Los preliminares de la restauración

Los preliminares de la restauración

Milton V. Backman, Jr.Milton V. Backman, Jr.
(Tomado de the Improvement Era 1960)

Terminada la Guerra de 1812, se inició una era nueva en la historia americana. Esta guerra, igual que otros conflictos, sirvió para acelerar el cambio. La democracia política aumentó con el derecho de votar, y la libertad religiosa se convirtió en realidad al ser eliminadas las iglesias intolerantes apoyadas por el Estado. Aparecieron en escena un gran número de sectas religiosas, floreció la industria, se organizó el trabajo, se hizo hincapié en el optimismo y América, entró en una época de paz, prosperidad y progreso social.

Examinando las páginas de la historia, también nos damos cuenta de que los avivamientos religiosos que se manifestaron a principios del siglo XIX no cesaron durante la guerra de referencia, y con el tiempo este entusiasmo llegó a ser más notable en la parte occidental del Estado de Nueva York. En la época en que el Canal de Erie estaba transformando la situación económica de aquella región, muchos de los colonos se interesaron profundamente en promulgar varias filosofías religiosas, y con frecuencia las doctrinas cristianas servían de base a extensos debates. Estos se resolvían en argumentos acalorados y muchas preguntas perplejas quedaban sin resolver.

En 1820, en medio de este ambiente colmado de avivamientos, un joven agricultor que aún no entraba en los 15 años de edad, buscó la respuesta a sus preguntas religiosas por medio de la oración vocal. El resultado de su súplica fué una visión gloriosa: se reveló la verdad desde los cielos, y Dios el Padre y su Hijo Jesucristo aparecieron al humilde joven, José Smith. Este acontecimiento le enseñó lo que ningún otro ser mortal sabía entonces. Aprendió en forma positiva que el concepto popular de Dios, que había monopolizado los pensamientos cristianos por aproximadamente mil quinientos años, era incorrecto; y que el Padre y el Hijo eran dos seres separados y distintos. Le fué dicho que la pureza del evangelio de Jesucristo no se hallaba entonces en la tierra, y que los profesores religiosos enseñaban doctrinas que no eran sino mandamientos de los hombres. Esta Primera Visión, que fué uno de los sucesos más importantes de la historia del mundo, condujo al restablecimiento subsiguiente de la Iglesia de Jesucristo sobre la tierra y la diseminación influyente de las enseñanzas del Salvador.

lutero calvino

Por motivo de la magnitud de este acontecimiento, muchos Santos de los Últimos Días han preguntado: “¿Por qué no se estableció la Iglesia antes del siglo diecinueve? ¿Por qué estuvo el mundo bajo el dominio de la apostasía por tantos años? ¿Por qué no hubo un José Smith en el siglo diez o dieciséis?

Sería difícil contestar estas preguntas sin una investigación de los hechos históricos. Al hacerlo, sin embargo, uno debe tener presente que el hombre nunca puede comprender los designios de nuestro Hacedor. Las palabras proféticas de Isaías claramente establecen este asunto: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos, mis caminos, dijo Jehová.”1

No obstante, este hecho no nos exime de la responsabilidad de tratar de interpretar lo pasado. Las Escrituras nos dicen que se preparó con mucho cuidado el camino que condujo a la restauración, y que los profetas del hemisferio oriental, así como del occidental, sabían de los distintos pasos que se darían para lograr esta meta. Isaías previo que se iba a restaurar el evangelio después de una larga apostasía; y también testificó que antes que el Líbano pudiese convertirse en campo fructífero, se efectuaría una obra maravillosa entre los hijos de Dios. Habría de aparecer una obra nueva por medio de la cual se daría entendimiento a los hombres cuyos espíritus anduviesen errados, y los que murmuraran aprenderían doctrina.2 También Nefi vió una visión que le manifestó cómo se llevarían a cabo los planes de Dios. Vió que antes de la restauración del evangelio, las Américas serían descubiertas, pobladas y que las colonias inglesas del norte ganarían su independencia. Entonces predijo que la plenitud del evangelio sería restaurada durante una época posterior a la revolución norteamericana.3

Los hechos históricos evidencian que el principio del siglo diecinueve fué efectivamente el momento más oportuno, de todos los de la extensa historia del género humano, para que se restableciera entre los hombres la plenitud del evangelio, porque las enseñanzas restauradas de Cristo no pudieron haberse promulgado con éxito antes de la revolución norteamericana. Para que el evangelio pudiera extenderse eficazmente por el mundo, era menester que se dieran dos pasos fundamentales: en primer lugar, el principio de la tolerancia religiosa tenía que ser una realidad, no sólo como un código de estatutos, sino también en los pensamientos y hechos de la gente; en segundo lugar, era necesario impugnar la teología cristiana ortodoxa a fin de que los hombres estuviesen dispuestos a considerar las verdades del evangelio.

