Conferencia General Octubre 1971
El proposito de la vida es ser probados

por el Élder Franklin D. Richards
Ayudante del Consejo de los Doce
Mis queridos hermanos y hermanas, me presento ante vosotros con un corazón humilde. Estoy agradecido por el privilegio de asistir a esta conferencia semestral, y he sido inspirado por las palabras de nuestros grandes directores. Hemos recibido consejos que nos serán útiles para vivir con felicidad y con éxito en esta época particular de la historia del mundo.
Cuando Adán fue expulsado del Jardín de Edén, le fue dicho que »con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado» (Génesis 3:19),
Se me ha dicho que sobre la entrada de uno de los grandes recintos universitarios de Europa se halla una inscripción que dice que «nada que valga la pena llega jamás a una persona sino con la angustia de su alma y el sudor de su rostro».
Ella Wheeler Wilcox en su bella composición intitulada «Getsemaní» lo expresó de esta manera:
«Tarde o temprano el que ha de viajar,
por la puerta del jardín tendrá que entrar;
de rodillas a solas allí se pondrá
y con alguna ardiente congoja luchará.
Dios se apiade de los que decir no puedan:
No como yo quiero, si no
como tú; y sólo ruegan;
Deja que pase esta copa de mí,
sin comprender el objeto del Getsemaní.»
Aunque no se acostumbra que uno busque las experiencias difíciles o desagradables, no puede negarse que las pruebas y tribulaciones de la vida que estorban el crecimiento y desarrollo del hombre, llegan a ser escalones mediante los cuales asciende a alturas mayores, desde luego, si no permite que tales cosas lo desanimen.
La historia de la mayor parte de los hombres y mujeres que logran alguna medida de grandeza y realizaciones, generalmente resulta ser la historia de una persona que se sobrepuso a las desventajas. Parece que hay lecciones que sólo pueden aprenderse cuando los obstáculos son dominados.
Dos de las experiencias más interesantes y penosas de esta dispensación fueron las del Campo de Sión y la Cárcel de Liberty, porque no sólo influyeron ambas en las vidas de grandes hombres, sin que también surtieron un profundo efecto en la historia de la Iglesia.
Los miembros de la Iglesia en Misurí estaban padeciendo persecución, por lo que el profeta José oró al respecto y recibió una revelación el 24 de febrero de 1834. El Señor dio instrucciones al Profeta de reunir por lo menos a cien hombres jóvenes y de edad mediana, e ir a la tierra de Sión o Misurí. (Véase Doc. y Con. 703: 7 9-34).
El Campo de Sión, un grupo de aproximadamente ciento cincuenta hombres, se reunió en Kirtland, Ohio en la primavera de 1834, y emprendió la marcha hacia la parte occidental de Misurí. Para cuando llegaron a su destino, el número había aumentado hasta llegar a aproximadamente doscientos hombres.
El propósito de la marcha fue unirse a los miembros de la Iglesia en Misurí y comprar tierras en el Condado de Jackson y los contiguos, y recuperar las tierras de las que se habían posesionado los populachos, los cuales habían quitado a los miembros de la Iglesia en Misurí gran parte de sus propiedades.
Al llegar a Misurí, y no habiendo logrado nada después de extensas entrevistas con el gobernador Dunklin, se consideró prudente desbandar el Campo de Sión y esperar una oportunidad futura para redimir a Sión.
La mayor parte de los que habían integrado el Campo de Sión regresaron a Kirtland, que en ese tiempo era el centro de la actividad eclesiástica.
Para muchos, el «viaje del Campo de Sión» fue un episodio infructuoso y malogrado. Un hermano de Kirtland que no acompañó al Campo vio a Brigham Young, después que éste hubo vuelto, y preguntó: «Bien, ¿qué beneficio se logró de este inútil viaje a Misurí con José Smith?» «Todo lo que esperábamos encontrar—contestó Brigham Young— y no cambiaría la experiencia que logré en esta expedición por todo el dinero del Condado de Geauga», o sea el condado donde estaba situada Kirtland. (Improve- ment Era, tomo 6, pág. 567, junio de 1903.)
El Campo recorrió una distancia de más de mil seiscientos kilómetros, y hubo disensiones por dentro y manifestaciones hostiles por fuera. Hubo tiempos difíciles, y frustraciones, pero estas experiencias fueron de valor verdadero, porque muchos de los que integraron este grupo fueron los directores del éxodo de doce mil personas de Misurí hasta Nauvoo, y posteriormente muchos de ellos fueron directores en el gran éxodo desde Nauvoo al Valle de Lago Salado.
En febrero de 1835 se hizo reunir a los hermanos que habían acompañado al profeta José a Misurí como miembros del Campo de Sión, y de entre ellos se escogió al Quorum de los Doce y los Setenta. El Profeta explicó que las dificultades y tribulaciones que habían soportado los miembros del Campo de Sión no habían sido en vano, y que era la voluntad de Dios «que aquellos que fueron a Sión con la determinación de dar sus vidas, si hubiera sido necesario, fueran ordenados en el ministerio y salieran para podar la viña por última vez» (Documentary History of the Church, tomo 2, pág. 182).
A la luz de estos acontecimientos, se pone de relieve que la experiencia del Campo de Sión fue de inmenso valor, tanto para los que tomaron parte como para la Iglesia.
