Diciembre de 1977
Nuestro futuro hogar: el mundo espiritual
por Dale C. Mouritsen
Al participar en conversaciones con estudiantes y miembros de la familia, y escuchar comentarios como “¿Qué hay después de la muerte?”, casi siempre he encontrado que en ellos existen dos sentimientos: uno es el gran deseo de saber sobre el mundo espiritual que sigue a la vida terrenal; y el otro es una cierta cortedad por hacer preguntas al respecto, como si el tema del mundo espiritual fuera algo de lo cual no deberíamos hablar.
Pienso que siempre es apropiado que tengamos discreción al tratar cualquier tema sagrado, en este caso teniendo en cuenta especialmente que mucha de la “información popular” con respecto al mundo espiritual en nuestra sociedad actual, se refiere a relatos sensacionalistas de fantasmas, adoración del diablo y cosas similares, Por otra parte, el sano deseo de saber es bueno. Nuestros seres queridos que se han ido, han pasado a habitar en ese mundo, y algún día nosotros iremos a reunimos con ellos; éste es un tema sagrado y saludable, y con esa actitud debemos referirnos a él.
Más aún, el profeta José Smith afirmó que los santos deben estudiar el propósito de la vida y la muerte, que “es un tema que deberíamos estudiar más que cualquier otro”, “de día y de noche”. Y agregó:
“Si algo hemos de esperar de nuestro Padre Celestial, ha de ser conocimiento sobre este importante asunto.” (Enseñanzas del profeta José Smith pág. 399. Cursiva agregada.)
Por lo que vemos, tenemos el derecho a comprender el verdadero motivo de nuestra existencia; y también tenemos derecho a investigar, porque cuanto mejor comprendamos que el mundo espiritual es una extensión real de nuestra existencia mortal, menos probabilidades habrá de que pongamos nuestro corazón en las cosas de este mundo.
Uno de los relatos más hermosos en nuestra historia, sobre una experiencia vivida por el presidente Heber J. Grant, nos atestigua que el obtener un testimonio sobre la verdadera relación que existe entre la vida, la muerte y el mundo espiritual, puede darnos consuelo en tiempos de aflicción, ayudarnos a comprender mejor los propósitos de Dios y enseñarnos cuál es la naturaleza de nuestra existencia. El presidente Grant escribe:
“He sido bendecido con solamente dos hijos; uno de ellos murió a los cinco años de edad, y el otro a los siete. El último murió de una enfermedad en la cadera. Yo había alimentado grandes esperanzas de que él viviría para predicar el evangelio y ser una honra para su familia. Aproximadamente una hora antes de que muriera, soñé que su madre, que ya había muerto, venía por él, y que traía consigo un mensajero a quien le decía que se llevara al niño mientras yo dormía; en mi sueño, yo desperté y tomé a mi hijo, y luché desesperadamente por él, pudiendo finalmente alejarlo del mensajero que había venido a llevarlo; al hacerlo, tropecé y caí sobre él; pero caí sobre su cadera enferma y los terribles gritos de angustia y dolor del pequeño me enloquecían en el sueño. Cuando ya no podía soportarlo más, me levanté de un salto y salí corriendo fuera de la casa para no oír sus lamentos.
Soñé que al salir corriendo me encontré con el hermano Joseph Taylor y le conté todo lo que había pasado. Entonces él me dijo:
‘Heber, ¿sabes lo que haría yo si mi esposa viniera a buscar uno de nuestros hijos? Yo no lucharía por él, no trataría de impedirle que se lo llevara. Una madre que ha sido fiel y haya pasado al otro lado del velo, sabrá los sufrimientos y la angustia por los que tendría que pasar su hijo; sabrá si aquel niño tendría que pasar su vida como un lisiado y si sería mejor y más sabio liberarlo de esa tortura. Y si te detienes a pensar, hermano, que la madre de esa criatura bajó al valle de sombras para darle vida, debes admitir que ella es quien tendría que tener el derecho de dejarlo o llevárselo.’
Yo le respondí: ‘Creo que tienes razón, hermano; y si ella viene nuevamente, podrá llevarse al niño sin ninguna protesta de mi parte’.
Después de llegara esa conclusión, fui despertado por mi hermano, quien estaba con nosotros esa noche para ayudarnos a cuidar al enfermo. El me hizo entrar al cuarto y me dijo que mi hijo se moría. Después, fui a la sala y me senté; había una silla vacía entre la mía y la de mi actual esposa y sentía la presencia de la madre del pequeño sentada en ella, no dije nada al respecto, pero me volví hacia mi esposa y le pregunté: ‘¿Sientes algo extraño?’. Y ella me respondió: ‘Sí. Tengo la seguridad de que la madre del pequeño Heber está sentada entre nosotros, esperando para llevárselo’.