Después que uno acepta los principios comprendidos en nuestros trece Artículos de Fe, concernientes al libre albedrío del hombre y la obediencia a las leyes del país, no es difícil razonar que antes que los misioneros pudiesen proclamar el mormonismo tendría que haber existido el principio de la tolerancia religiosa a tal grado que les hubiese permitido llevar a cabo sus actividades. Aparte de esta libertad religiosa, los reformadores tuvieron que impugnar y quitar de sus exaltadas posiciones muchas doctrinas cristianas ortodoxas, tales como el concepto de Dios, el concepto de los cielos y del infierno, la idea de la infalibilidad de las Escrituras y de que en ellas, todo estaba comprendido, así como las doctrinas populares calvinistas de la elección y predestinación, antes de querer que los hombres aceptasen las enseñanzas de la iglesia restaurada. No fué sino hasta después que la generación de la revolución norteamericana hubo terminado su obra, que se manifestó la libertad religiosa, el desarrollo del pensamiento libré racionalista y la liberalización de teleología ortodoxa cristiana. Entonces, habiéndose inculcado estos pasos en la conducta de una generación nueva, llegó el momento Oportuno para la restauración del evangelio. Tal era la condición que existía después de la Guerra de 1812. En la actualidad podemos repasar lo pasado con interés y reflexionar muchas de las cosas que parecen ser los preliminares de la restauración.

Investigando la historia europea, así la medieval como la del comienzo de la era moderna, nos es revelado que durante treinta generaciones la gente había creído que era el deber del hombre adorar y conducir su vida de acuerdo con la norma establecida por la iglesia cristiana. No estamos muy lejos de la verdad si decimos que desde el siglo cinco hasta el dieciséis no hubo sino una sola iglesia en toda Europa Occidental. Con excepción de los judíos, los mahometanos españoles y los ortodoxos griegos, todos eran católicos romanos. La gente creía que la salvación se ganaba solamente por cumplir las enseñanzas de la Iglesia, y ésta gobernaba y dominaba los pensamientos y hechos del hombre medieval. Los hombres aprendían pocas cosas que no se originaban dentro de la parroquia, y el que se atrevía a desafiar la doctrina cristiana oficial corría peligro de ser castigado por las autoridades el Estado. La libertad religiosa no existió durante la edad media; no había división de Iglesia y Estado, y el pensamiento libre racionalista raras veces tenía la oportunidad de expresarse. Aparte de esta supresión continua de la libertad, muchos reformadores se vieron sujetos a. la humillación del martirio cuando trataron de establecer el principio de la libertad religiosa.

Uno de los agentes activos que provocaron el cambio del status-quo y la preparación del camino para la restauración, fué la Reforma Protestante, pues en el siglo dieciséis toda la Europa Occidental sintió el efecto de esta revolución explosiva. Encendieron el conflicto hombres entusiastas e inspirados que se levantaron para impugnar la corrupción aparente dentro de la iglesia. La actitud anti-clerical de la gente dió a los reformadores la oportunidad de resistir la autoridad del Papa, y entonces empezaron a contrariar muchas creencias tradicionales que habían llegado a ser parte de la iglesia.

Efectuaron un cambio en los servicios, abandonando él latín por la lengua del pueblo, a fin de que los hombres pudiesen adorar a Dios más inteligentemente y lograran un entendimiento más amplio de su religión. Se adoptó la instrucción individual de la congregación, con lo que los hombres lograron una comprensión mayor de su fe; y este catecismo causó que muchos otros aumentaran sus pensamientos, racíonalistas. Explotando los abusos que existían en la iglesia, Lutero, Calvino, Knox, Zwinglio, y Cranmer demostraron también a muchos cristianos que había ocurrido una apostasía y que era menester restaurar las doctrinas de Cristo que se habían degenerado bajo el peso de las filosofías de los hombres. Insistiendo en que la Biblia debía estudiarse y emplearse como la guía suprema para el entendimiento religioso, estos reformadores lograron que muchos cristianos pensaran, razonaran y adoptaran nuevas interpretaciones de las Escrituras. Provocando la disensión en la iglesia dominante, aumentaron la diversificación, lo cual no fué sino el precursor natural de la tolerancia. De modo que la reforma hizo nacer en Europa una nueva estructura social y política que impulsó el establecimiento de la libertad religiosa y la difusión de la libertad de pensamiento.5

Sin embargo, los reformadores no pudieron restaurar la plenitud del evangelio sobre la tierra, ni intentaron establecer la libertad de pensamientos sobre la tolerancia religiosa. No pretendieron haber recibido revelación directa de Dios, como los apóstoles y profetas de épocas anteriores, pero sí trataron de restaurar las verdades de Dios por medio del raciocinio y emplearon como única guía su interpretación de las Escrituras. Pero, al hacer esto no repararon en el concepto de que la Biblia no se escribió con el objeto de que fuese una constitución sobre la cual podría fundarse la Iglesia de Dios, ni se tuvo por objeto que el Antiguo y Nuevo Testamento constituyeran todas las palabras de Dios a los hombres. En la Biblia no están comprendidas todas las cosas. Por ejemplo, en ninguna parte de este libro se hallan las oraciones que deben emplearse en los servicios bautismales o sacramentales.

