Las cosas más importantes

Conferencia General Octubre 1971

Las cosas más importantes

A. Theodore Tuttle

por el presidente A. Theodore Tuttle
del Primer Consejo de los Setenta


Hace algunos años leí un artícu­lo en el diario de Salt Lake City, «Deseret News» titulado «El conejo mecánico.» Decía en parte:

«La mayoría de nuestros lec­tores tienen que haber sonreído el otro día, cuando leyeron el artículo sobre los galgos de ca­rrera que no saben reconocer un conejo cuando lo ven. Están tan acostumbrados a perseguir el conejo mecánico a lo largo de la pista, que cuando uno real se les cruzó en medio de la carrera, los perros ni siquiera lo miraron. Tonto, ¿verdad? Pero también triste, por ser una perversión de los instintos naturales . . .

Nosotros también persegui­mos conejos mecánicos. Persegui­mos salarios, sin siquiera echar una ojeada a las bellezas natura­les que nos rodean.

Perseguimos el tiempo de acuerdo con el abarrotado calen­dario de nuestro escritorio, sin siquiera dedicar un poco de tiem­po para conversar con nuestro vecino o para visitar a nuestro amigo enfermo.

Perseguimos los placeres so­ciales en el ruidoso mundo que nos rodea, ignorando la belleza y el privilegio del sereno momen­to hogareño, del cuento de hadas hecho al niño de inocente mirada.

Perseguimos el prestigio y la riqueza, dejando de reconocer las reales oportunidades de gozo que se nos cruzan en el camino . . .»

Wordsworth, un famoso poeta norteamericano dijo lo siguiente, refiriéndose a esa condición:

«El mundo nos abruma: tarde y temprano, ganando y gastando, desperdiciamos nuestros poderes.»

«Corred vosotros, pobres, supercivilizados y ciegos perros. Nunca podréis cazar vuestro conejo hasta que aprendáis a reconocer a uno verdadero.

Pero tendréis compañía en vuestra carrera; la compañía de un sinnúmero de hombres que nun­ca alcanzan el gozo que procuran, hasta que ellos también aprendan a reconocer al verdadero.»

Esto especifica nuestro desafío: Ved «que las cosas más impor­tantes… no estén a merced de las cosas menos importantes.» (Ashley Montague.)

Alguien recompuso ese pen­samiento de la siguiente forma:

«Muy a menudo nos compene­tramos en lo profundo de las cosas superficiales.»

En revelaciones modernas el Señor ha dicho:

«He aquí, muchos son los llamados, pero pocos los escogidos. ¿Y por qué no son escogidos?

Porque tienen sus corazones de tal manera fijos en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres. . . » (D. y C. 121:34-35).

Estas son instrucciones para enderezar nuestros valores.

Destaquemos nuevamente la admonición: «Porque tienen sus corazones de tal manera fijos en las cosas de este mundo», no sobre las cosas del espíritu. Y ellos «aspiran tanto a los honores de los hombres,» en lugar de buscar la aprobación de Dios.

¿Hemos buscado nosotros «tanto» las cosas materiales que hemos ignorado las cosas de Dios? La belleza de la naturaleza, tanto en esta estación como en cualquier otra, pasa inadvertida y sin ser apreciada. Nuestra vida es regida por horarios y citas de acuerdo al calendario, mientras que los cristianos actos de bon­dad esperan en vano muy a menudo.

Nuestras violaciones más fla­grantes ocurren tal vez en nuestra propia casa. Perseguimos los pla­ceres mundanos y tratamos con negligencia a nuestros inocentes hijos. ¿Cuándo fue la última vez que contasteis un cuento a vues­tros hijos? ¿O fuisteis a pescar o a cazar con un hijo? ¿O le ayudas­teis con sus tareas escolares o estudios? ¿Habéis discutido con ellos su Programa de Logros Per­sonales?

La prueba por la cual pasa la juventud actual—vida fácil y lu­josa—puede ser la prueba más severa de todas las épocas del mundo. Hermanos, ¡permaneced cerca de los vuestros! ¡Guiadlos con seguridad! Estamos viviendo tiempos peligrosos. Poned mayor atención y aumentad vuestro es­fuerzo en los verdaderos valores.

La responsabilidad para resolver nuestros problemas sociales recae sobre la familia. La juventud busca seguridad; la juventud busca las respuestas que sólo pueden ser halladas en un hogar. No hay ninguna clase de tratado nacional o internacional que pueda crear la paz, ni nuestros problemas serán resueltos en los antros legislativos o las cortes judiciales. Las solu­ciones saldrán de los hogares. Las familias lograrán la felicidad y la paz sólo a través de los prin­cipios enseñados por el Salvador. La juventud puede encontrar en el hogar, la fortaleza y la felicidad que busca.

El mundo está lleno de falsas teorías, que contradicen e impi­den los propósitos del Señor. Al­gunas tratan de cambiar las res­ponsabilidades divinas de los se­xos; otras invitan a que las madres se alejen de su casa y salgan a trabajar; o alientan a los padres para que busquen pasatiempos lejos de la familia. ¡Estas dudosas prácticas debilitan el hogar!

Algunos padres, aun cuando provean a la familia con una buena casa, ropa y alimentos, en realidad olvidan el significado real de la paternidad. La paternidad es una relación de amor y comprensión; es fortaleza, Hombría y honor; es poder y acción; es consejo e instrucción. La paterni­dad es compañerismo entre el padre y alguien que le pertenece; es autoridad y ejemplo.

