El Reino de Dios

Conferencia General Abril 1971

El Reino de Dios

Theodore M. Burton

por el Élder Theodore M. Burton
Ayudante del Consejo de los Doce


Una de las historias más interesantes en el Antiguo Testamento es la que se refiere a la interpretación que Daniel le dio al sueño de Nabucodonosor. En su sueño, el rey vio una gran imagen de aspecto muy terrible y cuyo brillo era sumamente grande; pero una piedra que se desprendió de una montaña se estrelló contra el ídolo quebrándolo en mil pedazos. Esta experiencia perturbó tanto al rey que buscó una interpretación de su sueño.

En la interpretación del mismo, Daniel el Profeta, dijo que más tarde Dios establecería un reino que nunca sería destruido, que finalmente ese reino consumiría a todos los otros reinos y permanecería para siempre. Sus palabras se encuentran registradas en las escrituras:

«De la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación» (Daniel 2:45).

La mayoría de los escritores religiosos y ciertamente todos los autores cristianos nos aseguran correctamente que este reino que había de venir es el reino de Jesucristo. No obstante, surge una pregunta importante, en cuanto al tiempo en que ese reino había de ser establecido. La mayoría de los cristianos suponen que este sueño hacía referencia al reino eclesiástico que empezó con el ministerio terrenal de Jesucristo; olvidan que el cristianismo, como fue practicado a través de los siglos, creaba reinos en lugar de reemplazarlos. La gente también olvida que Jesucristo mismo habló de una apostasía futura. Al hablar de los últimos días, Jesús amonestó:

«Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos» (Mateo 24:24).

Predijo la muerte de sus apóstoles, la cual sabemos que realmente se llevó a cabo. Antes de la destrucción de estos apóstoles, Pablo amonestó a los santos de esa época:

«Que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.

«Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía. . .» (2 Tesalonicenses 2:2-3).

El cumplimiento literal de las predicciones de las escrituras respecto a una apostasía universal queda claramente expresado mediante un estudio razonable de la historia eclesiástica que no puede tomarse por otra cosa. No obstante, la interpretación profética del sueño de Nabucodonosor deberá finalmente cumplirse. La pregunta que debe contestarse es: ¿Cuándo?

Quisiera citar ahora una declaración profética del profeta Isaías:

«Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a él todas las naciones.

«Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas, porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová» (Isaías 2:2-3).

En estos últimos días se ha revelado que el reino de Jesucristo ya ha sido restaurado nuevamente al hombre:

«Las llaves del reino de Dios han sido entregadas al hombre sobre la tierra, y de allí rodará el evangelio hasta los confines del mundo, como la piedra cortada del monte, no con manos, hasta que haya henchido toda la tierra» (Doc. y Con. 65:2).

Cuando los primeros misioneros de esta Iglesia fueron a Canadá, predicaron ese evangelio restaurado de Jesucristo; anunciaron grandiosas y gloriosas nuevas de gran gozo al explicar cómo Dios había hablado nuevamente desde los cielos. Esa piedra del evangelio no fue cortada de la montaña por la mano de ningún hombre; la piedra fue echada a rodar por Dios mismo cuando se le presentó a José Smith y, señalando a su Hijo, proclamó: “¡Este es mi Hijo Amado: Escúchalo!» (José Smith 2:17).

Fue Jesucristo, el Hijo, que le restauró al hombre a través de José Smith un mensaje divino de verdad y esperanza restaurada. El evangelio de Jesucristo vino de la «montaña»; esta expresión es simplemente una manera de referirse al reino de Jesucristo que, restaurado, fue revelado en un día en que Otros reinos sobre la tierra eran rápidamente eliminados; solamente quedan algunos, y éstos son principalmente monarquías constitucionales. Pronto llegará el día en que el único que sobrevivirá será el reino eclesiástico de Jesucristo, el cual reemplazará a todos los otros sobre la faz de la tierra.

Cuando los misioneros proclamaron ese mensaje de verdad y esperanza en el este de Canadá, mi bisabuelo, Samuel Burton, hijo, lo escuchó, y a causa de que tenía un cierto toque familiar, lo aceptó con su familia como verdad del evangelio. Después de convertirse a la Iglesia, él y su familia abandonaron esa región para unirse al resto de la Iglesia en Nauvoo; no obstante, antes de llegar allí, José y Hyrum fueron asesinados, de manera que se dirigieron hacia el oeste para unirse a la Iglesia en las praderas de Winter Quarters. Su amada esposa, Hannah Shipley Burton, sufrió a causa de las tribulaciones de la jornada y falleció en las praderas a orillas del río Misurí. Indudablemente, este hombre afligido se quejó amargamente como lo han hecho muchos otros hombres que han sufrido tribulaciones y pruebas que el Señor les ha mandado. Si comprendiéramos completamente los designios del Señor, seríamos más pacientes en nuestro sufrimiento y no nos quejaríamos tanto como lo hacemos tan frecuentemente, al sobrevenirnos pesares y al pedírsenos que nos sacrifiquemos un poco.

Sin embargo, José Smith entendió los planes de Dios mejor que ninguno de sus contemporáneos. Antes de su muerte, profetizó que los miembros de la iglesia serían conducidos a las Montañas Rocosas donde llegarían a ser un pueblo grande y poderoso. Parece increíble que ante una profecía como ésta, los santos y algunos de sus líderes hayan tratado de mudarse a otro lugar. Recientemente visité la isla de Vancouver en la costa occidental de Canadá y pensé que era uno de los lugares más bellos de la tierra. Bien puedo comprender por qué la gente disfruta de esa bella región con un clima tan agradable. Durante los primeros días de la Iglesia, cuando los miembros estaban en busca de un nuevo lugar donde vivir, sometieron peticiones al gobierno británico a fin de que les permitiera establecerse en la isla de Vancouver; muchos se sintieron amargamente desilusionados cuando Ies fue negada su petición.