Con la Biblia únicamente, ninguna persona puede reconstruir adecuadamente la organización de la iglesia primitiva. En las Epístolas hallamos enumerados los oficiales que guiaban la Iglesia de Cristo; pero por haberse escrito estas cartas después que se organizaron las Iglesias, no se hace mención de los deberes particulares de los varios oficiales. Entonces, cuando los reformadores se vieron bajo la necesidad de abandonar el concepto católico de la autoridad, les fué menester reemplazar esta doctrina raciocinando que la gracia sola era suficiente para obtener la salvación. Lo que proclamaron fué: “Uno logra la salvación sólo por la fe, y ésta es un gran don gratuito de Dios.” No sólo adoptaron una variedad de interpretaciones de la palabra de Dios, sino que retuvieron muchos errores doctrinales que heredaron de la iglesia medieval. Aunque los grandes .reformadores vehementemente condenaron la venta, de indulgencias, lanzaron su ira sobre los monasterios, dieron otra interpretación al concepto medieval de la transubstanciación y combatieron el aspecto ritualista de los servicios cristianos, ningún esfuerzo hicieron por purificar el concepto trinitario de Dios, la interpretación pesimista del abismo eterno de fuego y azufre que esperaba al que no era salvo, ni la doctrina de bautizar a los niños pequeñitos rociándolos con agua. La alteración de estas creencias ortodoxas habría constituido un cambio demasiado radical en extremo aun para los reformadores.

Hubo unas pocas almas intrépidas que aparecieron entre la sociedad del siglo dieciséis e intentaron reorientar los pensamientos de los hombres respecto de estas doctrinas; pero estos hombres hallaron poco apoyo, y la mayor parte de los que persistieron en proclamar sus conceptos reformados sobre estos temas tropezaron con resistencia violenta. Nos sirve de ejemplo Miguel Servet, reformador español que impugnó el concepto ortodoxo de la trinidad. Refugiado en Francia y apasionado por los problemas teológicos de la época, sostuvo una polémica con Calvino, por lo que tuvo que salir del territorio francés. Dispuesto a emigrar a Italia, al pasar por Ginebra fué descubierto y apresado por un calvinista y condenado a morir en la hoguera.

Los reformadores demostraron claramente por sus hechos y enseñanzas que no sólo habían heredado los errores doctrinales de la iglesia medieval, sino también el espíritu de la intolerancia. Expurgaron a los que no eran ortodoxos y expulsaron de entre ellos a los disidentes. Sofocaron la libertad de pensamiento y negaron la tolerancia a otras sectas. Tampoco defendieron la separación de Iglesia y Estado como entendemos hoy la frase, antes Juan Calvino escribió que el objeto principal del estado era poner en vigor la “religión verdadera”, refiriéndose al calvinismo.6

En vista de que los hombres se aferran a sus hábitos y costumbres y se apartan lentamente de ellos, esta reforma de las creencias tradicionales tuvo que ser, por fuerza, un procedimiento gradual.

La colonización de los Estados Unidos en el siglo diecisiete no estableció en el acto las condiciones favorables para la restauración, pues a pesar de que una de las contribuciones mayores y principales que la mayoría de los países americanos ha dado al mundo moderno es la separación de Iglesia y Estado, no es difícil entender porqué el elemento básico de la filosofía religiosa de las colonias americanas era el de una iglesia establecida. Por muchos siglos los europeos habían vivido bajo’ la influencia de una iglesia solamente, y el gobierno inglés no toleró la existencia de diversas convicciones religiosas sino hasta el reinado de Isabel I. De modo de que el concepto de la tolerancia religiosa era relativamente nuevo, mientras que el conocimiento de un solo sistema eclesiástico había sido inculcado en las costumbres y leyes del pueblo por muchos siglos. No fué sino natural que los emigrantes que se establecieron en las Américas quisiesen establecer una iglesia del Estado en sus territorios.

En vista de que fué en Nueva York, una de las trece colonias norteamericanas originales, donde se llevó a cabo el establecimiento de la Iglesia de Jesucristo, limitaremos esta parte de nuestro artículo a un examen de las condiciones que prevalecían en estas colonias, para que nos ayude a entender el ambiente religioso que existía en aquella época.

En todas las colonias del sur, la Iglesia de Inglaterra era la religión del Estado y se sostenía con los impuestos del pueblo; y con excepción de la colonia de Rhode Island, la Iglesia Congregacional continuó como la iglesia establecida de la Nueva Inglaterra toda la época colonial.

