Cumpliendo el cometido celestial

1977 Conferencia de Área en la Bogotá, Colombia
Cumpliendo el cometido celestial
por el élder A. Theodore Tuttle
del Primer Consejo de los Setenta
Sesión General de la mañana

A. Theodore TuttleMis queridos hermanos, es para mí un gran privilegio el estar aquí con vosotros otra vez. Este es un día muy especial en la historia de la Iglesia en estos países; siempre es una ocasión muy especial cuando el Profeta del Señor puede estar presente. Quizás desde los días del Libro de Moraron, no han caminado juntos en esta tierra un Profeta y tantos líderes de la Iglesia, y ciertamente desde aquellos días no se han reunido tantos miembros de la Iglesia de Jesucristo de esta área para escuchar la palabra de Dios. Seguramente esto se puede asemejar a los días del rey Benjamín, cuando éste llamó a todo su pueblo para instruirlo. Relatad a vuestros hijos y a los hijos de vuestros hijos acerca de los días en que escuchasteis al Profeta del Señor; haced que tas futuras generaciones recuerden lo que él dijo. Para nosotros, en nuestros días, su mensaje es vital.

La obra de la Iglesia restaurada en estos tres países es muy joven; en cada uno de ellos sólo ha habido tres presidentes de misión, sin embargo, en todos la obra ha progresado firmemente. Ya se ha organizado una estaca en Bogotá este año, y hay posibilidades de que otras estacas se organicen en otros países antes de que el mismo termine.

De todas las unidades de la Iglesia representadas aquí, vosotros habéis enviado ciento catorce misioneros de tiempo completo al campo misional. Esto es encomiable; sin embargo, es sólo el comienzo; tenemos que tener cientos más de misioneros, si vamos a llevar el mensaje del evangelio a cada persona.

El presidente Kimball dijo recientemente: “Un hogar feliz, no es sólo el cielo en la tierra, sino la fuerza de la nación”. Un pueblo o nación no puede ser grande sin hogares felices y fuertes. Lo aprendemos del evangelio restaurado de Jesucristo; aprendemos a establecer el hogar sobre cimientos apropiados, a organizarlo correctamente y después a hacer que funcione apropiadamente,

Padres, vuestro es el derecho a decidir; se espera que vosotros poseáis el sacerdocio. Debéis evitar la tendencia casi universal a ejercer injusto dominio, ya que vosotros presidís; no debéis forzar, obligar ni exigir obediencia de vuestras esposas e hijos, más bien, vosotros mismos obedeceréis al Señor y viviréis verdaderamente los principios de los conceptos patriarcales. Como, el Señor nos ha aconsejado, usaréis persuasión, longanimidad, gentileza, mansedumbre y amor verdadero, benignidad y un conocimiento puro para poder guiar a vuestra familia.

Vosotras, las esposas, sois las compañeras de vuestros esposos en este gran esfuerzo; los apoyaréis y los ayudaréis, dado que vuestros esposos son en verdad la cabeza del hogar. Vosotras, las esposas, sois el corazón del hogar. Cada uno de vosotros tiene un papel diferente que desempeñar; el uno es tan importante como el otro. Vosotros dos tenéis que estar unidos en la enseñanza y crianza de vuestros hijos; los dos debéis poseer un entendimiento claro de la importancia de vuestra responsabilidad. Como padres, vuestro primer deber en la Iglesia es vuestra responsabilidad hacia vuestras familias. Mientras mucho se habla de la importancia de la responsabilidad de los padres, a menudo fallamos en dar a la familia, tanto tiempo, energía y entusiasmo, como damos a otras cosas de nuestra vida, como por ejemplo a nuestros empleos, placeres, e incluso a nuestro trabajo en la Iglesia.

En esta Iglesia se nos ha enseñado que cuando uno da más importancia a los negocios o placeres que al hogar, en ese momento comienza a debilitar su alma. El problema, generalmente, es la falta de entendimiento de la importancia de la familia, así como también la falta de planeamiento y disciplina para llevar a cabo las metas preestablecidas como padres; debemos analizarlo cuidadosamente, orar específicamente y esforzarnos ardientemente para lograr el crecimiento y desarrollo de cada hijo. Necesitamos dar más importancia al desarrollo del carácter que a la comodidad, el placer, o cualquier otra cosa. Tal vez el aspecto más importante de un verdadero hogar de un Santo de los Últimos Días, es una gran armonía y unidad entre los cónyuges.

El presidente McKay dio un consejo específico para ayudar a un matrimonio a lograr una unidad mayor en el hogar:

“No digáis algo que pueda herir a vuestra esposa, que la haga llorar, aun si ella os provocase; daos cuenta de que los hijos son vuestras posesiones eternas, son tesoros de la eternidad. No os arriesguéis a poner enfrente de ellos un ejemplo impropio.”

Vosotros sois hombres del sacerdocio y sois líderes; debéis controlaros. Un hombre débil es aquel que se deja llevar por la pasión del momento. Ya sea que esté trabajando con su máquina, o arando, o escribiendo, o haciendo cualquier cosa en el hogar, un hombre del sacerdocio no debe permitir que la pasión le gobierne. Aprended a ser honestos; pensad hermanos, cuántos matrimonios se salvarían y cuántos serían más felices y fuertes, si todos nosotros siguiéramos el consejo del Profeta.

Que cada uno de nosotros se dedique a tener un hogar ideal; hagámoslo nuestra meta. No siempre es fácil establecer comunicación entre marido y mujer, o entre padres e hijos, por lo que hago una sugerencia: Padres, estableced el hábito de tener una conversación o entrevistas privadas con cada uno de vuestros hijos individualmente. En estas visitas reafirmad vuestro amor incondicional hacia todos los miembros de la familia. El amor incondicional es un amor que no está basado en la benevolencia u obediencia de nadie, sino que es un amor que vosotros sentís por ellos, sencillamente porque ellos son vuestros. Esta es aproximadamente la clase de amor que el Padre Celestial siente hacia nosotros. Esta costumbre de hablar privadamente, y escuchar —y tal vez escuchar sea más importante que hablar— construye puentes de comunicación que no sólo son agradables, sino esenciales; existen muy pocos problemas que no puedan ser resueltos entre padres e hijos, si los canales de la comunicación se mantienen abiertos. Esta costumbre requiere planeamiento y tiempo, y bien vale todo el esfuerzo requerido para desarrollar familias felices y fuertes.

¡Cuán bendecidos somos, hermanos, por pertenecer a la iglesia de Jesucristo y tener el conocimiento que tenemos y las instrucciones que recibimos de los líderes de la Iglesia! Seguid adelante, mis hermanos, sed ciudadanos buenos, sed miembros de la Iglesia fieles. Yo sé que Dios vive, yo sé que Jesucristo es el Hijo de Dios y Él es nuestro Redentor y Salvador. Sé que el profeta José Smith, era un Profeta de Dios, sé también que el presidente Kimball es el Profeta actual del Dios viviente. Que el Señor os bendiga, hermanos, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

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