Más tarde otros miembros hasta se alejaron de la Iglesia cuando Brigham Young se rehusó a conducir a los emigrantes para establecerse en el bello y próspero estado de California. ¿Por qué habían de establecerse en una tierra desértica en las alturas de las Montañas Rocosas? Porque únicamente ahí podría cumplirse literalmente la profecía de Isaías.

Recordad que la montaña, o reino del Señor, tenía que ser establecido en las cumbres de las montañas; tenía que ser en las montañas elevadas por sobre las colinas. Ahí los santos habrían de recibir instrucciones y fortaleza, y el evangelio (o piedra) de Jesucristo habría de rodar desde ahí para llenar toda la tierra. Esta profecía se ha cumplido y está ahora cumpliéndose cuando miles de misioneros salen de este lugar para proclamar el mensaje divino de que Dios vive y que ha hablado nuevamente desde los cielos. ¿Dónde más podéis encontrar un cumplimiento más literal de estas dos profecías divinas?

El evangelio de Jesucristo se encuentra en la Biblia, la cual tuvo sus comienzos en Jerusalén; de manera que la palabra del Señor, como se encuentra en la Biblia, vino de esa misma ciudad; el Libro de Mormón, que es el segundo testigo divino de Jesucristo, ‘también tuvo sus comienzos en Jerusalén. De cierto la palabra del Señor ha salido de Jerusalén. Por otra parte, la ley del Señor dada en Doctrinas y Convenios, y la cual es también revelada a través de profetas vivientes para el gobierno del reino de Jesucristo, viene de Sión, que se encuentra en éste, el continente americano.

Pero hay una cosa más en esta profecía que debe considerarse, y concierne a la Casa del Dios de Jacob. La Casa de Jacob son los hijos de Israel, pero ¿qué es la Casa del Dios de Jacob? La Casa del Dios de Jacob consiste en templos erigidos en las montañas, en las cumbres de los montes eternos. Ahí se han congregado los pueblos del mundo, y ahí, en la Casa del Dios de Jacob, se les han enseñado los caminos de Dios. Ahora que la gente ha recibido el poder y la fortaleza que se imparten en esos templos, han continuado avanzando firmes desde la montaña para llevar el mensaje del evangelio a toda la tierra; a medida que han llegado a ser fuertes, se han construido templos en otros lugares, y finalmente se encontrarán en todos los extremos de la tierra. En estos templos, se revela un conocimiento adicional de Dios y sus propósitos. En la Casa del Dios de Jacob, los hijos de Dios reciben la fortaleza espiritual necesaria a fin de vivir mejor de lo que hubieran vivido de otra manera.

Al comprender este concepto de ir a la. Casa del Dios de Jacob para recibir fortaleza, comprendemos cuán importante es asistir al templo con frecuencia. Si los poseedores del sacerdocio rechazan la oportunidad de asistir al templo regularmente, rechazan al mismo Dios que los creó y con quien han hecho el convenio de recordarlo siempre y andar en su sendero. Los convenios que hacemos en el Templo de Dios son de tanta importancia que cuando los violamos ponemos en peligro nuestra salvación eterna. Por tanto, tan frecuentemente como sea posible, los miembros de la Iglesia que poseen el sacerdocio deben asistir al templo individualmente, con los quórumes del sacerdocio así como con sus esposas, a fin de fortalecer sus espíritus y revivir sus almas. Únicamente por medio de una asistencia regular al templo podemos recordar la importancia de los convenios que hemos hecho de servir al Señor con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza.

Exhorto a cada Santo de los Últimos Días que recuerde estas dos grandes profecías; encierran un gran significado para cada uno de nosotros. Habilitaos tan rápidamente como podáis mediante un vivir recto a fin de ir al templo tan a menudo como os sea posible y ahí adorar y servir al Dios viviente y verdadero. Os exhorto, para vuestro propio bienestar y felicidad, que practiquéis las promesas y convenios que hacéis con el Señor en sus templos. Como el Señor nos ha amonestado: «Porque si queréis que os dé un lugar en el mundo celestial, tenéis que prepararos, haciendo las cosas que os he mandado y requerido» (Doc. y Con. 78:7). Si deseamos recibir bendiciones celestiales, debemos guardar la ley celestial.

A aquellos que aún no son miembros de la Iglesia, os exhorto para que examinéis vuestros corazones; os daréis cuenta que lo que he dicho respecto a estas dos grandes profecías tiene un cierto sonido familiar. Estas profecías se están cumpliendo enteramente hoy día. Ante vuestros propios ojos se os están revelando los planes del Señor, y todo lo que tenéis que hacer es abrirlos y observar lo que está sucediendo a vuestro alrededor. No desperdiciéis más tiempo en la especulación y la interrogación; investigad estos principios más detenidamente y sabréis por vosotros mismos la veracidad de lo que he dicho. Venid y unios a nosotros en servir al único Dios vivo y verdadero, y capacitaros para recibir esas grandes bendiciones que Dios ha reservado para vosotros en estos últimos días. A medida que la piedra cortada del monte, no con mano, continúa rodando para llenar toda la tierra, vosotros también podéis llegar a ser salvadores en el Monte de Sión para vuestra familia y amigos. El reino de Dios está actualmente en el proceso de expansión bajo la dirección de verdaderos profetas de Dios, lo cual testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

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1 Response to El Reino de Dios

  1. Avatar de Hugo Frez Hugo Frez dice:

    prepararse, amen ya se esta viendoo,todo lo que pasa,el diablo anda suelto…

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