Conferencia General Octubre 1974
Vuestra preparación para la misión

por el presidente A. Theodore Tuttle
del Primer Consejo de los Setenta
No tenemos ni siquiera la mitad de los misioneros necesarios; preparaos, que sois necesarios
Jóvenes, deseo aconsejaros con respecto a vuestras futuras misiones. En un tiempo fui joven como vosotros; quizás eso os parezca hace mucho tiempo, pero para mí es tan sólo un momento. He pasado por cada día de cada año de vuestras vidas—y muchos, muchos más. También soy padre y durante mi vida he tenido mucha experiencia con los jóvenes.
Cuando el Profeta de Dios declara que ahora es el tiempo de aumentar nuestros esfuerzos e incrementar la fuerza misional, ¡ahora es el tiempo!
Hace poco conversé con un joven acerca de una misión quien dijo: «No quiero ir.» Le pregunté: «¿Y eso qué tiene que ver? Lo mismo te necesitamos.»
El presidente Kimball ha dicho que no tenemos suficientes misioneros. ¿No os dais cuenta que no importa si deseáis ir o no? ¡Os necesitamos! ¿Sabéis lo que significa ser necesitado? En el campo de la misión es donde se forjan y fortalecen los lazos de la hermandad; desarrollaréis el amor por el compañero con quien os arrodilléis en oración diaria. Aprenderéis a amar a la gente con quienes os asociéis, no importa su raza o situación; y ellos os amarán a vosotros. Os amarán porque vosotros les llevasteis el evangelio.
Los conversos siempre recuerdan a aquellos que Ies enseñaron el evangelio. He oído a muchos conversos hablar casi en forma reverente acerca de «nuestros misioneros». Imaginad, que haya personas que oren por vosotros. ¿Comprendéis lo que eso significa? Esta siempre será una influencia purificadora en vuestras vidas.
Muchas personas en el mundo están orando para recibir la verdad; vosotros sois los únicos que podéis llevársela. En la actualidad hay solamente 18.000 misioneros que están sirviendo una misión; hay casi 60.000 de entre 19 y 25 años de edad que no han servido una misión. Necesitamos más, muchos más. El servicio misional es más importante que cualquier otra cosa; el matrimonio no le precede en importancia, los trabajos tampoco tienen prioridad, los estudios pueden ser interrumpidos para cumplir con este llamamiento. Las actividades universitarias se pueden adaptar a fin de satisfacer los requisitos tanto educativos como misionales. Algunos de vosotros quizás tengáis impedimentos físicos; pero podréis tener oportunidades para servir localmente.
La dignidad moral es de primordial consideración; no deseamos inconstancia de carácter cuando se requiere fortaleza espiritual. ¡Estudiad! Comprad algunos lápices de colores con los que podáis subrayar versículos importantes en el Libro dé Mormón. Otra herramienta de la obra misional es saber hablar un idioma extranjero; estudiad idiomas ya que debemos familiarizarnos «con los idiomas, lenguas y pueblos.» (D. y C. 90:15.)
Aprended a orar constantemente, arrodillaos cada mañana y noche; estad en buenas relaciones con el Señor. Tal como el joven que dijo: «Siempre que paso por la Iglesia, me detengo para visitarla, para que cuando sea llevado en un féretro, el Señor no pregunte: ‘¿Quién es?'».
Acordaos que los jóvenes suelen tener mucha hambre, sean o no misioneros, pero especialmente si lo son. Aprended a cocinar algunas cosas sencillas pero útiles; aprended a lavar los platos, a coser un botón. Esta no es sólo tarea «de mujeres.» Vosotros no tendréis esa clase de compañía en el campo misional. Si no podéis hacerlo, probablemente vuestro compañero tampoco lo hará y, naturalmente, no queremos enviar a vuestras madres junto con vosotros.
Algunos de los lugares donde residen los misioneros no son muy ordenados; la razón es porque no aprendieron desde pequeños a levantar, colgar, doblar y guardar. Por cierto podéis empezar ahora, pero hacedlo con calma o asustaréis a vuestras madres. Lustrad los zapatos; planchad los pantalones; aprended a lavar, a almidonar y planchar los puños y cuellos de las camisas.
La moda viene y va; por suerte estamos alejándonos del período de vestir desaliñados, al estilo «hippy.» Sed cuidadosos en la manera de vestir. Sería mejor que aprendierais ahora a vestir de acuerdo con las normas de la Iglesia. Si os cortarais un poco el pelo ahora, más tarde cuando salgáis para la misión no será tan doloroso. No sólo mejora la apariencia exterior sino que en realidad parece también hacer algo por su interior. Si intentáis vestir de acuerdo a la moda y ser naturales, no ofendáis el buen gusto. Cuando vamos a adorar al Señor, debemos vestirnos con lo mejor y más limpio que tengamos. Algunos de vosotros padres, bien podríais beneficiaros con estas sugerencias, pero esto corresponde a otra prédica.
¿A dónde iréis en vuestra misión? Si sois normales, y esperamos que lo seáis—la verdad es que ese es uno de los requisitos— desearéis ir a un lugar exótico, en un país lejano; o desearéis ir a la misión donde sirvieron vuestros padres, eso también es normal. Hay algunos jóvenes en esta Iglesia que creen que hay sólo una verdadera misión, aquella donde trabajaron sus padres. ¿Habéis notado alguna vez a vuestro padre cuando alguien menciona la misión donde él predicó? Siempre adquiere esa mirada pensativa, se alegra y se tiene que quitar los lentes para limpiarse algo de los ojos. Todo hombre merece ese cálido sentimiento que se experimenta con sólo reflexionar en aquellos maravillosos días de misionero. De manera que, tal como los demás, iréis adonde seáis llamados.