Quisiera explicar que, por naturaleza, soy una persona sentimental. Era hijo único y como tal fui criado con todo el amor que una madre puede prodigar a su hijo. Soy de carácter sensible y cariñoso, y me es fácil derramar lágrimas por mis amigos: lágrimas de alegría por su felicidad y de tristeza por sus pesares. Pero aquel día me senté junto al lecho de muerte de mi hijo y lo vi morir, sin derramar una lágrima; en esa ocasión, mi esposa, mi hermano y yo sentimos en nuestro hogar la influencia más dulce, serena y celestial que haya conocido en mi vida.” (Improvement Era, junio de 1940, págs. 330,383.) ‘ .
De acuerdo con la doctrina de los Santos de los Últimos Días, el mundo espiritual es el lugar de residencia para todos aquellos que han muerto, y que esperan la resurrección, o sea, la reunión inseparable de cuerpo y espíritu. Por lo tanto, no es ése el lugar donde moran nuestro Padre Celestial, el Señor, y otros seres resucitados. Más bien se trata de una condición o estado intermedio donde las personas aguardan la resurrección, una esfera donde los espíritus sin cuerpo viven en la condición que hayan merecido, de acuerdo con su vida mortal.
Hablando de esa condición, Alma declaró a su hijo Corianton lo que un ángel le había hecho saber a él:
“…que los espíritus de todos los hombres, luego que se separan de este cuerpo mortal, sí, los espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados ante aquel Dios que les dio la existencia.” (Alma 40:11.)
No significa esto que sean llevados directamente ante la presencia de Dios o al planeta en el cual vive El, sino que van al mundo espiritual. Alma continúa:
“…los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de felicidad que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus aflicciones, y de todo cuidado y pena.” (Al. 40:12.)
Poco antes de su muerte, Moroni se preparó para entrar en esta misma condición bendecida en el mundo espiritual.
“Pronto iré a descansar en el paraíso de Dios, hasta que mi espíritu y mi cuerpo se reúnan de nuevo, y sea llevado triunfante por el aire, para encontraros ante el agradable tribunal del gran Jehová, el Juez Eterno de vivos y muertos.” (Moro. 10:34.)
Pero no todas las personas merecerán ese descanso en el paraíso, Alma hizo una aclaración:
“…los espíritus de los malvados, sí, los que son malos —pues he aquí, no tienen parte ni porción del Espíritu del Señor porque escogieron las malas obras más bien que las buenas, por lo que el espíritu del diablo entró en ellos y se posesionó de su casa— éstos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos, lamentos y el crujir de dientes; y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad del diablo.” (Al. 40:13.)
En la misma forma en que el paraíso no será la morada eterna de los justos, tampoco el infierno del mundo espiritual será la eterna morada de los inicuos. Relatando su visión del mundo telestial, el profeta José Smith escribió:
“Estos son los que no serán redimidos del diablo sino hasta la última resurrección, hasta que el Señor, aun Cristo el Cordero, haya cumplido su obra.” (D. y C. 76:86.)
“Y los que son arrojados al infierno y padecen la ira de Dios Todopoderoso hasta el cumplimiento de los tiempos, cuando Cristo haya subyugado a todo enemigo debajo de sus pies, y haya perfeccionado su obra…” (D. y C. 76:106. Véase también Apoc. 20:13.)
El infierno en el mundo espiritual llegará a su fin cuando las personas sean resucitadas; entonces, por la expiación de Cristo, habrá una liberación. Los que todavía “permanezcan sucios” (los hijos de perdición), se quedarán en el infierno, pero éste será un lugar separado del correspondiente al mundo espiritual. (Véase D. y C. 76:43-49.) Después que los hijos de perdición sean resucitados, el mundo espiritual no tendrá más habitantes.
