La vida plena

La vida plena

Spencer W. Kimballpor el presidente Spencer W. Kimball

“Dios nos ve, y vela por nosotros; pero, generalmente es por intermedio de otra persona que El atiende’ a nuestras necesidades.”

En Sus enseñanzas Jesús de Nazaret dijo lo siguiente:

«. . .yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.» (Juan 10:10.)

Es imposible hablar de la vida «en abundancia», o la vida plena, sin referirse a ella como algo que tiene continuidad.

Esta vida, esta pequeña esfera a la que llamamos mortalidad, en el breve espacio de tiempo que se nos permite permanecer en ella, no nos da a todos justicia perfecta, salud perfecta, u oportunidades perfectas. Sin embargo, la justicia perfecta nos llegará por medio de un plan divino, así como también la perfección en todas las demás condiciones, siempre que las merezcamos.

Es conveniente que comprendamos la forma en que las enseñanzas de Jesús de Nazaret pueden ser esenciales en nuestro diario vivir, en esta limitada porción de tiempo que se llama mortalidad.

Primeramente, el servicio a nuestros semejantes hace más profunda y dulce esta vida, mientras nos preparamos para vivir en un mundo mejor. Sirviendo, es como aprendemos a servir. Cuando nos encontramos embarcados en el servicio a nuestro prójimo, no solamente lo ayudamos por medio de nuestras acciones, sino que esto nos ayuda también a poner nuestros problemas en una perspectiva más clara. Cuando nos preocupamos por los demás, tenemos menos tiempo para preocuparnos por nosotros mismos, En medio del milagro del servicio encontramos la promesa de Jesucristo de que, al perdernos en dicho servicio (o sea, al sacrificarlo todo), nos encontraremos a nosotros mismos.

No solamente nos «encontramos» a nosotros mismos en el sentido de que reconocemos la guía divina en nuestra vida, sino que cuanto más sirvamos a nuestros semejantes en la forma adecuada, más se ennoblecerá nuestra alma. Ciertamente, es entonces mucho más fácil «encontrarnos», porque hay mucho más de nosotros mismos que podemos encontrar.

Alguien ha dicho que «es amando, y no recibiendo amor, como podemos acercarnos más a otra alma». Por supuesto, todos sentimos la necesidad de ser amados; pero si deseamos obtener la plenitud de vida y un nuevo sentido del propósito de la misma, debemos preocuparnos más por dar que por recibir.

Segundo, las enseñanzas de Jesucristo nos enseñan a tener una visión correcta de la vida, y de nuestras circunstancias particulares. Muchas veces, la solución no está en tratar de cambiar estas últimas, sino en cambiar nuestra actitud con respecto a ellas y a las dificultades que nos presentan, a fin de que podamos ver más claramente las oportunidades que tenemos de servir plenamente.

Dios nos ve, y vela por nosotros; pero, generalmente es por intermedio de otra persona que El atiende a nuestras necesidades. Por lo tanto, es vital que nos sirvamos los unos a los otros.

La vida plena también se logra al magnificar la propia visión de la vida, expandir la visión que tenemos de los demás y de nuestras propias posibilidades. Por este motivo, cuanto más sigamos las enseñanzas del Maestro, más se amplía nuestra propia perspectiva, y podemos descubrir más oportunidades de servicio, que no hubiéramos podido ver en otra forma. Hay una gran seguridad en la espiritualidad, y es imposible obtener ésta sin prestar servicio.

Por supuesto, la vida plena no tiene nada que ver con la adquisición de bienes materiales, aunque hay muchas personas excelentes que los poseen, y los usan para ayudar a sus semejantes.

La vida en abundancia que mencionan las Escrituras, es el capital espiritual que se obtiene con la multiplicación de nuestro servicio a los demás, y la inversión de nuestros talentos al servicio de Dios y de la humanidad.

A menos que la forma en que vivimos nos lleve más cerca de nuestro Padre Celestial y de nuestro prójimo, se producirá un enorme vacío en nuestra vida. Me asusta ver, por ejemplo, cómo el estilo de vida de muchas personas las lleva a abandonar familia y amigos, en una búsqueda desorientada de placeres o materialismo.

Una de las grandes diferencias entre el verdadero gozo y los meros placeres, es que algunos de éstos se obtienen a costa del sufrimiento de otra persona. El gozo, en cambio, emana de la generosidad y el servicio, y siempre beneficia a otros en lugar de lastimarlos.

Quizás haya quienes se pregunten cómo podemos preocuparnos tanto por cosas simples como el servicio al prójimo, en medio de un mundo desbordante de terribles problemas. Y sin embargo, una de las ventajas del Evangelio de Jesucristo es que nos da la debida perspectiva sobre la gente que habita este planeta, incluyéndonos a nosotros mismos, a fin de que podamos ver claramente cuáles son las cosas que realmente tienen importancia.