Las instituciones más vigorosas persistieron en la Colonia de Virginia y en las de Nueva Inglaterra. Estudiando la historia religiosa de Virginia, descubrimos que sus fundadores, de ideas conservadoras, no eran sino un perfil de la sociedad inglesa, y la obediencia a la Iglesia de Inglaterra o Anglicana no era sino un aspecto de la lealtad que los colonos estaban obligados a reconocer en el orden establecido de la colonia. No se trataba de fugitivos religiosos. Estos no habían conocido las penas y angustias de la persecución, antes eran fieles adherentes de la Iglesia Anglicana. Todo colono que llegaba tenía la obligación de reconocer la autoridad eclesiástica de la Iglesia de Inglaterra, y no les era permitido a los disidentes establecer sus casas en las regiones donde hoy la libertad religiosa es cosa hecha. Periódicamente se establecían leyes para preservar la uniformidad doctrinal.

Los insurgentes que intentaban profesar alguna otra doctrina contraria a la religión establecida permanecían en la prisión hasta que se reformaran, y no lográndolo, los enviaban a Inglaterra para imponerles otros castigos. En 1662 y 1663, los representantes del pueblo establecieron otros estatutos, los cuales exigían a todos que llevaran sus hijos a ser bautizados por los ministros de la Iglesia Anglicana, y la asistencia a los servicios de esta iglesia era obligatoria. Según el Decreto de 1705, debería ser encarcelado todo el que negara la Trinidad, la fe cristiana, que las Escrituras eran de autoridad divina o afirmara que había más de un Dios.7 El hecho de que los grupos disidentes no prosperaron en la Colonia de Virginia es evidencia de que la iglesia establecida gobernaba con mano firme las actividades de los colonos. Las leyes aprobadas por los legisladores no eran meramente palabras escritas por manos de hombres, antes probaron ser una forma eficaz de tiranía; y fueron sumamente pocos los disidentes que lograron establecer hogares en Virginia sino hasta después de 1740.

En la Nueva Inglaterra durante el siglo diecisiete, los anglicanos recibían los mismos castigos que ellos tan vigorosamente imponían a otros en Virginia. En aquel lugar los establecimientos nacionales también empleaban la ayuda de las autoridades del Estado para mantener la uniformidad religiosa. La primera, vez que se intentó desafiar el sistema eclesiástico fué en Plymouth en el año 1624. En esa ocasión un ministro anglicano, Juan Lyford, y uno de sus Amigos Juan Oldham, se apartaron de la iglesia establecida e invitaron a otros a que se reunieran con ellos secretamente en casas privadas. Sin embargo, después de celebrar su primer servicio público, fueron aprehendidos y desterrados de la colonia.

También fueron exilados, por cometer un crimen contra el estado, los primeros bautistas que trataron de establecer su iglesia en las colonias de Plymouth y Massachusetts Bay; y tenemos evidencia adicional del ambiente intolerante de la Nueva Inglaterra a mediados del siglo diecisiete en lo que sucedió a los cuáqueros. Cuando los miembros de la Sociedad de Amigos primeramente intentaron predicar en Massachusetts, fueron castigados con multas, cárceles, destierro y mutilación del cuerpo, y los que persistían en ofender eran callados con la pena capital.

En el siglo dieciocho, después de haberse concedido la tolerancia religiosa a los cuáqueros, bautistas y anglicanos en la Colonia de Massachusetts, los miembros de estas sectas continuaron quejándose de que eran perseguidos. Un grupo conservador pero entusiasta de cristianos se apartó de la Iglesia Congregacional y estableció iglesias separatistas, por lo que frecuentemente eran multados y encarcelados por negarse a pagar contribuciones al establecimiento. En 1774, James Madison, natural de Virginia y más tarde Presidente de los Estados Unidos, describió adecuadamente una situación que era común en muchas partes del país: “El principio diabólico e infernal de la persecución ruge desencadenado entre algunos…. En la colonia vecina actualmente se hallan encarcelados no menos de cinco o seis hombres de buena intención, por publicar sus sentimientos religiosos, los cuales en su mayoría son muy ortodoxos.”8

Aun en las colonias donde se conocía, la tolerancia, se establecieron leyes, según las cuales los colonos tenían la obligación de aceptar la doctrina ortodoxa de la Trinidad, y esto significaba la creencia de que el Padre y el Hijo eran uno en sustancia. En abril de 1649 se adoptó un “Decreto sobre la Religión” en la Asamblea de Maryland, que probó ser uno de los estatutos más liberales de aquella época. Este Decreto concedía la tolerancia religiosa a todos aquellos “que profesaban creer en Jesucristo”, pero al mismo tiempo estipulaba que a cualquiera que negara la Santa Trinidad o la unidad de Dios podría imponérsele la pena de muerte y la confiscación de sus propiedades.9 Si los Santos de los Últimos Días hubiesen estado viviendo en la Colonia de Maryland, habrían sido castigados según esta ley, en vista de que han repudiado el concepto de que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son uno en cuerpo. El hecho de que en todas las colonias se establecieron leyes que violaban los derechos de los católicos y judíos es evidencia adicional del grado de intolerancia que existía en las colonias, norteamericanas, y de que la libertad religiosa completa no se conocía en las trece colonias.