Pedro se refirió al mundo espiritual como a una “prisión”, y para algunos lo es, (Véase 1 Pe. 3:18-20, 4:6.) Sin embargo, es sobre todo, un lugar para aprender y esperar, no un lugar para sufrir; en él se enseñará a aquellos que no tuvieron en la vida mortal la oportunidad de recibir el evangelio, y a los que la tuvieron pero la rechazaron. El presidente Lorenzo Snow, cuando era Presidente del Consejo de los Doce, en una conferencia general declaró su absoluta convicción de “que cuando el evangelio se predique a los espíritus en la prisión, el éxito de los predicadores será mucho mayor que el que tengan nuestros misioneros en esta vida. Creo que muy pocos de esos espíritus no recibirán el evangelio, con alegría, pues las circunstancias allá serán mil veces más favorables” (Millenial Star, 56:50).
En resumen, el mundo espiritual es el hogar temporario de; los espíritus de toda la humanidad, hayan sido buenos o malos; de aquí que José Smith declarara que “los justos y los inicuos van todos al mismo mundo de los espíritus hasta el tiempo de su resurrección” (Enseñanzas…, pág. 379), a pesar de lo cual hay quienes se preguntan por qué Jesús le prometió al ladrón que fue crucificado junto a Él, que después de la muerte se encontrarían ambos en el paraíso. Con respecto a esto, el Profeta enseñó:
“Los traductores de la. Biblia dicen paraíso. Pero ¿qué es paraíso? Es una palabra moderna que no corresponde con la palabra original que Jesús empleó. Busquemos el original de Id palabra paraíso. Tan fácil sería encontrar una aguja en un montón de paja. Aquí tenéis la oportunidad para disputar, oh hombres sabios. No hay nada en la palabra original griega, de la cual ésta fue tomada, que signifique paraíso. Lo que se dijo fue: ‘Hoy estarás conmigo en el mundo de los espíritus: entonces te explicaré todas las cosas y contestaré tus preguntas’. Y Pedro dice que Jesús fue y predicó en el mundo de los espíritus (espíritus encarcelados, según 1 Pedro 3:19), a fin de que a quienes lo aceptaran, les pudiera ser correspondido por poder vicario, mediante los que vivieran en la tierra, etc.” (Enseñanzas…, pág. 378.)
Y después el Profeta agregó:
“Hades, del griego, o sheol, del hebreo, ambos términos significan el mundo de los espíritus. Hades, sheol, paraíso, espíritus encarcelados, todos representan una misma cosa: el mundo de los espíritus.” (Enseñanzas…, pág. 379.)
Esta aclaración del Profeta nos ayuda a entender las palabras del Salvador al ladrón. También la revelación de los últimos días nos ayuda a comprender mejor cómo es el mundo espiritual. Los espíritus son entidades tangibles. El presidente Brigham Young dijo:
“Los espíritus se reconocen entre sí, al igual que los cuerpos; sólo que éstos están compuestos por un elemento- tan refinado que no resulta tangible a la materia.” (Discourses of Brigham Young, pág. 379. Véase D. y C. 131:7-8.)
Con respecto a su ubicación, el profeta José Smith enseñó que el mundo espiritual está muy cerca de nosotros; en las palabras que pronunció en un funeral, declaró que “los espíritus de los justos son exaltados a una obra mayor y más gloriosa; por consiguiente, son bendecidos en su partida para el mundo de los espíritus. Envueltos en llamas de fuego, no se hallan lejos de nosotros…” (Enseñanzas…, pág. 402).
Una hermana que visitó el mundo de los espíritus y fue llamada de regreso a la mortalidad por el presidente Lorenzo Snow, tuvo una experiencia personal con respecto a lo que el Profeta enseñó:
“Algunos me preguntaron sobre sus parientes y amigos en la tierra. Entre ellos estaba mi primo, quien quiso saber cómo estaban sus padres, y me dijo que le apenaba mucho haberse enterado de que algunos de los muchachos estaban haciendo uso de tabaco, licor y algunas otras cosas que los podían dañar.” (Improvement Era, oct. de 1929, pág. 974.)
Es cierto que nuestros seres queridos que han muerto se preocupan mucho por nuestro bienestar y felicidad; y si la necesidad lo requiere, se les puede dar la asignación de traernos mensajes de advertencia, reprobación o instrucciones especiales.
El presidente Young confirmó que el mundo espiritual “está en esta tierra” (Discourses of Brigham Young, pág. 376.) Y en una conferencia general de la Iglesia, el presidente Ben-son dijo que “el mundo de los espíritus no está muy lejos. A veces, el velo que separa esta vida de la otra, se vuelve muy tenue. Nuestros seres queridos que han muerto, no están lejos de nosotros” (Ensign, junio de 1971, pág. 33).
