Promesas

27 de Octubre 1978. Conferencia de Área en Montevideo, Uruguay
Promesas
por el presidente Spencer W. Kimball

Spencer W. KimballMis amados hermanos, es con gran regocijo que regreso a este gran país del Uruguay. He estado aquí muchas veces; lo he recorrido de Norte a Sur, de Este a Oeste y he podido hablar con vosotros del Evangelio de Jesucristo en casi cada capilla.

Esta mañana hemos tenido el privilegio de visitar el Presidente de este país, y nos ha complacido mucho la buena opinión que él tiene de vosotros y de los misioneros.

Cuando cumplí los ochenta y tres años de edad, recibí muchos regalos de distintas partes, tarjetas de felicitaciones y expresiones de agradecimiento y de buenos deseos. Uno de los regalos especiales que recibí era un libro con 4.700 firmas, y fue muy interesante ver lo que contenía. Venía de una de las instituciones educativas de la Iglesia y decía lo siguiente:

“Como miembro de este colegio, como miembro de esta rama de la Iglesia, me comprometo ante usted y nuestro Padre Celestial a alargar y acelerar mi paso, y me comprometo a hacer un esfuerzo más intenso en la obra del Señor de la siguiente manera: De aquí en adelante, prometo pagar mis diezmos cada año de mi vida. Prometo ser cuidadoso con las otras responsabilidades, tales como ofrendas de ayuno y otras contribuciones. Creo en la doctrina de la Iglesia; prometo vivir la Palabra de Sabiduría, aun sabiendo que deberé enfrentarme a muchas tentaciones. Me he dado cuenta de que el mundo está descarriado y me interesaré en los asuntos de mi país, y no participaré en aquellas cosas que sean prohibidas. Oraré por la noche y por la mañana todos los días de mi vida, y agradeceré al Señor por todas las abundantes bendiciones que recibo y por su cuidado protector.”

En el siguiente párrafo decía:

“Prometo por sobre todas las cosas, que llevaré una vida limpia y libre de las tentaciones del mundo; me esforzaré más en la lectura y comprensión de las Escrituras, porque en esta institución he aprendido que son fundamentales y verdaderas.”

Me sentí realmente feliz al leer las promesas de estos adolescentes. Luego continuaban:

Aceleraré mi paso, tendré más amor por mis semejantes y lucharemos juntos para lograr más justicia y dignidad. Haré un esfuerzo supremo por comprender todos los mandamientos del Señor y los cumpliré con mucho cuidado y precisión, teniendo un constante amor por mi Señor y mi prójimo. Me esforzaré por asegurarme en cada ocasión, de considerar mi virtud mucho más valiosa que mi propia vida. Honraré el Sacerdocio; apreciaré el liderato de la Iglesia y lo aceptaré como algo fundamental para mí.

He tomado la determinación de que cuando llegue el momento de contraer matrimonio, lo haré en el Templo del Señor. Prometo a usted, presidente Kimball, y a mi Padre Celestial, que seré cuidadoso con mi vida personal y me mantendré limpio, como el Señor lo espera de mí. Hay mucho que desconozco, pero sí sé que todas estas cosas son de vital importancia y verdaderas; mi vida, así como mi tiempo, le pertenecen al Señor, por lo que me guardaré limpio y puro.”

Finalizan expresando su gratitud y amor hacia mí, y también me agradecen por la oportunidad que han tenido de poder asistir a esta institución educativa, y por todas las organizaciones que les ayudan a desarrollarse.

Creo que éste es el mejor regalo de cumpleaños que jamás haya recibido; realmente significó mucho para ellos y también para mí.

Mis hermanos, cada persona puede hacerse todas esas promesas, cuyo cumplimiento significará paz, gozo y felicidad.

Algunos de los alumnos de esta institución eran casados, y prometieron aún más al decir:

“No dejaremos de llevar a cabo las noches de hogar, y enseñaremos y capacitaremos a nuestros hijos para que vivan dignamente ante la vista del Señor.”

Como dije anteriormente, esto me causó mucho placer porque no fue forzado, sino que partió de lo profundo de su corazón. Ellos aman al Señor y todo lo que El significa. Este es un aspecto muy importante en la vida de cada miembro de la Iglesia.

Deseo que sepáis que el Evangelio es divino, que estáis embarcados en la obra del Señor, y os dejo este testimonio otra vez, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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