Ahora cuesta aproximadamente $130 dólares mensuales para financiar una misión. Para cuando estéis listos para ir, quizás sea más; lo cual significa que necesitaréis entre tres y cuatro mil dólares para llevar a cabo vuestra misión. Algunos de vosotros no disponéis de suficiente dinero; tendréis que conseguirlo. El Señor os ayudará, tanto a vosotros como a vuestras familias. Debéis empezar ahora; hablad con vuestros padres; conseguid un trabajo; trabajad con ahínco; ahorrad dinero. Algunos jóvenes juegan demasiado, miran demasiada televisión y son ociosos. Abrid una cuenta bancaria, pero os amonesto: no despilfarréis vuestro dinero misional para comprar una motocicleta, luego un tocadiscos, discos, etc. No os justifiquéis con la excusa de que se trata de una «inversión» que puede convertirse en dinero en efectivo poco antes de salir a la misión. Quizás la auto negación y el ahorro sean las bendiciones más grandes que resultan como consecuencia del servicio misional.
Después de que hayáis hecho todo lo posible, algunos quizás necesitéis todavía hablar con vuestro obispo, quien tal vez tenga algunas sugerencias que puedan seros de ayuda.
Cuando regreséis de la misión seréis dos años mayores. Esta noche quizá penséis que eso no tendrá demasiada importancia; sin embargo, os aseguro una cosa, habrá entonces algunos cambios significativos. La demora del noviazgo y el matrimonio es una sabia decisión; tal vez cambiéis de opinión en cuanto a vuestra compañera, muchos lo hacen por decisión propia o de ella.
Mientras que la misión no garantiza un matrimonio feliz y próspero, sí estabiliza muchas cosas en la vida, las cuales afectan en verdad el matrimonio. La madurez que se adquiere en el campo misional hace que sean mejores el compañero o la compañera que se paren a ambos lados del altar.
Ahora, jóvenes, os hago una advertencia. Tened cuidado con la señorita que no considera importante el servicio misional; cuidaos de la jovencita que os tienta y desanima para que no vayáis a la misión. Estad alertas. ¿Es esa la clase de persona que deseáis por compañera eterna? Haríais bien en poner fin a esa clase de noviazgo.
No sois muy jóvenes para lograr un testimonio y expresarlo. En una conferencia de estaca le pedimos a una jovencita que hablara por unos momentos ya que acababa de regresar del espectáculo anual que se realiza en el Cerro Cumora (Nueva York). Expresó un ferviente testimonio. Después de ella le pedimos a Gary, un joven de 17 años de edad, que hablara. Pareció sorprendido al oír su nombre; se puso de pie y pasó al frente. Sus primeras palabras fueron: «No sé por qué me pidió el presidente que diera mi testimonio; ni siquiera tengo un testimonio,» (refiriéndose evidentemente al tipo de testimonio expresado por la señorita). Durante varios minutos habló acerca del seminario, expresó su gratitud por su familia y luego dijo: «Sé que el evangelio es verdadero, en el nombre de Jesucristo. Amén.»
Los testimonios se obtienen mediante el don y el poder del Espíritu Santo. Logramos un testimonio cuando lo expresamos. Aprovechad la oportunidad de hacerlo cuando sea apropiado. Si deseáis un testimonio y lo buscáis, lo recibiréis. Tendréis la oportunidad de testificar ante miles de personas, lo cual tendrá más efecto en ellas que cualquier otra cosa que hagáis. Por esa razón sois llamados, para testificar que Jesús es el Cristo, que José fue un profeta, que esta Iglesia es verdadera, y dirigida por un profeta viviente.
Hay miles de jóvenes aquí, que no son capitanes del equipo de fútbol, presidentes del alumnado escolar, etc., todo al mismo tiempo. Socialmente se sienten inadecuados; sus calificaciones no son muy buenas y se preguntan si estarán capacitados para servir en una misión. Joven, implanta firmemente en tu corazón un deseo de servir al Señor y declarar el evangelio: «Porque sé que él concede a los hombres según sus deseos, ya sea para muerte o para vida.» (Alma 29:4.) Sé que esta promesa es verdadera. El Señor os ama y os necesita. Quizás no tengáis todas las cualidades que quisierais tener, pero poseéis un gran potencial. Algunos de vosotros habéis cometido errores, algunos tenéis hábitos personales que son perjudiciales. Habladle al Señor respecto a ellos, esta noche; si estáis sumamente abrumados, hablad con vuestro padre; quizás aún necesitéis ver a vuestro obispo, pero arreglad ahora vuestros problemas.
Los mejores misioneros en la Iglesia han sido hombres humildes, hombres que han pagado el precio de la faena honrada, hombres que vivieron cerca del Señor y confiaron en El. Vosotros también podéis ser contados entre los grandes. Decididlo esta noche.
Imaginaos de pie en la pila bautismal con vuestro converso, levantando el brazo derecho y pronunciando las palabras: «Habiendo sido autorizado por Jesucristo, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.» (D. y C. 20:73.)
Quizás vosotros seáis los ganadores en las competencias atléticas o deportivas; tal vez podáis hacer y lograr muchas cosas emocionantes, pero pocas serán las experiencias que igualen a ese tranquilo y emotivo momento cuando registréis en vuestro diario: «Hoy bautizamos a la familia R. . . . ¡Es una familia maravillosa!»
Sé que Dios vive, sé que Jesús es el Cristo, sé que José Smith fue un Profeta, sé que el presidente Spencer W. Kimball es el Profeta viviente en la tierra hoy día; en el nombre de Jesucristo. Amén.
