Uno de los períodos más tenebrosos de la historia de la Iglesia fue el invierno de 1838-39. Los miembros habían sido perseguidos, robados y asesinados. El Profeta y sus coadjutores fueron traicionados y se hallaban presos en la Cárcel de Liberty. Abundaban la disensión y la apostasía, y sobre la Iglesia se cernían la desintegración y la ruina.
Pero durante este período de lobreguez surgieron los hombres que guiaron a la Iglesia a través de amargas experiencias, así como por un asombroso crecimiento y desarrollo. Mas esto no fue todo; durante esos días de aflicción el Señor comunicó al profeta José Smith una importante revelación mientras éste se hallaba en la Cárcel de Liberty.
Por un tiempo esta cárcel llegó a ser un centro de instrucción.
El élder Brigham H. Roberts en su Comprehensive History of the Church dice lo siguiente: «Los ojos de los miembros se dirigieron allí (la Cárcel de Liberty) como el lugar del cual procederían ánimo, consejos… la palabra del Señor. Fue templo más bien que prisión, mientras el Profeta estuvo allí. Era un sitio de meditación y oración. Un templo, ante todo, es un sitio de oración; y la oración es comunicarse con Dios. Es lo ‘infinito en el hombre en busca de lo infinito en Dios’. Donde llegan a encontrarse, allí es un santo santuario, un templo. José Smith buscó a Dios en esta burda prisión, y lo encontró. En medio de sus tribulaciones invocó a Dios con fervorosa sinceridad» (Torno 1, pág. 526).
La respuesta vino cuando Dios le dijo: «Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que un momento;
«y entonces, si lo sobrellevas debidamente, Dios te ensalzará» (Doc. y Con. 121:7, 8; cursiva del autor).
Le fue dicho al profeta José que si le sobrevinieran grandes tribulaciones, y aun cuando «las puertas mismas del infierno se abran de par en par para tragarte, entiende, hijo mío, que por todas esas cosas ganarás experiencias y te serán de provecho. El Hijo del Hombre se ha sometido a todo esto. ¿Eres tú mayor que él?» (Doc. y Con. 122:7, 8).
Una de las verdades importantes que tuvieron su origen en la Cárcel de Liberty, esta prisión- templo así llamada, se refirió al sacerdocio y el gobierno de la Iglesia. Se encuentra en la sección 121 de Doctrinas y Convenios, y dice en parte:
«He aquí, muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?
«Porque tienen sus corazones de tal manera fijos en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres, que no aprenden esta lección única:
“Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia» (Doc. y Con. 121:34-36).
En una ocasión se le preguntó al profeta José Smith cómo dirigía a su pueblo. Su respuesta fue: «Enseño a la gente principios correctos, y ellos se gobiernan a sí mismos.» (John Taylor, Journal of Discourses, tomo 10, págs, 57, 58). La doctrina del dominio justo, tan hermosamente descrita en la sección 121 de Doctrinas y Convenios, es un buen ejemplo de cómo se enseña a los miembros de la Iglesia los principios correctos que les permiten gobernarse a sí mismos.
Creemos que uno de los propósitos importantes de esta vida es ser probados, examinados y pasar por el crisol. Tanto las experiencias del Campo de Sión como de la Cárcel de Liberty fueron como fuego purificador para los que participaron en ellas, y recalcan la necesidad de experimentar situaciones difíciles y complejas en la vida a fin de desarrollarnos debidamente y allegarnos a nuestro Padre Celestial. Estas experiencias ciertamente nos permiten entender y apreciar mejor la grandeza del profeta José Smith y los primeros directores de la Iglesia.
Pero, ¿qué podemos aprender de las experiencias del Campo de Sión y de la Cárcel de Liberty que sea de beneficio para nosotros?
Ciertamente se manifiestan dos verdades impresionantes: Primera, la importancia de la fe en nuestro Señor Jesucristo y la lealtad hacia nuestros directores en la Iglesia; segunda, la necesidad de perseverar hasta el fin, pese al gran número de dificultades que tengamos que vencer.
A fin de aplicar estos principios en nuestras vidas, comprometámonos hoy a seguir el consejo de nuestros directores, aceptar toda oportunidad para prestar servicio, cumplir bien toda asignación—sí, y perseverar hasta el fin. Evitemos fijar nuestro corazón en las cosas del mundo, y al ejercer nuestro sacerdocio incorporemos el gran principio de dominio justo. Haciendo esto y guardando los mandamientos del Señor, lograremos gozo, felicidad, crecimiento y desarrollo, y la vida eterna «que es el máximo de todos los dones de Dios» (Doc. y Con. 14:7).
Igual que los que participaron en los acontecimientos del Campo de Sión y de la Cárcel de Liberty, yo puedo testificar que Dios vive y que Jesús es el Cristo—el Espíritu Santo me ha dado este testimonio—y que José Smith fue y es un Profeta de Dios, y que por su intermedio se han restaurado a la tierra el poder para obrar en el nombre de Dios, así como el evangelio en su plenitud. Yo sé que el presidente José Fielding Smith es el portavoz de Dios sobre la tierra en la actualidad, y pido que el Señor lo bendiga y lo sostenga en su importante llamamiento.
Nunca olvidemos las grandes lecciones que se pueden aprender del Campo de Sión y la Cárcel de Liberty, y recordemos que cuando las congojas, tribulaciones y dificultades nos sobrevengan, como tiene que suceder, éstas son las pruebas que tendremos que resistir a fin de poder disfrutar de la vida eterna. Hagámosles frente con éxito, ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

























No tengo mas proposito y ni se que hacer
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