¿Qué es la navidad?
por el presidente Thomas S. Monson
Primer Consejero de la Primera Presidencia
Esta es una maravillosa época del año: simple en origen, profunda en significado, bella en tradiciones y costumbres, rica en recuerdos y generosa en espíritu; posee un atractivo al que con rapidez se sienten atraídos nuestros corazones. Está feliz estación brinda a cada uno de nosotros una medida de felicidad que se adapta en proporción al grado en el que fijemos nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestras acciones en el espíritu de la Navidad.
Reina la Navidad en la iglesia y el hogar;
abunda también en el mercado;
pero su significado no habrás de conocer
a menos que en el corazón esté anidado.
De las campanas se oye el repicar;
villancicos vibran por doquier;
si la Navidad no se ha de celebrar,
el corazón se habrá de entristecer.
LA NAVIDAD ES LOS NIÑOS
Cuando era un joven élder, había recibido la asignación de ir al antiguo Hospital de Niños de la Primaria, ubicado en un tiempo en la calle North Temple de Salt Lake City, para dar una bendición a algunos de los niños. Era la época navideña, y yo nunca había estado en un hospital de niños.
Al entrar nuestro grupo en el vestíbulo, captó nuestra atención un árbol de Navidad decorado de manera muy atractiva y bajo el cual había regalos hermosamente envueltos.
Un sentimiento de compasión empezó a invadir mi interior al ver a esos pequeños niños; muchos de ellos tenían las piernas o los brazos enyesados; algunos estaban sumamente débiles y pálidos.
Un jovencito imploró: «¿Podrían darme una bendición?». Naturalmente ésta le fue conferida. Siempre tendré presente el momento en el que coloqué mis manos sobre la cabeza despeinada de aquel fiel muchacho que estaba terriblemente enfermo. Cuando nos disponíamos a marcharnos, me miró a los ojos y me dijo: «Gracias, hermano Monson».
Nos alejamos, y de inmediato lo oímos decir: «Ah, hermano Monson, feliz Navidad». Casi no podía verlo debido a las lágrimas que me anegaban los ojos. De él emanaba un resplandor que sólo se aprecia en la época de la Navidad; ese jovencito confiaba en su Padre Celestial; estaba agradecido por el sacerdocio de Dios y su fe era inquebrantable. Me dio la impresión de que estaba yo en terreno sagrado.
¿Qué es lo que causó que ese resplandor emanara de la presencia de ese fiel jovencito? Era el espíritu de la Navidad. ¿Por qué es que la paz parece ser más alcanzable en esta época que en ninguna otra? ¿Por qué es que se recuerda a más amigos y se perdona a más enemigos en la época navideña que en cualquier otro tiempo? Es el espíritu de la Navidad.
LA NAVIDAD ES RECORDAR
Hace un año enfocamos nuestros pensamientos en la celebración del sesquicentenario de la llegada de los pioneros al valle del Gran Lago Salado en 1847. ¿Cómo fue la Navidad de aquel año?
De una entrada asentada en el diario de la señora Rebecca Riter, fechada el 25 de diciembre de 1847, leemos: «El invierno era frío; llegó la Navidad y los niños tenían hambre. Yo había llevado un picotín de trigo a través de las praderas y lo había escondido debajo de un montón de leña. Pensé en cocinar un puñado de trigo para el bebé, pero luego pensé en que en la primavera necesitaríamos el trigo para la siembra, de modo que no lo hice».
LA NAVIDAD ES DAR
El poeta Ralph Waldo Emerson escribió: «Los anillos y otras joyas no son regalos, sino substitutos de éstos. El único regalo [verdadero] es una porción de ti mismo»1.
El presidente David O. McKay dijo:
«La verdadera felicidad se logra únicamente al hacer felices a los demás, o sea, la aplicación práctica de la doctrina del Salvador de perder nuestra vida para hallarla. En una palabra, el espíritu de la Navidad es el espíritu de Cristo, el cual hace arder nuestro corazón de amor y amistad fraternales y nos induce a realizar actos caritativos de servicio.
«Es el espíritu del Evangelio de Jesucristo, la obediencia al cual traerá ‘paz a la tierra’, porque significa: buena voluntad para con los hombres»2.
Hace algunos años recibí una carta anónima de un benévolo dentista que demostró amor fraternal y buena voluntad. Me gustaría compartirla con ustedes:
«Estimado presidente Monson:
«Fue negligencia de mi parte el no haberle enviado antes una nota de agradecimiento. El año pasado escuché el discurso que dio durante el programa de Navidad, en el que habló de una mujer de edad avanzada que no podía pagar los gastos de la matrícula del automóvil que había comprado. Muchos acudieron a prestarle ayuda y todos los que lo hicieron se sintieron conmovidos.