Si verdaderamente deseamos reformar a la humanidad, debemos empezar por reformarnos nosotros. Una persona muy sabia observó una vez que tan a menudo todos tratamos de inmiscuirnos en los asuntos de los demás en lugar de tratar de mejorar nosotros mismos, que la situación permanece inalterada. La vida plena comienza en nuestro interior, y luego se transmite a otras personas. Si dentro de nosotros mismos existen la nobleza y la justicia, entonces podemos cambiar la vida de los demás, en la misma forma en que alguien influyó en la nuestra alguna vez, haciendo que fuera más noble.

Si seleccionamos dos o tres personas que hayan tenido la mayor influencia en nuestra vida, y nos preguntamos cuáles fueron las cosas de mayor valor que ellas hicieron por nosotros en los momentos críticos, llegaremos a la conclusión de que esas personas se preocuparon por ayudarnos, que nos dedicaron tiempo, que nos enseñaron algo que necesitábamos saber.

Ese mismo Jesús que nos habló de tener vida en abundancia, nos dio en su Evangelio algunas de las reglas básicas para obtenerla. Muchas son las causas del sufrimiento humano —guerras, enfermedades, pobreza—, pero la causa más persistente de ese sufrimiento, el que produce el dolor más profundo, es el pecado, o violación de los mandamientos que hemos recibido de Dios. Por ejemplo, no puede haber una vida plena y noble, a menos que se observe la absoluta castidad antes del matrimonio y la total fidelidad después de él. No puede tenerse un sentido de plenitud e integridad si se miente, se roba o se engaña. No puede haber dulzura en nuestra vida, si estamos llenos de envidia o codicia. No podemos tener vida en abundancia, si no honramos a nuestros padres. Si deseamos tener prescripciones más precisas con respecto a cómo obtener una vida plena, todo lo que tenemos que hacer es consultar nuestra propia conciencia.

El hecho de que la mayoría de nosotros está muy lejos de la perfección, no significa que no podamos obtenerla, sino que no lo intentamos. Cristo era perfecto; Él se perfeccionó. Sufrió hambre, sed, frío, calor, pesar, dolor, y todo lo que la vida tiene para ofrecer en materia de sufrimiento. Cada vez que se sobrepuso a una de estas cosas, se acercó más a la perfección.

Toda alma normal tiene su libre albedrío, y también el poder de remar contra la corriente, de elevarse hacia nuevos planos de actividad, pensamiento y desarrollo. El hombre tiene el poder de auto transformarse. El hombre debe auto transformarse. Abraham lo hizo. El provenía de una familia de adoradores de ídolos; y, sin embargo, encabezó una dispensación de adoradores del Dios verdadero y viviente. Moisés nació en la pobreza y esclavitud, fue criado en el lujo y los honores cortesanos y tuvo grandes oportunidades; pero se elevó a alturas que están al alcance de todo el que las procure justamente, y caminó y habló con Dios.

Por lo tanto, la clave está en el autocontrol. Cada persona debe estudiar su vida, sus deseos, aspiraciones y anhelos, y ser capaz de controlarlos.

El hombre puede y debe transformarse a sí mismo. Dentro de sí tiene la simiente de la divinidad, lista para germinar y crecer. En la misma forma en que la bellota se transforma en roble, el hombre mortal puede convertirse en un dios, pues tiene el poder de elevarse al plano en el cual debe estar para que así sea.

El ambiente que nos rodea, no tiene por qué limitarnos, las circunstancias no tienen que determinar lo que llegaremos a ser, ni las paredes tienen que transformarse en nuestra prisión.

A fin de perfeccionarse, una persona puede comenzar en distintos aspectos. Puede convertirse en el perfecto esposo, la perfecta esposa, el padre perfecto, la perfecta madre, el perfecto líder, el seguidor perfecto. El camino hacia la perfección parece comenzar con un cambio en nuestra vida, un cambio que substituya todo lo malo con todo lo bueno; y estos cambios se logran mejor, si los intentamos uno a uno.

Cuanto más guiemos nuestra conducta de acuerdo con lo eterno, mejor podremos manejarnos en la mortalidad. Cuanto más comprendamos las enseñanzas de Jesucristo con respecto al propósito de la vida, mayor será nuestro sentido de identidad. Cuanto más aceptemos la paternidad de Dios, mejor podremos comprender y aplicar la hermandad del hombre. Cuanto mejor podamos entender lo que realmente sucedió en la vida de Jesús de Nazaret, en el Jardín de Getsemaní y en el Calvario, más comprenderemos la importancia del sacrificio y de la generosidad en nuestra propia vida.

Para terminar, la vida plena no consiste simplemente en vivir más; es un asunto de altura espiritual y de logros, más bien que de extensión de la vida. Gracias a Jesús de Nazaret y a su Expiación, todos recibiremos el don de la inmortalidad, o sea, la existencia sin fin. Pero solamente si seguimos Sus enseñanzas lograremos vivir una vida plena en este mundo, y tener más aún de esa plenitud en el mundo por venir.

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1 Response to La vida plena

  1. Avatar de Josué AlcántaraPérez Josué AlcántaraPérez dice:

    Excelente discurso que leí y repasé durante mi juventud mientra servía como misionero de tiempo completo en la Misión México Mérida 78-80
    Al servir a otros uno se encuentra a sí mismo.

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