Sin embargo, aun cuando la libertad religiosa completa no fué una realidad en la época colonial, las ideas que propusieron algunos insurgentes como Roger Williams y Guillermo Penn, gradualmente se difundieron entre los hombres. Estos reformadores ayudaron a establecer en América un asilo para los oprimidos. Durante el siglo diecisiete se logró la tolerancia religiosa para los cristianos, con la excepción principal de los católicos, en las colonias centrales y en Rhode Island. En estas colonias, así como en las fronteras de muchas de las colonias del sur, varias sectas protestantes lograron establecer sus iglesias; y al paso que los colonos aprendieron a cooperar unos con otros, la tolerancia floreció en libertad religiosa.

Mientras tanto, Inglaterra acaudillaba la lucha por la libertad religiosa, y en 1689 estableció un decreto mediante el cual se concedía el derecho de adoración religiosa, mas no de igualdad política, a los disidentes protestantes. Poco después se extendieron estos privilegios prácticamente a los católicos romanos y unitarios; y en 1695 la abolición de la censura impulsó la idea de la expresión racional y se logró la libertad de prensa. También coinciden estos acontecimientos y la introducción de la edad de alumbramiento: un siglo en que se realizó mucho en bien del establecimiento de la libertad religiosa y la liberalización de la teología cristiana. Rápidamente se estaban desarrollando las condiciones favorables para la restauración del evangelio de Jesucristo. Se aproximaba la hora de la Dispensación del Cumplimiento de los Tiempos.

Después de la revolución gloriosa de 1688, se inició un siglo de investigación, de raciocinio y alumbramiento. El espíritu de esta época se manifestó no solamente por el aumento en el estudio de los fenómenos físicos, sino también por la investigación extensa de las creencias religiosas. Durante la Edad de Alumbramiento, esta reforma que ocurrió en el siglo dieciocho (o tal vez podría llamarse la segunda reforma) turbó los pensamientos de muchos cristianos. El celo por la perfección estimuló a los eruditos a adoptar un programa para reformar las creencias ortodoxas que los protestantes habían heredado de la iglesia medieval. En esta edad, así como en los dos siglos anteriores, los hombres intentaron purificar la religión y restaurar lo que para ellos era la verdad. Sin embargo, este estímulo eclesiástico originó un siglo de rencorosas controversias y se le formó juicio al propio cristianismo. Después de aproximadamente catorce siglos de intolerancia rígida, el cristianismo conoció su primera crítica moderna, por medio de la razón, con un grado relativo de libertad de pensamiento.

Una de las controversias principales que se desarrolló fué sobre la Trinidad, pues los libres pensadores razonaban que era inconsecuente creer que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran uno en cuerpo. Afirmaban que uno, más uno, más otro, suman tres y no uno, como continuaban asegurando los cristianos “ortodoxos». Por consiguiente, el Dios tradicional del cristianismo fue examinado analíticamente por la primera vez desde; la supresión de la herejía de Arrio en los primeros siglos de la edad media. Inmediatamente se tachó de ateos y escépticos a todos aquellos que nosotros en la actualidad simplemente llamaríamos investigadores religiosos.10 Sin embargo, el espíritu de la oposición no hizo callar a estos reformadores, como tampoco había podido detener la obra de Calvino o Lutero. Aumentó su influencia, y la investigación de las creencias protestantes se extendió a otras doctrinas tradicionales. Se impugnó la infalibilidad de la Biblia y la creencia de que todo estaba comprendido en ella; se revisó la doctrina de los cielos y del infierno; el libre albedrío del hombre reemplazó las ideas calvinistas sobre el pecado original y la predestinación; los pensadores científicos desacreditaron la doctrina de la creación, como la interpretaba el cristiano común, y sé popularizó el concepto de que todos los hombres serían juzgados según sus obras. Estos reformadores también procuraron ensanchar el ambiente intelectual, fomentando programas educacionales, y entonces acaudillaron vigorosamente la lucha para eliminar las iglesias del estado y establecer una libertad religiosa completa.

