27 de Octubre 1978. Conferencia de Área en Montevideo, Uruguay
La importancia del hombre
por el presidente N. Eldon Tanner
de la Primera Presidencia
Mis queridos hermanos, se me ha preguntado por qué llevamos a cabo conferencias de área en todo el mundo, y mi respuesta es: Recordad que el valor de un alma es grande ante la vista de Dios y el propósito de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, es el de ayudar a salvar almas.
Me gustaría tratar el tema “La importancia del hombre”. Algunas personas sienten que tienen muy poca importancia; se preguntan qué están haciendo aquí en la tierra, se sienten desilusionados, y no aprecian el hecho de que son hijos espirituales de Dios y que como tales, tienen un potencial ilimitado. Si cada individuo se detuviera a pensar en que es un hijo espiritual de Dios, esto le ayudaría a sentirse importante.
Durante el concilio de los cielos, en el cual estuvimos presentes como sus hijos espirituales, el Señor dijo: “… Descenderemos, pues hay espacio allá,… y haremos una tierra en donde éstos puedan morar…” (Abrahán 3:24). Esa fue precisamente la razón por la cual fuimos creados. Como espíritus bajamos a la tierra y tomamos una existencia mortal, y por esa razón Dios llamó a Jesús para que bajara como Salvador del mundo.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan3:16.)
El murió por todos nosotros, y eso prueba lo importantes que somos como individuos. Este gran sacrificio expiatorio hace posible que, si vivimos los mandamientos, podamos recibir la inmortalidad y la vida eterna, como así también el Sacerdocio, el cual fue restaurado en estos últimos días, cuando Dios envió a Juan el Bautista para restaurar el Sacerdocio Aarónico, y a Pedro, Santiago y Juan para restaurar el Sacerdocio de Melquisedec. Dicho Sacerdocio es el poder de Dios, delegado al hombre para actuar en su nombre; y la Iglesia se organizó bajo la dirección de Dios el Padre y su Hijo Jesucristo.
José Smith fue elegido antes de nacer, y llamado a ser Profeta de Dios y Presidente de la Iglesia, en base a lo cual ésta se organizó.
Se establecieron misiones, estacas, barrios y ramas, y un programa misional, con el propósito de ayudar a salvar almas y ayudarles a comprender el propósito de su existencia aquí en la tierra.
Tal como se os dijo esta mañana, tenemos más de 27.000 misioneros en todo el mundo predicando el Evangelio de Jesucristo, el cual es el plan de vida y salvación. Si el mundo acepta el mensaje que llevan los misioneros, comprenderá que somos verdaderamente hijos espirituales de Dios y que es un privilegio aceptar el Evangelio de Jesucristo, el plan de vida y salvación. Se están edificando capillas y centros de estaca con el propósito de que podamos reunimos a fin de aprender todo lo relacionado con éste, para lo cual también tenemos las organizaciones auxiliares en la Iglesia: la Sociedad de Socorro, la Mutual, la Escuela Dominical, la Primaria, todas con el solo propósito de ayudar a salvar almas.
Esta es la razón por la cual se llevan a cabo conferencias de área en distintas partes del mundo: para que los miembros de la Iglesia tengan la oportunidad de reunirse con el Profeta de Dios. Si todos los habitantes de Montevideo supieran que tenemos a un Profeta aquí con nosotros, no habría un edificio lo suficientemente grande como para ubicar a todas las personas que vendrían a verle.
¡Cuán afortunados somos de pertenecer a la Iglesia de Jesucristo! De tener un Profeta de Dios, guiado por El mismo, que dirige la obra aquí en la tierra.
En todas las partes del mundo donde está la Iglesia, tenemos organizados estacas, barrios y ramas con el fin de estar unidos. Tenemos supervisores de área y representantes regionales en todo el mundo; todo ello nos ayuda a comprender la importancia de guardar los mandamientos.
¡Cuán afortunados somos de saber que hay un Dios viviente, y que somos Sus hijos espirituales! Hay muchas personas en el mundo que no tienen ninguna religión, y entre aquellos que creen en Dios, muchos hay que no comprenden ni creen que es un Dios viviente, ni que Jesucristo sea el Salvador que fue crucificado para nuestra redención.
Recordemos constantemente que nunca debemos estar avergonzados de ser miembros de la Iglesia de Jesucristo ni de vivir el Evangelio, dondequiera que estemos o con quienquiera que nos relacionemos. Si fuéramos acusados de ser santos, de ser seguidores de Jesucristo, ¿podrían condenarnos por ello? En otras palabras, ¿vivimos cada día de modo tal, que nadie pueda poner en tela de juicio el hecho de que somos miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días?
Con todo este conocimiento, y con las bendiciones que recibimos como miembros de esta Iglesia, deberíamos ser hacedores de la palabra y no solamente oidores, y no tener nunca la sensación de que somos poco importantes. Debemos cada día recordar quiénes somos, y vivir de acuerdo con ello, de modo que otros puedan ver nuestras buenas obras y de esta manera glorificar a nuestro Padre que está en los cielos.
Haceos estas preguntas: ¿Soy yo digno? ¿Soy un buen ejemplo? ¿Soy una fuerte influencia para el bien? Nunca debemos pensar que el Evangelio es una restricción, sino que se trata de un plan de vida y salvación.
Recordemos siempre que no son las grandes cosas que no hacemos lo que nos deprime, sino las pequeñas; en otras palabras, no son las montañas que debemos escalar lo que nos detiene, sino el pequeño granito de arena que se nos mete dentro del zapato.
Y ahora mis queridos hermanos, tendré el placer de compartir mi testimonio con vosotros en este día. Me siento muy afortunado de poder trabajar tan cerca del Profeta de Dios, y sé que lo que os he dicho en el día de hoy acerca de la Creación, y de que Dios el Padre y su Hijo Jesucristo restauraron el Evangelio por medio de un Profeta escogido, es verdadero. Sé que Jesucristo dio su vida por nosotros, y que edificamos templos para ayudar a salvar a aquellos que se han ido de esta tierra sin oír la palabra del Evangelio.
Que todos aceptemos estas verdades y vivamos de acuerdo con sus enseñanzas, y que hagamos saber al mundo que Dios vive, que es un Dios viviente y que Jesucristo, nuestro Salvador, también vive.
Que siempre seamos dignos de estas bendiciones y demos nuestro ejemplo al mundo, lo ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amén.
