«Yo soy dentista de profesión. Poco después del programa de Navidad, la recepcionista me dijo que una de sus conocidas vendría al consultorio ya que tenía molestias en dos dientes. Ella la conocía y me contó acerca de la situación de esa mujer: estaba pasando por circunstancias muy difíciles; el negocio familiar, que ella tenía a su cargo, no iba muy bien, y la familia se había atrasado tres meses en el pago del alquiler. Tenía cinco hijos, algunos de edad adulta, pero todos habían vuelto a vivir en la casa paterna debido a sus respectivas situaciones difíciles. Mediante la fuerza de la determinación, ella había mantenido a la familia unida durante algún tiempo; y ahora tenía dos dientes quebrados.
«La mujer llegó para la consulta y explicó el problema dental que tenía. Me preguntó si le permitiría pagar la cuenta a plazos; me explicó que su familia había pasado por diversos reveses económicos y que hacía poco habían empezado a pagar algunas de las deudas atrasadas.
«Le aseguré que su crédito era bueno conmigo. Me preguntó si podría reparar sólo uno de los dientes en esa visita, y le aseguré que sí; de modo que di comienzo.
«Dado que tuve el tiempo suficiente, le arreglé ambos dientes, por lo que se sintió agradecida. Al terminar el trabajo, y al pensar en el discurso de usted, le dije que si para ella no era una ofensa, me gustaría obsequiarle el trabajo dental como un regalo de Navidad, que no le cobraría nada. Se quedó atónita. Pude percibir la gran tensión por la que había estado pasando al desbordársele lágrimas incontrolables de gratitud debido a un acto pequeño y sencillo de bondad. Quizás habían pasado muchos años desde que alguien le había hecho un pequeño favor. Sin poder articular palabra alguna, se fue.
«Tanto la enfermera asistente como la recepcionista se sintieron tan conmovidas por la reacción de ella que también derramaron lágrimas y casi no podían pronunciar palabra. Yo, por otra parte, me sentía doblemente feliz. Primero, al ver que un acto tan sencillo tuviera un efecto tan favorable en otra persona; y segundo, ¡por tener, por primera vez en la vida, a un paciente en mi oficina que estuviera llorando de felicidad y no de dolor!»
«Le envío mis mejores deseos.
«Atentamente,
«Un hermano en el Evangelio».
LA NAVIDAD ES PROFECÍA CUMPLIDA
En la víspera de Su nacimiento, la voz del Señor vino a Nefi, diciendo: «Alza la cabeza y sé de buen ánimo, pues he aquí, ha llegado el momento; y esta noche se dará la señal, y mañana vengo al mundo para mostrar al mundo que he de cumplir todas las cosas que he hecho declarar por boca de mis santos profetas»3.
¿Qué declararon los santos profetas de antaño? Más de 700 años antes del nacimiento de Cristo, Isaías profetizó: «Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel»4.
En el continente americano, el rey Benjamín dijo: «Porque he aquí que viene el tiempo, y no está muy distante, en que con poder, el Señor Omnipotente… morará en un tabernáculo de barro… sufrirá tentaciones, y dolor… Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio; y su madre se llamará María»5.
Entonces llegó la más importante de las noches en que los pastores velaban en los campos y se les apareció el ángel del Señor, anunciándoles: «…No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo… que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor»6.
Los pastores fueron deprisa al pesebre a tributar honores a Cristo el Señor. Más tarde, viajaron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: «… ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle… Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra»7.
Desde aquel entonces, el espíritu de dar obsequios ha estado presente en la mente de cada cristiano al conmemorar la época de la Navidad. Nuestro Padre Celestial nos dio a Su Hijo Jesucristo; ese precioso Hijo nos dio Su vida, la Expiación, y la victoria sobre la tumba.
¿Qué daremos, ustedes y yo, este año para la Navidad? Que en nuestra vida obsequiemos a nuestro Señor y Salvador el don de la gratitud al vivir Sus enseñanzas y seguir Sus pasos. De Él se dijo que «anduvo haciendo bienes»8. Al emular Su ejemplo, gozaremos del espíritu de la Navidad.
NOTAS
- «Gifts», en The Complete Writings of Ralph Waldo Emerson (1929), pág. 286.
- Cospel Ideáis (1954), pág. 551.
- 3 Nefi 1:13.
- Isaías 7:14.
- Mosíah3:5, 7-8.
- Lucas 2:10-11.
- Mateo 2:2, 10-11.
- Hechos 10:38.

