En vista de que el deísmo, la religión del alumbramiento, se limitaba principalmente a un grupo pequeño de eruditos, esta filosofía no llegó a las masas tan extensamente como la obra de los religiosos del siglo dieciséis. También parece evidente que su raciocinio fué la causa de que muchos cristianos rechazaran los escritos de Pablo, denunciaran los milagros de Cristo y se volvieran de la aceptación del Salvador a la creencia en un Dios que nunca intervenía en los asuntos de los hombres. Sin embargo, estas manchas gangrenosas en sus creencias no destruyeron lo que contribuyeron a la humanidad. En vista de que los reformadores del siglo dieciséis también erraron en puntos de doctrina, los racionalistas principales del siglo dieciocho estimularon el programa de corregir los conceptos erróneos en las iglesias protestantes. Patriotas y deístas, tales como Benjamín Franklin, Tomás Jeíferson y James Madison, fueron algunos de los norteamericanos influyentes que en forma indirecta estimularon la liberalización de la teología cristiana. Concordando con las contribuciones de los directores del alumbramiento, los cristianos continuamente iban simpatizando más con ideas originales y filosofías estimulantes, y cautelosamente se fueron soltando de sus conceptos tradicionales.

Los caudillos del alumbramiento también presenciaron con satisfacción cómo se manifestaron sus ideales en el establecimiento de la libertad religiosa en su propio país y en otras naciones. Al mismo tiempo que los norteamericanos incorporaban la filosofía de los derechos naturales, a fin de apoyar su lucha por la libertad, los liberales y disidentes se estaban uniendo políticamente con objeto de establecer derechos religiosos naturales para todos los ciudadanos. Durante la insurrección americana, se vinieron abajo los establecimientos anglicanos; y en 1786, Virginia llegó a ser el primer estado del mundo moderno en establecer, por decreto voluntario, la libertad religiosa completa para todas las denominaciones. En esta misma década se extendió el espíritu de paz y tolerancia a los disidentes de la Nueva Inglaterra y el principio de la libertad religiosa quedó incorporado en la Primera Enmienda que se hizo a la Constitución.

Con la entrada del siglo diecinueve, se desató en el país un torrente nuevo de fervor religioso. Los protestantes, tratando de contener la decadencia del cristianismo, provocada por el impacto del alumbramiento, originaron una ola de avivamientos religiosos, y se tornó en realidad el segundo gran despertamiento. Los conversos se unieron a las iglesias en grandes números, el espíritu de avivamiento se extendió rápidamente y en el Oeste las reuniones debajo de grandes tiendas o pabellones, probaron ser una institución eficaz para despertar en las almas el deseo de aceptar a Cristo.

Grandes multitudes que ascendían a millares se: juntaban para escuchar a los predicadores llenos de fervor que prolongaban sus servicios durante varios días. Algunos de los fanáticos que atendían, encendidos por los vehementes sermones, empezaban a rodar; por el suelo, llorando, gritando y manifestando sus aspiraciones emocionales por medio de una variedad de demostraciones físicas. Aunque la mayoría de los que pasaron por el fuego del gran despertamiento estaban satisfechos con las religiones existentes, hubo algunos disconformes que empezaron a buscar verdades religiosas fuera de lo que se consideraba como ortodoxo. Aumentó el número de éstos, lo que, junto con el desarrollo del espíritu de investigación y el establecimiento de la libertad religiosa, dió lugar al rápido establecimiento de una multitud de sectas radicales. Las comunidades de los Tembladores, de los Rappitas y de Amana fueron algunas de las religiones que se criaron en éste nuevo ambiente. Estos movimientos se inauguraron allende el Atlántico y cuando los dirigentes de estas sectas trajeron a sus discípulos a América, sus sociedades lograron numerosos conversos. Las doctrinas aceptadas por estos cristianos muestran una similitud notable, pues todos creían que recibían revelaciones sus directores influyentes, quienes trataban de restaurar el cristianismo primitivo.

Los discípulos de estos profetas (o como en el caso de los Tembladores, la profetisa, Ana Lee) abandonaron su interpretación literal de la Biblia y la reemplazaron con la palabra revelada. Estos cristianos también esperaban ansiosos el milenario próximo y osadamente se prepararon para la segunda venida del Señor. Esforzándose por purificarse, se organizaron en sociedades comunales en donde benévolamente compartían el fruto de sus trabajos. Su modificación del concepto prevaleciente del matrimonio sirvió para acentuar aun más su carácter extremado, porque los Rappitas y los Tembladores defendían el celibato y los miembros de la secta de Amana veían con malos ojos la procreación de la raza humana. De la conversión de los protestantes resultó un aumento en el número de sus creyentes, y el hecho de que el milenio estaba próximo eliminó la necesidad de engendrar niños para continuar su obra.