Aparentemente, el mundo espiritual se encuentra incorporado al mundo físico. La tierra posee un espíritu, al igual que nuestros cuerpos lo poseen. El élder Parley P. Pratt escribió que el mundo espiritual “está aquí, en el mismo planeta donde hemos nacido; en otras palabras, la tierra y otros planetas similares tienen su esfera interior o espiritual, lo mismo que tienen una exterior o temporal; ésta está habitada por los tabernáculos temporales, y la otra por los espíritus. Se ha corrido un velo entre ambas esferas, por el cual todos los objetos que hay en la esfera espiritual son invisibles para los que están en la esfera temporal” (Key to theology, Des. Book 1965, págs. 126-127),
Es evidente que los justos que se encuentran en el mundo de los espíritus, están organizados en la misma forma que aquí, en familias y quórumes; el Sacerdocio opera allá lo mismo que acá. El presidente Brigham Young dijo:
Cuando los élderes fieles que poseen este Sacerdocio van al mundo espiritual, llevan consigo el mismo poder y el mismo Sacerdocio que poseían cuando estaban en su tabernáculo mortal.” (Discourses…, pág. 132. Véase también D. y C. 124:130.)
Vemos entonces que las bendiciones del Sacerdocio están presentes en el mundo de los espíritus. Un élder que estuvo detrás del velo y regresó, habló del orden que había visto allí:
“Mientras estuve en el mundo espiritual, observé que las personas allí estaban muy ocupadas y perfectamente organizadas para el trabajo que estaban realizando, el cual me pareció como una continuación de lo que estamos haciendo aquí; era algo similar a ir de una estaca a otra. No hubo nada que me pareciera extraño, sino que todo era muy natural.” (Reliej Society Magazine, ag. de 1920, pág. 455.)
Una hermana tuvo también una experiencia similar al visitar el mundo espiritual; el élder Rudger Clawson, que fue miembro del Consejo de los Doce al relatar el suceso dijo que “un guía estaba allí para recibirla, y la condujo a un gran edificio donde había muchas personas; todas ellas parecían sumamente ocupadas, sin que se viera en ninguna parte la menor traza de ociosidad” (Improvement Era, oct. 1929, pág. 977). Por supuesto, es posible que no todas las personas que están en el mundo de los espíritus estén tan bien organizadas, puesto que no todas han recibido las ordenanzas necesarias para obtener la exaltación.
Después de un hecho parecido que le sucedió al presidente George Albert Smith, él describió la parte que había visto del mundo espiritual:
“Un día perdí la conciencia de aquello que me rodeaba, y pensé que habría pasado al otro mundo. Me encontraba de espaldas a un grande y hermoso lago, frente a un enorme bosque. No había nadie a la vista, ni tampoco había bote alguno en el lago, ni ningún medio de transporte que me indicara cómo había llegado allí. Me pareció comprender que habiendo terminado mi obra en la mortalidad, había regresado a mi hogar. Empecé a mirar a mí alrededor para ver si lograba encontrar a alguien; pero no había evidencia de que viviera nadie allí y sólo se veían los frondosos y bellos árboles y el maravilloso lago.
Comencé a explorar el terreno, y pronto encontré un sendero que atravesaba el bosque y que parecía ser muy poco frecuentado, pues la hierba casi lo ocultaba.”
El presidente Smith siguió aquel sendero y después de un rato se encontró con su abuelo, con el cual tuvo la oportunidad de conversar. (Improuement Era, marzo de 1947, pág. 139.)
Aparentemente, no hay niños en el mundo espiritual, sino que todos los que allí residen tienen el aspecto de hombres y mujeres, el mismo que tenían antes de su nacimiento al mundo de los mortales. Cuando los niños mueren, su espíritu inmediatamente vuelve a tomar la apariencia de adulto al ir al mundo espiritual. Pero cuando vuelvan a sus cuerpos por medio de la resurrección, naturalmente volverán a ser niños que serán criados por padres justos y dignos. El presidente Joseph F. Smith explicó este concepto:
“Los espíritus de nuestros hijos eran inmortales ya desde antes de venir a nosotros, y después de la muerte, vuelven a ser como eran antes de ésta vida. Son entonces como habrían aparecido sí hubieran vivido hasta alcanzar la madurez y desarrollar su cuerpo físico a la misma estatura de su cuerpo espiritual. Si pudierais ver a un hijo vuestro que ha muerto siendo niño, quizás tuviera la apariencia que os permitiera reconocerlo, el aspecto que tenía en la infancia; pero si se os apareciera para traeros algún importante mensaje, quizás fuera como el espíritu del hijo del obispo Edward Hunter (que había muerto siendo un niño), y apareció a su padre con la estatura de un hombre, revelando su identidad con estas palabras: ‘Soy tu hijo’.
