Corrientes oceánicas e influencias familiares

29 de Octubre de 1978. Conferencia de Área en Buenos Aires, Argentina
Corrientes oceánicas e influencias familiares
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballRecuerdo claramente la oportunidad en que vi por primera vez un témpano de hielo. Sucedió en el año 1937, cuando mi esposa y yo regresábamos de Inglaterra.

Un día, encontrándonos navegando en el océano, sentimos una gran conmoción entre los pasajeros del barco. Se había avistado un témpano y la mayoría de las personas se-precipitaron hacia cubierta para ver el maravilloso espectáculo. A la distancia pudimos ver la gran mole blanca que se destacaba contra el obscuro mar y el deslumbrante azul del cielo.

Flotaba en las tranquilas aguas a semejanza del pico de una alta montaña; era una vista verdaderamente hermosa de observar. Toda mi vida había oído hablar de ellos, pero nunca había tenido la oportunidad de ver uno.

La vista del témpano nos recordó el hundimiento del Titanic, el gran transatlántico británico que se encontró con el desastre en su primer viaje oceánico. Un enorme témpano chocó contra aquel enorme y flamante barco, en la tarde del 14 de abril de 1912. Mil quinientas personas se ahogaron con el hundimiento del Titanio, y sólo setecientas tres lograron salvarse.

En 1970, mientras viajábamos en avión desde Inglaterra hacia los Estados Unidos, sobrevolamos Groenlandia y tuvimos la oportunidad de verlos nuevamente. La mayor parte del viaje lo habíamos hecho por arriba de un manto de nubes, pero al pasar sobre Groenlandia, el cielo estaba claro y completamente libre de nubes. Brillaba el sol, y pudimos apreciar toda aquella belleza y grandeza. A la distancia se vislumbraba el espeso manto de hielo que recubre la gran isla ártica^ Vimos los espesos glaciares deslizándose lentamente hacia los valles en dirección al mar, donde se quebrarían en secciones y se convertirían en témpanos. Los fiordos o desfiladeros, se encontraban llenos de montañas flotantes de hielo a la deriva con rumbo al océano. Ese era el lugar de origen de incontable número de témpanos similares a los que habíamos visto hacía 33 años.

Los témpanos producidos por el manto ártico de Groenlandia, siguen un curso bastante certero. A medida que la silenciosa corriente oceánica del Labrador se mueve incesante hacia el sur a través de la bahía de Baffin y el estrecho de Davis, arrastra consigo esos enormes témpanos, aun en contra de la fuerza de los vientos, las olas y las mareas.

Comparé estos conflictos de los poderes de la tierra con los resultados que encontramos en la vida. Cuando la corriente de la vida familiar está definida y se desarrolla por medio de enseñanzas correctas, controlamos a menudo la dirección de las olas y los vientos de numerosas influencias adversas a que se ve sometida la familia.

Fuera del alcance de nuestra vista, bajo las olas del océano, existen fuerzas de tremendo poder que debemos reconocer, y del mismo modo, existen poderosas fuerzas invisibles en nuestra propia vida.

El gran río Mississippi es sólo un riachuelo comparado con las grandes corrientes oceánicas; la del Labrador es quizás miles de veces más poderosa; la corriente del golfo a pesar de ser de menor magnitud, tiene un caudal quizás mil veces mayor que el río Mississippi. Año tras año, la corriente del Labrador arrastra miles de témpanos de hielo desde su lugar de origen hasta que se desintegran derritiéndose en las cálidas aguas de la Corriente del Golfo.

Del mismo modo que con los témpanos, nuestro curso en la vida se ve determinado por ciertas fuerzas que podemos percibir sólo parcialmente. También es cierto, sin embargo, que nos parecemos más a los barcos que a los témpanos. Contamos con nuestra propia fuerza motivadora o motriz, y si conocemos las corrientes, o estamos prevenidos, podemos sacar ventaja de ellas.

Si en nuestras familias podemos crear una corriente poderosa, permanente, que siga un curso fijo hacia la meta de la justicia y la’ rectitud en la vida, tanto nosotros como nuestros hijos podremos seguir hacia adelante, aun a pesar de los vientos en contra que son las dificultades, las desilusiones, las tentaciones y la moda.