También en el crecimiento de los discípulos de Miller se manifiesta esta actitud ferviente hacia el milenario que se aproximaba. Aunque los evangelistas de aquella generación continuaban proclamando la poderosa creencia puritana sobre el milenio, Guillermo Miller conquistó discípulos anunciando la fecha exacta de la venida de Cristo. Examinando las Escrituras, fijó el año del segundo advenimiento en 1843; y en; 1831 inició su misión de amonestar al pueblo de los Estados Unidos del próximo fin del mundo. Su profecía no se cumplió, pero de sus actividades se originaron, en 1846, los Adventistas del Séptimo Día.11

En la Nueva Inglaterra, mientras tanto, la repentina popularidad de la Iglesia Unitaria estaba minando la fuerza de la Gongregacional. Claramente se manifiesta por las convicciones que estos cristianos adoptaron, que la influencia del alumbramiento se extendió hasta el siglo diecinueve. Fue en este período que los unitarios aceptaron la Biblia, pero rechazaron la idea de la, infalibilidad de las Escrituras y opinaron que se podía, emplear la razón como base de su interpretación de la palabra de Dios. Creían que Jesús era el Hijo de Dios, pero no igual que Dios; que era divino pero distinto de su Padre e inferior a Él. Rechazaron las doctrinas del pecado original, predestinación, elección e infierno; y apoyaron el concepto del libre albedrío y del juicio según las obras de la persona.12 Sosteniendo estos conceptos liberales y dominando la Facultad de Teología de la Universalidad de Harvard, se convirtieron en un cuerpo influyente que liberalizó el calvinismo. Este movimiento llegó hasta las iglesias congregacionales y presbiterianas, en las que los ministros empezaron a reinterpretar sus creencias. Hubo numerosos cristianos que reconsideraron sus creencias tradicionales, y con este surgimiento del cristianismo reformado entró un período de inquietud social y controversias continuas.

Al mismo tiempo que estaban floreciendo las sectas liberales, muchos protestantes estaban iniciando campañas contra el consumo de bebidas alcohólicas. Los jefes de la moderación apasionadamente mostraban los males físicos y sociales provocados por el licor y exigían la abstinencia inmediata. El clero clamaba desde el pulpito: “El alcoholismo es un pecado abominable y debe desaparecer antes que Cristo vuelva.” Se organizaron sociedades para fomentar la templanza y se empleó el sistema de los avivamientos para reformar a los cristianos y purificar la sociedad. Hubo otros que no solamente abogaron la abstinencia total del alcohol, sino fundaron su reforma en el uso del tabaco, te, café, harina cernida y carne. Sylvester Graham, ministro presbiteriano y director del movimiento de reformas fisiológicas, también recomendó el consumo abundante de frutas y legumbres, y propuso la opinión inaudita de que el hombre debía bañarse tres veces a la semana, aun durante el invierno, y debía dormir con las ventanas de su alcoba abiertas para tener ventilación durante la noche. No sólo fue ésta una época de reformadores de la dieta humana, sino también un período en que éstos fervientemente trataron de modificar la moralidad de los pecadores; en que las sociedades dominicales proclamaron la necesidad de volver a una observancia puritánica del día del Señor y aumentó el fervor de las sociedades abolicionistas.

El celo reformador se extendió a casi todos los aspectos de la vida. Y las primeras décadas del siglo diecinueve fueron los años en que las reformas humanitarias y sociales pasaron del proyecto a la realidad. Resumiendo este período, los historiadores frecuentemente han empleado el término, la edad del romanticismo. Los escritores se han valido de términos como extremismo, inmediatismo, radicalismo y emocionalismo para distinguir el ambiente intelectual de la generación que precipitó el país hacia la guerra civil. Fué la juventud de esta nueva generación que presenció el desarrollo del entusiasmo religioso y el establecimiento de numerosas sociedades comunales en la parte occidental de Nueva York. Fué en este distrito, centro tumultuoso de las actividades religiosas, donde los habitantes por primera vez conocieron el impacto del mormonismo en la escena histórica.13 Habíanse completado los preliminares de la restauración.

Tan propicio era el ambiente para la restauración, que según comentan los historiadores, el mormonismo no pudo haberse fundado en ningún otro período. De hecho, algunos eruditos han afirmado que José Smith inventó una nueva religión, adoptando muchas de las enseñanzas de los varios grupos radicales que florecieron en Norteamérica a principios del siglo diecinueve. Desde luego, estas afirmaciones revelan que sus autores tienen un conocimiento muy superficial de la teología mormona. Cómo se manifiesta claramente por los rasgos singulares de esta religión, el mormonismo, así llamado, no es meramente una reflexión del desarrollo religioso contemporáneo que venimos tratando. Aun cuando es cierto que José Smith recibió visiones y revelaciones, organizó una sociedad comunal, amonestó volver de nuevo a las doctrinas que enseñaron Cristo y sus Apóstoles, declaró principios relacionados con el Milenio, proclamó nuevos conceptos sobro el matrimonio, enseñó reformas dietéticas, proclamó la observancia del día del reposo e hizo hincapié en la ley de castidad, hallamos que los profetas de Dios en épocas anteriores también proclamaron estos principios.