El élder Packer ha dicho: “La mayoría de los padres concen­tran sus esfuerzos en la seguridad material de sus hijos. Este tipo de seguridad acumulada para toda la vida, con la situación actual del mundo, se esfumaría probable­mente en poco tiempo. Para asegu­rar realmente a los hijos, hay que darles los dulces recuerdos de una feliz vida hogareña. Este es el molde, el plano que los hijos de­ben seguir, la imagen que deben imitar, un ideal que ellos deben llevar a cabo.»

Cread una fresca atmósfera en vuestro hogar. Permitid que las ávidas mentes encuentren el ade­cuado apoyo familiar para el crecimiento y el desarrollo.

Muchas veces, las madres se dedican a los negocios por ego­ísmo, otras veces por necesidad; en ambos casos el hogar nueva­mente se debilita. Debemos en­frentarnos a la realidad de que la buena y verdadera paternidad, así como la maternidad, están desapareciendo rápidamente. El fracaso de los padres en asumir sus justas responsabilidades, está creando las anormales condiciones de la actualidad. Como Santos de los Ultimos Días, de­bemos resistir la acometida del mundo contra nuestros hogares; muchos de nosotros debemos arrepentimos y poner nuestros valores en la perspectiva ade­cuada; debemos dedicar tiem­po y poner atención, así como los medios que sean necesarios, en las cosas más importantes. Muy pocos son los que en sus sobrios momentos de reflexión, no puedan darse cuenta de dónde se encuentran y cuáles son los verdaderos valores de la vida. Sin embargo, es necesario recor­darles este hecho para mantener­los en el foco adecuado de es­ta realidad.

El rey Benjamín aconsejó a los padres: «Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos o desnudos, ni que quebranten las leyes de Dios, ni que con­tiendan ni riñan unos con otros y sirvan al diablo. . . mas les enseñaréis a andar por las vías de verdad y prudencia; les enseña­réis a amarse mutuamente y servirse el uno al otro» (Mosíah 4; 14-15).

El Señor les dio a los padres la responsabilidad de enseñar a los hijos, lo cual significa algo más que tan sólo enseñarles verbal­mente; hay mejores formas básicas de comunicarles los valores a nuestros hijos. Por ejemplo, en una sociedad que tolera el divor­cio como resultado inevitable del 50% de sus matrimonios, consti­tuye una gran dificultad enseñar el principio de la solidaridad familiar a los jóvenes. Los niños que son consecuencia de los ho­gares deshechos, muy raramente son portadores de la idea de que la familia es la organización ade­cuada para resolver los proble­mas sociales. Los niños cuyo mayor entretenimiento se origina principalmente en la televisión, encuentran frustradas sus necesi­dades de involucrarse en las actividades de la vida. En una época en que, si un médico se detiene en la escena de un accidente, puede ser demandado por administrar la ayuda necesaria a un moribundo, resulta difícil enseñarles a los niños la idea del servicio y la responsabilidad.

Cuando en un hogar, la acumu­lación de bienes mundanos se ha convertido en materia tan impor­tante que el padre tiene que tra­bajar indefinidamente para proveer la seguridad financiera necesaria, a expensas del tiempo que debería compartir con los hijos, a expensas del consejo y el aliento que debería impartirles; y cuando en un hogar la madre olvida a los hijos a fin de conseguir más «cosas,» se hace evidente que el mismo constituye un lugar muy pobre para enseñar el valor del ser humano en términos de amor y sacrificio.

El Señor ha dicho: «Pero yo os he mandado criar a vuestros hi­jos conforme a la luz y la verdad» (D. y C. 93:40).

El doctor Paul Popenoe dijo: «Nuestra juventud no es el pro­ducto de su propia vida, sino de lo que sus padres le han dado. Si los padres dieran un buen ejemplo, podríamos quitar un gran escollo de entre las generaciones.»

El Señor dijo: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él» (Proverbios 22:6).

Debemos aprender antes de que sea demasiado tarde, la ver­dad dicha por el élder Richard L. Evans: «Nunca ha existido mejor tónico para curar más problemas sociales, que un hogar sano y feliz. Nunca ha existido una mayor fuente de estabilidad social, que una familia afectuosa y com­prensiva. Nunca ha existido una mejor forma de ayudar a que los niños logren la felicidad, que la cariñosa confianza de padres sa­bios, amantes y responsables.» (Tomado de «From Wíííim The se Watts», New York: Harper & Bros., 1959, pág. 191.)

Yo fui criado en un hogar de padres sabios, amantes y respon­sables; un hogar donde una dulce madre estaba siempre despierta cuando yo llegaba a la casa. Siempre tenía la oportunidad de hablar con mis padres, y esas conversaciones se encuentran entre mis recuerdos más queri­dos. En ese hogar fue nutrido el testimonio que hoy dejo. Yo sé que Dios vive; que Jesús es el Cristo, nuestro Salvador y Reden­tor. Sé que José Smith fue un Profeta de Dios. Sé que el presi­dente José Fielding Smith es un Profeta viviente en la actuali­dad, con las llaves del Reino. Yo sé que si seguimos el consejo que recibimos en esta conferencia, nuestros hogares serán mejores, nuestro servicio más eficaz y nues­tro gozo más pleno; testimonio que os dejo en el nombre de Jesu­cristo. Amén.

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1 Response to Las cosas más importantes

  1. Extraordinario mensaje con visión de futuro.. Se nota que habla en esos años de de como íbamos a degradar la famia…

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