Tanto los jóvenes como los adultos se encuentran poderosamente sometidos a tantos vientos en contra, que muchas veces nos preguntamos si podrán sobrevivir. Los vientos de la moda empujan poderosamente a los inseguros que requieren el sentimiento de aceptación de las multitudes o las mayorías. Los vientos de la tentación sexual impulsan a otros a destruir su matrimonio o a arruinar brillantes perspectivas matrimoniales degradándose a sí mismos. Las malas compañías, el vicio de las drogas, la arrogancia de lo profano, el lodazal de la pornografía; todos estos hechos e influencias actúan sobre nosotros, si no somos guiados por una corriente fuerte y permanente que nos conduzca hacia una vida recta y justa. Nuestra vida en el hogar paterno y familiar, debe determinar y fortalecer la corriente de nuestra existencia.

En cada uno de nosotros existe el potencial de llegar a ser un dios; puro, santo, verídico, influyente, poderoso, independiente de las fuerzas terrestres. Por las Escrituras aprendemos que cada uno de nosotros tiene una existencia eterna; que en el principio existimos con Dios y ese conocimiento nos brinda un peculiar sentido de la dignidad humana.

Claro está que no existe garantía alguna de que todo padre justo, tenga siempre éxito en conservar a sus hijos, y sin lugar a dudas, podrá existir una gran posibilidad de que los pierdan si no llevan a cabo un esfuerzo sincero y poderoso. Los hijos tienen, sin lugar a ninguna duda, su libre albedrío, pero si como padres fracasamos en nuestra tarea y responsabilidad de ejercer la correcta influencia en nuestras familias, guiándolas por el sendero estrecho y recto, entonces con toda seguridad, las olas, los vientos de la tentación y las maldades, se encargarán de llevar nuestra posteridad fuera del camino de la rectitud y la justicia.

“Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.” (Proverbios 22:6.)

Lo que sí sabemos con seguridad, es que los padres justos que se esfuercen por desarrollar influencias sanas en sus hijos, serán hallados sin culpa en el último día, y tendrán éxito en conservar al menos si no a todos, a la mayoría de sus hijos.

La competencia que se lleva a cabo por ganar nuestras almas, está descrita por el rey Benjamín:

“Porque el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se -vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, así como un niño se sujeta a su padre.” (Mosíah 3:19.)

El “hombre natural” es el hombre mundano que ha permitido que las rudas pasiones animales se sobrepusieran a sus inclinaciones espirituales.

En una oportunidad visitamos algunos países donde los niños estaban expuestos a una constante propaganda anti religiosa en las escuelas públicas. Pregunté a los líderes de la Iglesia en esos países, cómo podían mantener a sus niños dentro de la Iglesia y la fe, a pesar de esa situación en la que se encontraban. Ellos me contestaron: “Entrenamos escrupulosamente a nuestros hijos en el hogar, para que puedan distinguir la verdad del error, entonces, en el diario contacto con las filosofías ateas, éstas simplemente les resbalan, sin penetrar en su mente ni perjudicarles de ninguna manera. Nuestros hijos nos aman y creen en nosotros, siendo ésos unos de los motivos poderosos por los que permanecen fieles en la fe.”

Un matrimonio bueno y seguro, donde exista una firme determinación de llevar a cabo los ajustes personales necesarios para vivir juntos y felices por la eternidad, constituye un excelente comienzo. Con un comienzo tan firme, nuestros niños desarrollan un benéfico sentimiento de seguridad.