El obispo Hunter no comprendió y fue a hablar con mi padre, diciéndole: ‘Hyrum, enterré a mi hijo cuando era un niñito pequeño; pero el que ha venido a mí ha sido un hombre, un joven de aspecto noble y glorioso que se ha declarado mi hijo, ¿Cómo puede ser esto?’
Mi padre le explicó que el espíritu de Jesucristo tenía la estatura de un adulto cuando El nació en el mundo; en la misma forma, nuestros hijos estaban crecidos y habían alcanzado la plenitud de su estatura en el espíritu antes de venir a la mortalidad, la misma que tendrán después de pasar por esta tierra; y así también aparecerán cuando, una vez resucitados, hayan cumplido su misión.” (Gospel Doctrine, Des. Book Co. pág 455.)
Algunas personas se preocupan pensando que los niños que han muerto, aparentemente han perdido el privilegio de casarse, tener una familia y progresar en otros sentidos también. Pero las revelaciones que se han recibido concernientes al mundo espiritual, nos aseguran que allí existen entre las personas relaciones normales que conducen a sellamientos eternos. El élder Melvin J, Ballard, que fue miembro del Consejo de los Doce, dijo:
“Quiero deciros a vosotras, madres que os preocupáis por vuestros pequeños que han muerto, que no hacemos por ellos ningún sellamiento. Yo también perdí un hijo que tenía seis años. Pero después lo vi en el mundo espiritual, convertido en un hombre, y supe que había hecho uso de su libertad de elección, y que por su propia voluntad obtendría una compañera cuando llegara el momento y entonces, tanto él como todos aquellos que sean dignos, obtendrán todas las bendiciones y privilegios de los sellamientos de la Casa del Señor. No os preocupéis. Ellos están bien.
Os preguntaréis también en qué condiciones se encontrarán vuestras hijas, las que han muerto sin haber sido selladas a un hombre. Esta Iglesia tendrá el poder sellador para siempre jamás, y ellas no serán dejadas de lado. No podemos tratar de correr más de lo que el camino que el Señor ha provisto nos lo permita. A su debido tiempo, ellas recibirán todos los privilegios y las bendiciones a que se hagan acreedoras; entretanto, también están a salvo,” (Sermons and missionary Services of Melvin J. Bailará, por Bryant S. Hinckley. Des. Book Co. pág. 260.)
José Smith, en su Visión del Reino Celestial, vio “que todos los niños que mueren antes de llegar a la edad de responsabilidad se salvan en el reino de los cielos” (ver. 10). Más aún, el presidente Joseph F. Smith dio la siguiente explicación:
“José Smith enseñó la doctrina de que el pequeño que ha dormido en la muerte, se levantará en la resurrección como un niño. En una ocasión, le dijo a una madre que acababa de perder su hijo: ‘Usted tendrá el gozo, la satisfacción y el placer de criar a este niño después de la resurrección, hasta que su cuerpo alcance la misma madurez de su espíritu’. Después de la resurrección, hay restitución, hay desarrollo, hay progreso. Amo esta verdad, porque ella le habla a mi alma de una felicidad y un gozo indescriptibles, y la llena de gratitud. Gracias sean dadas al Señor, que nos ha revelado estos principios.” (Gospel Doctrine, pág. 455-56.)
Por las palabras del Profeta debemos entender, entonces, que “la única diferencia entre la muerte de un joven y la de un anciano, es que uno vive más tiempo en el cielo y en la eterna luz y gloria que el otro, y es librado de este miserable mundo inicuo un poco más pronto. No obstante, perdemos de vista toda esta gloria por un momento y lloramos la pérdida del que se nos ha muerto, pero no lloramos como los que se hallan sin esperanza” (Enseñanzas…, pág. 238).