Las cosas que José Smith llevó a cabo claramente indican que él no imitó a sus contemporáneos. El Profeta, igual que otros reformadores de la época, denunció el concepto trinitario ortodoxo de Dios, pero a la vez reemplazó esta enseñanza tradicional con una doctrina que ningún otro reformador de su tiempo predicaba. En lugar de la creencia controvertible de un cielo y de un infierno, él estableció el concepto fundado en las Escrituras, del paraíso, la salvación para los muertos y los tres grados de gloria. Impugnó la infalibilidad de la Biblia y la idea de que todo está comprendido, en ella, pero apoyó la veracidad de las Escrituras traduciendo una obra que probó ser un nuevo testigo de Cristo, así como una verificación de los escritos que hallamos en el Antiguo y Nuevo Testamento. Restableció la Iglesia tal como existió en el Meridiano de los Tiempos, pero de una manera que ninguno de los que vivían en esa generación podía comprender, y dio a la Iglesia el nombre de su fundador, Jesucristo. Restauró el concepto de la preexistencia y reveló las bendiciones que la obra del templo contribuye a la humanidad. Restableció el sacerdocio, claramente manifestó su poder mediante sus hechos y logró ser el instrumento por conducto de quien se transmitió la autoridad y poder del sacerdocio a generaciones posteriores. No sólo predicó el libre albedrío, sino también dio a Adán su lugar debido en la historia, proclamando: “Adán cayó para que los hombres existiesen; y existen los hombres para que tengan gozo,”14

A los que fueron testigos de los milagros de Dios también les fué permitido añadir sus convicciones a las de aquel que selló su testimonio con su sangre. Y a distinción de los profetas falsos, han sucedido a José Smith otros profetas inspirados de Dios, los cuales continuamente han demostrado al mundo la realidad de la restauración. Mediante un análisis del Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios y la Perla de Gran Precio, se recoge abundante evidencia de que José Smith fué inspirado de Dios para restaurar al género humano la verdad sobre muchos asuntos. Por medio de revelación directa de Dios, este profeta de los postreros días logró restaurar el evangelio sobre la tierra y restableció con éxito la Iglesia de Cristo para el beneficio de todo el género humano.

El hecho de que la libertad religiosa era una realidad, que habían sido liberalizadas las doctrinas cristianas ortodoxas y que muchos cristianos estaban preparados, a principios del siglo diecinueve, para aceptar las verdades restauradas, es prueba de que este siglo fué el momento más oportuno en la historia del mundo para introducir la plenitud del evangelio. Los “frutos” de la obra de José Smith son un testimonio al mundo de que las profecías de Nefi e Isaías se han cumplido.


Notas

  1. Isa. 55:8.
  2. Ibid., 29:9-24.
  3. 1Nefi, capítulo 13,
  4. The Organization of Medieval Christianity, por Summerfíeld Baldwin, págs. 1-7.
  5. A History of Freedom of Thought, por J. B, Bury, págs. 58-71.
  6. Instítutes of the Christian Religión, por Juan Calvino, II,
  7. Records of the Virginia Company of London, por Susan Nyra Kmgsbury, II, 4, 5; IV, 413.
  8. History of the Life and Times of James Madison, por William C. Rives, I, 43, 44.
  9. Source Book and Bibliographical Guide for American Church History, por Peter G. Mode, págs. 244-247.
  10. Religious Liberalism in Eíghteenth Century England, por Roland N. Stromberg, 1-18,
  11. The Story of Religión in America, por William Warren Sweet, 277-279.
  12. Source Book and Biblia graphical Guide for American Church History, por Peter G. Mode, págs. 404-407.
  13. The Burned-over District, por Whitney K. Cross.
  14. Nefi 2:25.
Esta entrada fue publicada en Restauración y etiquetada , . Guarda el enlace permanente.

3 Responses to Los preliminares de la restauración

  1. Avatar de julio julio dice:

    interesante discurso una clase básica de historia y teología

    Me gusta

  2. Avatar de JULIO OSBALDO DE JESUS MORALES MONZON JULIO OSBALDO DE JESUS MORALES MONZON dice:

    DESPUES DE HABER LEIDO TODO EL CONTENIDO DE ESTE DISCURSO, REAFIRMA EN MI MENTE Y EN MI CORAZON EL GRAN TESTIMONIO DE LA VERACIDAD DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ULTIMOS DIAS Y DE QUE EN REALIDAD JOSE SMITH FUE UN PROFETA ENVIADO POR DIOS PARA RESTAURAR SU IGLESIA Y SU EVENGELIO SOBRE LA TIERRA. GRACIAS PADRE CELESTIAL, PORQUE EN FORMA TAN SENCILLA Y FACIL NOS HAS DADOD A CONOCER ESTAS VERDADES ETERNAS…

    Me gusta

  3. Avatar de Luis Felipe Luis Felipe dice:

    Es así como fue, y es así como tuvo que ser…y entones se restauró la verdad sobre la tierra.

    Me gusta

Deja un comentario