Los eruditos de nuestros tiempos aseguran que en esta época de vertiginosos cambios, la gente sufre problemas psicológicos como consecuencia de los problemas de comunicación y contacto humanos. Aun la misma movilidad a que se ve sometida nuestra sociedad, donde las familias se mudan a menudo de un lugar a otro o de una comunidad a otra, significa que los niños se ven sometidos a la pérdida de contacto con amigos y vecinos, con la gran relación familiar que les inculca seguridad .psicológica, como lo son los abuelos, tíos, primos, etc. Asimismo es importante desde el punto de vista familiar, cultivar un sentido de pertenencia y continuidad familiar, que nos aseguren que a pesar de cualquier cambio que ocurra fuera del hogar, habrá siempre aspectos fundamentales de nuestra relación que jamás cambiarán. Debemos hablar de ellos, hacer un esfuerzo grande para mantener correspondencia, visitamos mutuamente, formar organizaciones familiares, etc.

¿Cuándo fue la última vez que tomamos a nuestros hijos en nuestros brazos o les pasamos el brazo alrededor del hombro para decirles que los amamos? ¿Cuánto hace que vosotros, esposos y esposas, comprasteis un regalito, por barato que fuera, y le disteis como sorpresa al otro cónyuge por el sólo hecho de hacer algo que le agradara? ¿Cuándo fue la última vez que llevasteis una rosa para vuestra esposa, o que cocinasteis algo especial para vuestro esposo, o hicisteis cualquier otra cosa agradable para el uno o el otro, sólo para hacer brillar la vida con más calor y afecto?

Si en alguna oportunidad —como las hay muchas— hubiera una campaña de contribución para los fondos de construcción, o para la Cruz Roja, o se dedicara un sábado de trabajo para ayudar al quorum de élderes, aseguraos de que los niños estén enterados de la misma, y si fuera posible, tratad de que ellos también tengan alguna responsabilidad con la que contribuir en el proyecto.

Asimismo, toda la familia podría asistir al bautismo y a la ordenación de algún miembro de la misma, o apoyar con gritos de aliento y entusiasmo a algunos de los varones en algún partido de fútbol o básquetbol. La noche de hogar es particularmente el momento en que todos deben participar unidos.

El hogar es el lugar donde debe practicarse la confianza en el Señor en forma familiar y como experiencia común, y no reservarla para ocasiones especiales. Es importante establecer la costumbre de llevar a cabo la oración familiar, pero no basta con solamente orar, sino que es esencial que realmente le hablemos al Señor, con la plena confianza de que Él nos revelará como padres, lo que necesitemos saber y hacer por el bienestar de nuestra familia. De la oración de algunas personas se ha dicho que, por ser tan sincera, personal y directa, un niño hubiera abierto los ojos para ver si el Señor estaba allí.

En situaciones en que un hijo que se aleja del hogar para continuar sus estudios, que sale para la misión; cuando una esposa sufre como consecuencia de problemas familiares, cuando un miembro de la familia se casa o cuando desea la guía necesaria para llevar a cabo una importante decisión, el padre y patriarca de la familia puede dar una bendición especial.

Tal como lo he indicado anteriormente, hay un aspecto muy importante por el cual nos diferenciamos de los témpanos, y es que contamos con la fuerza motriz, y somos por lo tanto capaces, del mismo modo que sucede con los barcos, de movernos en el sentido y la dirección en que deseamos ir. Si somos conscientes de las corrientes existentes, podremos sacar provecho de las mismas.

Muchos de los grandes buques tanques de petróleo o los enormes cargueros que hacen el viaje desde distintos puntos de América hacia los puertos del Atlántico, suelen aprovechar la fuerza propulsora de la Corriente del Golfo, del mismo modo que los aviones aprovechan las corrientes de aire favorables para apresurar su travesía.

Si deseamos luchar contra la corriente podemos hacerlo, pero aun así, la corriente hará sentir sus efectos en nosotros.

Mis queridos hermanos, el hogar es nuestra peculiaridad, y conjuntamente con el hogar, la familia es nuestra base. Los líderes de la Iglesia continuarán hablándonos acerca de la vida familiar, la vida del hogar, el amor de padres e hijos dependiendo los unos de los otros para su desarrollo y felicidad. Esta es la forma en que el Señor planeó nuestra vida y existencia en este mundo.

Aprovechemos las corrientes resistiendo las fuerzas adversas para encauzar nuestro rumbo hacia la presencia de Dios.

Lo ruego, con nuestro gran amor hacia vosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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