Esto no quiere decir que debamos estar ansiosos por dejar esta vida terrenal, sino que Índica que los padres que han perdido hijos, pueden encontrar un consuelo en estas verdades del evangelio. Ciertamente, debemos empeñarnos ansiosamente en completar con éxito nuestra misión en la vida. Por ejemplo, cuando la joven esposa del presidente Wilford Woodruff murió, él se sintió inspirado a ungirla y reprender a los poderes de la muerte. Más tarde, describió el incidente con estas palabras:
“Su espíritu volvió al cuerpo, y desde aquel momento se restableció completamente. Todos nos sentimos inclinados a alabar el Nombre de Dios, confiar en Él y guardar sus mandamientos,
En los momentos que precedieron a mi decisión de ungirla (según me contó ella después), su espíritu salió del cuerpo y ella vio su cuerpo acostado en la cama, y a las hermanas, que lloraban; también nos vio a mí y al pequeñito y, mientras contemplaba esta escena, dos personajes aparecieron en el cuarto; uno de ellos le informó que se le daba la oportunidad de elegir: podía ir a su descanso en el mundo espiritual o, con una condición, tendría el privilegio de volver a su tabernáculo de carne y continuar sus labores en la tierra. La condición era que se sintiera capaz de apoyar a su marido, y pasar con él por todas las tribulaciones, preocupaciones, pruebas y aflicciones de la vida, a las cuales él se vería sometido hasta el fin por causa del evangelio. Al contemplar otra vez a mí y a nuestro pequeño hijo, ella respondió que estaba dispuesta a hacerlo.
En el mismo momento que ella tomó esa decisión, el poder de la fe descansó sobre mí y, tan pronto como la administré, su espíritu volvió a entrar en su tabernáculo de carne…,” (Leagues Fromm my Journal, Des. News. págs. 59-60.)
La perspectiva que el mundo espiritual ofrece a los Santos de los Últimos Días, revela que allí se está llevando a cabo la obra misional. Más aún, en esta esfera se centra el programa misional más magnífico y extenso que la mente pueda imaginar. El presidente Brigham Young declaró:
“Comparad a la cantidad de habitantes de la tierra que han Oído el evangelio en nuestros días, con los millones que jamás lo han oído ni han tenido a su disposición las llaves para la salvación, y llegaréis inmediatamente a la conclusión de que en el mundo espiritual hay una gigantesca obra por realizar.” (Journal of discourses, 4:285.)
¿Y cómo se llevará a cabo esta obra? En su Visión de la redención de los muertos, el presidente Joseph f. Smith nos revela algunos puntos sublimes con respecto a esa interrogante. (Véase especialmente los versículos 29-37.)
¿Quién aceptará el mensaje en ese ministerio divino? La Visión del Reino Celestial de José Smith, nos da la respuesta. Maravillado ante el hecho de que su hermano Alvin pudiera tener derecho a una herencia celestial, puesto que había muerto antes de la restauración del evangelio, José Smith oyó la voz del Señor diciendo:
“Todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, quienes lo habrían recibido si se les hubiese permitido quedarse, serán herederos del reino celestial de Dios;
también todos aquellos que de aquí en adelante murieren sin tener conocimiento de él, quienes lo habrían recibido de todo corazón, serán herederos de ese reino;
pues yo, el Señor, juzgaré a todos los hombres según sus obras, según los deseos de su corazón.” (Ver. 7-9.)
No obstante, este ministerio en el mundo de los espíritus no será suficiente para lograr la salvación de los muertos. ¿Por qué? Porque se requiere lo mismo para la salvación de un muerto que para la de un vivo. José Smith dijo que “no deben alterarse ni cambiarse las ordenanzas que fueron instituidas en los cielos antes de la fundación del mundo, en el sacerdocio, para la salvación de los hombres. Todos tienen que salvarse de acuerdo con los mismos principios” (Enseñanzas…, pág. 376). Y más aún, el Profeta declaró que “si un hombre ha de recibir la plenitud del sacerdocio de Dios, debe obtenerla de la misma manera que Jesucristo la alcanzó, que fue por guardar todos los mandamientos y obedecer todas las ordenanzas de la Casa del Señor” (ib i d.). Los muertos no pueden quedar exentos. Nosotros sólo podemos hacer por ellos la obra de las ordenanzas, pero ellos tienen que creer, arrepentirse y obedecer el evangelio, si desean la salvación.
En resumen, el mundo espiritual es el lugar adonde van los espíritus sin cuerpo que ya han pasado por esta vida. Es una esfera tangible y substancial incorporada a la tierra, y el punto focal de un esfuerzo misional masivo, en el cual nosotros tomamos parte. Es un mundo que se encuentra mucho más cerca de nosotros de lo que creemos, y al cual nos unen los lazos familiares que tenemos con nuestros seres queridos que ya han dejado esta esfera terrenal.
Dale Mouritsen es director de seminarios e institutos en San José, California.
























