshacerse de un hábito malo podría llevar a la frustración y a presiones excesivas; pero de nuevo repito la palabra del Señor: Sois guarda de vuestro hermano, y vosotros, una vez vueltos, tenéis la obligación de confirmar a vuestro hermano.
«Pero, Obispo» decís «no sabría qué decir o cómo afrontar el asunto; soy simplemente presidente del quorum de diáconos.»
Y a esto el Señor responde que El no da ninguna asignación a los hijos de los hombres sin prepararles el camino para que puedan cumplir con lo que les ha mandado. También dice: «Así que, de cierto os digo, alzad vuestras voces a este pueblo; expresad los pensamientos que pondré en vuestros corazones, y no seréis confundidos delante de los hombres;
«Porque os será manifestado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que habéis de decir.»
En este punto, el Señor da el mandamiento de que debemos hablar en su nombre con solemnidad de corazón y con espíritu de mansedumbre, y entonces concluye con esta promesa:
«. . . os prometo que si hacéis esto, se derramará el Espíritu Santo, para testificar de todas las cosas que hablareis» (Doc. y Con. 100: 5-8).
Seguir esta fórmula divina nos ayudará a apartarnos de la usual comunicación de boca a oído, y con la ayuda del Espíritu Santo, podremos penetrar el corazón de un amigo, y persuadirlo mediante un maravilloso proceso espiritual reservado para los miembros dignos de la Iglesia. Es el mismo procedimiento por el cual se traen conversos a la Iglesia y será un importante don espiritual que cada uno de vosotros puede desarrollar y mejorar constantemente.
Sí, la Iglesia necesita a cada miembro, y la lista de miembros indiferentes es demasiado larga; la Primera Presidencia se preocupa; el Señor se preocupa.
No habrá una señal o un milagro en los cielos para despertar a la gente; quedó decidido tiempo ha que las personas se ayudarían mutuamente en lo que concernía a la obra del Señor. Este es un principio y proceso eternos: » . . . y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos.» La tarea recae en gran parte sobre aquellos de nosotros que estamos aquí esta noche, y la responsabilidad yace sobre el diácono más .nuevo, así como el sumo sacerdote más antiguo. A pesar de que he dirigido mis comentarios principalmente al Sacerdocio Aarónico—Jóvenes, ciertamente cada principio se aplica a todos los que estamos involucrados en esta gran obra.
Quisiera concluir con una palabra de admonición, la que el Señor le dio al profeta José Smith. Le dijo: «Lo. que digo, lo digo a todos; orad a todo tiempo, no sea que aquel inicuo tenga poder en vosotros y os quite de vuestra posición» (Doc. y Con. 93:49).
«Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos.» Qué tragedia ser preordinado o escogido, o ser llamado y ordenado sólo para que el adversario «os quite de vuestra posición.» No permitáis que esto suceda; vivid fuera de su alcance, pues os prometo que hay límites que Satanás no puede alcanzar, y no podrá reclamar a los justos. Nuestro desafío es permanecer dignos a fin de que podamos ayudar mejor a nuestro hermano a volver al círculo de la actividad, y que ojalá ^nuestros esfuerzos estén centrados en esa gloriosa revelación que es poesía pura en un pasaje de escritura:
«. . . que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios, y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.
«El Espíritu Santo será tu compañero constante, tu cetro será un cetro inmutable de justicia y de verdad; tu dominio, un dominio eterno, y sin ser obligado correrá hacia ti para siempre jamás» (Doc. y Con. 721:45, 46).
¡Qué promesa! ¡Qué desafío! ¿Sois jóvenes especiales? ¡Naturalmente que sí! Sois uno de cada cinco lo suficientemente fieles como para estar aquí esta noche.
¿Sois guardas de vuestros hermanos? ¡Ciertamente! Si no es así, ¿quién lo es? ¿Quién lo haría si vosotros no lo hicierais como poseedores del sacerdocio?
¿Habéis sido convertidos? Ciertamente que sí, ya sea que lo reconozcáis o no; «Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos» —porque la Iglesia necesita a cada miembro. Que pueda seguir adelante con más de 100.000 fieles poseedores del sacerdocio que están presentes en esta reunión, en el nombre de Jesucristo. Amén.
























